Por Albeiro Valencia Llano
Doctor en Historia
RESUMEN
En el capítulo se analizan algunos recorridos que hizo
este eminente pensador por varios países de América Latina, con el objetivo de
entender su dimensión y proyección histórica. Aunque los viajes se produjeron
por razones oficiales, como invitaciones de gobiernos o de universidades,
cuando ocupó los ministerios de Trabajo y Agricultura, supo aprovechar las
visitas para reunirse con dirigentes políticos e intelectuales, para estudiar
las ideas que inquietaban a Indoamérica. De este modo se convirtió en un
personaje dedicado a analizar los problemas del continente, especialmente la
historia, la filosofía, la cultura y la literatura.
Palabras clave: Indoamérica,
problemas del continente, intelectuales, el mestizaje
OTTO
MORALES BENÍTEZ. HIS VIEWS ON THE CONTINENT
SUMMARY
In this chapter, the author analyzes some of this
prominent thinker’s travels throughout Latin America to understand its dimension
and historical projection. Although this travels took place for official
reasons (invitations from governments and universities from his time as
minister of labor and agriculture), he took advantage of these visits to meet
with different politicians and intellectuals, as a way to study the ideas that
were relevant in Indoamerica. This is how he dedicated himself to analyze the
continent’s issues, particularly its history, philosophy culture and
literature.
Key words: Indoamerica,
continent’s issues, intellectuals, métissage (miscegenation).
Otto Morales Benítez. Foto tomada de internet.
El viajero
incansable
Desde el año 1959 Otto Morales Benítez (OMB)recorrió
el continente americano, en muchas ocasiones, para entender su dimensión y
proyección históricas, “y así poder trabajar los materiales que le dan unidad
diferente, frente a los otros espacios universales”. Las razones de sus viajes
son numerosas: compromisos con universidades, centros culturales, academias o
por invitación de amigos intelectuales. Los viajes son aprovechados al máximo
buscando estudiar “las ideas que inquietan a Indoamérica”. Sobre algunos de
estos periplos, relatados en su libro Señales
de Indoamérica, escribió:
Desfilarán ciudades, rostros de amigos
entrañables, los nuevos encuentros humanos y estéticos. Buscaremos adentrarnos
en las ideas que inquietan, conturban y alientan a Indoamérica. Nos
empecinaremos en llegar hasta las formas míticas de nuestro arte indígena para
tener una imagen más clara de nuestro pasado y asentar los pies, entonces sí,
en la poderosa fuerza telúrica. Volveremos sobre el diálogo intelectual,
escudriñando qué tesis sacuden ahora el sentimiento de los escritores
indoamericanos. Será un reencuentro con problemas que nos son comunes, que nos
atan, que nos dan perfil de continente. Estaremos buceando en el alma de estos
pueblos para identificarnos con el afán continental de las luchas del futuro (Morales Benítez, 2000, pág. 37).
Sobre la intensidad y frecuencias de sus exploraciones
exclamó el escritor Jaime Paredes Pardo: “Este
don Otto Morales Benítez padece de una enfermedad incurable y envidiable: el
morbo de los viajes. Es un hombre de caminos y mapas, y el horizonte le afiebra
los ojos” (Morales Benítez, 2000, pág. 17).
Cuando se desempeñaba como Ministro de Trabajo, en
1959, fue comisionado por el presidente Alberto Lleras para viajar a Puerto
Rico. El Presidente quería que se informara sobre la estrategia de extinción de
tugurios que se estaba desarrollando en la isla con evidente éxito. Al gobierno
colombiano le preocupaba el drama de la vivienda: las demandas en Chambacú,
Cartagena, y la intensidad del conflicto en Cali, por la presión sobre los
terrenos ejidales, eran una bomba de tiempo. Los desplazamientos por la
violencia obligaban a las familias a construir viviendas en sitios inadecuados
y con materiales de desecho. La tensión era preocupante. Pero, además, OMB
estaba interesado en comprobar el funcionamiento de la “Escuela de Estudios
Sindicales y Cooperativistas”, en la Universidad de Puerto Rico. El viaje lo
realizó con su esposa Livia. Se encontraban descansando en el hotel cuando
recibieron una extraña llamada:
– Don Otto, cuénteme una cosa: ¿todavía
tiene interés en José Carlos Mariátegui?
