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LAS GUERRAS CIVILES DEL SIGLO XIX:
SUS ECOS EN EL ACTUAL ORIENTE CALDENSE

Por: Ángel María Ocampo Cardona
Magister en Educación y Desarrollo Comunitario

RESUMEN

Este ensayo pretende provocar a los estudiosos de la historia regional para que dirijan su mirada al paisaje, aún inexplorado, de las gestas militares de la segunda mitad del siglo XIX en el área actual del oriente caldense, frontera que fue en esa época, entre el Estado Soberano de Antioquia y el Estado Soberano del Tolima.

Se hace un rastreo cronológico pero panorámico, sobre los sucesos de las guerras civiles del siglo XIX, a saber: La Guerra de Los Supremos (1839), la Revolución Conservadora de 1851, la Guerra de 1854, la Guerra de 1860, la Guerra de 1864 o de la Restauración, la Campaña de 1867, la Revolución Conservadora de 1876, la Rebelión Clerical de 1879, la Revolución de 1885 y la Guerra de los Mil Días. Se trata de manejar como eje de la relación, el área geográfica ocupada en la actualidad por los municipios del oriente de Caldas, que a la sazón fue territorio en disputa entre Antioquia y Tolima.

Palabras clave: Oriente caldense, guerras civiles, gestas militares.

CIVIL WARS OF THE XIX CENTURY:
THEIR ECHOES IN THE CURRENT EAST OF CALDAS

By: Ángel María Ocampo Cardona

SUMMARY

This essay pretends to push academics specializing in regional history to take a look at the still unexplored landscape of the military exploits of the mid XIX century in what is today the east of Caldas, and which was then the frontier between the Estado Soberano de Antioquia and the Estado Soberano del Tolima.

This takes both a chronological and panoramic look at the events of the XIX century wars, these are: The war of the Supremes (1832), the Revolución Conservadora of 1851, the war of 1854, the war of 1860, the war of 1864, the Restoration, the Campaign of 1867, the Revolución Conservadora of 1876, the Clerical Rebellion of 1879, the revolution of 1885 and the Thousand years’ war. The focus is looking at the geographical area which now comprehends the east of Caldas and which used to be disputed between Antioquia and Tolima.

Key words: Eastern Caldas, civil wars, military exploits.








INTRODUCCIÓN

Los más consagrados historiadores contemporáneos de Caldas han difundido mucha información sobre los sucesos de las guerras civiles decimonónicas en el centro, norte, occidente y sur de Caldas. El sector del oriente se ha quedado huérfano de noticias sobre esta materia. Por supuesto que no tengo fuerzas para pretender llenar vacíos en este tema. Sin embargo, mi pretensión con este ensayo, es provocar a los estudiosos de la historia regional para que dirijan su mirada al paisaje, aún inexplorado, de las gestas militares de la segunda mitad del siglo XIX en el área actual del oriente caldense, frontera que fue en esa época, entre el Estado Soberano de Antioquia y el Estado Soberano del Tolima.

Un ejercicio exploratorio de este tipo podría aventurar, ya sea la hipótesis de que el área oriental del actual Departamento de Caldas no fue escenario relevante de las crueles escaramuzas decimonónicas y que sólo sirvió, por lo inextricable de sus montañas, como guarida para los soldados vencidos y para los hombres que huían de los duros reclutamientos. O por el contrario, para demostrar que las tierras del norte del Tolima, hoy oriente de Caldas, constituyeron una de las zonas más devastadas por los enfrentamientos bélicos, dado el carácter polémico de esta franja como zona limítrofe en debate entre Antioquia y Tolima, y que la dinámica de los encuentros armados fueron un factor adicional, si no determinante, del proceso de su poblamiento y fundación. El lector, siguiendo las líneas de este bosquejo histórico, puede tener pistas para asumir una posición a favor de cualquiera de las hipótesis que considere de mayor validez.

Vamos a mencionar aquí de manera cronológica pero panorámica, los sucesos de las guerras civiles del siglo XIX, tratando de manejar como eje de la relación, el área geográfica ocupada en la actualidad por los municipios del oriente de Caldas, que a la sazón fue territorio en disputa entre Antioquia y Tolima. Aunque los análisis sociopolíticos globales a los que nos atenemos derivan de la lectura del libro de David Bushnell, Colombia una Nación a pesar de sí misma, las fuentes que utilizamos en mayor grado son la Historia de Salamina, escrita por el sacerdote historiador Guillermo Duque Botero, las referencias hechas por el historiador Alfredo Cardona Tobón en su libro Los Caudillos del Desastre y las del historiador Víctor Zuluaga Gómez en su libro Cosme Marulanda: Un Hombre Un Pueblo.

La Guerra de Los Supremos (1839):

En los primeros años de la República, los militares constituyeron el poder, muchas veces por encima de la ley balbuciente. En cada una de las provincias granadinas, el jefe civil y militar era amo absoluto, casi desligado del poder central. Así se fueron creando poderes dentro de la incipiente nación colombiana, que querían gobernar pequeñas repúblicas, sin la dirección de Santa Fe de Bogotá.

“La confrontación llegó, como en esas circunstancias tenía que suceder, cuando el presidente José Ignacio de Márquez empezó a intervenir en los asuntos locales y se enfrentó a los poderosos caudillos de las provincias”. La chispa que dio comienzo a la revuelta de los Supremos, fue la decisión tomada por el Congreso en 1839, de suprimir los conventos menores de Pasto, que hasta entonces habían escapado a los efectos de la ley aprobada por la Convención Constitucional de la Nueva Granada.

“Los pastusos decidieron pues, rebelarse, pero fueron derrotados. Entonces, a mediados de 1840, José María Obando intervino para apoyarlos, y revivió el movimiento. Obando era una figura comprometida con las facciones liberales y no un reaccionario que privilegiara al clero, pero la región de Pasto era una de sus bases de apoyo personal, y en este caso, el líder consideró apropiado convertirse en el abanderado de la causa de sus seguidores”.

Así, esta guerra tuvo como protagonistas rebeldes a José María Obando en el sur y al coronel Salvador Córdova –hermano del héroe de Ayacucho–, en Antioquia. “Ambos tenían razones para enfrentar al legítimo gobierno representado por José Ignacio de Márquez: el primero acababa de ser acusado por el asesinato del Mariscal Sucre y el segundo, por habérsele negado un ascenso en el escalafón militar”.

Dentro de la barahúnda provocada por el levantamiento de las provincias en esta guerra, la Nueva Granada se partió en mil pedazos:

“Se insurreccionan Ciénaga y Santa Marta y establecen el Estado Soberano de Manzanares, los cantones de Barranquilla, Soledad y Sabanalarga no se quedan atrás y en asamblea general constituyen el Estado de Cibeles. Cartagena se rebela contra el gobierno central y para rematar, el Istmo de Panamá proclama su independencia, mientras el coronel José María Vezga promueve la rebelión en Honda, y en el centro del país se gesta el levantamiento de las poblaciones de Ibagué y Ambalema”.

