Octavio Hernández Jiménez
En 1911, después de la fundación de la
Academia Colombiana de Historia, ésta se empeñó en que en las principales
ciudades del país se crearan Centros de Historia, conformados por personas cuyo
empeño era recopilar, salvaguardar, interpretar documentos claves para el
devenir local, fuera de desmitificar ciertas situaciones que muchos
interesados habían forjado a la deriva.
José María Restrepo Maya, Emilio Robledo,
Jesús María Guingue, Juan Bautista López, Aquilino Villegas, José Tomás Henao,
Ricardo Jaramillo, Alfonso Villegas, Rudesindo Ocampo y otros vecinos de
la capital del recién creado Departamento de Caldas impulsaron el
Centros de Estudios Históricos de Manizales (1911). Esta entidad fue el pilar
de la revista Archivo Historial, dirigida por el historiador santandereano
Enrique Otero D’Acosta editada con el apoyo de la Asamblea Dptal.
El Centro de Estudios Históricos decayó,
hasta cuando, en 1963, renovó sus actividades. A los contados años, perdió
ritmo hasta cuando, en 1985, se inició la tercera etapa, en la que se ha
consolidado, ojalá que en forma definitiva.
Entre finales del siglo XX y comienzos del
XXI, funcionó en un pequeño salón facilitado por la Universidad de Caldas, en
el edificio en donde estuvo el Seminario Mayor, actual sede de los
programas de Derecho, Sociología, Antropología, Trabajo Social y Filosofía y
Letras. En 2011, se trasteó, con su rica biblioteca, a la sede de la Sociedad
de Mejoras Públicas, en el centro de Manizales.
Con el transcurso del tiempo, algunos de
los centros de Historia se convirtieron en academias. Es el caso del
Centro de Historia de Tunja que es, en la actualidad, Academia Boyacense de
Historia dirigida por el caldense Javier Ocampo López.
PRIMERAS CONVERSACIONES:
Caldas era uno de los pocos departamentos
que carecía de una academia de historia. En el escabroso interregno ocurrieron
atropellos como la quema de buena parte del archivo del Departamento y de
varios municipios, sin que alguien lo impidiera ni se manifestaran sus
dolientes.
El Archivo de Manizales estuvo relegado a
una bodega húmeda y ciega, en el cuartel del Cuerpo de Bomberos, antes de su
traslada a la sede de la Secretaría de Tránsito, en el Parque de los Agustinos,
sin que este sea su sitio ideal.
En el año de 2002, el Secretario de Cultura
de Caldas, Carlos Arboleda G. se puso en contacto con los tres caldenses que
tienen sillón en la Academia Colombiana de Historia, Otto Morales Benítez,
Javier Ocampo López y Horacio López Domínguez, con la pretensión de fundar
una Academia de Historia, para Caldas.
Así mismo, entabló diálogos
con Carlos Arturo Ospina H., profesor universitario, natural de Anserma
C. y radicado en Bogotá, y con otras personas inquietas por la historia
regional, como Albeiro Valencia, Jorge Eliécer Zapata y otros amigos con los
que se dio forma al proyecto.
HACE DIEZ AÑOS:
El 16 de agosto de 2002, en las horas de
la noche, en el Auditorio Santo Domingo Savio del Colegio de Occidente, de
Anserma Cds., se llevó a cabo la sesión inaugural de la Academia Caldense de
Historia, con la asistencia de las personas convocadas para tal fin.
La fecha y el lugar no eran fortuitos. Se
realizó allí y en esa temporada, en homenaje al primer núcleo urbano levantado,
en territorio caldense, con fecha conocida. El Mariscal Jorge Robledo lo dice:
“Esta ciudad de Anserma se pobló en nombre de S.M., e del marqués D. Francisco
Pizarro, el día de Nuestra Señora de Agosto del año de 1539”. O sea, el 15 de
agosto, festividad de la Asunción de María al cielo.
Claro que en cuanto a esa fecha, nace la
primera polémica. Según Fray Pedro Simón, en su obra Noticias Historiales de
las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, obra escrita en
1623, comenta: “Llegó Robledo a cierta loma donde procediendo todas las
ceremonias que suele haber en tales fundaciones, en seis de julio del año de
mil quinientos y treinta y ocho, pobló una villa que después se hizo ciudad,
como lo es ahora, que llamó Santa Ana de los Caballeros”. Los analistas han
terciado a favor de Jorge Robledo, protagonista de los acontecimientos.
La instalación de la Academia Caldense de
Historia contó con el gentil apoyo de la Alcaldía de Anserma, “la Abuela de
Caldas” y de los funcionarios de entonces.
Anserma asistía a sus Fiestas del Regreso,
con sus casonas engalanadas con la bandera, la más original que se tenga
noticias, en Caldas y sus alrededores: un fondo blanco en la parte superior y
en la inferior una serie de barras intercaladas amarillas y rojas, de
reminiscencia hispánica.
Firmaron el acta de constitución de la Academia
Caldense de Historia, Javier Ocampo, Carlos Arturo Ospina, Carlos Arboleda,
Albeiro Valencia, Jorge Eliécer Zapata, Octavio Hernández J. Darío Vera,
Colombano Betancur, Omar Serna, Pbro. Horacio Gómez, exministro de Justicia
Jaime Giraldo, Fabio Vélez, Gustavo Loaiza, Darío Usma, Ofelia Parra,
Libardo Flórez, Vicente Arango, Alberto Chica, José Miguel Alzate, Tarsicio
Muñoz, Oscar Gaviria, Jesús Antonio Díaz y Luis Gabriel
Montoya.
