ESTE SOY YO, TAL CUAL... RAFAEL ARANGO VILLEGAS
Palabras del presidente de la Academia, doctor Jorge Eliécer Zapata Bonilla
UNA VISIÓN DE RAFAEL ARANGO VILLEGAS.
Conozco al Señor Académico don José
Jaramillo Mejía desde hace 35 años, cuando publicó su libro A mitad de camino, un entretenido
trabajo que marcaba la dirección de su vida en el campo de las letras. Un libro
risueño, guasón, hecho para recuperar con humor los años que él consideró eran la
mitad de su existencia. Poco tiempo después apareció publicado, ¿Qué hay por ai?, otro trabajo de
humor, de ese humor sano que se ha perdido en esta avalancha de legalización de
los términos de doble sentido en los medios de comunicación. El humor de
nuestro académico está tramado con la gracia natural de nuestros abuelos que no perdían
el sentido de la lógica, que exageraban
siempre con beneficio de inventario y aplicaban
el refrán o el retruécano para exagerar logros personales o para
demeritar los sueños o pretensiones del vecino o del rival, y hecho también, su
humor, de las anécdotas que tuvieron nombre propio, pero son aplicables a la mayoría de nuestras gentes
y en la mayoría de nuestros pueblos.
Esas lecturas de las maneras
graciosas como nuestros mayores interpretaban la vida cotidiana, dieron al
señor Académico don José Jaramillo
Mejía, las herramientas para ser un escritor ameno, un narrador entretenido que
permite al lector el aire fresco de la sonrisa y la comprensión serena de
asuntos a veces intrincados, pues la sola conversación con el Maestro lleva al contertulio
a remar en aguas mansas. Ser sencillo, simple en la expresión, es uno de los
mayores logros de la sabiduría, pues muchos en el rebusque de palabras,
perdemos el hilo elemental de una conversación normal.
Con las bases anteriores y con la
amistad con la familia del Humorista Rafael Arango Villegas, y seguramente de
otras amistades, Jaramillo Mejía logró el estudio de esa generación de
creadores de riqueza que la historia ha
denominado Los Azucenos. Ellos fueron un puntal en el desarrollo del Manizales
de la segunda mitad del siglo anterior.
Coloquios de Berceo con Florentino, son el gracioso discurrir de la
vida política y social de las últimas décadas del siglo XX. Allí está el humor
de alta gerencia como denominaba el poeta Fernando Mejía Mejía ”los embelecos
de Bernardo Cano García”, y Personajes,
hechos y épocas de la historia, un libro didáctico para enseñar historia
universal en lecciones cortas y entretenidas.
Con las velas desplegadas, es un libro que se adentra en la persona
de don Eduardo Arango Restrepo, hijo del maestro Rafael Arango Villegas, y
figura muy importante del grupo de Los Azucenos. Como en la crónica periodística
moderna, la visión que muestro el Académico José Jaramillo Mejía tiene de
Eduardo Arango Restrepo, permite conceptos globales sobre ese movimiento industrial
y financiero que dio presencia nacional a Manizales en la mitad del siglo
pasado.
La figura de Rafael Arango
Villegas es la del Maestro del costumbrismo y del humor. Su prestigio creció
paralelo al de los greco-latinos y al de muchos caldenses no matriculados en
ismo alguno pero con gran figuración. Nació finalizando el siglo XlX y si su
vida no fue muy larga, supo entrometerse como él mismo lo dice, en todo tipo de
asunto para saber de que hablaban los mayores. De ellos aprendió el lenguaje
diario, los refranes, los chascarrillos, y de su observación maliciosa, el hilo
mágico de su humor tan celebrado. Nadie en la literatura costumbrista de
nuestro país ha sido tan versátil para trabajar con gracia temas de todos los
talantes: familiares, políticos, religiosos, comerciales, de viajes. Arango
Villegas tenia la disciplina del gran escritor, la magia del creador de
personajes, la memoria prodigiosa del coleccionista. Era un ser dotado de
muchas virtudes mentales, siendo la más grande la del humor. Arango Villegas
incursionó con éxito en la novela, en el cuento, en el teatro y en el
periodismo. Fue un hombre con rasgos de genialidad.
Nuestro Académico acaba de
publicar el libro Este soy yo, tal cual…
de Rafael Villegas, un texto de 180 páginas que recoge piezas inéditas,
cuentos, cartas y crónicas del gran
escritor costumbrista y conceptos sobre la obra y la personalidad del humorista. Fotos familiares,
caricaturas, fotografías de plegables que anunciaban la presentación de sus
obras de teatro en Bogotá y Manizales, documentos de notaría personales y una
biografía ajustada a la verdad, pues todo se recopiló en las fuentes.
