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PRESENTACIÓN DEL LIBRO

DE NÚÑEZ A MARQUETALIA,
LA VILLA DEL SOL, LA NUEVA MONOGRAFÍA



El día 7 de octubre se presentó el nuevo libro del Académico Ángel María Ocampo Cardona. La obra, con diseño de portada  de  Jorge Hernán Arango Vélez, tiene 404 páginas,  ISBN 978-958-46-4748-1

Palabras del Presidente de la Academia Caldense de Historia, Académico Jorge Eliécer Zapata Bonilla.



Intervención del Secretario de Cultura de Caldas, doctor Bernardo González



















Presentación del autor por el Académico Octavio Hernández Jiménez

ÁNGEL MARÍA OCAMPO Y LOS ECOS DEL PASADO

Además de un cúmulo de reminiscencias, me acerqué con inquietudes a la  obra “DE NÚÑEZ A MARQUETALIA – LA VILLA DEL SOL”, obra de Ángel María Ocampo Cardona sobre su patria chica, su historia y su cultura.  Conocía la semilla de la obra pues el autor había sido alumno sobresaliente en mis clases de Sociolinguística, en la Universidad de Caldas.

Trabajamos  algunas formas destacables de la comunicación y el lenguaje entre grupos sociales, en distintas zonas del Departamento; lo que sostiene el contacto personal, la comunicación fática, el clima social, la tradición y acontecer diario; aquello que los lingüistas conocen como el discurso, producto de las intenciones de los usuarios de una lengua.

Contrario a lo que opinan algunas personas, que un historiador sea experto en geografía, tecnología, toponimia, lingüística, idiomas, etnografía, antropología, sociología, sicología, arte, música, otras ciencias o artes, ayuda a profundizar en la historia. “La historia es un esfuerzo por conocer mejor”.

Es básica la colaboración de distintas disciplinas. Hasta de la poesía. Escribió Marc Bloch: “La historia tiene sus propios placeres estéticos. Ello se debe a que el espectáculo de las actividades humanas que forma su objeto particular, está hecho, más que otro cualquiera, para seducir la imaginación de los hombres. Cuidémonos de quitar a la historia su parte de poesía”.

Ángel María escogió su propia tierra, para el trabajo de campo en Sociolinguística. Marquetalia ha sido una parcela  irreductible, desde la época de los marquetones en puja contra los invasores. Después, con los debidos ajustes al texto, el alumno participó y triunfó en un concurso de ensayo universitario.

¿Cuál es el eje de su pensamiento? Para Ángel María hay una relación consecuente entre el lenguaje y la vida comunitaria. La lengua forma conductas sociales. La lengua trata “de algo” y logra “hacer algo” entre las personas.

El autor no se limita a andar y desandar por calles iluminadas con espléndidos faroles. Se remonta a tiempos de tribus disgregadas por esas tierras ardientes; trasiega con conquistadores por el valle medio del Tolima y oriente del Caldas actual;  expone las causas de la desaparición de los aborígenes y presenta su propia visión sobre la colonización antioqueña en esas extensiones feraces y feroces que aún cuentan con reductos selváticos que no fueron aniquilados por hombres de alpargatas, hacha y machete que llegaron del norte del departamento.

La obra capta facetas del discurrir popular, la organización civil, la vida eclesiástica, la educación, el trabajo literario en el municipio. Aclaramos que el lenguaje oral es de práctica cotidiana mientras que el lenguaje literario es una porción escrita del idioma estructurada para no ser hablada aunque hasta hace poco era la porción exclusiva de la lengua que se estudiaba en escuelas, colegios y universidades.

Ocampo se detiene en los momentos cenitales de su terruño; entra a valorarlos. Es clave en un historiador evitar textos sin énfasis. Un texto es una sinfonía con sus crescendos. De no acoplar los acontecimientos, oigamos de lo que nos previene Marc Bloch: “Si no nos ponemos en guardia, la historia mal entendida puede acabar desacreditando a la historia bien entendida”.