Ante esta situación, el presidente Márquez instruye a los Generales Herrán y Mosquera para que emprendan campañas contra los separatistas de la costa y el Socorro; al General Joaquín París le encomienda la tarea de someter a Mariquita, y al General Eusebio Borrero lo envía contra las tropas acantonadas en Popayán, para neutralizar a los rebeldes de Buenaventura, Chocó, Cauca y Antioquia.

En marzo de 1841, el General Joaquín París ataca las fortificaciones de Honda, donde el gobernador Vezga, con trescientos hombres, es incapaz de resistir el asalto gobiernista. Hubo parlamentarios entre los dos ejércitos enemigos y, quedando suspendido el combate, se discutieron bases de capitulación, por lo que la noche fue tranquila. Pero Vezga sólo quería ganar tiempo; durante la noche, fingiendo defender el puente, se embarca con toda su gente en el puerto de la Bodega, emprendiendo su retirada Magdalena abajo, unos hacia Antioquia y otros hacia las provincias del Atlántico. Al día siguiente el barrio de San José estaba solitario y las tropas del gobierno se posesionaron de toda la ciudad, sin hallar un enemigo, con lo que concluyó la revolución de Mariquita.

Derrotado, Vezga se repliega por el río Magdalena hasta Nare y busca la seguridad de Medellín, desde donde seguidamente toma la plaza de Pácora. En esta población expide un decreto que exacerba los ánimos de los gobiernistas, al establecer:

a) La concesión, a todo soldado de su ejército, de la autorización para realizar “seis horas de pillaje” en cualquier sitio donde se presente oposición contra las fuerzas rebeldes;
b) Libertad para los esclavos varones de Sonsón, Abejorral, La Ceja del Tambo, Aguadas, Arma, Pácora y Salamina, que se presenten a servir un año en sus filas;
c) Reconocimiento del derecho a todo individuo del pueblo, de declararse en oposición al “partido de la aristocracia” y apoderarse de sus bienes;
d) Gratificación de cuatrocientos pesos por cada cabeza de jefe enemigo que sea presentada por cualquier individuo, perteneciente o no a las tropas rebeldes.

Sumado a otros factores, este Decreto produjo la batalla de Salamina el 5 de mayo de 1841, en la que las fuerzas gobiernistas comandadas por Braulio Henao, e integradas por soldados de Sonsón, Aguadas, Abejorral, Salamina y Mariquita, vencieron a los ejércitos rebeldes comandados por el coronel Vezga.

De lo anterior se puede concluir que para la época de la guerra de los supremos, aunque aún no está fundada ninguna de las actuales poblaciones del oriente de caldas, el territorio sí sirvió de escenario para el tránsito de tropas de ambos bandos en conflicto, ya fuese en calidad de perseguidoras o de perseguidas.

La ruta utilizada por el coronel Vezga en su fuga del Tolima a Antioquia, probablemente fue muy cercana al camino que partía de Honda, pasaba por las antiguas ruinas de Victoria y seguía al norte hacia Buenavista, actual Corregimiento de La Dorada, hasta pasar por la desembocadura del río La Miel en el Magdalena y llegar a Rionegro y Medellín.

A su vez, el camino recorrido por los reclutas de Mariquita, que según testimonios de María Nisser, fueron en apoyo de las tropas gobiernistas al mando de Braulio Henao, debió haber sido el que partía de Mariquita, pasaba por Fresno y Herveo y llegaba a Salamina. Ambas rutas hacían sus trayectos iniciales por el área actual del oriente caldense.

Al finalizar la guerra de los supremos, los vencedores ejecutaron en julio de 1841 al coronel José María Vezga, al teniente coronel Tadeo Galindo y a otros oficiales que cayeron prisioneros en el combate de Salamina. El 7 de junio se recuperó el control de Riohacha y el 14 de junio el de Cartagena. A fines de 1841, el istmo de Panamá se reintegró a la Nueva Granada.

La Revolución Conservadora de 1851
Como resultado de las elecciones de 1849, Tomás Cipriano de Mosquera le entregó el poder al liberal José Hilario López. La continuidad entre las administraciones de Mosquera y López fue evidente, principalmente en lo que se refiere a política económica. Se destacaron reformas tales como el incremento de los aranceles, el estímulo al llamado “boom” del tabaco mediante la liberación del monopolio estatal para este renglón económico, la distribución de las tierras de los resguardos entre familias aborígenes, la liberación definitiva de los esclavos, la expedición de la ley que facilitaba la redención de los “censos” o hipotecas eclesiásticas, la eliminación del requisito de grados académicos para el ejercicio de profesiones liberales, la libertad de instrucción, y otras.

Este ambiente de reformas afectó los intereses de las clases tradicionalmente privilegiadas por la tenencia de la tierra y los del clero, porque eran cambios que desde la perspectiva de estos sectores conservadores, buscaban disminuir el poder de la iglesia con medidas como el desafuero eclesiástico, la facultad de los cabildos para nombrar los curas, la eliminación de los aranceles en la administración de los sacramentos, la supresión de los diezmos, la expulsión de los jesuitas, la libertad de cultos y la libertad de prensa.

Con la consigna “Dios y Federación”, los conservadores y el clero antioqueño se alzaron en armas, y con banderas negras en los extremos de sus lanzas, con una cruz roja estampada en un lado y en el otro las iniciales de Jesucristo, fueron al combate invocando la defensa de su fe. Numerosos sacerdotes se vincularon a la guerra de 1850 como instigadores o combatientes directos. En Sonsón, el clérigo Tomás Henao bendijo las armas de los sublevados y el Pbro. José Joaquín Isaza, cura de Aguadas, además de recorrer la provincia levantando los ánimos contra el gobierno, hizo parte de la columna que atacó a Santa Fe de Antioquia.

El prelado Manuel Canuto Restrepo, apodado “El Trabuco Restrepo”, inició la rebelión. El 19 de julio de 1851 reunió un grupo de feligreses en Abejorral y se apoderó de cien fusiles que los gobiernistas transportaban de Sonsón hacia la capital de la provincia de Córdova. Los liberales de Rionegro reaccionaron y organizaron una partida que recuperó el armamento que estaba en manos del levita. Hasta donde se sabe, en esta guerra, en la que el Partido Conservador resultó estruendosamente derrotado, el área del norte del Tolima, hoy oriente de Caldas, estuvo ausente de las escaramuzas.

