La Vega de
Supía, del gobierno de Popayán, jurisdicción de la ciudad de Anserma, confina
por un lado con el gobierno del Chocó; linda con el de Antioquia, y la divide del
de Mariquita la montaña de Ervé. Ha tenido poca fama, por que el Chocó se robó la
atención desde su desmembramiento, pero sabidas sus riquezas, harán justicia
los políticos, dándole el lugar que se merece.
Sus entradas
son por asperísimos caminos de subidas y bajadas, y profundas concavidades que
hace la tierra por un lado; llegado a aquel sitio, se ve un llano de una legua
de circunferencia, rodeado de eminentes cerros cuyas entrañas son de oro; igualmente
lo es todo aquel llano y cuanta tierra la circula.
El cerro de Marmato es el más elevado, mirado
desde aquel llano, como capitán de los otros cerros. Es todo de oro, desde el
copete hasta su cimiento. Este lo posee don Agustín de Castro, vecino y minero
de aquel sitio; llámase dueño de él contra las reglas que prescriben las
Ordenanzas Reales de Minas, en tomo de a folio dedicado a nuestro Católico
Monarca, el Señor don Carlos III (que Dios guarde), donde se le dan a los
mineros de vetas, un frente de 60 varas o sean 100. Tiene de ancho este cerro,
por el lado del sitio, más de media legua; y por el lado de Cauca, más de
legua, y otro tanto de altura, por que por dicho lado de Cauca se va
extendiendo y haciendo sus ensilladas o placeres y se abre más de los costados.
Tiene aguas superiores con las que se han hecho muchos desmontes que llaman
allí pilas, recogiendo las aguas a manera de estanque y soltándolas de golpe,
con lo cual aquel ímpetu y descenso rózalos arbolillos y superficie de la
tierra, dejando a manifiesto las vetas de oro para escoger la más hermosa, como
lo han hecho los mulatos de Quiebralomo muchas veces; pero el Don Agustín de
Castro, indigesto y avaro, luego que sabía que se había descubierto alguna veta
rica, lanzaba y perseguía a la gente, hasta que ha conseguido desterrar a
todos, cuando no se le perjudicaba en nada, por la dilatación del cerro y suma
distancia de labores, y como aquellos pobres no tienen razones ni medios para quejarse
de don Agustín de Castro, por verlo con 80 o más negros, alcalde ordinario los
más años, elegido por los de la ciudad de Anserma, por compadre de unos y menesteroso
de otros, se sale de allí con cuanto quiere, y siendo notoria la multitud de
oro que este hombre ha sacado, no se ve jamás libre de crecidos empeños y
pleitos que sostiene con vigor, para salirse con sus ideas; y si allí se
pusiera un teniente y justicia mayor con absoluto mando, inhibiendo a la ciudad
de Anserma de nombrar para aquel distrito juez alguno, y que el alcalde mayor
eligiera para alcaldes de campo a los que hallare más suficientes e idóneos, de
otra suerte estaría aquel sitio, pues quieren disputar a el oficial real sus
facultades, y lo traen como pelota de viento, por haber arreglo para los cuatro
individuos que allí alzan figura. Es notorio que toda tierra de oro produce
genios inquietos y cavilosos, de cuya verdad hay sobradas noticias. Si la
ciudad de Anserma (que no merece este nombre por ser lugar corto, despreciable
y de suma pobreza, distante de La Vega 4 o 5 días de penosos caminos), no
tuviera mando en aquel sitio, pues no tiene cabildo ni sujetos que sirvan para
otra cosa que para inquietar, auxiliados de la vara de alcaldes, otros
progresos se vieran; pero la lástima es que aunque esto se conoce, nada se
remedia y sí se envejecen las costumbres, de tal forma que cuando se quiera
remediar ha de costar gran trabajo; y así no viviera don Agustín de Castro tan
altivo, que dominando todo el cerro sin tener derecho (por no haber habido
quien lo arregle), es causa de que muchos pobres no trabajen aquellas vetas,
con perjuicio de los reales quintos que a Su Majestad hubieran dado, y alivio
que aquellos vasallos, por la facilidad de trabajo, en unas vetas descubiertas
a su costa en las pilas y desmontes que han hecho. Quítesele a don Agustín de
Castro la potestad de que usa, sin perjudicarle a él para sus labores, y se verá
si hay crecido aumento en las sacas de oro.