El capítulo del folclor es sólido. Se trata de un  vistazo al poder mágico de la palabra, tanto en tiempos de una sociedad rural que se extingue,  como en tiempos de televisión, celular e internet. Elabora teoría y la desarrolla como el caso de la categorización de la lengua en dialectos sociales de carácter temporal.

El autor recopila mitos, leyendas, relatos populares, coplas,  dichos y refranes con los que sustenta la tesis del predominio temporal de un alma campesina, en su tierra natal. Luego, analiza las transformaciones ocurridas y las consecuencias inmediatas. Ocampo Cardona es consciente de que  la tarea del historiador, más que conocer y consignar hechos, es entenderlos y divulgarlos en formas comprensibles.

Benedetto Croce distinguió entre la verdad histórica y la crónica a la que catalogaba como un relato fiel pero absurdo del pasado en todo el desorden de su experiencia directa. Muchos de quienes acometen monografías o ‘historias’ de municipios traman anécdotas descontextualizadas, sin motivos para evocarlas ni consecuencias sociales que las justifiquen; nombres propios sin motivos sobresalientes separados por una simple coma (,) de  otros que tienen méritos suficientes pero que tampoco se resaltan. Historias que son más bien revistas para hojear y ojear.

Ocampo tiene en cuenta, desde el comienzo, la diferencia entre monografía e historia. Además insiste en delimitar los dominios de ciertos fenómenos sociales. Algunos de esos fenómenos se generaron en otras tierras o transmigran hacia ellas.

Hay autores que creen hacerle bien a su patria chica circunscribiendo, por un destino o una fortuna ciega, los fenómenos sociales al conglomerado de sus afectos. Pasan por alto que, mientras más dilatados sean los dominios de un fenómeno, mayor es la riqueza y complejidad; de esta forma, se comparten experiencias,  conocimientos, valores,  aunque la vigencia de los hechos tenga sus características particulares.

Ángel María otea el horizonte de ese pueblo enclavado en la vega en donde muere la montaña y que en forma espléndida captó el fotógrafo Jorge Hernán Arango para el diseño de la portada.

Henri-Irénée Marrou, historiador francés posterior a Bloch,  añade a lo expuesto por Croce, que el defecto que se reprocha a la historia local es que “creyéndose escrupulosa y exhaustiva, registra minuciosamente mil nimiedades, sin liberarse de ningún detalle y… esto aún no es historia pues el historiador no ha sopesado el dato en su estado bruto, para hacerlo pensable, es decir, comprensible”.

La propuesta de Ángel María Ocampo Cardona es mucho más que la reedición de una historia  de Marquetalia, publicada inicialmente en 1991. Por sus novedades en cuanto a contenido y forma es por lo que el autor advierte en la portada “Nueva Monografía”. ¿Nueva? Lo es. El autor nos lleva a compartir valores, experiencias, vivencias, conocimientos y desenlaces.

Marrou, en su obra El Conocimiento Histórico, expresó que por lo general, los historiadores “enaltecen o denigran de sus héroes; atribuyen sus conductas a motivos elevados o a móviles inconfesables”.

Ángel María Ocampo no evade los períodos de violencia que Marquetalia como el resto de pueblos colombianos han padecido, en forma intermitente; los denuncia, los ubica en su contexto nacional y mundial, siempre con lucidez y ecuanimidad.

Al mismo tiempo, desde que construyeron los actuales sistemas de comunicación, en la tierra de Ocampo, y se fundaron prestigiosos establecimientos educativos, en esa comarca, se fue conformando un coro de voces que ha motivado el orgullo entre posteriores generaciones de marquetones. Es un análisis referido en todos los tiempos verbales.