La Guerra de 1854
En las elecciones de 1853 triunfó José María Obando, a nombre de los Draconianos, sobre el candidato opositor Tomás Herrera, quien representaba a los Gólgotas, o radicales, y tenía el apoyo del general José María Melo. Durante la semana santa de 1854 por incitación de Melo los artesanos o guaches, inconformes por la reducción de aranceles a mercancías extranjeras, apedrearon a los comerciantes que disfrazados de penitentes marchaban en una procesión.

En marzo de 1854 apareció agonizante, con una profunda herida en el abdomen a las puertas del cuartel, el cabo Quiroz, quien antes de morir señaló que el autor de la afrenta había sido Melo, como castigo por una desobediencia militar. Melo fue acusado de asesinato por el Congreso lo que lo llevó a levantarse en armas contra el gobierno de Obando en la madrugada del 17 de abril. Melo insinuó al presidente Obando que se declarara dictador pero como éste no aceptó lo puso preso junto con sus ministros. Asumió el poder ante los artesanos y soldados que estaban reunidos en la plaza de San Francisco y dictó medidas económicas que los favorecieron. Para congraciarse con la Iglesia, permitió el regreso de los jesuitas. Derogó la constitución de 1853, disolvió formalmente el congreso y argumentó en sus proclamas, que la legislación hacía imposible gobernar y permitía el resurgimiento del partido conservador, el cual desde su punto de vista, era el enemigo ingrato de la república.

El golpe militar logró sostenerse en el poder entre abril y diciembre de 1854. La reacción de los comerciantes, de los terratenientes y de la iglesia fue de violenta oposición al movimiento revolucionario capitalino. Los opositores de Melo adoptaron el mote de constitucionalistas y enfrentaron la dictadura popular, ocupando el puerto de Honda para cortar la comunicación de la capital con el exterior. Pronto se formaron ejércitos para derrocar al usurpador. Tomás Cipriano de Mosquera organizó, financió y dirigió el ejército del norte que marchó desde Barranquilla. José Hilario López encabezó el ejército del sur, que viajó desde el Cauca y el Huila, y Joaquín París comandó la división del Alto Magdalena que con tropas antioqueñas cruzó el río Magdalena por Honda.

Los ministros, el Gobierno constitucional y el Congreso se trasladaron a Ibagué para luchar contra la dictadura, dirigidos por el panameño, vicepresidente José de Obaldía. En muchos sitios del país hubo levantamientos en contra de la dictadura. El ex presidente José Hilario López, nombrado comandante del Ejército del Sur derrotó a los melistas de Cali, Buenaventura y Cartago. Fuerzas combinadas de Alcántara de Herrán, Mosquera y López derrotaron a las fuerzas de Melo en Bogotá el 4 de diciembre de 1859. Mosquera pidió el fusilamiento de Melo, pero Alcántara de Herrán se opuso y a cambio se le impuso la pena de destierro del país. Melo firmó el acta de rendición en el actual parque de Santander.

Los ecos de esta guerra en el actual oriente caldense, fueron lejanos. Sólo se sabe que los territorios de las provincias de Neiva y Mariquita, eran empleadas por los caudillos terratenientes del Cauca, Mosquera e Hilario López, como centros de acopio y cuartel de reclutamiento, campo de combate y catapulta de sus lances militares sobre Santafé. Por adhesión de los líderes radicales de las provincias de Neiva y Mariquita a la causa de Tomás Cipriano de Mosquera, este decretó la constitución del Estado Soberano del Tolima, segregándolo del territorio de Cundinamarca, como deseaban desde tiempo atrás muchos habitantes de la región; el mismo Tomás Cipriano de Mosquera asumió las funciones de presidente del nuevo Estado Soberano, sin tener poder constitucional para hacerlo.

Guerra de 1860
Entre 1854 y 1860 hubo un interregno conservador. Obando, depuesto por Melo, fue juzgado por el Congreso ya restablecido y retirado formalmente del poder, al que nunca regresó. Su vicepresidente, José de Obaldía, que había escapado de los melistas refugiándose en Estados Unidos, encabezó el gobierno constitucionalista, pero su mandato expiró en 1855, porque no coincidía con el período del presidente. En las elecciones siguientes fue designado como sucesor, el conservador Manuel María Mallarino, quien terminó el período de Obando, encabezando un régimen de coalición con dos liberales en su gabinete.

Después de la creación del Estado Soberano de Panamá en 1855, se fueron creando nuevos Estados Federales, lo que precipitó en 1857 a que se convocara una nueva constituyente. La Constituyente, de mayoría conservadora, confirmó en 1858 la Confederación Granadina, asignándole a Bogotá el rol de Capital Federal, autónoma con respecto a Cundinamarca. Aunque era un sistema federalista, sus principales líneas de política estuvieron marcadas por la ideología conservadora.

En 1857, Mallarino fue sucedido por otro conservador, Mariano Ospina Rodríguez, quien organizó una administración totalmente conservadora. Este sistema de gobierno unipartidista pronto desencadenó fricciones con el partido liberal y el primer mandatario tuvo que enfrentar la hostilidad del ex presidente Mosquera, quien ahora se desempeñaba como Gobernador del Estado del Cauca.

Una serie de revoluciones locales contra los gobiernos de ciertos Estados anticiparon la guerra civil general. Se iniciaron en el Estado de Santander y se fueron diseminando por todo el territorio, lo que obligó a Ospina, a fines de 1859, a declarar el estado de emergencia del orden público, para justificar el uso de las fuerzas nacionales con miras a restablecer la tranquilidad. Fue entonces cuando en mayo de 1860, Tomás Cipriano de Mosquera se sublevó y asumió el liderazgo de las facciones liberales dispuestas a derrocar a Ospina.

Pasado el célebre episodio de la batalla de la Esponsión, en Manizales, en agosto de 1860, después de que Mosquera regresara a Popayán para reavivar sus fuerzas, en desarrollo de la aspiración de tomarse definitivamente a Bogotá, algunas áreas del actual oriente caldense, como Herveo y Mariquita, fueron sitiadas por fuerzas conservadoras comandadas por Cosme Marulanda, para prevenir el paso de las avanzadas caucanas, hacia la capital del país. Algunos de los rebeldes seguidores de Mosquera habían cruzado sin embargo la cordillera central por el páramo de Herveo, para reorganizarse en el Tolima.