Mi respuesta es
entre asombro y timidez:
– Por favor:
¿quién me habla?
– Mire, don Otto,
Luis Muñoz Marín lo saluda. Cuando usted publicó su libro Estudios críticos,
hace varios años, lo leí con devociones intelectuales. Recuerdo que usted daba
una nueva y cabal estampa de Mariátegui. A quienes hemos mantenido afanes por
el destino del continente, ese era un hombre de esencial pensamiento. Por ello,
le pregunto hasta dónde han avanzado sus estudios.
No puedo dejar de
consignarlo aquí: me sentí conmovido con un saludo que volvía sobre mis
preocupaciones. Era un maravilloso despertar para evocar mi lucha intelectual.
Entonces, le respondo:
– Señor
Gobernador: gracias por un saludo tan cálido y de tan singulares muestras de
solidaridad. Ese libro lo publiqué en 1948 (Morales Benítez, 2000, pág. 656).
Había llamado el gobernador de la isla, Luis Muñoz
Marín, destacado poeta, periodista, orador y luchador contra la miseria que
agobiaba a Puerto Rico. Los invitó a su casa y allí departieron en torno de la
poesía de Barba-Jacob, sobre la vida del maestro Valencia, sobre las experiencias
del Frente Nacional en Colombia y acerca de la vida social y cultural de Puerto
Rico.
La práctica en la Universidad fue muy enriquecedora.
OMB participó en algunos cursos para sindicalistas y cooperativistas. “Convinimos que asistiría a los cursos, sin
hacer mención a mi categoría de ministro. No conocerían esta circunstancia, ni
los profesores, ni los alumnos. Para mí tenía especialísimo interés el
comprobar cómo era la metodología y cómo percibían las enseñanzas. Eran gentes
ya con una trayectoria en la lucha obrera y, los otros, con experiencia en
diversos tipos de cooperativas” (Morales Benítez, 2000, págs. 676-677).
Sobre esta base pensó en implantar en Colombia este tipo de educación no
formal. Al regresar se diseñaron los cursos en la Universidad Nacional. “Creía que los obreros y los
cooperativistas, sin formación media, tenían derecho a disfrutar del privilegio
de compartir el campus universitario con personas que seguramente en el futuro,
serían dirigentes nacionales. Conté con el apoyo del presidente Lleras, del
ministro de Educación, del Rector de la Universidad. Logré comprometer a los
más calificados exponentes del derecho laboral y de la contaduría para que nos
dictaran los cursos”(Morales Benítez, 2000, pág. 677).
En 1961 viajó a Chile a una conferencia de
parlamentarios para analizar varios problemas: el armamentismo en Indoamérica,
que era preocupante; las relaciones con los organismos que controlaban los
préstamos internacionales y la necesidad de vigorizar la democracia mediante partidos
fuertes. Fue escogido para clausurar la conferencia con Radomiro Tomic, quien
fue candidato a la Presidencia de Chile, éste era un formidable orador. Luego
visitó, en una rápida gira, los países de Perú, Argentina y Brasil. Llegó a
Ecuador en 1962 y fue recibido por el ingeniero sueco J. Holger Graffman y su
esposa Julie, amigos con quienes había disfrutado el goce estético ante el
arte, la literatura y la naturaleza. Los unía, además, el amor por nuestro
continente. Estos amigos le mostraron el pueblo ecuatoriano y su paisaje.
En la casa de Graffman, en Suecia, se adelantaron
conversaciones para conseguir la paz en la Segunda Guerra. Se convirtió en
excelente inversionista. Tenía negocios en varios continentes y propiedades en
el Ecuador. OMB fue su abogado para varias consultas de altísima dificultad
jurídica. Al respecto doña Julie de Graffman recuerda en sus memorias
publicadas en 1995: “Regresamos a
Guayaquil el 5 de abril... Holger nos llevó a Playas ya que Otto Morales y Luis
Olmedo, de Colombia, estaban de visita y nosotros tuvimos una agradable fiesta.
