Pinceladas sobre la niñez del eminente
estadista doctor Otto Morales Benítez
Por
Antonio Cacua Prada
Numerario de las Academias Colombianas de
Historia y de la Lengua y correspondiente de las Reales de España.
RESUMEN
El texto
presenta unos breves rasgos sobre el pueblo natal, los primeros años y algunos
otros aspectos de uno de los más notables e ilustres colombianos, el doctor
Otto Morales Benítez, Presidente Honorario de la Academia Caldense de Historia,
y bien calificado por su guía y orientador, el doctor José Eliecer Zapata
Bonilla, como el “Guionista de la cultura caldense”.
Con ellos se
rinde un homenaje al gran Caldas, en uno de sus hombres más representativos a
la ciudad de Riosucio. Se incluyen diversas anécdotas de infancia y juventud
que reflejan el genio y la inteligencia de Morales Benítez.
Palabras
Claves: Riosucio, Otto Morales Benítez,
anécdotas, historia regional.
INTRODUCCIÓN
Mis primeras
palabras son de especial reconocimiento para los ilustres y distinguidos
directivos y miembros de Número de la Academia Caldense de Historia, por su
invitación y elección a participar en este cenáculo, donde se rinde culto a la
“narración y exposición de los acontecimientos pasados, dignos de memoria”, la
cual tuve el alto honor de instalar en el año 2002, como Presidente en
funciones de la Academia Colombiana de Historia, en el entonces Instituto
Caldense de Cultura, dirigido por mi estimado y admirado colega el doctor
Carlos Arboleda González. Permítanme agradecerle sus generosas palabras de
presentación que reviven esos valores ahora tan escasos, de la gratitud y de la
auténtica amistad.
Para cumplir con
las normas estatutarias presento unos breves rasgos sobre el pueblo natal, los
primeros años y algunos otros aspectos de uno de los más notables e ilustres
colombianos, el doctor Otto Morales Benítez, Presidente Honorario de esta
destacada Academia Caldense de Historia, y bien calificado por su guía y
orientador, el doctor José Eliecer Zapata Bonilla, como el “Guionista de la
cultura caldense”.
Con ellos quiero
rendir un homenaje al gran Caldas, en uno de sus hombres más representativos a
la ciudad de Riosucio, tan ligada con mis nativas breñas santandereanas; y al
amigo de siempre, ejemplo de patriotismo, de cultura, de servicio, de dignidad
y de carácter. Al filo de sus 94 años nada ha turbado su brillante vida en la
diáfana sencillez de su espíritu selecto.
El historiador y
ensayista inglés, Thomás Carlyle, afirmó que “la biografía es la única y
verdadera historia. Una vida bien escrita es casi tan rara como una vida bien
vivida”.
RIOSUCIO
La Patria
empieza donde uno nace. “La Patria es
todo, lo grande y lo pequeño, lo que pasa y lo que perdura, las realidades y
los sueños...”.
Riosucio es ese
amoroso poblado fundado en la explanada pegada al cerro granítico de 182 metros
de altura, llamado por los indígenas “Ingrumá”, que significa “rocadura”. (1)
Perteneció la
región a la Gobernación de Popayán creada por Emperador del mundo, don Carlos
V, el 10 de marzo de 1540. Allí se formaron dos poblados: la Montaña y el
importante centro minero, San Sebastián o Quiebralomo, presentándose una “lucha cruenta y violenta entre la tierra y
el oro”. (2)
La Real
Audiencia en 1727 envió al Oidor don Lesmes de Espinosa y Saravia, en calidad
de visitador oficial a dirimir esas airadas luchas, pero estas persistieron por
muchos años. (3)
En 1990 empecé a
pergeñar la vida y milagros de mi admirado hombre de Estado, el doctor Otto.
Cuando reuní la documentación pertinente le solicité a mi compañero el entonces
Director del Instituto Caldense de Cultura, doctor Carlos Arboleda González, me
acompañara al terruño donde se cumplió la natividad de mi futuro biografiado.
Fue un viaje gratísimo e inolvidable.
Al regresar a
Bogotá visité al renombrado personaje y le comenté que no había visto correr
ningún río por su tierra natal.
Su respuesta fue
resonante y espontánea... Su acreditada y reconocida carcajada, record
Guinness, desestabilizó el silencio y la paz del Parque del Chicó, donde
celebramos la cita. Cuando las vibraciones sonoras se extinguieron, musitó.
“Sí, sí, no
tiene río... jájájá...”.
De inmediato
arrancó con una emocionada descripción, cuyos ecos todavía escucho. Me contó
que el Oidor español don Juan de Badillo, viajó en 1538, de Santo Domingo, hoy
capital de la República Dominicana, a Cartagena de Indias, con el fin de
investigar la conducta de su fundador don Pedro de Heredia. Allí fungió como
Gobernador, pero en 1540 tuvo que huir. Lo acompañó el célebre cronista Pedro
de Cieza de León. En su fuga llegaron al territorio de los Supías donde
confluye la quebrada Imurrá, que en idioma indígena quiere decir “agua
corriente”, con el rio Supía y lo encontraron tan embarrado, que lo denominaron
río sucio, y se quedó Riosucio.