En Mariquita, las fuerzas conservadoras las atacaron, las vencieron, las hicieron prisioneras y las enviaron a Medellín, donde los reclutas liberales permanecieron detenidos hasta que el General Mosquera obtuvo la victoria decisiva. Fue precisamente en el marco de esas acciones conservadoras, en persecución de las fuerzas liberales, que según el historiador Duque Botero, el 13 de junio de 1862, el coronel salamineño Federico Alzate Duque, bajo el mando del General Cosme Marulanda, y en compañía del Sargento Mayor Sixto Jaramillo, dirigió un combate sobre el puente del río Gualí, en la entrada a la población de Mariquita, contra el comandante revolucionario Jacinto Echeverri. Fue una violenta escaramuza que duró un cuarto de hora. Los ejércitos revolucionarios habían llegado a Mariquita, procedentes de la vereda La Palma, de Salamina. El resultado del encuentro armado fue la toma de cincuenta prisioneros, entre quienes se encontraba Rafael Ospina, Pepe Villa y Jacinto Echeverri. Fueron heridos los soldados Cancio Londoño, Sixto Jaramillo, Manuel Sánchez, Federico Alzate y Francisco Gaviria.

Cosme Marulanda había nacido en La Ceja, Antioquia. Desde 1840 se había enrolado como soldado voluntario bajo las órdenes del General Braulio Henao, con quien triunfó en Salamina en la revolución de mayo de 1841. Luego se había incorporado en las tropas colectivistas de Eusebio Borrero y había luchado hasta la rendición en Rionegro, en la revolución del 7 de septiembre de 1851. En 1854 tomó las armas en Riosucio para defender también las fuerzas de la legitimidad. En 1860 fue escogido para guardar los puestos de mayor responsabilidad en la batalla de la Esponsión, en Manizales y había participado en otras decisivas batallas de los años anteriores. Por esa razón le fue encomendado un puesto prominente en la ya citada toma de la ciudad de Mariquita en 1862. Años después, en octubre de 1877, fundó la población del noreste de Caldas que le rindió honores con su apellido.

Como se ha visto, el área del actual oriente de Caldas, eje de esta relación, ya fue más dinámica en la guerra de 1860. Está pendiente de ser estudiada aquí la concomitancia entre el paso de las tropas, tanto mosqueristas como gobiernistas, por los territorios ocupados actualmente por los municipios del norte del Tolima, y el hecho simultáneo de los primeros asentamientos humanos que dieron origen a la población de Manzanares.

La Guerra de 1864 o de la Restauración
Al tomar Mosquera el poder en Bogotá, se establece en Antioquia, tradicional fortín conservador, un gobierno liberal presidido por Pascual Bravo. Este gobernante, contrariando a las mayorías conservadoras y clericales, destierra y persigue a los sacerdotes que se oponen al cumplimiento de las leyes radicales y exclaustra a las monjas carmelitas para secularizar sus bienes. Estas medidas obviamente le acarrearon la fuerte oposición del conservatismo y del clero. Oposición, que sumada a la crisis económica y a los escasos recursos militares del gobierno, concluyó con una guerra local impulsada por los conservadores, de 1863 a 1864, denominada campaña de Restauración. Es decir, en el marco general de una revolución liberal en el país, Antioquia le apostaba a una revolución conservadora.

La revuelta  terminó el 4 de enero de 1864 con el triunfo conservador y la muerte del gobernador Pascual Bravo en la batalla de El Cascajo. Desde entonces, hasta 1877, los conservadores en Antioquia, orientados por Pedro Justo Berrío, mantuvieron el control del Estado, y desarrollaron una política muy activa de apoyo a la educación, las vías públicas y el desarrollo económico.

En el contexto de las campañas de 1860 y 1864, lo que simultáneamente se viene dando en el área que hoy en día ocupan los municipios  del oriente caldense, es un lento proceso de poblamiento por parte de guaqueros, mineros, comerciantes, reclutas huyendo de las guerras, y en general aventureros que utilizando los viejos caminos indígenas, los de la colonia y sus propios atajos colonizadores, sientan las bases de las primeras fundaciones en esta franja territorial. Y lo hacen aprovechando las tiendas de campaña dejadas por las guerras, alrededor de las trochas abiertas por los reclutas.

Campaña de 1867
Gobernaba la Federación, Tomás Cipriano de Mosquera. A raíz de la encarnizada oposición de los conservadores y radicales liberales a la cabeza de Santos Acosta, Mosquera resolvió con soberbia, cerrar el Congreso y proclamarse Dictador, el 29 de abril de 1867. Entonces el general Santos Acosta, quien se desempeñaba como segundo designado, apoyado por las cámaras legislativas, las asambleas de los estados y un gran número de municipalidades del país, organizó el golpe de Estado del 23 de mayo de 1867, con el cual asumió la Presidencia de los Estados Unidos de Colombia. El general Santos Acosta gobernó entre el 30 de mayo de 1867 y el último día de marzo de 1868; fue sucedido por José Santos Gutiérrez. En el marco de estos acontecimientos, Antioquia se opuso a la dictadura de Mosquera. Pedro Justo Berrío expidió un Decreto desconociendo al gobierno central y poniendo en armas al estado antioqueño.

Cosme Marulanda, representando estos intereses, organizó un ejército y avanzando por los llanos del Tolima, llegó hasta el Líbano, con la intención de marchar hacia Santa Fe de Bogotá. Allí se enteró que Mosquera había sido depuesto, con lo cual perdía sentido continuar su viaje de campaña. Dio marcha atrás y regresó a su tierra. Era otra campaña que dejaba un eco lejano e indirecto en las tierras del actual sector oriental de Caldas.

Vino a continuación, una compleja sucesión de hechos entre los que sobresale la tranquilidad aparente del país, las aproximaciones del conservatismo a la fracción independiente del liberalismo, la preparación de Antioquia y Tolima, únicos conservadores en medio del panorama radical del país, para una guerra en previsión de las hostilidades de los demás estados radicales de la Federación.

La Revolución Conservadora de 1876
Afianzada la república radical mediante la promulgación de la Constitución de Rionegro, se dio inicio a una serie de reformas de corte laico y anticlerical, entre las que se destacan el tutelaje del Estado sobre la Iglesia (tuición de cultos); nueva expulsión de la Compañía de Jesús; expropiación de los bienes eclesiásticos, abolición de las órdenes religiosas de monjas y frailes, además de la llegada al país, por iniciativa del gobierno radical, de una misión alemana para orientar reformas educativas que tenían inspiración en el protestantismo luterano y el liberalismo filosófico. Esta dramática ofensiva contra la iglesia institucional reflejaba el triunfalismo liberal por la victoria militar y también los sentimientos de venganza provocados por la estrecha colaboración del clero con los vencidos conservadores.

Los azules se sublevaron en julio de 1876 contra el gobierno radical de Aquileo Parra para detener la educación laica –o "neutra" como se la llamó en la época–, y demás medidas anticatólicas. El levantamiento fue desencadenado por otros reclamos, además de la “amenaza contra la religión en la educación oficial”. Este asunto fue el que movilizó a los clérigos y a las masas conservadoras, pero el liderazgo del partido también sentía gran frustración por su exclusión de las cuotas de poder, excepto en Antioquia y Tolima. Además, las disensiones en las filas del liberalismo constituían un estímulo para los conservadores, pues las antiguas fricciones entre los bandos radical y mosquerista se habían convertido en una separación mucho más definitiva entre la franja a la que se solía llamar “oligarquía radical” y una nueva corriente autodenominada “independiente”.