La quebrada que en el mapa se nombra Muy Rica,
lo es sin disputa y lo acredita el experimento ejecutado por don Simón Pablo
Moreno de la Cruz, teniente que fue de aquel sitio y de las cuatro ciudades,
yerno del nominado don Agustín de Castro; este sujeto, conociendo que cuantas
pilas y desmontes se han hecho en el curso del Marmato (que son infinitas), han
caído sobre la mencionada quebrada y que todo el oro robado de aquellas aguas
precipitadas para descubrir vetas, había caído sobre dicha quebrada, hallándose
con su cuadrilla de 80 o más negros laboreando en sus minas de Guamal, de oro
corrido en el río de Supía, como se ve en el mapa No. 10, habló a su suegro,
don Agustín de Castro, insinuándole la riqueza que en dicha quebrada había y
que unida su cuadrilla con la de su suegro, pasase a trabajar la quebrada. Y
con efecto, convencido el Castro de las razones de su yerno, y precedido el
cateo de la quebrada, hallaron que correspondía a lo premeditado; pasaron sus
cuadrillas de negros, yerno y suegro, y comenzaron a laborear y en tres meses
que duró esta compañía se le libertaron al don Simón Pablo Moreno 2 o 3 esclavos
con solo aquel día sábado y domingo que los dueños de mina dan a sus esclavos
para que por sí soliciten algunos tomines de oro, para ayuda de la corta ración
que se les da. Esta prueba bastaba para conocer la mucha riqueza de esta quebrada,
y los libertos esclavos están en La Vega, que son testigos fieles. A los tres meses,
poco más o menos, se disgustó el don Agustín de Castro con su yerno y se deshizo
la compañía, volviéndose cada uno a sus labores, y se dice que por tener el Castro
sus platanares allí, sentía que se aprovechasen de ellos los negros de su
yerno, y que de aquí provino el separarse. Y volviendo al cerro del Marmato,
éste tiene muchos socavones a la parte que mira a Cauca, hechos de los antiguos
españoles, los que habiendo sacado mucha riqueza, se fueron a vivir a Popayán
unos y a otras partes otros; como ya están hechos estos socavones en muchas
partes del cerro, hay gran facilidad de volar con pólvora mucha parte de él, y
se cogiera el oro a la luz del sol. Ahora se trabaja con velas y así se van
siguiendo los hilos de oro, y se podrán emplear en sus trabajos más de dos mil
negros.
Quiebralomo está enfrente del cerro de
Marmato: se ven sus caras desde el llano y pueblo de Supía, que está a la
cabecera de dicho llano, como se ve con el mapa; llámase Real de Quiebralomo, y
tomó este nombre de un buey que subía de aquellas honduras, cargado de oro (que
para este ministerio lo tenían) y aconteció que a dicho buey se le quebró el
espinazo con las cargas que le ponían y dijeron: al buey se quebró el lomo, y
de aquí es que sea Quiebralomo; llámase real, por ser no solo real de minas,
más también por ser realengo. Aquí hay igual riqueza que en el Marmato, tanto
de oro de vetas como del corrido, y en las calles de esta parroquia (muy numerosa
de mulatos y mestizos y otras gentes libres), hay oro en todo el pueblo. A un
lado de esta parroquia están las minas del Morado, y se llama así porque aquel oro
sale negro como astillas de las que caen en una fragua del hierro que trabajan
los herreros. Al principio que se descubrieron estas minas hallaban entre la
tierra unas como escorias de fraguas y las nombraban cabezas de negro, por ser
a su similitud y encrespadas, y las arrojaban por ver aquellos terrones negros
y no sabían lo que era, y eran terrones de oro a lo que llamaban cabeza de
negro. Hoy trabaja estas minas un mulato de Quiebralomo llamado Damasio, con
sólo sus hijos, y cuando don Pablo Serrano salió de la ciudad de Cartago,
llevaba este mulato sacadas más de 70 libras de oro. En aquel tiempo hubo un
indio que ayudado de algunos amigos sacó 200 libras, y este era un venero rico
que descubrió sobre el haz de la tierra y siguiéndolo llegó hasta toparse con
un cerro, y allí lo ha dejado por no saber allí ademar[1].