“Para
quienes nacimos en ese rincón colombiano, rubricó
el historiador Morales Benítez, su nombre
Riosucio, es la síntesis de nuestros amores e ilumina nuestras vidas”. (4)
FUNDACIÓN DE RIOSUCIO
Un buen día
llegó a esa comarca, el sacerdote José Bonifacio Bonafont, oriundo de la ciudad
de El Socorro, en el actual Departamento de Santander, en calidad de
desterrado, nada menos que por patriota.
El curita era “bajo de cuerpo, bien conformado, con ojos
azules de sorprendente vivacidad”. (5)
Nació en la villa
comunera el año de 1757, hijo de don Carlos Bonafont, de los reinos de España y
doña Javiera Maldonado de la Zerda, también de ascendencia española.
Cumplida la edad
escolar ingresó a la Universidad Tomística, en Santafé de Bogotá. (6)
En esto ocurrió
la revolución de los Comuneros y resolvió ingresar a la milicia. Pero esta
profesión no le agradó.
Pasó entonces al
Seminario y se hizo sacerdote. Se ordenó en la capital del Virreinato,
posiblemente en 1800.
En 1808 el padre
Bonafont era el cura de la población de El Palmar cercana al Socorro. Junto con
sus hermanos y familiares se manifestaron entusiastas patriotas y contribuyeron
al nuevo régimen republicano a partir del 10 de julio de 1810.
Durante la
primera guerra civil entre Centralistas y Federalistas figuró entre los
segundos y por esta posición le quitaron el curato y lo expatriaron de la
provincia. Eso motivo su partida al Valle del Cauca. (7)
A principios de
1814 lo designaron coadjutor en la Villa de Anserma y el 30 de agosto del mismo
año, párroco del pueblo llamado La Montaña. (8)
En la otra
aldea, Quiebralomo o San Sebastián, estaba el presbítero José Ramón Bueno.
Los dos clérigos
José Bonafont y José Bueno, se empeñaron en fusionar los vecindarios que
regentaban y buscaron el sitio preciso para hacer la fundación. La realizaron
el sábado 7 de agosto de 1819, con el nombre de Riosucio.
Esto ocurrió
mientras las tropas patriotas comandadas por los Generales Simón Bolívar y
Francisco de Paula Santander, se cubrían de gloria en el Puente de Boyacá y
sellaban la independencia de la Nueva Granada. (9)
NACIMIENTO Y BAUTIZO DE OTTICO
Cien años
después, el domingo 7 de agosto de 1920 nació un bebecito, en la Parroquia de
San Sebastián de Riosucio, hijo legítimo de don Olimpo Morales y doña María
Luisa Benítez.
El bautizo del
niño se cumplió el Domingo 22 de Agosto de 1920, en la pila bautismal de la
hermosa Iglesia de San Sebastián de Riosucio, hecha de ladrillo y madera y se
levanta, calle de por medio, con la casa de los Morales Benítez. Luce una bella
espadaña con tres puertas y tres ventanas, simbólicas del misterio de la
Santísima Trinidad. En el interior tiene un elegante y curioso balcón que
circunda la nave central. El sacramento lo ofició el Presbítero Gonzalo Uribe
V. y le impuso el nombre de Otón Julio. (10)
Don Olimpo al
escoger el nombre de su segundo hijo lo buscó entre cinco emperadores de
Alemania, y le agregó Julio, en homenaje al abuelo materno, don Julio Benítez.
Con el tiempo el joven prefirió llamarse OTTO, en memoria del gran filósofo e
historiador alemán Rudolf Otto.
Sobre su nombre
nos refirió el hijo epónimo de Riosucio, con un poco de sonreída ironía: “Los caldenses tienen la manía de utilizar y
colocar nombres extraños, y una marcada tendencia de ponerles a sus hijos los
más estrambóticos. Como mi papá negociaba en pieles y las despachaba para
Alemania, por el puerto de Hamburgo, algún Otón le debió dar a ganar mucha
plata y entonces se entusiasmó y para que yo tuviera buena suerte me puso ese
nombre”. Y agregó: “En Riosucio hay
muchos nombres clásicos regionales, como por ejemplo: Olimpo, Tiberio,
Teopisto, Habacuc, Proceso, precedidos siempre por el ‘don’”. (11)
Relatan las
crónicas parroquiales, que cuando el sacerdote bautizó a Otoncito, al ponerle
la sal en la lengua y derramarle el agua en su cabecita, el nenecito no lloró
sino soltó sonoras y regias carcajadas. Esto lo atestiguaron sus padrinos don
Samuel Restrepo, de Medellín y doña Laura Castro de Riosucio. Ha sido un caso
único en la historia.