Este último libro del Académico
don José Jaramillo Mejía es un aporte fundamental a la literatura regional y
colombiana, pues recupera textos inéditos como ya se dijo, que recogen
conceptos del autor y queda la visión de intelectuales cercanos sobre la
personalidad y la obra del Maestro. El Humanista Antonio Álvarez Restrepo, el
gran estudioso de la literatura colombiana Otto Morales Benítez, el Maestro del
cuento costumbrista Adel López Gómez, el ensayista Antonio J. Arango, el
reconocido y laureado poeta Juan Bautista Jaramillo Meza, el notable crítico
Uriel Ospina, son algunos de los que en hora precisa analizaron la obra de
Rafael Arango Villegas. Sus conceptos dan fuerza al libro y nos notifican a los
lectores de hoy de la importancia del personaje.
Este soy yo, tal cual…, el libro que presentamos nos permite a los
lectores viejos volver sobre la gozosa literatura del gran costumbrista que fue
Arango Villegas, reconstruir su dimensión, paladear la exquisitez de su
lenguaje, mirar la universalidad rural de su mensaje, y a las nuevas
generaciones de lectores, asomarse inquietos a la obra de un manizaleño
resiente que habló de tú a tú con Carrasquilla quien gozaba como un niño escuchando las
narraciones de nuestro escritor, que
tenía la imaginación prodigiosa de Feliciano Ríos o la magia que en Fregao el ángel sostiene un sueño de niño.
Muchos de sus cuentos figuran entre los
clásicos de la literatura patria y en ellos él es personaje central aferrado a
gozar de sus narraciones como gozaba cuando escuchaba las aventuras lejanas de
otros que después hizo suyas.
Muchas gracias Señor Académico
José Jaramillo Mejía por este trabajo literario.
EL
LENGUAJE HIPERBÓLICO EN LA OBRA DE RAFAEL ARANGO VILLEGAS
Hipérbole, palabra enraizada con el
latín y el griego, según el Diccionario de la Real Academia Española, es una
“figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se
habla”; o escribe, podemos agregar. Y en una segunda acepción señala:
“Exageración de una circunstancia, relato o noticia”.
Presentar las cosas de esa manera
tiene la intención de que causen mayor efecto en el lector, o el interlocutor,
y se graben en la memoria más fácilmente, por la gracia o el dramatismo de la
expresión.
Los
pueblos, aun los que comparten una misma lengua, en los diferentes puntos
regionales utilizan una expresividad distinta, tienen modismos propios, y la
misma vocalización es peculiar, lo que permite ubicar geográficamente a la
gente por lo que dice y como lo dice.
Entre
otras singularidades, el paisa de la Antioquia Grande se caracteriza por ser
exagerado. Y Rafael Arango Villegas, en sus obras, que retratan con fidelidad a
su pueblo, el caldense, hondamente arraigado en Antioquia, dice cosas, o las
pone en boca de sus personajes, en forma de exageraciones que magnifican
características de las personas, o hacen más relevantes los hechos.
La
obra de Rafael Arango Villegas no es más que un paseo por su discurrir vital,
en el que se dedicó a retratar personajes, reseñar hechos y hacerles cosquillas
a las comunidades, utilizando como condimento la exageración, para que sus
crónicas permanezcan en la memoria de los lectores, especialmente por el efecto
adherente de sus maravillosas hipérboles.
En
la presentación de su novela Asistencia
y Camas, para salirles
adelante a los críticos de oficio, que a los trabajos literarios les exigen
profundidad filosófica, advierte que su obra no la tiene, porque es escrita por
él y no por el padre Isla o por don Miguel de Cervantes, y “no hay que
confundir un viaje a la estratosfera con un paseo a Filandia”.
En
su crónica Fregao de Ángel, cuenta que para una ceremonia
religiosa iban a disfrazar a varios niños de ángeles. Uno de ellos se enfermó y
los organizadores acudieron a doña Carmelita para que les prestara el niño, a
Rafael, para que lo reemplazara. Con la advertencia materna de que el
muchachito era muy moreno como para posar de ángel, le pusieron las alas y la
aureola, y el fotógrafo que registró el evento, cuando fue a retratarlo, le
dijo que para que la foto fuera más realista levantara un pie. Don Rafael decía
que había quedado “como un gallinazo parado en una teja caliente”.
Alguna
vez fue nuestro personaje a la zapatería de su amigo Feliciano Ríos con uno de
sus nietos, que era un niño hermoso, blanco y de ojos azules. El zapatero
reparó al muchachito y comentó: Ahora entiendo por qué los pichones de los
gallinazos son blancos.
Como
dijimos, la materia prima de los zumbones comentarios del costumbrista y
humorista caldense era el entorno: campesinos, artesanos, tenderos…y,
especialmente, la sociedad manizaleña, de la que se burlaba por elitista y
pinchada, así como atildada en el vestuario. De uno de esos personajes decía
que no se quitaba los guantes ni para lavarse las manos.