El 12 de abril regresamos a Quito. Holger tenía que reunirse con varios
abogados. Latinoamérica es terrible con los abogados. Y pocas veces se
encuentran abogados honestos como don Otto”(Morales Benítez, 2000, pág.
546).
Conoció al novelista y poeta ecuatoriano Adalberto
Ortiz quien en 1942 ganó el Premio Nacional del Ecuador con su novela Juyungo, de éxito internacional. Con él
pasó varias horas en Guayaquil discutiendo sobre sus textos y hablando acerca
de la realidad social del Ecuador. Disfrutó de la grata compañía de Alfredo
Pareja Diezcanseco autor de La hoguera
bárbara (vida de Eloy Alfaro). Con este escritor había compartido muchos
momentos en Bogotá y Puerto Rico y ya le había expresado que sus novelas
conmovían por su significado en las letras del Ecuador y de Indoamérica.
En Guayaquil encontró a Cristóbal Garcés Larrea, quien
“vive en olor de literatura”. Ejerce una inmensa tarea de divulgación por medio
de su cátedra de profesor, a través de conferencias y por su papel de editor de
periódicos y revistas. En pocos hombres de letras se encuentra tanta inquietud
como en Cristóbal Garcés Larrea. Los escritores, poetas y artistas de su país,
reciben en su palabra, consagración, “los
analiza con sistemático cuidado y siempre encuentra manera de relievarlos, para
que las demás personas se inclinen hacia ellos para admirarlos” (Morales
Benítez, 2000, pág. 517). Una mañana tuvo la posibilidad de dialogar con el
presidente Carlos Julio Arosemena sobre problemas comunes a sus países. La cita
la concertó el ingeniero J. Holger Graffman, amigo del presidente. La charla se
realizó en su despacho del Palacio Presidencial y se orientó en gran parte
hacia la cuestión agraria, pues sabía que OMB había ocupado el Ministerio de
Agricultura y que, además, había sustentado el proyecto de Reforma Agraria. El
presidente Arosemena le advirtió que el latifundio era uno de los mayores
obstáculos para impulsar el desarrollo y frente a la debilidad de la industria
el poder económico se centra en la tierra. Después de una larga disertación
sobre la situación social del país el Presidente anota que lo planteado “lo encuentra en la novela y la poesía
ecuatorianas, allí se reflejan estas inquietudes sociales, que son humanas, y
la obra intelectual aquí es testimonio” (Morales Benítez, 2000, pág. 545).
El escritor Benjamín Carrión fue otro de los guías que
tuvo en Quito. Él le abrió las puertas de la ciudad con “alegría intelectual” y
le ayudó a descubrir el Ecuador. Benjamín Carrión es un gran ensayista, como
casi todos los escritores de Indoamérica, de la literatura hizo su tránsito a
la historia, al periodismo y a la política. En el campo político luchó contra
las dictaduras y como escritor logró que su nombre se incorporara a la
corriente literaria de Indoamérica. Entre sus obras se destacan: Atahualpa, Cartas al Ecuador, Nuevas Cartas
al Ecuador, Tercera Serie de Cartas al Ecuador, Santa Gabriela Mistral, San
Miguel de Unamuno, el Pensamiento Vivo de Montalvo, García Moreno el Santo del
patíbulo. Fundó la Casa Ecuatoriana de la Cultura, con sede en todos los
departamentos (Morales Benítez O., Archivo Personal).