CURIOSIDADES RIOSUCEÑAS
En 1825 llegaron
hasta Riosucio, el sabio francés Juan Bautista José Diosdadó Boussingault,
acompañado por el médico y pintor Francisco Desiré Roulin, y el ingeniero
inglés E. Walker, enviados por el Vicepresidente de la República, General Francisco
de Paula Santander, para estudiar las minas de Marmato y la Vega de Supía.
Veintidós años
tenía Boussingault, cuando arribó a Santafé de Bogotá en 1824. Había nacido el
2 de febrero de 1802, en París. A los 80 años escribió sus “memorias”, las cuales
fueron publicadas en la capital francesa, en 1903, dieciséis años después de su
muerte, ocurrida el 11 de Mayo de 1887, en su ciudad natal.
El irreverente
francés cuenta en su escrito sobre su arribo a Riosucio: “El cura de Riosucio
nos dio la bienvenida con una gran comida que se sirvió en Quiebralomo... La
cena fue pantagruélica... Lo que sirvieron fue grandioso: se comenzó por “ollas
podridas” (pucheros) excelentes, pero que nos hicieron sonreír porque para
servirlos utilizaron vasos de noche de porcelana de Wegwood a manera de
soperas, los cuales estaban “vírgenes” porque se ignoraba su legítimo destino”.
“Un
domingo, me invitó a asistir a una misa, en mi calidad de católico, lo cual
poco me interesaba; insistió y para serle agradable, acepté. Una vez más asistí
al servicio divino, pero declaré que prefería quedarme en mi casa; el cura no
se molestó, solamente para lograr conciliar todo, me hizo esta aburrida
sugerencia: “Don Juan, no tendrá que volver a misa, pero para hacer un acto de
buen católico, ¡hágame el favor de tocar la campana para llamar a los fieles!
“.
“Todas
las veces que yo estuve en Riosucio en domingo, nunca fallé en mis funciones de
campanero...”
“Aun
cuando las burlas de Walker y Roulin no faltaban, yo campaneaba de todas
maneras “. “Me había vuelto muy popular como campanero “.
SUELTE AL SANTO
En otro aparte
relató:
“El Padre
Bonafont cuando estaba en mi casa, lo que más admiraba eran mis instrumentos:
el teodolito, las brújulas, el sextante, el barómetro y los termómetros. Fue
muy grande su sorpresa cuando le dije –mostrándole el higrómetro de Saussure–
que el cabello que veía indicaba la cantidad de humedad contenida en el aire y
que según que se alargara más o menos, podía servir para pronosticar lluvia o
buen tiempo “.
“A pocos
días después vino el sacerdote y un tanto embarazado me preguntó qué decían mis
instrumentos en cuanto al tiempo. Al fin terminó por confesarme que había un
verano muy perjudicial a los cultivos, y que los feligreses insistían porque se
hicieran rogativas y procesiones a fin de obtener benéficas lluvias. El buen
cura agregó: ‘Mi iglesia está bajo la protección de San Sebastián y nada me
sería tan grato como pedirle aquello, si no temiera comprometer la reputación
del Santo’”.
El Padre
Bonafont, que creía en la poderosa intercesión del Santo, pero con la debida
moderación, venía todos los días a preguntarme por lo que rezaba el barómetro,
y si se debía sacar a San Sebastián; mi respuesta debía subordinarse a las
indicaciones del higrómetro. En fin, un día, famoso por cierto para la gloria
del patrono de la iglesia de Riosucio, mi respuesta fue: “Suelte el Santo”. En
seguida se organizó una rogativa, la imagen de San Sebastián, un espantoso
mamarracho, fue paseada durante una hora y, después de medio día, un trueno
anunció la tempestad”.
“Desde
entonces, cada vez que se reclamaban procesiones, para pedir lluvias o verano,
el cura no dejaba de consultarme, diciéndome con aire socarrón: ‘Don Juan,
¿podemos sacar a San Sebastián?’ Mi respuesta dependía del estado higrométrico
de la atmósfera”.
UN BURRO REPRODUCTOR
Pero lo más
simpático que el parisino Boussingault anotó, es lo siguiente:
“El
curato de mi viejo amigo, el padrecito tenía 68 años, visto en conjunto era muy
pobre; no recibía nada o casi nada y en cambio daba mucho y me tomó bastante
tiempo descubrir de donde provenían sus recursos”.
“De todas
las empresas que había ensayado el Padre Bonafont, solamente una sola había
tenido verdadero éxito: ¡pero éxito completo! Era el mantenimiento de un burro
reproductor, cuyo oficio era criar mulos. El animal, de horrible aspecto, de
larga y costrosa pelambre, ocupaba un cercado en un abundante prado, a donde se
le llevaban las yeguas que debía cubrir. El animal era infatigable, y cuando
vacilaba, se le administraban unos garrotazos, después de lo cual empezaba una
carrera desenfrenada entre la yegua que huía y el asno que la perseguía. ¡Qué
de patadas recibía el asno antes de lograr su victoria! Su cuerpo estaba lleno
de cicatrices”.