En julio de 1876 se desató el conflicto. Lo iniciaron los conservadores del Cauca dirigidos por Francisco Mosquera, contra el gobierno liberal de César Conto en ese Estado, y se extendió cuando los ejércitos federales intervinieron a favor del gobierno caucano. Los estados conservadores de Antioquia y Tolima, permanecieron inicialmente neutrales. En Antioquia hubo división: Recaredo Villa estaba contra la intervención, mientras que Marceliano Vélez estaba a favor. Al final, sin embargo, Antioquia decidió entrar a la guerra. El presidente Recaredo Villa dio la orden a todos sus oficiales, de reunir las tropas disponibles.

En el estado del Tolima hizo lo propio su gobernante, Antonio Basilio Cuervo Urrisari. Ante el peligro, el presidente Aquileo Parra declaró turbado el orden público y elevó el pie de fuerza a 20.000 hombres para contener la revolución conservadora que se extendió por todo el país. Los generales independientes Julián Trujillo y Daniel Aldana respaldaron al gobierno central y los generales radicales Santos Acosta y Sergio Camargo pusieron sus espadas al servicio de Aquileo Parra. Así la revolución conservadora tomó fuerza.

El 29 de julio, los conservadores rebeldes proclamaron al general Sergio Arboleda como Presidente Provisorio del Estado y organizaron las divisiones militares para salir en contra de las fuerzas del gobierno liberal de Aquileo Parra. A la orden del gobierno de Antioquia, el General Cosme Marulanda salió de su hacienda El Cedral para organizar una columna y dirigirse al Cauca a unirse con las fuerzas conservadoras dirigidas por Joaquín María Córdoba. En Los Chancos, 9.000 conservadores son derrotados por los ejércitos caucanos comandados por Julián Trujillo, en agosto de 1876. El descalabro conservador en Los Chancos obligó a los estados conservadores de Antioquia y Tolima a unir parte de sus fuerzas.

Y en el proceso de reorganización de sus fuerzas, mientras el general conservador tolimense Manuel Casabianca encaminó sus tropas por la ruta de Salento a Manizales, el general conservador antioqueño Cosme Marulanda se replegó con sus hombres hasta las orillas del Otún, cerca de Pereira, para impedir el paso de los caucanos hacia Antioquia. Pronto perdieron también esta posición y entonces se vieron precisados a encaminar las tropas conservadoras hacia Manzanares, a reforzar los ejércitos de Marceliano Vélez, que habían sufrido derrota, por la misma  época, en la batalla de Garrapata.

En efecto, la batalla de Garrapata al norte del Tolima en el sector de Lumbí, cerca de Mariquita fue una de las más famosas de esta revolución. Mientras en General Trujillo reorganizaba su gente en el norte del Cauca, Santos Acosta se aproximaba con tropas frescas por la vía del Tolima. Ante el avance de Santos Acosta, el general Marceliano Vélez salió de Manizales con fuerzas paisas y tolimenses y se atrincheró en el sitio de Garrapata, en los llanos de Mariquita, con la idea de frenar a los gobiernistas o atacarlos por dos frentes.

Sucedió entonces que durante los días 20, 21 y 22 de Noviembre de ese año, el Coronel Federico Alzate Duque, dirigiendo tropas conservadoras,  se enfrentó a las fuerzas del gobierno liberal de Don Aquileo Parra, defendidas por el General Santos Acosta. Actuaron en esta batalla, como conservadores, Marceliano Vélez y Manuel Casabianca, y de parte del gobierno liberal actuaba el General Cenón Figueredo. Aunque este último era enemigo del Coronel Alzate, se cuenta como hecho curioso para destacar la caballerosidad y el valor humano de Alzate Duque, que al ser apresado Figueredo, el Coronel Alzate lo libró de las afrentas con que intentaron ofenderlo los soldados conservadores, tomando la pistola y exclamando: “El que trate de matarlo, lo mato yo primero”.

No obstante que para algunos historiadores regionales, la batalla de Garrapata se resolvió a favor de las fuerzas liberales de Aquileo Parra, la verdad parece ser que por el momento terminó en tablas. Lo que sucedió a continuación fue un hecho de armas en la población de Aguabonita (Manzanares) que hizo parte de la llama Guerra del Tolima, la cual no tuvo ningún significado ni para el liberalismo ni para el conservatismo, y sólo contribuyó a prolongar el inútil derramamiento de sangre de esta revuelta.

El general Casabianca tomó posiciones en esta población y siguió resistiendo la ofensiva escalonada de Santos Acosta. El 12 de enero de 1877, en la vereda Llanadas, de la jurisdicción de Manzanares, hubo un enfrentamiento entre 160 hombres de las fuerzas conservadoras y 47 de las fuerzas liberales agrupadas en la División López. Después de varias refriegas de menor escala, el General Acosta tomó posiciones cerca de Manzanares. El 3 de marzo, las fuerzas conservadoras del Presidente del Estado Soberano del Tolima, Antonio Basilio Cuervo Urrisari, se acercaron a las posiciones gobiernistas de Palmichal y Miraflores, donde se empeñó el último combate significativo del territorio tolimense.

Fue en el marco de esas inútiles refriegas conocidas en su conjunto como la Campaña del Tolima que la población de Manzanares fue tomada como sede provisional del gobierno conservador del Estado Soberano del Tolima, defendido militarmente con tropas al mando del General salamineño, Carlos Londoño Llano. La acción tenía por objeto, neutralizar el avance liberal en marcha de Santa Fe de Bogotá hacia Antioquia y defender las posiciones conservadoras en el Estado Soberano del Tolima. El acontecimiento se desarrolló entre el 21 de enero y el 5 de abril de 1877, período en el cual, Manzanares ostentó el título de Capital del Estado Soberano del Tolima.

Ya se sabe que esta revuelta conservadora de 1876 terminó el 5 de abril de 1877, con la Capitulación de Manizales, en donde los ejércitos antioqueños reconocieron la victoria de los caucanos.

También se sabe, que a partir de los efectos de la Capitulación de Manizales, el triunfo liberal se convirtió a la larga en su propia derrota, porque su triunfo llevó a la presidencia del país al General Julián Trujillo, quien allanó el campo a la regeneración nuñista.