Viajes por la
justicia social
El año 1963 fue clave en la formación de OMB porque
irrumpió en el continente con mucho vigor. Su libro Reforma agraria - Colombia campesina, publicado el año anterior,
empezó a ser estudiado en varios países. Un resumen del mismo se publicó en
Estados Unidos y fue un texto de obligada consulta en numerosas universidades,
por las expectativas que creaba la revolución cubana. Este año viajó a Europa
para asistir al Seminario de Derecho Agrario Internacional y Comparado, en la
Universidad de Florencia. El evento lo convocó el Profesor Giangastone Bolla,
quien dirigía la Rivista di diritto
Agrario y considerado como el creador del Derecho Agrario en el mundo. OMB
presentó para la discusión un texto que más tarde sirvió de base para su libro Alianza para el Progreso y Reforma Agraria
(Morales Benítez, Alianza para el Progreso y Reforma Agraria, 1964). Concluidas
las actividades académicas viajó a Ginebra para asistir al seminario de Derecho
del Trabajo, en la OIT. Luego recorrió los países de Francia e Italia.
En viaje de regreso visitó la ciudad de Nueva York y,
en Washington, participó como conferencista en The Brookings Institution y en
el seminario de Thomas Carrol sobre el palpitante tema de la reforma agraria en
Colombia y América Latina. Se entrevistó con el senador Edward Kennedy con
quien discutió sobre la ayuda externa norteamericana y en torno a los precios
de nuestras materias primas.
Fue invitado a Perú, Chile, Argentina, Bolivia, Brasil
y México para dictar conferencias sobre los problemas democráticos y la reforma
agraria en el continente.
En Perú
Cuando llegó a Lima estaban ofreciendo homenajes al
poeta César Vallejo y al ensayista José Carlos Mariátegui, dos intelectuales
que son patrimonio de la intelectualidad indoamericana. Aquí recibió el título
de “Profesor Honoris Causa” en la Universidad de San Marcos. Al recibir el
título leyó su estudio Nuevo dinamismo
socioeconómico de la democracia en América en el cual trató, entre otros,
los siguientes temas: exaltó a la Universidad de San Marcos, a la cual se le
podría considerar como la abuela de la cultura indoamericana; señaló los
caminos del derecho moderno; las constantes transformaciones del estado; el
derecho del trabajo y su irrupción contra el derecho civil; el sentido de la
intervención del estado; los viejos conceptos de democracia y el papel de la
universidad en el nuevo acontecer democrático(Morales Benítez O., 2000, pág.
85).
Además, el Parlamento peruano, en pleno, lo condecoró
con la “Medalla a la Democracia”, por su obra política en Colombia y en el
continente.
Tuvo la oportunidad de hablar muy largo con Víctor
Raúl Haya de la Torre, “uno de los
valores más inquietantes de la inteligencia americana”; la conversación
duró de las ocho de la noche a las cinco de la mañana. Se hizo un examen muy
detallado del proceso democrático en el continente. Se detuvo, especialmente,
en los aspectos sociales, país por país. Igualmente se analizó la teoría de
Haya de la Torre que acababa de publicar sobre El espacio tiempo histórico indoamericano. “Es decir, la historia se cumple en un espacio y tiempo. El de nuestro
continente es diferente al tiempo-espacio de España, de Europa, de Asia, de
África. Por ello tenemos necesidad de pensar en una historia propia. Lo otro,
nos lleva a equivocaciones”.
Al referirse a las correrías políticas que adelantaba
como candidato a la Presidencia del Perú, dice que lo preocupa que los
indígenas no están incorporados a la vida común: los separa el idioma, el mal
trato político, el no tener posibilidades de acceder a la propiedad.
Señala Haya que el político necesita tener cultura.
Sin ésta, no es posible que pueda cumplir ninguna función en el manejo del
estado. Los políticos incultos dañan la suerte del pueblo. Como no obedecen a
guías doctrinarias, al llegar al poder no saben que es lo que es acertado
hacer. El verdadero conductor, debe tener formación humanística.
Se detiene en hacer un examen del marxismo. Cree que
han sido superadas sus tesis, pues han aparecido nuevos conceptos acerca de la
materia, de la economía, del espacio, del tiempo. Para apoyar este enunciado
cita a Einstein y su teoría de la relatividad. A Werner Heinseberg, el
antideterminista; a Neils Boher otro de los “padres” de la edad atómica. Al
terminar dice: pero nada de esto tiene importancia si no hay libertad (Morales
Benítez O., Archivo Personal).