“El cura
recibía un peso (5 francos) por cada proeza del asno, y en los momentos
felices, cuando se le daba maíz, producía hasta 12 pesos al día, lo cual era
todo para los pobres”.
“Hoy en
día, cuando al recoger la limosna en las iglesias de París, el sacerdote me
tiende su bolsa diciéndome: “Para los pobres, para los gastos del culto”, no
puedo menos de pensar en el asno del cura de Riosucio”.
Hasta aquí la
parte pertinente al Capítulo XIV de las “Memorias” de Juan Bautista José
Diosdadó Boussingault, sobre su permanencia en Riosucio.
En 1827 volvió
Boussingault a Riosucio después de haber hecho durante varios meses algunos
estudios que le había encomendado el Gobierno en otras regiones. Sobre el
particular dice en el Capítulo XV de sus “Memorias”:
“A las
tres llegué a Riosucio de Ingrumá. Fui a casa de mi amigo, el cura Bonafont,
quien se apresuró a poner en el asador un estupendo pavo y a hacerme beber, tan
pronto como llegué, de un solo trago el vino de una decena de misas. Reasumí
mis funciones de campanero; nada había cambiado. Admiré el soberbio burro
reproductor, un poco más embarrado y sucio y despeinado que nunca, de cuya
industria erótica venían los pesos que cubrían ampliamente las necesidades del
culto y el mantenimiento de la clerecía “.
Y como
decía la criolla Manuela, el ama de llaves del santo levita, más conocida como
“la maicera”, mostrándome el animal en pleno trabajo: “¡Ah, si nuestros maridos
tuvieran ese ímpetu!”. (12)
LOS MORALES BENÍTEZ
En esa
población, de tan enjundiosos relatos, fundada por el santo sacerdote
socorrano, quien falleció en 1845, a los 88 años, sentó sus reales don José
Olimpo Morales, después de contraer matrimonio en Medellín, en 1914, con doña
María Luisa Benítez.
Don Olimpo
adquirió una confortable casa de dos pisos, en la calle 9 Número 4- 47, frente
a la nave izquierda del hermoso templo parroquial de San Sebastián, en el
floreciente Distrito de Riosucio.
Seis hijos
alegraron el hogar de los Morales Benítez: Olimpo, 1918; Otto, 1920; William,
1922; Ligia, 1925; Omar, 1928 y Armando, 1929. (13)
Para el segundo
vástago de los Morales Benítez, el personaje de mayor admiración en su vida fue
su papá, don José Olimpo. Con verdadera emoción reverencial se refiriere a él
en todas sus charlas y escritos:
“Don
Olimpo Morales, mi padre, nació en Riosucio, se formó en Marmato y pasó el
final de sus años en Manizales”.
“Doña
Luisa, mi mamá, fue la gran compañera del combatiente. Papá la conoció en
Medellín, donde había nacido. Los Benítez tenían larga tradición de abogados en
la familia. Miguel Ángel Osorio Benítez, el gran poeta Porfirio Barba-Jacob,
era de esa misma línea sanguínea. Mis abuelos vivieron en Fredonia. Allí tenía
establecimientos agropecuarios el General, escritor y orador, Rafael Uribe
Uribe. A la casa de ellos llegaba este hombre de tanta influencia en el país y
sus diálogos eran largos sobre temas de libros y problemas nacionales. Además
mi abuela Adela era mujer con vocación por las letras. Con su esposo, durante
el noviazgo, siempre se escribieron las cartas de amor en verso. Ella fue
conversadora de muchos dones como lo recordaban quienes la conocieron”. (14)
LOS MAESTROS
La primera
maestra del niño Otto fue doña Luisa Benítez. Ella le enseñó a escribir y a
vocalizar las letras del alfabeto. También le inculcó la devoción por la
lectura, la literatura y la poesía. Por las tardes les leía a sus hijos, todos
sentados a su alrededor, cuentos, novelas y versos.
Cuando el
angelito cumplió los siete años lo matricularon en la Escuela Pública de
Riosucio, donde cursó la primaria, en unas bancas largas de guayacán sin
pulimento. Sus institutores, a quienes recuerda con especial cariño, fueron:
Don Daniel Montoya, don Antonio Álvarez, don Abel Zuluaga, don Joaquín Emilio
Gallego, don Roberto Arango Botero y don Bernardo Martínez Valencia. Allí lo
prepararon para la Primera Comunión.
Por los años de
1930 el único plantel que existía en Riosucio era el Colegio Municipal de
Varones, fundado por el poeta y autor del himno comarcano, don Simón
Santacoloma. Este instituto solo tuvo hasta tercer año de bachillerato.
Cuando el niño
Otto recibió con honores el certificado de quinto de escuela primaria, don
Olimpo lo matriculó en el Colegio de Varones.