La Rebelión Clerical de 1879
Administraba el país Julián Trujillo, abogado caucano con una brillante carrera militar. Después de vencer a las falanges conservadoras, se presentó como candidato del liberalismo unido. El conservatismo se abstuvo de participar en las elecciones. Muy pronto afloró la división liberal. Los radicales paisas se dividieron en “los petroleros” que representaban a los sectores populares y el grupo de los “ricos” o republicanos, conformado por comerciantes y personas influyentes de la región. Trujillo no manejaba buenas relaciones con la facción radical, quienes por su parte desconfiaban de él, por el apoyo político que recibía de Rafael Núñez, el principal representante del ala independiente del liberalismo. Además, la poca habilidad del militar para realizar acuerdos con la clase política determinó que iniciativas suyas tales como la derogatoria o modificación de la ley de inspección de cultos y el indulto para los obispos de Popayán, Antioquia, Medellín y Pasto, fueran negadas en el Congreso.

Así las cosas, los conservadores se declararon en abierta rebelión contra el gobierno nacional, y el 25 de enero de 1879 estalló la guerra en casi todas las poblaciones de Antioquia. El presidente del Estado Soberano de Antioquia era el general Tomás Rengifo, quien además de disponer de pocos recursos militares tenía dentro de su guardia, importantes militares afectos al movimiento rebelde. Con el apoyo de algunos liberales independientes e inconformes, los conservadores se propusieron sacudir el yugo caucano. En el contexto de esta revuelta, se verificaron diversos combates en territorio caldense, especialmente en predios de Salamina y Manizales.

El General Juan Manuel Llano, quien participó en esos combates vino a buscar su muerte en medio del reposo que la incipiente población de Manzanares le prodigó en el año 1893. Este militar había actuado en Salamina conduciendo tropas a Manizales para el combate de La Esponsión. Además había combatido en Cabuyal o Los Cristales (en Cali) el 11 de abril de 1861 y había sido digno compañero del coronel José María Gutiérrez (alias Botella). Fue ascendido a General en el campo de batalla de Garrapata (en Mariquita) en 1876, donde hizo inauditos y valerosos prodigios marciales. En 1877 actuó en los combates de Manizales comandando los batallones Carolina, Aranzazu, Londoño y Manizales, especialmente en los combates de La Cabaña. El 22 de marzo de 1879, Juan Manuel Llano se destacó también en el combate de Salamina. El historiador Duque Botero, basado en la Historia de Manizales del padre Fabo, afirma que el General Juan Manuel Llano falleció un Miércoles Santo, en abril de 1893, en Manzanares, víctima de una cirrosis hepática atrófica.

La Revolución de 1885
La guerra civil de 1885 en Colombia fue el preámbulo de la Constitución que tuvo vigencia hasta 1991. Para algunos, el producto de un error político del partido liberal radical que buscaba hacerse de nuevo con el poder después de que el presidente Rafael Núñez estaba inclinando la balanza de fuerzas políticas hacia el independentismo y, según los liberales, hacia los conservadores, sus enemigos históricos. Se inició en el Estado de Santander en agosto de 1884 contra el presidente de ese estado, Solón Wilches.

En todo el país se libraron innumerables combates con gran pérdida de vidas humanas especialmente en la batalla de La Humareda (junio 17 de 1885). Al conocerse en Bogotá el resultado de la sangrienta batalla de La Humareda, el presidente Rafael Núñez exclamó: "Señores: la Constitución de 1863 ha dejado de existir". La revuelta terminó con la capitulación de los generales Foción Soto y Siervo Sarmiento.

En relación con los sucesos de esta revolución, en el área geográfica que venimos estudiando, se tienen algunas noticias según las cuales, el General Carlos Londoño Llano partió de Salamina, por la vía de Marulanda hacia el municipio tolimense de Fresno y allí se unió con los ejércitos del General Pantaleón González. Pronto obtuvieron el triunfo en el combate de “La Espejo”, donde Londoño Llano adquirió el ascenso militar al grado de Sargento Mayor.

En aquella época, el conocido General Briceño realizaba en territorio de Herveo, operativos militares para invadir el Estado Soberano de Antioquia. Había dado instrucciones a Londoño Llano para organizar una compañía volante y establecer la comunicación del ejército invasor con la capital de la República. Entonces Londoño Llano permaneció en esta región cumpliendo tal cometido hasta el 17 de junio de 1885, cuando con el combate de la Humareda, se le dio punto final a esta revolución.

La Guerra de los Mil Días
Los hechos que desencadenaron la Guerra de los Mil días han sido también ampliamente difundidos en las Academias. En octubre de 1899, cuando estalló la guerra, el país bajo el incierto gobierno de Manuel Antonio Sanclemente, afrontaba una de las más caóticas experiencias de existencia social. La República, desintegrada por los afanes partidistas y los conflictos sociopolíticos internos, trataba de esclarecer su destino mediante la interpretación ideológica de unos dirigentes agobiados por el cansancio que les habían traído las precedentes guerras civiles.

Una de las causas de mayor peso que llevó a la nación a la cruenta lid intestina fue el descontento del liberalismo por haber sufrido la derrota electoral y además porque consideraban que la Constitución de 1886, de la inspiración de Rafael Núñez, tenía un carácter notoriamente monárquico y desventajoso para su partido. Este descontento liberal se sumó a las divisiones internas del conservatismo que se había escindido en dos facciones: Los Históricos –disidentes conservadores con plaza fuerte en la cafetera zona de Antioquia– que se oponían a los Nacionalistas –seguidores de Caro y herederos directos de Núñez–. Esto contribuyó a aumentar el resquebrajamiento de las estructuras políticas del aún incipiente Estado.

La guerra tuvo como jefes de los ejércitos gobiernistas a Ramón González Valencia, Alfredo Vásquez Cobo, Jorge Holguín, Pedro Nel Ospina y Próspero Pinzón, quienes tuvieron que resistir con sus tropas a los caudillos revolucionarios Gabriel Vargas Santos, Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Foción Soto y Lucas Caballero, entre otros.

El estallido fue en octubre de 1899. Después de la batalla de Palonegro (en Lebrija Santander), del 11 al 25 de mayo de 1900, que diezmó los ejércitos regulares del partido liberal y enterró sus esperanzas de triunfo, la Guerra de los Mil Días se convirtió en una lucha encarnizada entre las tropas del gobierno y numerosos grupos guerrilleros que a pesar de haber sido desautorizados por los dirigentes nacionales del liberalismo, lograron desplegar acciones militares importantes en el occidente de Cundinamarca y en los departamentos de Huila y Tolima. Estaban conformados en su mayor parte por gentes del pueblo que combatían en nombre de vagas aspiraciones libertarias. Uno de esos grupos fue la columna de Ibagué, en la que actuó el guerrillero marmateño Ramón Marín.