También dialogó con Luis Alberto Sánchez, Rector de la
Universidad Mayor de San Marcos, quien disertó profundamente sobre la
producción literaria de Indoamérica.
“Nadie con tanta información, y con una visión tan generosa sobre cada uno de
los autores americanos”. Luis Alberto Sánchez insistió demasiado en que,
como Rector de la Universidad de San Marcos, quería enfatizar que la
Universidad, en la época contemporánea, no se puede considerar una “isla”. Ella
aparece, y así debe actuar, en el centro del torbellino social, político y
económico. Necesita dar respuestas doctrinarias a las demandas sociales
(Morales Benítez O., 2000, pág. 51). Platicó con el arquitecto y candidato
presidencial Fernando Belaúnde Terry, quien se interesó por la experiencia
bipartidista de Colombia.
Visitó Machu Pichu, la “Ciudad Perdida de los Incas”,
y anotó que “venimos con los ojos
asombrados, con nuestra sensibilidad despierta para entender la grandeza del
mensaje de los incas, para registrar, como uno de los actos fundamentales, la
creación de una cultura que pretendió destruir, implacablemente, el
conquistador español”(Morales Benítez O. , 2000, pág. 62)
En Chile
Llegó a Santiago invitado por la Universidad de Chile
para hablar sobre Reforma Agraria, tema propuesto por el presidente Alessandri.
La campaña presidencial estaba candente, los más fuertes candidatos eran: Julio
Durán, Salvador Allende, Eduardo Frei y Radomiro Tomic. Dialogó con el abogado
y senador radical Julio Durán. Conversó con Radomiro Tomic, uno de los
dirigentes y pensadores del movimiento de la Democracia Cristiana. Tuvo la
posibilidad de intercambiar ideas y puntos de vista con el senador Salvador
Allende, quien dirigía la coalición de izquierda.
Sobre esta charla escribió: “Allende confía en su triunfo. Nos lo dijo en el salón donde los
parlamentarios chilenos se reúnen a la hora del té. Nos repitió su consigna de
que Chile, como América, reclamaba una gran revolución de tipo social. Esta se
debe hacer con todos los grupos que impetren los cambios en las estructuras.
Después de contarnos que no era comunista, admitió que estaba aliado con ellos,
trabajando en equipo. Parece aceptar que no es posible orientar una fuerte
transformación nacional, si no se congregan todas las gentes decididas
políticamente” (Morales Benítez, 2000, pág. 62).
En Chile se venía discutiendo intensamente el libro de
Raúl Prebisch, director de la CEPAL, Hacia
una dinámica del desarrollo latinoamericano. Sobre esta experiencia
escribió que “En este viaje hemos sido
afortunados. En dos ocasiones nos hemos encontrado con el profesor Raúl
Prebisch. Le repetimos que nos ha impresionado su juicio de que al detener el
desarrollo en Indoamérica se puede ir hacia la dictadura. Que una demora en ese
proceso conduce al autoritarismo” (Morales Benítez, 2000, pág. 134).
Con
Sergio Esteban Vélez, Belisario Betancur y Dalita Navarro de Betancur.
En Argentina
Buenos Aires le dejó profundas emociones. La ciudad
está integrada por pequeñas villas que la rodean, que se le han unido, pero que
conservan una cierta independencia. En uno de estos lugares vive el escritor
Ernesto Sábato. “En esta tarde sabatina,
empujado por nuestro asedio intelectual, nos ha hablado de su última novela Sobre
héroes y tumbas, que es imposible
conseguir en Buenos Aires, a pesar de los diez mil ejemplares editados y la
cercanía de su aparición. Sábato conversa con convicción, con resuelta actitud
mental. Es un escritor atado a su destino con el propio convencimiento de que
su misión es decir verdades ardidas, quemantes, que desuellen” (Morales
Benítez, 2000, pág. 156).