Estos son sus
recuerdos:
“Los
profesores de “mi colegio” brillaban en mi adolescencia con sus ademanes.
Algunos tan apacibles que su ciencia emergía suave, evitando al máximo el rozar
de la virginidad de nuestra ignorancia. Recuerdo mucho que quien nos enseñaba
geografía lo hacía en verso y, por ello mi generación de paisanos, sabe más de
las estrellas que de la tierra “.
“Nosotros
somos de una generación provinciana donde la vela cumplía su misión de
despejadora de sombras”.
Sus profesores
fueron: los sacerdotes Francisco María Vélez, quien le enseñó dogmática y
moral, y Juan Pablo Mejía, quien le dictó apologética. Don Daniel Montoya, lo
preparó en gramática castellana, utilizando los textos de Bruño, Emiliano Isaza
y Andrés Bello. Don Rafael Genaro Bueno, en forma muy sui generis porque lo
hizo en verso, lo ilustró en geografía de Colombia. Don Edmundo Gärtner de la
Cuesta, fue su maestro en Historia de Colombia, Historia Universal, Inglés y
Francés. Algebra y geometría se la explicó el ingeniero graduado en París,
Manuel Sánchez. En Literatura, lo inició don Antonio Álvarez. Don Alfonso
Trejos Moreno, lo instruyó en Contabilidad. Don Luis Eduardo Palomino, lo
capacitó en mecanografía. El rector, don Antonio Palacio Sánchez, le enseñó
aritmética y don Manuel María Córdoba, sintaxis, según el libro de don Tomás
Maya. Todos ellos formaron al hijo de don José Olimpo. (15)
OTTO CANTANTE
En forma jovial
y muy animada, mi biografiado me comentó:
“Otro de
los rasgos de la cultura en Riosucio es el canto. A mí, a los años, me asalta
el recuerdo conmocionado, patético y desgarrador de lo que cantaba en las
procesiones de la Semana Santa. Especialmente, siguiendo los pasos de cada
estación del Señor, el tono era más inclinado a la angustia. Un aire de grave
dolencia colectiva, nos sobrecogía a todos. Esto lo lograba el milagro de la
entonación. Quienes se aglutinaban al lado de un órgano portátil, alzaban sus
plegarias en cantos litúrgicos, que hacían estremecer la comunidad. Más tarde,
esas mismas voces, interpretaban cantos de amor, de júbilo, de esperanza”.
– ¿Qué tal don
Otto de cantor en las procesiones de Riosucio...?
FIESTAS POPULARES
Otto me hizo
esta rumbosa reseña sobre las fiestas populares.
“En
Riosucio tenemos dos tipos de fiestas diferentes, igualmente protegidas por el
fervor comunitario. Están comprometidas con la raíz espiritual de nuestras
gentes. Son el Carnaval de Riosucio y las que dedican a los Santos.
En el
primero, hay un aire de paganía, que gobierna el júbilo, que es ancestral. Que
tiene una vigencia en el alma de todos, confundida con el más remoto pasado. Es
pego encendido en hombres y mujeres. Es un torrente de vitalidad que se
desparrama en cantos, afectos, ternuras, goces y proclamas. Se va desde el
“decreto carnavalesco” hasta la “alborada”, donde cada quien busca manifestar
su capacidad de comunicación humana, entrañable, dadora y recibidora de
alegrías. Son los carnavales del Diablo bueno”. (16)
LA COCINA RIOSUCEÑA
La comida
riosuceña ocupa sitio preferente y muy especial, en don Otto Morales Benítez,
porque desde niño ha sido glotón y “mecatero”.
Siente un
extremo placer cuando describe los días de mercado en Riosucio, los toldos y
los puestos de comida en las ventas en las plazas de mercado. Se le reseca la
garganta cuando habla de los “caldos con ‘ojos’ de manteca”, los fríjoles que
le despertaban el apetito, por los aditamentos de trozos suculentos de cerdo.
Las rellenas de círculos amplios y los chorizos. La “cena de gallina”. Los
ajíes de rojo encendido. Las “arepas de mote”; los “refritos” y el “hogo”,
combinación de tomates, cebollas, sal y pimienta.
“Entre
los productos que deleitan el paladar están: el “Bizcochuelo, de las señoras Matilde
y Teresa Trejos. Kumis de don Jesús Monsalve (El Parque). La chicha subidera,
la “Jorcha”. Helados de Juan Manuel Obando y don Rafael Montoya, de nevera de
petróleo. El algodón de dulce y manzanitas de coco de “Pisco Pando”. Los
panderitos de don Rubén Palomino, los buñuelos de Martina Loaiza, las obleas de
doña Blanca Tobón de Álvarez”.