Se trata de un  reacondicionamiento, a la luz de la historia y la crítica, de nuevas perspectivas para ese municipio por mil motivos admirable. Es la expresión de una época en la que se ha consolidado el interés por la superación a través de la educación personal y comunitaria, tema que le cae de perlas al autor que ha practicado y teorizado sobre este  aspecto, tan desconcertante, año a año, a nivel nacional e internacional.

Ángel María Ocampo escudriña en el pasado de su patria chica para enrutarla en pos de un promisorio futuro; de ese tiempo que escasos autores de historias regionales se atreven a otear, aunque este sea el gran papel de la Historia, definida como la “ciencia de los hombres en el tiempo”.




Presentación del libro a cargo del autor, Ángel María Ocampo Cardona 


 Marquetalia Caldas es mi tierra natal. En esta bella parcela de nuestra patria, donde se mueven gentes festivas y sencillas, transcurrieron mis primeros años de infancia y juventud. A la orilla del camino que de la cabecera municipal conduce a los centenarios parajes rurales de Campoalegre y Guarinó, a escasa distancia de donde se yergue hoy la escuela rural de Alegrías, estaba asentado el humilde predio de mi solar paterno.

Casa humilde levantada con paredes de tablas de madera y techo de zinc, rodeada de plantas de café arábigo y algunas matas de plátano, fue todo el patrimonio que mi enfermo padre dejó al morir, cuando yo apenas contaba con seis años de edad. Lucha heroica de mi madre, quien tuvo que convertirse en padre y madre para sacar adelante su progenie. Años que recuerdo con emoción porque desde el patio de juegos donde nos reuníamos todos los hermanos y hermanas, veíamos pasar día a día, a los campesinos que se desplazaban desde Guarinó y Campoalegre, a pie o a caballo, hasta la cabecera, a sus faenas de negocios. Recuerdo con nitidez las recuas que en especial los domingos en la mañana pasaban por el frente de mi casa, fatigosas después de recorrer las difíciles leguas que las separaban de sus lugares de origen, en las cóncavas hoyas del Guarinó, con respecto a la plaza principal de Marquetalia, a donde llegaban cargadas con la panela de Caracolí, el café de Campoalegre y los productos de las sementeras del Guarinó, para ser comercializadas entre los habitantes del casco urbano. Son quizás esos recuerdos los que despertaron en mi más temprana juventud, la inquietud por indagar acerca del pasado de mi pueblo, que por lo visto se entretejió ahogado entre el canto de las herraduras y la algarabía de los arrieros, en ese cruce de caminos que dio origen a la fundación de Marquetalia.

El paisaje natural de mi tierra nativa es privilegiado, porque a pesar de estar enclavada entre los riscos de la cordillera central, o quizás por ello mismo, goza de climas y paisajes que estimulan la vida espiritual y el desarrollo de las disciplinas mentales. Si nos ubicamos en una posición panorámica aérea sobre la cabecera  del municipio, podemos divisar al norte, los cerros de El Rodeo y el Aguacate, reinando sobre las altas montañas del nororiente caldense (Samaná y Norcasia), separadas de la Cordillera de Marquetalia, por las hondonadas del Río La Miel, cuyas aguas marcan la línea divisoria con los municipios vecinos del norte; al noroeste, los cerros de la Paila y de la Unión, separan la cordillera de Marquetalia de los territorios de Manzanares y Pensilvania; al suroeste, la hoya del Río San Juan, separa la cordillera de Marquetalia, de las alturas del Guadalupe y otras elevaciones menores que pertenecen a la jurisdicción de Manzanares; al oriente, en suave descenso, interrumpido apenas por la Quebrada de Dantas y otros riachuelos menores, se dejan ver los cerros que separan a Marquetalia de Victoria; y al sur, casi no alcanza a divisarse el profundo cañón del Guarinó, cuya vista es opacada por la abigarrada vegetación que cubre su sinuoso recorrido, y porque al fondo se impone la cordillera que le sirve de asiento al caserío tolimense del Tablazo y a los municipios de Fresno, Palocabildo, Casabianca, Falan y Santodomingo.