Al llegar a Buenos Aires indagó por los lugares donde
se ha refugiado el tango. “Porque no hay
ese ‘ímpetu gardeliano’ de algunas de nuestras cantinas colombianas. El retrato
de Carlitos no aparece con su sombrero italiano, su bufanda al desgaire y su
sonrisa pasteurizada, Tenemos que buscar el tango en la ‘República de Boca’,
allá, contra el río, al amparo de un ambiente discretamente bohemio. Menos de
lo que predican, en tertulias improvisadas, muchos turistas” (Morales
Benítez, 2000, pág. 158).
Un hecho llamó poderosamente su atención. En Perú, en
Chile, en Bolivia y en Argentina señalaban a José María Vargas Vila como uno de
los autores que más influencia tuvo, en una época, en el continente. Mientras “a los colombianos nos han acostumbrado a
despreciarlo: alegando siempre su mala calidad literaria, cuando, realmente, lo
que buscan ocultar es el resentimiento por su lucha anticlerical, por su
denuedo en su denuncia internacional contra la Regeneración Conservadora, por
su arriscada pendencia, desde el destierro, contra los valores de cartón que
sofocaban la libertad de Colombia”(Morales Benítez, 2000, pág. 165). En
Buenos aires las ediciones de las obras de Vargas Vila, novelas, ensayos
políticos e históricos, son frecuentes en las vitrinas. “El hábito de libertad, que sacude sus escritos, es lo que más conmueve
la sensibilidad de los lectores. Su protesta contra valores consagrados por la
gazmoñería internacional, emociona a las nuevas gentes” (Morales Benítez,
2000, pág. 166).
Cuando Raúl Alfonsín ejercía la Presidencia (1983)
recibió a OMB en la Casa Rosada. Hubo un diálogo muy amplio sobre su misión.
Señala que le ha tocado volver a implantar la democracia en su país, pues viene
la Argentina de una larga angustia de dictaduras. Éstas, han llevado al país a
dos crisis: una, que se atenta contra la libertad, ha querido estrechar las
conciencias y, desde luego, contra los gobiernos democráticos, produciendo
muchos actos de violencia por la misma represión; dos, la otra, es la
económica, durará mucho tiempo en dificultades y la concentración de la riqueza
ha sido extrema. Hay grupos económicos con demasiado poder. Esa es otra
consecuencia de las dictaduras. Lo económico llevará a muchos conflictos
sociales.
Se detiene a explicarme una tesis que se
puede comprobar en el continente: no hay golpe militar que no esté impulsado
por los civiles. Si éstos no crean un clima político para aquél; si no lo
pregonan; si no les ayudan a los militares, los generales no conspirarían. Es
decir, el origen de los golpes contra la democracia, viene de grupos –algunos
económicos– que empujan a los soldados a tomarse el poder. Esto es necesario
que se examine en el continente (Morales Benítez O., Archivo Personal).
Le preocupaba que en Colombia se extendiera el delito
de la compra de votos. Lo ha leído en la prensa y él considera que así se daña
la capacidad de decisión electoral. Si hay plata en el debate, ¿quién está
decidiendo?, ¿cuál es la voluntad popular? Los partidos deben enfrentar ese
daño político, sin vacilaciones. Condenarlo y perseguir a quien lo cometa. Y
descalificar a sus afiliados. El Liberalismo, que es el partido mayoritario,
tiene el deber de hacerlo (Morales Benítez O., Archivo Personal).