En el acto inaugural, la banda juvenil de
música interpretó el himno de Anserma que sorprende por su alegría desbordante,
superior a la vacua solemnidad de la generalidad de los himnos.
Después, Javier Ocampo hizo una
disertación pedagógica frente al auditorio constituido por un centenar de
estudiantes del Colegio de Occidente y otro centenar de diligentes ansermeños.
El tema escogido por el eminente aguadeño fue el nacimiento del Departamento de
Caldas que, en 2005, celebraría el primer centenario de fundación.
La noche de verano era propicia para el
jolgorio con miles de ansermeñas y ansermeños, en la Plaza Jorge Robledo, al
compás de las chirimías que debutaban en el tablado.
Todos eran conscientes de la importancia
otorgada a Anserma al escogerla como cuna de la naciente Academia. Se mostraron
ufanos, diligentes y agradecidos. El sábado 17 de agosto, en las horas de la
mañana, se diligenció en la Notaría Única la constitución legal de la
institución.
EXPOSICIÓN:
La que fuera Capilla de Belén ostenta
mármoles y vitrales, aún completos, a pesar de que se ha usado como bodega de
café, por temporadas de buena cosecha. Hizo parte del que fuera Colegio de las
Betlemitas, (de ahí el nombre de Capilla de Belén). En esa institución, en la
década de 1950, infantes ansermeños y de pueblos vecinos cursamos kínder.
En los días de la creación de la Academia de Historia, ese venerado espacio
servía de sede a las dependencias de la Universidad del Valle.
Allí, organizaron una exposición de viejas
fotografías de Anserma y sus gentes, como resultado de un proyecto
patrocinado por la Alcaldía. Sorprendido quedé cuando me encontré cara a cara
con una fotografía desconocida que había sido tomada cuando yo tenía seis
años. Muchos rostros sonreían desde el papel fotográfico como si sobre ellos no
hubieran pasado, como una aplanadora, una y mil vidas más.
En los salones del viejo edificio
organizaron una exposición sobre la incipiente industria de la seda y el
proceso, desde el gusano hasta convertir el capullo en prendas de vestir de
incalculable belleza.
Esta nueva industria era muestra palpable
del fenómeno social y económico por el que atravesaban los viejos cultivadores
de café y las variantes a las que han tenido que acudir para no
naufragar parejo con la industria cafetera.
Por otro lado, parte importante de la
población del Eje Cafetero ya vivía de los giros que enviaban familiares
que habían emigrado. En Londres se encuentra una de las colonias más
grandes, compuesta por más de 500 ansermeños.
OBJETIVOS Y ACCIONES:
El 2 de septiembre, en el Centro de
Historia de la capital caldense, ante los adustos miembros que copaban las
sillas, el académico Albeiro Valencia mostró que los objetivos de la Academia
Caldense de Historia no reñían con los del Centro de Historia de Manizales.
Su área de estudio es el Departamento de
Caldas y aquellos espacios que tengan que ver con su devenir. Se ha buscado
afianzar una identidad regional, imposible de seguir confundiendo con la
identidad del vecindario. Se ha inculcado, en la dirigencia de los municipios,
el valor inestimable por su patrimonio cultural, entre lo que hay que destacar,
los archivos.
Se ha gestionado la edición o reedición de
obras de historia regional poco difundidas e indispensables para entender
importantes procesos, además de los trabajos de los miembros, con temas históricos.
Se ha insistido en una complementariedad indispensable con la Gobernación, las
Secretarías de Cultura y Educación del Departamento de Caldas, el Centro de
Historia de Manizales y las alcaldías de los municipios.
En diez años, se han editado cuatro volúmenes
del Archivo Historial del Centro de Estudios Históricos de Manizales,
además de las voluminosas obras: Caldas en las Crónicas de Indias, Viajeros por
el Antiguo Caldas, La Región Caldense en los Conflictos Sociales del siglo XIX
y La Colina del Viento. Como si fuera poco, en este lapso se han publicado
nueve números de la Revista Impronta, órgano de difusión de la Academia.
En los meses de septiembre y octubre de
2002, en la casona que ocupa la Secretaría de Cultura sesionó la Academia para
la redacción del Reglamento. Por benevolencia de los sucesivos secretarios, la
sede habitual de la institución ha sido la Secretaría de Cultura y las
reuniones han sido quincenales.
Después de la constitución solemne en
Anserma, se acordó que, antes de terminar el 2002, se realizaría una
sesión solemne, con el Presidente de la Academia Colombiana de Historia, los
tres caldenses que ocupaban sillón de número en dicha Academia y demás
invitados que, por físico miedo a transitar por las carreteras del país, por esas
calendas, no asistieron a la cita en Anserma. En esa sesión, se presentaron y
aprobaron los estatutos de la institución redactados por los miembros en las
primeras sesiones.
Los días 14 y 15 de noviembre de 2002 se
llevó a cabo, en el Fondo Cultural del Café, el Seminario “Identidad Cultural
entre lo local y lo global”. Como remate, a las siete de la noche del día 15,
se hizo la instalación formal de la Academia Caldense de Historia.
Sobria ceremonia. Habló Javier Ocampo sobre la importancia de las Academias y
Otto Morales sobre la empresa que debe acometer la Academia Caldense, con una
historia sobre la que ha crecido la maleza.
La Academia Caldense de Historia ha
trabajado sin descanso, en los primeros diez años. Es una tea encendida en el
camino. En este decenio transcurrido, si en sus métodos mira al pasado, en
cuanto a los propósitos no deja de otear el futuro. No deslumbran tanto
las glorias pretéritas como el serio compromiso con las generaciones
futuras.