Este terruño plácido y soberano, atrajo y acunó desde tiempos inmemoriales, las pisadas aborígenes de hombres valientes y guerreros, rebeldes y orgullosos de su región, como fueron los Palenques, Patangoros y Marquetones, los primitivos habitantes del sector oriental del actual Departamento de Caldas. Contra ellos  tuvieron que vérselas, los conquistadores españoles, entre quienes se menciona a Baltasar Maldonado, Álvaro de Mendoza, Francisco Núñez Pedroso y Asencio de Salinas, al partirse en dos el siglo XVI, cuando las huestes europeas buscaban ardorosamente el Tesoro de Arví. Por su valentía y orgullo se autoexterminaron, antes que aceptar la desaparición de su raza por cuenta de las crueles y sanguinarias debacles promovidas por los europeos.

Podríamos decir que hasta el año 1991 no se tenía ningún referente histórico propiamente documentado para hablar de la historia y la geografía de esta bella población. Quienes deseaban consultar el pasado de esta comarca, debían remitirse a las escasas publicaciones históricas existentes sobre las poblaciones circunvecinas, especialmente Pensilvania, que contaba con diferentes monografías escritas en la primera mitad del siglo XX. Lo cual se debía al infortunado descuido de quienes por décadas habrían tenido la responsabilidad de salvaguardar la historia y la tradición escrita de este pueblo, sumado al carácter relativamente nuevo de la población, erigida en municipio apenas en 1924. Pero sobre todo, al infortunado registro de desastres naturales como el incendio de 1926, que borró cuanto se tenía en la memoria de las primeras décadas de lo que había sido en primera instancia el Corregimiento de Risaralda (adscrito al municipio de Manzanares) y luego el Municipio de Núñez, a partir de la segunda década del siglo XX.

La monografía que tuve la fortuna de publicar en el año 1991, bajo el título de “Marquetalia: Su historia y su Cultura”, editada por la Imprenta Departamental de Caldas, quedó adoleciendo de una serie de imprecisiones entre las que se cuentan datos relacionados con las razones del nombre de la población. Sin hablar de la insuficiencia de información con respecto a múltiples aspectos de la cultura y el devenir histórico del terruño. Con sobrada razón, muchos coterráneos lamentaron que la monografía no hubiese mencionado muchas cosas que eran de obligada recordación en el poblado. Mi falta de experiencia investigativa para ese entonces, la ausencia de fuentes documentales en las oficinas de la población y el escaso apoyo oficial a mi labor investigativa, sumados a una alta dosis de imaginación mítica con que los habitantes compensaban esa escasez de información historiográfica, me hicieron incurrir en serios errores que espero resarcir en esta nueva monografía.

En el año 2009, la Academia Caldense de Historia, en ejecución de un proyecto que le fue encomendado por la Secretaría de Cultura de Caldas, sobre las monografías de los municipios, tuvo a bien confiarme la enorme responsabilidad de actualizar los datos monográficos sobre mi tierra natal. Con una mejor disciplina para la investigación histórica, decantada después de escribir la monografía del municipio de La Merced y el libro “De la Doctrina a la Escuela: Una Historia de la Educación en Manizales y Caldas”, abordé esa responsabilidad. El documento que presenté entonces a la Academia, como síntesis monográfica de esta población, fue el punto de partida para esta nueva monografía. Aquí procuro llenar muchos de los vacíos dejados en el libro publicado en 1991.