En Bolivia
La llegada a Bolivia lo sumergió en el signo dramático
de su historia y de su pueblo. Allí descubrió las causas de su dramatismo: las
guerras, sus presidentes perseguidos, la tierra cercenada, los rezagos feudales
y la riqueza minera que les dejó socavones agotados y trabajadores
empobrecidos. Para reaccionar contra esta situación se produjo la Revolución
Nacional Boliviana, en 1952, que expulsó a los militares del poder y llevó a la
presidencia a Víctor Paz Estensoro. Durante su gobierno se propuso realizar la
nacionalización de las minas, la reforma agraria, el voto universal y la
educación para todos los sectores sociales. Durante dos horas conversó con el
presidente Paz Estensoro quien habló con claridad sobre los alcances y
dificultades de la revolución, y le dejó el siguiente mensaje:
“Lo que más me entusiasma es el continuo
aprendizaje de democracia que está realizando el boliviano. El número de
reuniones que se realizan diariamente –de sindicatos, obreros y campesinos, de
comandos del M.N.R., de juntas comunales- es impresionante. Las gentes están
aprendiendo a discutir, a votar sobre cada problema. Estamos creando una
conciencia ciudadana, que antes no teníamos. Ello ha sido posible, pues la
reforma agraria ha dado oportunidad a una buena movilidad social. Hay grupos
que tradicionalmente estuvieron desposeídos y que hoy son propietarios. Ellos
están formando una clase, una clase que ya sabe cuál es su destino” (Morales Benítez,
2000, pág. 208).
OMB viajó a los llanos de Bolivia. Los llamó el
“rostro verde de Bolivia” (Morales Benítez, 2000, pág. 210). Pudo establecer,
en este viaje, el poderío minero del cobre. Como había sido Ministro del
Trabajo de Colombia, los sindicatos –que dijeron que su obra la respetaban y lo
recordaban porque había luchado por la unidad sindical– lo invitaron a donde se
extrae el cobre. Es una riqueza impresionante, pero el precio se los imponen
los Patiños –bolivianos que viven en París– y especulan con esta riqueza.
En los diferentes viajes por Bolivia, lo más
impresionante era el movimiento que se manifestaba en muchas partes. En grupos
discutían sus problemas sociales, los de la región, los nacionales, las obras
públicas, la educación. Un obrero le dijo: “Esto
es lo mejor que ha hecho la Revolución: disciplinarnos para la discusión
democrática. Antes, no opinaban sino los pequeños grupos oligárquicos. El
pueblo estaba condenado a no pensar. De este silencio, nos ha librado Paz
Estensoro” (Morales Benítez O., Archivo Personal).
Tuvo la feliz oportunidad de dialogar con el escritor
Fernando Díez de Medina, un hombre de preocupaciones universales. Fue Ministro
de Educación y más tarde fundó y dirigió la revista literaria Nova. Por sus
páginas desfilaba la Bolivia intelectual, la mítica, la de los problemas
sociales. En sus libros ha buscado las honduras tradicionales y míticas de su
pueblo. En su búsqueda encontró a Indoamérica. “Allí Fernando Díez de Medina ha cumplido una tarea de indagador y
descubridor. Con muchas de sus tesis estamos emparentados, y esta mañana hemos
vuelto a estar concordes. Indoamérica le cree como tema humano, intelectual y
político a Díez de Medina; siente la misión del continente como algo esencial” (Morales
Benítez, Obras. Señales de Indoamérica, 2000). (Morales Benítez, 2000, pág.
217).
Además, compartió muchas horas de diálogo intelectual
y político con el pintor Arnald y con los escritores Augusto Céspedes y René
Zavaleta. Cuando agonizaba su gira por Bolivia logró acercarse a la cultura de
Tiwanacu. En un sitio del altiplano, en medio de la soledad, se encuentra esta
obra impresionante: grandes edificaciones, piedras con tallas enigmáticas,
monolitos con representaciones de animales sagrados, unas puertas gigantescas
con inscripciones que aún no han sido descifradas, y templos subterráneos. “Nos paseamos con recogimiento intelectual
por estas ruinas, nos sentimos en el comienzo del mundo indoamericano. Es como
descubrir el perdido origen; lo que vemos es extraño y grandioso, apabulla con
su poder gigantesco. Nadie sabe nada, a ciencia cierta, sobre estos restos de
una cultura. Algunos dicen que es una vieja cultura aymara perdida en los
siglos” (Morales Benítez, 2000, pág. 222).