En lo que corresponde a nuestra área de interés, sabemos que el coronel Joaquín Londoño Londoño, hijo del General Carlos Londoño Llano, inmediatamente tomó las armas en Pensilvania, al lado del Coronel José Domingo Flórez y se dirigió a la recién restaurada población de Victoria, en persecución del Coronel Angarita. Pasó por la vereda Risaralda (hoy Marquetalia) y después de un breve tiroteo, cayó prisionero cerca de Victoria. Sin embargo, debió haber sido liberado muy pronto, porque según los cronistas de estos hechos, continuó en dirección a Ibagué persiguiendo al General Vicente Carrera.

Las fuerzas de Carrera venían en retirada desde San Luis y se enfrentaron a las tropas del Coronel Londoño Londoño. Pasado el enfrentamiento, tomaron rumbo hacia el Quindío en persecución del General Aristóbulo Ibáñez y pelearon en Salento, donde fueron rechazados por los enemigos. Después de los combates de Salento y Los Quingos, y tras de la toma de Pijao el 15 de diciembre de 1899, donde el coronel Londoño fue ascendido a Sargento Mayor, se dirigieron a Manizales y de allí fueron enviados a Anserma, en persecución de las fuerzas del coronel Pedro Antonio González, a las cuales derrotaron en combate.

Regresó el coronel Londoño Londoño al Tolima y se unió a las fuerzas de su padre el General Londoño Llano, a órdenes del General Jesús María Arias Jiménez. Nombrado ayudante de campo del General Arias Jiménez, participó en las acciones de Patiobonito y La Florida, parajes ubicados en un lugar fronterizo entre Marquetalia, Fresno y Manzanares. Retornaron a Manizales, llevando herido a su compañero el General Arias, afrentado por las armas del enemigo en La Florida. En Manizales, Londoño fue ascendido al grado de Teniente Coronel y se constituyó en jefe de las fuerzas militares de Salamina y Aranzazu.

Prácticamente el área geográfica de nuestro interés, fue el escenario principal de esta revuelta. La mayoría de las escaramuzas de esta guerra fueron producto de la actividad guerrillera en el centro del país, especialmente en el valle del Magdalena, desde Honda hasta Neiva. En esta área se destacaron los llanos de Ambalema y la región quebrada del occidente cundinamarqués, como teatro de las operaciones de los llamados macheteros de la Columna de Ibagué. Ambalema era considerada como una bandera roja levantada a orillas del Magdalena, semillero de aguerridos combatientes y de fervientes luchadores, centro de operaciones y lugar de reposo del célebre guerrillero Marín. A este General Ramón Marín o "Negro Marín”, por su importancia en el contexto de la Guerra de los Mil Días, le dedicaremos unas líneas particulares.

Era originario de Marmato, donde nació en 1860. En la guerra de 1885 había combatido en el occidente de la antigua Antioquia, a las órdenes del entonces coronel Rafael Uribe Uribe. Gonzalo Paris lo describe "alto, hercúleo, de grandes pies y manos poderosas, feo como un mal pensamiento, de color pardo al cual daba un leve tinte rucio aquella mancha de carate que dicen ser común a las gentes de la región de donde él era nativo; su propia fuerza le ayudaba a destacarse, atraer la atención, provocar el proselitismo. Con un gran sombrero alón, levantado sobre la frente a la pedrada, su guarniel terciado y el gran machete al cinto, venía a constituir un acabado tipo de cabecilla tropical”.

Y Herbert Spencer Dickey, médico neoyorquino, citado por Malcolm Deas en su libro Del Poder y la Gramática, y quien lo conoció personalmente  lo describe así: "Era un negro alto y muy fornido, y sus proezas físicas probablemente tenían mucho que ver con su elevada estatura. Sabía emplear el machete como los mejores –y no era nada adverso a hacerlo en ocasiones–. El general está sentado sobre un cajón. Tiene sombrero alón de Panamá con cinta roja, blusa de dril blanco bien almidonada, abotonada al cuello, y en las mangas ocho bandas de franela roja".

Como buen marmateño, era minero, y en su condición de tal llegó al Tolima, a trabajar en las minas de Frías, donde se destacó por su habilidad en el oficio y como excelente capataz. La circunstancia de haberse impuesto como macho a los trabajadores de esas minas cierta vez que estos se sublevaron, empezó a hacerlo notorio en el norte del Tolima como hombre valiente y a darle cierta aureola de caudillo. Fue entonces el protagonista más destacado en la acción de la Toma de Honda, el 9 de Diciembre de 1902, en la que uno de sus principales antagonistas conservadores fue el General salamineño, Carlos Londoño Llano.

Honda fue siempre un baluarte económico, político y social de la región, por lo cual fue obligado objeto de repetidas incursiones armadas. El guerrillero Marín se la había tomado a principios de 1900 y había deseado apoderarse nuevamente de ella, que todavía era la llave de la comunicación entre el alto y el bajo Magdalena y entre éste y la capital de la República. Con el concurso de Tulio Varón atacó de nuevo la plaza el 14 de enero de 1901 y en combate de violencia excepcional, los revolucionarios llevaron la mejor parte y tomaron allí al gobierno una considerable cantidad de fusiles y municiones.

Los puntos culminantes de aquella acción fueron la toma del cuartel establecido en el viejo y fuerte edificio que sirviera antaño de convento de franciscanos y que ocupó una parte del área cubierta hoy por la plaza de mercado; y el combate con dos buques armados en guerra y apostados en Arrancaplumas, el cual culminó con la toma de esos dos buques. Uno de ellos fue abordado en el propio Arrancaplumas y otro que perdió amarras y gobierno bajo el fuego de los revolucionarios en los pedregales de la boca del Gualí, adonde lo arrojó la violenta corriente del Salto de Honda. Fue en el combate contra tales buques donde Tulio Varón y su gente actuaron en forma decisiva.

Después de esta acción, la gloria les correspondió a los antagonistas del bando conservador que procedían de Salamina, jurisdicción de la antigua Antioquia. Pocas semanas después de la toma de Honda, acampado Marín en Piedras, fue asaltado por el General Pompilio Gutiérrez, y perdió fresco e intacto, todo el botín tomado. Silverio Alzate Betancur, hijo del coronel Federico Alzate Duque, alistado en el Batallón Salamina con el grado de Cabo 2º a órdenes del General Carlos Londoño Llano, partió con sus tropas para Manizales y allí reorganizó los escuadrones para viajar a territorio tolimense.