“La
chicha de las Palomino, la chicha casera de hojas de Santa María y limoncillo
de Noé Bonilla. La chicha casera de Pachito Rueda. El gaucho dulce y los
bombones de resistencia de don Lalo Serna. El guarapón de Higinio Guapacha. El
pan aliñado muy especial de Claudina y Manuelito Largo. Las cucas caucanas y la
panadería de don Joaquín Giraldo. Las gaseosas “La Garantía” del “mocho Salomón
González. Los chontaduros de las Estancias y de la vereda Barranquilla. Los
ponqués de Evita y Luisita Betancur. El tinto de la “Cigarra” de Tobías
Betancur”.
“No
podemos olvidar también otras importantes viandas como: Los chorizos de Rita
Uribe, los de Margarita Guapacha, los de Anita Marín y los de Matilde Muñoz. La
rellena y el picao de las señoras Ercilia y Benicia Alcalde. Las cenas y
tamales de Temilda y Merceditas García, envueltas en hojas de biao. El sancocho
y la sopa de menudo de doña Luisa Ortiz en la galería; y la mazamorra de doña
Telésfora Cañaveral”.
Con este menú ya
quedamos comidos y cenados.
Las bebidas
famosas para pasar los platos fuertes o seco, las encabezaba la chicha, hecha
con limoncillo y hoja de “santamaría”. El sirope, una chicha de miel. El
“guarapo” o champaña de efectos energéticos contundentes. El “calentillo”,
bebida típica propia de la región, comúnmente llamada “aloja”. Y el
“chontaduro”, el fruto de una palma, con poderes eróticos y vitales”. (17)
Por lo anterior
Riosucio es todo un paraíso terrenal.
LAS HIJAS DE EVA
Ahora viene lo
intemporal. Lo sublime.
“Las
hijas de Eva de Riosucio tenían extraordinaria fama por su encanto, su porte y
el mestizaje de su raza”, afirma y
recuerda don Otto. Mi pueblo, Riosucio,
tiene acentos muy peculiares. Goza de una personalidad cuajada de dones”.
“Había
adolescentes preciosas. Nosotros íbamos a verlas. Siempre adornadas de una
timidez arrobadora, superior. La de nosotros parecía torpeza. Tenían conciencia
de que las admirábamos. Se asomaban y se escondían precipitadamente. Eran como
ráfagas de luz amorosa.
De pronto se
detuvo en sus recuerdos... me miró con cierta picardía... soltó una carcajada y
continuó:
“En mi
casa se tenía una pesebrera para las bestias. Era bellísimo ver la alegría
animal cuando, en las largas canoas, se les ponía el alimento. Mi papá las
amaba y esa vocación de amor la compartíamos. Un día que no olvido,
enseñándonos sus virtudes y privilegios, dejó caer una enseñanza. Nos dijo a
sus hijos:
“Nada
igual a la amistad de las bestias. Ellas son leales. Pero no olviden: para
viaje largo, como el matrimonio, que la mujer y la mula, sean de pata fina: que
no resbalen...”
“También
existía un sitio en el cual se ordeñaban las vacas. Siempre se tenía leche
fresca”.
“Don
Olimpo era dueño de dos pequeños potreros o mangas: “El Vergel” y el “Alto del
Chocho”, que se alternaban, para que siempre las vaquitas pudieran comer pasto
fresco y abundante. A mis hermanos y a mí nos gustaba acompañar al muchacho que
atendía los animales, porque así podíamos montar en pelo, en las bestias, otra
afición que nos ofrecía exquisita felicidad. Este privilegio se cumplía al
desaparecer de la vista de mi padre”.
LA DESLUMBRANTE MARINA
“Al
terminar el agradable potrero de pasto de micay, en la manga de “El Vergel”,
había una pequeña y muy limpia casita, donde vivía una familia que tenía dos
bellísimas hijas de nombres Marina y Julia.
Marinita
era cercana a mi amistad. Era una rubia o mona deslumbrante: de hermosísimo
rostro, con una cabellera blonda, abundante, con un copete primoroso que “caía
para el lado de los sueños”. Su figura era escultural. No tenía una sola forma
de su cuerpo que no fuera proporcionada y sensual.
Corríamos
juntos, por la manga; recogíamos los frutos de los árboles que allí se tenían;
conversábamos largos minutos al pie de un pozo donde ella recogía el agua para
su casa. Sus movimientos eran de un suave y encantador ritmo. Tenía unas manos
largas y suaves. Sus piernas espigaban en el encanto de un torneado armonioso.
Su cuerpo de una riqueza carnal proporcionada para deslumbrar con sus
movimientos.
No
teníamos, ni ella ni yo, noticias de las dulzuras del amor y de los
sacudimientos que nos puede producir, engolosinándonos”.
Afortunadamente
para ella, anotamos. Y continuó:
“Fue una amistad
de una austera renuncia a cualquier goce del privilegio de la cercanía de
Marmita. Era lo que nos mantenía alelados, en esa edad incierta, aún, para el
amor”.