Mi historia se remonta, como bien lo dice el prologuista, a tiempos de tribus disgregadas por estas tierras ardientes. Busco compartir con mis lectores, la brega de los conquistadores por el valle medio del Tolima y oriente del actual Caldas; expongo las causas de la desaparición de los aborígenes y presento mi visión sobre la colonización antioqueña en estas extensiones feraces y feroces que fueron pobladas por hombres de alpargatas, hacha y machete. Procuro captar en mi obra las diferentes facetas del discurrir popular, la organización civil, la vida eclesiástica, la educación, el trabajo literario en el municipio. Intento dar relieve a los momentos cenitales de mi terruño. Incluyo un capítulo sobre el folclor, dando un vistazo al poder mágico de la palabra, tanto en tiempos de una sociedad rural que se extingue, como en tiempos de televisión, celular e internet. Por eso recopilo mitos, leyendas, relatos populares, coplas, dichos y refranes, porque a mi modo de ver, en mi tierra natal aún predomina un alma campesina.

Un capítulo que he decidido incluir en esta nueva  monografía y que no fue abordado en mi publicación del año 1991, es el relacionado con ese oscuro período de los conflictos sociales, vivido por mi pueblo en las medianías del siglo XX. Algunos lectores podrán molestarse con estas páginas dolorosas. Pero he decidido incluirlas porque reconozco, como lo hace Germán Arciniegas, que en el mundo, los pueblos no se mueven como coros celestiales. En medio de la lucha, las pasiones humanas salpican de sangre y hasta de lodo más de una página en el libro de los anales. Hemos de reconocer que el pueblo ha encontrado conductores generosos, a veces sus capitanes han sido bandidos, a veces el adalid ha sido al mismo tiempo fuego purificador y fuego exterminador. Pero del fondo de estos contradictorios elementos ha salido la nueva realidad de estos marquetones de hoy que han crecido como la promesa de los hombres libres.

Además porque la oscuridad de la violencia vivida entre los años 1946 y 1963, nos sirve para admirar en su mayor esplendor, el papel jugado por líderes pacifistas que a la cabeza del sacerdote Antonio María Hincapié Soto, se encargaron de traer a Marquetalia, la luz de la paz, el progreso, la educación, la cultura y la prosperidad. Sin embargo, el lector tendrá que reconocer, que ninguna monografía agota la totalidad del asunto estudiado. Subsistirán aún errores, vacíos, inexactitudes.

Seguirán faltando nombres, obras y hechos importantes. Pero el lector, en esta ocasión, será más comprensivo con el autor, porque podrá observar que la intención ha sido abordar lo máximo en el mínimo espacio y sobre todo, plasmar toda la información posible, sin pretensiones subjetivas ni sesgos ideológicos o de cualquier otro tipo. Soy consciente de que en un tipo de monografías como éste, los temas históricos están lejos de ser abordados con el espíritu crítico y analítico que quisiera un experto de la investigación histórica y social. Pero me seguiré alegrando que los jóvenes estudiosos de la región, puedan encontrar aquí el arranque para investigaciones más especializadas. Temas como el desenvolvimiento de la Parroquia, los movimientos religiosos alternativos, los movimientos sociales y políticos, la educación, el transporte, la economía y aún las mismas manifestaciones infortunadas de los sucesivos oleajes de la violencia colombiana en el ámbito local, serán entre otros, temas que ameritarán la debida auscultación y profundización por parte de las futuras generaciones de intelectuales en Marquetalia.

La mejor oportunidad para rendirle homenaje a esta patria chica, es su nonagésimo aniversario de municipalización. Al cumplirse los primeros noventa años de su vida municipal, deseo congratularme con mi tierra natal, ofreciendo a mis paisanos esta obra que sintetiza lo mejor de la memoria histórica que cualquier marquetón desearía conservar en sus haberes personales. Y el conglomerado de esta bella tierra podrá tener en este libro una buena documentación de su memoria colectiva, como fuente primaria para subsiguientes investigaciones y creaciones literarias.

Agradezco en todo caso, el apoyo ofrecido por personas y entidades que me tendieron su mano generosa para que se pudiera lograr el sueño de publicar esta nueva monografía, para bien de la cultura de los caldenses en general y de los marquetones en particular.

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