A órdenes del General Pompilio Gutiérrez, el ya ascendido militar Alzate Betancur, realizó la larga campaña del Tolima, combatiendo contra las fuerzas, ya golpeadas, del Negro Marín, Tulio Varón y Joaquín Caicedo. Se realizaron los ya referidos combates de Patiobonito y La Florida, parajes ubicados en el área fronteriza actual entre Marquetalia, Fresno y Manzanares. Se llevaron a cabo también las cruentas escaramuzas de Santana (hoy Falan Tolima), El Guamo, La Pradera, Piedras, Bermejal, Honda y Lérida. Silverio Alzate Betancur se apersonó como capitán del Batallón Tibacuy, con soldados del norte de Caldas y actuó en todos los combates mencionados, dejando fama por sus hazañas militares.

Tras de participar, días después en los combates de los Llanos de Casanare contra los ejércitos de Rafael Uribe Uribe y en Panamá, a órdenes del General Víctor Manuel Salazar, regresó a su tierra natal Salamina con el título de Mayor. Se dedicó por último a descuajar las montañas de Herveo y murió en Medellín el 2 de Noviembre de 1902.Por su parte el Negro Marín, roído por la tuberculosis y atormentado por la pobreza, vino a morir en Honda, el 10 de diciembre de 1923.

Este legendario guerrillero a quien el retrato en las cajetillas de cigarrillos, la canción popular y el relato exagerado, con perfiles de leyenda, de sus andanzas guerreras ayudaron a crearle un renombre que tal vez estuvo por encima de la realidad, fue de los últimos en deponer las armas. Llevó después una vida trabajosa. El pronto olvido de lo que fue la guerra y la rápida e irremediable decadencia de los caudillos destacados en ella, que carecían de dotes para actuar con eficacia en la vida civil, lo dejaron rezagado en el camino.

Otro personaje clave de la Guerra de los Mil Días fue el General Carlos Londoño Llano, a quien ya he mencionado. Aún joven, recibiendo órdenes del gobierno antioqueño, organizó el Batallón Llano, y unido a las fuerzas manizaleñas, hizo la campaña de la cordillera del Tolima, disolviendo las guerrillas insurgentes del Líbano e Ibagué. Después de actuar como pacificador de las guerrillas en Salamina y La Virginia, recibió en agosto de 1900 la orden de marchar contra las guerrillas de Manuel Ospina, que se habían situado a orillas del Cauca, en territorios de Filadelfia, Neira y Riosucio.

Se enfrentó a los revolucionarios en El Silencio (en territorio que actualmente corresponde a la frontera entre Filadelfia y Neira) y venció a las tropas de Manuel Ospina haciéndoles cincuenta y cinco muertos y heridos, y apoderándose de sus armas. Se dio cuenta luego que en el Tolima los revolucionarios habían incrementado sus fuerzas. Proclamado jefe de las operaciones militares en una junta presidida por el General Ramón Jaramillo, Londoño Llano salió a buscar al enemigo que debía estar en territorio cundinamarqués.

Venció a Marín en el combate de La Mesa de Riorrecio, pero el guerrillero vencido, gran organizador de derrotas y poseedor de una virtuosísima serenidad, recuperó sus fuerzas y se situó en la ciudad de Honda, arrebatando armas, equipos y municiones.  Dándose cuenta el general Londoño de esta nueva ubicación de sus enemigos, llegó a atacarlos e inició un recio combate en el caserío de “Posanderías”, combate que terminó con la ya narrada toma de Honda, el 9 de diciembre de 1902.

Como resultado de la batalla de Posanderías quedaron trescientos cincuenta cadáveres en las calles de Honda, y los prisioneros fueron ejecutados en el campo de batalla, conforme lo ordenaba el reciente decreto de guerra a muerte, dictado por el gobierno. Entre los prisioneros fusilados en 1902 en Honda figuraban los revolucionarios Félix Piñeres y Virgilio Leiva. Como el guerrillero Marín se caracterizara por su incansable combatividad, huyó de Honda y se ubicó con el resto de sus hombres en el sitio de “Caracolí”, a orillas del Guarinó, en un punto limítrofe entre la vereda Risaralda, hoy Marquetalia, y Fresno Tolima. Hasta allí lo persiguieron las fuerzas gobiernistas del General Londoño, al día siguiente de la toma de Honda y le terminaron de propinar la derrota, con la cual quedó pacificada por el momento la región.

En el paraje de Patiobonito, las fuerzas unidas del General Jesús María Arias y el coronel Joaquín Londoño Londoño con las del General Londoño Llano, derrotaron a las fuerzas revolucionarias de Eliseo Forero y Tobón, en singular combate verificado el 22 de enero de 1900. La lucha duró cuatro horas y dejó un saldo de setenta muertos y dieciséis heridos. Los ejércitos prosiguieron en auxilio de los hombres del General Arias y se opusieron a la marcha del General revolucionario José Ramón Marín hacia la cordillera.

Las tropas del guerrillero Marín se situaron en el Fresno (Tolima) y las del General Jesús Marías Arias, en el Alto de Partidas, actual Petaqueros. Fue tres meses después, el 10 de marzo de 1900 cuando tuvo lugar en el Alto de La Florida, jurisdicción fronteriza entre Marquetalia, Fresno y Manzanares, una reñida batalla que se inició a las cuatro de la mañana y se prolongó hasta las cuatro de la tarde, terminando con la victoria de los ejércitos gobiernistas, comandados por Londoño Llano, Jesús María Arias Jiménez y Joaquín Londoño Londoño.

En el combate de La Florida, dice el historiador Duque Botero, resultaron trescientos muertos y otros tantos heridos, entre ellos el General Arias. Al día siguiente, 11 de marzo, el coronel Londoño Llano recibió el encargo de perseguir a los dispersos, misión que cumplió con aguerrido valor. Corrió con tan buena suerte que en el sitio de La Pradera, jurisdicción de Victoria, dio alcance a las abatidas tropas del guerrillero Marín y acabó de vencerlas en una acción donde resultó herido, pero en donde como compensación, fue proclamado “General” por sus hombres, grado que le fue aceptado por el General Benigno Gutiérrez en virtud de los merecimientos y el valor desplegado en el combate.

Nos parece interesante señalar finalmente, que durante los días de la guerra, permaneció en Pensilvania y Manzanares el ilustre educador antioqueño Urbano Ruiz, el célebre Justino de los Sueños de Luciano Pulgar, de Marco Fidel Suárez. Este benemérito educador ejerció el magisterio en Pensilvania y Manzanares, antes de ser llamado por el señor Suárez a Bogotá, a dirigir la Litografía Nacional.




Bibliografía

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BUSHNELL, David (2011) Colombia: Una Nación a pesar de sí misma, 14ª. Edición. Bogotá: Planeta

CARDONA TOBÓN, Alfredo (2006) Los Caudillos del Desastre, Guerras Civiles en el Siglo XIX. Manizales: Universidad Autónoma de Manizales

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(Revista Impronta No. 11, volumen 3, agosto 2013, ISSN: 1794-0559)

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