Esa
manera de describir las cosas los paisas, exagerando los detalles, es
generalizada; y los identifica en todo el mundo. Pero lo que dicen no son
mentiras. Despojando los relatos o las descripciones de la hipérbole, resultan
ciertos. A propósito del éxodo de antioqueños hacia el sur de la Antioquia
Grande, que entre muchas causas tuvo la de buscar mejores tierras para la
agricultura y la ganadería, que reemplazaran a las empobrecidas de Abejorral,
Sonsón, La Unión y Marinilla, entre otras poblaciones, a las que era imposible
sacarles el sustento de las numerosas familias, uno de mis tíos maternos
contaba que en la finca del abuelo, en el cañón del río Aures, en La Unión, en
el peladero de finca que tenían, sembraron un lote de maíz; y levantaron tan
poquito las matas, que las ardillas se tenían que arrodillar para comerse los
chócolos.
Y
otro pariente, cuya anciana madre, reducida a la cama, rezaba todo el tiempo,
especialmente novenas, decía que su mamá tenía novenas de santos que no
conocían en el cielo.
Para
cualquier inquietud sobre asuntos difíciles de resolver, el paisa tiene una
fórmula rápida y contundente. Como cuando alguien preguntó cómo se pronunciaba
uno de esos nombres en polaco que tienen un poco de consonantes seguidas, y
otro le propuso: Tómese una cucharada de arena y en la estornudada le sale
precisa la pronunciación.
En
toda la obra de Rafael Arango Villegas, incluido el trabajo que estamos
presentando, cuyo contenido había escapado a los libros del autor, y a sus Obras Completas, aparecen
retratadas las personas, incluido él mismo, con trazos hiperbólicos, que las
“víctimas” recibían con regocijo, porque jamás tuvo el autor la intención de
ofender. Y las situaciones cotidianas, los fenómenos naturales, las variables
económicas, las resoluciones oficiales, el desempeño de presidentes, ministros
y parlamentarios y los sucesos mundiales, los describía con maestría y
precisión, sin que faltara el adobo de la hipérbole, la exageración, para que
el personaje o el evento quedaran grabados en forma indeleble.
A su
particular manera, contaba don Rafael, por ejemplo, que durante la guerra de
los mil días, los ciudadanos se enteraban del desarrollo de la contienda por
los bandos en los que las autoridades municipales leían telegramas oficiales,
que daban cuenta de los hechos. Claro que, como el gobierno era conservador,
siempre los informes eran favorables a los azules. En uno de ellos se decía
que, “cuando asomó la vanguardia del ejército del general Uribe, fue destrozada
por las balas conservadoras”. Cuando le preguntaron a Parrita, un personaje
popular y muy liberal, que él qué opinaba, contestó: “Pues que esa es una
solemne mentira, porque el general Uribe no es tan bruto para ir a echar la vanguardia adelante”.
El
recorrido por la obra de don Rafael es un paseo delicioso, como esos que hacen
las familias al río, con fiambre envuelto en hoja de congo. Cada crónica, entre
párrafo y párrafo, suelta una expresión contundente, en la que lo obvio se dice
de manera hiperbólica, para que el cuento se haga inolvidable y recurrente.
Quienes hemos sido fieles lectores suyos, y tenemos sus obras entre lo más
preciado de la biblioteca, jamás olvidamos el agarrón con misiá Irene, por
asuntos de moda, cuando le dice: “(…) a ustedes (las mujeres) les gusta mucho
esculcar. (…) Le hacen creer a uno que dizque lo hacen por ver si de pronto le
encuentran al marido un ‘billete amoroso’. Pero lo cierto es que en esas
rebuscadas en busca de ‘billetes amorosos’ se nos pierden a los maridos muchos
billetes de a peso (…)” Ni el episodio en “Muerte y peregrinaciones
ultraterrenas del Maestro Feliciano Ríos”, cuando éste le gritó al diablo en la
“pura jeta”: “¡Virgen Santísima!”, cruzó los dedos y le hizo la señal de la
cruz; y dice el personaje, según don Rafael: “Pegó el salto mortal y fue a
caer, de cabeza, contra un perol. Me parece que en la caída se le quebró un
cacho, porque cuando se levantó no le vi sino uno, y estaba chorriando candela junto a una oreja.”
Estas
son las obras literarias que no tienen “profundidad filosófica”, ni “técnica
narrativa”, y mucho menos obedecen a un “estilo conceptual”, como reclaman los
intelectuales puros (según ellos mismos), pero que tienen, sin duda,
permanencia en el tiempo, porque son verdaderos clásicos.
Intervención del señor Secretario de Cultura del Departamento, doctor Bernardo González
Intervención del grupo musical dirigido por el Académico Javier Sánchez Carmona