Véase si del Chocó nos cuentan otro tanto; como son tantas las vetas que hay descubiertas,
se les da muy poco dejar una por que tienen muchas en qué escoger, como veremos
con la veta de La Cincha. Esta veta se llama así por ser del ancho de una
cincha de caballo y de oro toda; la trabajaban con felicidad y aconteció que se
derrumbó la boca o entrada del socavón (porque, como va dicho, no saben allí ademar),
y siendo esta veta del aprecio que se deja entender, no pensaron en destaparla
y la dejaron por haber muchas en qué trabajar. Al cabo de muchos años, y siendo
cura de Quiebralomo un doctor Saldarriaga, los mulatos se animaron unos con
otros (y sin más caudillo que su gusto) y fueron a limpiar aquella tierra que
les cegó la entrada y como no había tenido aquel socavón ventilación alguna en
tantos años y se hubiese formado adentro un charco de agua de las gotas que
estilaba la bóveda, viniendo estas aguas por minerales de caparrosa, que hay
mucha por allí, se había corrompido esta detenida agua y al destapar el socavón
salió un tufo tan corrupto que murieron de él 3 mulatos y no se pudo sacar
estos cuerpos muertos hasta que evaporó la/ bóveda o socavón, y desde entonces
no ha pensado nadie en volver a trabajar esta veta; cae al lado que mira al
pueblo de Cañamono.
Bastará esta sola veta para dar fomento a un reino, y
si la desidia, pereza o pobreza de los vecinos de este reino no fuera tan
conocida, se vieran caudales formidables, pero el que tiene su casa y cuatro
matas de plátano, no lo moverán ni con palancas. Si el Potosí es cerro de
plata, la Vega de Supía tiene muchos cerros de oro, no por descubrir, sino
descubiertos y de manifiesto. Los mulatos de Quiebralomo hacen sus rozas, van a
menudo a Honda y Mariquita a hacer sus empleos de ropas, y siendo así que son
más inclinados al trato que al trabajo de las minas, con todo aquellos pocos
días que ocupan en trabajar las vetas, sacan el oro que necesitan y lo dejan
hasta que la necesidad les obliga a ir a sacar más oro. Todo lo dicho siendo
verídico, podrá el incrédulo solicitar los informes o noticias que más le convengan.
Su trabajo es fácil y de poco costo.
Dios permita que nuestros jefes, enterados de este
Potosí de oro, recojan algunos de los infinitos vagamundos que hay, cuatreros,
asesinos, ebrios, mal casados, y desahogada la tierra de tanta gente perdida,
los pongan a trabajar en La Vega, para remedio del Reino, aumento del real
erario, y tranquilidad pública. Su temperamento es de primavera y muy sano,
algo estéril de frutas, como lo es toda tierra de oro, cuyo metal parece que
roba a la tierra la virtud de fructificar, pero un poco apartado hay sobrado
donde hacer rozas y platanares para el sustento de la gente.
Archivo General de Indias.
Quito 223. 5 Folios.
OBSERVACIONES: Folios sin numeración.
Tomado de:
Cespedesia. Boletín Científico del Departamento del
Valle del Cauca, Colombia. Director: Patiño, Víctor Manuel. Cali, enero – junio
de 1983, No. 45-46