Me queda
el brillo de su melena cuando el sol le caía sobre la frente. La perfección de sus
formas, las celebro, ahora en la lejanía de los años, sus hermosísimos pies,
atravesando la pradera. Ellos caían sobre el pasto como una dulcísima caricia.
Sus vestidos que eran hermosos de telas de colores, le daban más brillo a sus
encantos arrebatadores.
Declaro
que esa niña me inquietaba. Me gustaba su compañía. De mis parvísimos recursos,
le compraba unos dulces que siempre celebraba que se los llevara. Cómo los
gozaba en su boca que exhibía unos dientes blancos, bellísimos, con unos labios
dóciles para el diálogo. Es hermoso este recuerdo de mi niñez.
Así
empecé, con muchas limitaciones sensuales, a descubrir el milagro de la amistad
con una niña. Son horas de arrobamiento las que viví al lado de Marina, gozoso
de estar disfrutando del milagro de su presencia. ¡Qué ingenuidad en
desconocimiento de las durezas y de los zumos de la vida!.
Me queda
el encanto de cómo sus manos, para saltar los barrancos, se unían a las mías,
sin estremecimientos. Pero en mi memoria, crece como un fulgor femenino, que
siempre he buscado para que alumbre el camino de mí peregrinar.
Años
después, en el discurrir humano, entendí lo grave y absurdo que es la
inocencia. Esta, nos conduce a la abstinencia, sin deliberación, del amor”. (18)
Por lo visto,
¡ahora si le pesa! Para concluir este primer peregrinar del joven Otto Morales
Benítez, por su querido Riosucio, vamos a referir un par de anécdotas sobre su
“risa atómica”.
LA SONRISA DE MONALISA
El hijo de don
Olimpo Morales, en la trágica división liberal de 1946 militó en las huestes
del doctor Gabriel Turbay Abunader.
Perdidas las
elecciones se realizó la unión y eligieron al doctor Jorge Eliécer Gaitán jefe
único del partido. El Martes 1º de abril de 1947, se efectuó una reunión en
Bogotá, con todos los jefes liberales. El Jueves 3, el representante a la
Cámara por Manizales, recibió una llamada del doctor Gaitán para invitarlo a
una manifestación en Cartagena de Indias.
Era el primer
oficialista que el doctor Gaitán incorporaba a sus campañas.
El día del
viaje, al encontrarse en el Aeropuerto le pidió que se sentara a su lado y
mantuvieron una conversación muy grata. Al aterrizar le dijo: “En la Plaza de los Coches nos recibirá una
manifestación, le pido que hable”. “Por fortuna tuve aplausos”. Remató el
entonces parlamentario.
Y agregó:
“Como es
elemental, nunca había estado con el doctor Gaitán en reuniones. Esa noche le
ofrecieron un banquete. Los oferentes me colocaron en sitio destacado, cerca
del jefe del liberalismo. Hubo discursos. Y, luego, el diálogo cordial. De
pronto, largué la carcajada que siempre me ha distinguido. Gaitán me dijo con
mucha cordialidad y simpatía.
– Doctor
Morales Benítez ¿De dónde sacó esa sonrisa de Mona Lisa?
Ya la
carcajada fue un estruendo, pues a la mía se unieron las de quienes escuchaban
el diálogo”.
“Así
comenzó mi relación con el doctor Gaitán, quien me invitó a nuevas correrías”. (19)
INSEMINACIÓN ARTIFICIAL
Cuanto el doctor
Otto ocupó el Ministerio de Agricultura, en el gobierno del Presidente Alberto
Lleras Camargo, hizo unos cambios de secretarias y una de las trasladadas se
sintió degradada y le pidió audiencia para protestarle en forma enardecida.
Al entrar en su
despacho la recibió con gran delicadeza y se puso a sus órdenes. La señorita le
dijo:
– Señor Ministro:
Me han pasado de la secretaría de suelos a la de inseminación artificial, y a
mí no me gusta eso...”
Al punto le
respondió: “Señorita, a mí tampoco”. Y soltó su amplia y contagiosa carcajada,
con lo cual quedó solucionado el disgusto.
LOS AMIGOS DEL ABUELITO
Por último este
cuadro de inocencia infantil. Cuando el repúblico Otto Morales Benítez renunció
a la Presidencia de la Comisión de Paz, en el gobierno de su amigo el
Presidente Belisario Betancur, quienes más se alegraron fueron sus nietos, los
hijos de Adelita, María Adelaida y Pedro Alejandro Löök Morales, porque no los
había vuelto a invitar los fines de semana a comer pizza y a comprar helados.
Ellos vivían
aterrados con todas las historias que le oían sobre los guerrilleros.
Un buen día la niña,
le preguntó a su hermanito, quien apenas tenía ocho años:
– Alejo,
¿quiénes son los guerrilleros?
Pedro Alejandro,
al rompe le respondió:
– Unos amigos
que tiene el abuelito para conversar. (20)
Hoy podemos
repetirle al insigne colombiano, el expresivo concepto del maestro Germán
Arciniegas en su escrito del jueves 30 de Julio de 1998, con motivo del
otorgamiento de la condecoración Andrés Bello, conferida por el Presidente de
Venezuela, doctor Rafael Caldera, y la imposición de la misma en Bogotá por el
Canciller doctor Miguel Ángel Bureli Rivas.
“Otto es
la simpatía desnuda y espontánea y no hace nada por cálculo y figuración, sino
con la espontaneidad de su espíritu generoso, patriótico y cordial. Otto es la
sinceridad en voz alta. Aquí estamos acostumbrados a la desbordante
personalidad de Otto. Cuando él ríe pone a vibrar a toda Colombia”.
(21)
Parodiando a don
Simón Santacoloma, autor del himno al Carnaval del Diablo, de Riosucio,
rubricamos estas pinceladas en homenaje al académico don Otto Morales Benítez,
con esta estrofa:
¡Salve, salve, placer de la vida!
Es tu risa una crema dental.
De Riosucio la tierra querida,
¡Eres timbre de gloria inmortal! (22)
CITAS
1.
Luis Guillermo Giraldo. Municipios Colombianos. Presidencia del
Senado de la República. Bogotá. 1989. Pág. 118.
2.
Otto Morales Benítez. Estampa de Provincia. Punta Calvo y su
historia de un pueblo. En “Atalayas desde el Ingrumá”. Págs. 22 y 23.
3.
Otto Morales Benítez. Atalayas desde el Ingrumá. Bogotá. Pág.
23.
4.
Otto Morales Benítez. Atalayas desde el Ingrumá. Bogotá. Pág.
24.
5.
Juan Bautista Boussingault. Memorias, tomo 2. Biblioteca V
Centenario. Colcultura. Viajeros por
Colombia. Editorial Presencia. Bogotá. 1994. Pág. 109.
6.
Archivo de la Nación. Sección
Virreyes. Tomo 1. libro de Propinas de la Universidad Tomística. Folios 680 a
685. Notaria del Socorro. Protocolo de 1808.
7.
Horacio Rodríguez Plata. La Antigua Provincia del Socorro y la
Independencia. Publicaciones Editoriales. Bogotá. 1963.
8.
Guillermo Duque Botero. Apuntes para la Historia del Clero en Caldas.
Editorial Bedout. Medellín. 1957. Pág. 267.
9.
Horacio Rodríguez Plata. “José
Bonifacio Bonafont. Prócer y Fundador de Riosucio (Caldas)”. En “Temas
Históricos”. Ediciones Fondo Cultural Cafetero. Editorial Bedout. Medellín.
1978. Págs. 121 a 128.
10.
Diócesis de Pereira. Parroquia de
San Sebastián. Riosucio. Caldas. Libro de Bautismos No. 49. Folio.77. No. 195.
Partida de Bautismo de Otón Julio Morales Benítez.
11.
Otto Morales Benítez. Atalayas desde el Ingrumá. Estampa
mínima de mi padre. Escuela “J. Olimpo Morales”.
12.
Juan Bautista Boussingault. Memorias, tomo 2. Biblioteca V
Centenario. Colcultura. Viajeros por
Colombia. Editorial Presencia. Bogotá. 1994. Capítulos XIV. Pág. 109 a 114.
Capítulo XV. Pág. 176.
13.
Otto Morales Benítez. Atalayas desde el Ingrumá. Bogotá. Págs.
23 y 24.
14.
Otto Morales Benítez. Charlas y Recuerdos. Bogotá.
15.
Otto Morales Benítez. Atalayas desde el Ingrumá. Apuntes para
la biografía de una generación provinciana.
16.
Otto Morales Benítez. Riosucio. Atalayas. Sobre el Ingrumá.
Texto Inédito Bogotá.
17.
Otto Morales Benítez. Memorias y aplicaciones de las Historias
Locales y Regionales. Universidad de Caldas. Manizales. 1995. Págs. 441 y
455.
18.
Otto Morales Benítez. Cuasinotas para un capítulo de memorias
infantiles. Bogotá. Inédito. Págs. 4 y 5.
19.
Otto Morales Benítez. Cuasinotas para un capítulo de memorias
infantiles. Bogotá. Inédito. Págs. 3 - 58-59 y 60.
20.
Antonio Cacua Prada. “Una risa
singular”. Discurso pronunciado en el homenaje ofrecido por la Academia
Patriótica Antonio Nariño, en el Jockey Club de Bogotá, el Jueves 29 de Julio
de 2010, con motivo de los 90 años del socio Honorario doctor Otto Morales
Benítez.
21.
Antonio Cacua Prada. Germán Arciniegas cien años de vida para
Contar. Universidad Central. Tomo II. Pág. 719. Bogotá. 1999.
22.
Antonio Cacua Prada. Biografía Total de Otto Morales Benítez. Una
vida al Servicio de Colombia y el Continente. Capítulos I – VIII - IX.
Bogotá. 2011.