En Brasil
Viajó a Brasil invitado a un congreso agrario en la
ciudad de Belem do Pará. No oculta su deslumbramiento frente al paisaje del
país. Ni ante los contrastes que ofrecen su riqueza y su miseria. Ni la belleza
de sus mujeres. Aunque ya había estado en Brasil, lo impresionaron las
“favelas”, los “tugurios” o “villa-miserias” de Río de Janeiro. Los habitantes
de las “favelas” son una especie de desperdicios arrojados por la sociedad,
responden a la emigración rural y a la atracción que ejerce la ciudad. Encontró
mucha agitación social y demasiada inquietud política. “El presidente Goülart ha señalado la necesidad de ajustar la realidad
brasilera, siquiera, a las aspiraciones de cambio enumeradas en la Carta de
Punta del Este. Pero hasta estos principios básicos de la Alianza para el
Progreso aquí son considerados como ¡¡¡engendro del comunismo!!! En Sao Paulo
se reúne una junta nacional de terratenientes, y entre sus declaraciones
afirman que se armarán para resistir a la reforma agraria de que habla el
ejecutivo” (Morales Benítez, 2000, pág. 234).
En su viaje hacia Belem do Pará hizo una pausa en
Manaus. Aquí se reunió con el Presidente de la Asociación de Escritores
Brasileños, con el rector de la Universidad y con un grupo de profesores. El
diálogo fue vivaz, amable y profundo, se orientó hacia lo textos escritos por
OMB, en relación con el problema de la integración que contempla el Pacto
Andino. Luego la conversación giró hacia las contribuciones que América hizo a
Europa “oprimida por la miseria y el
hambre... la comida con que se alimentaba era atrozmente insípida, insulsa,
monótona”. Sobre el tema anotó que el maestro Germán Arciniegas en su libro
El continente de los siete colores:
historia de la cultura en América Latina, cuenta que no fue el oro la gran
novedad pues la mayor revolución la produjeron el tabaco y la papa, que libró a
Europa del hambre, y puntualizó:
“El maíz fue otro producto que produjo una
revolución en las costumbres gastronómicas. El chocolate americano fue la gran
revelación en los sabores. Los cambios que se operaron fueron profundos. En el
libro de Arciniegas, América
en Europa, se hace una enumeración de los
aportes de Indoamérica a Europa. En este volumen que he escrito Derecho
agrario y otros temas de la tierra, del
cual les entrego un ejemplar y que se presentará en el Congreso Agrario que se
reunirá en Belem do Pará, aparecen treinta y cuatro contribuciones
excepcionales de este lado del Atlántico al viejo continente” (Morales
Benítez, 2000, págs. 257-258).
Después de estas reflexiones sobre la cultura del
continente OMB partió, con su hijo Olympo, en un viaje por el río Amazonas.
Esta aventura estuvo plagada de emociones:
“Pues bien, llegó la hora de embarcarnos.
Arribamos al muelle. Era de una pobreza singularísima. Un tablón de madera
ligeramente aserrada nos llevaba de la orilla al barco, ‘Sobral Santos II’, con
capacidad para quinientos pasajeros y doscientas cincuenta toneladas de carga.
Llegamos a éste y encontramos demasiadas hamacas colgadas. Las gentes que
viajaban, eran campesinos de la región. Llevaban algunos de sus utensilios y de
sus animales, lo mismo que provisiones alimenticias. Era un espectáculo
realmente sorprendente. Habíamos pensado en que no sería un barco de muchas
pretensiones, por las diversas observaciones que nos habían formulado, pero que
no llegaría a ser tan humilde este rastrero.
Pero –lo declaro–
estábamos felices. Además, parte de nuestra existencia, en la época que
visitábamos las propiedades de mi padre, e, inclusive, cuando personalmente las
administré, compartimos la vida de los campesinos. Era repetir la escena sobre
el río más importante del mundo” (Morales Benítez, 2000, págs. 278-279).
A los tres días desembarcaron en Santorem, un pueblo
situado entre el río y la selva. Allí se alojaron en un espléndido hotel que
ofrecía las más suntuosas y paradisíacas comodidades. Sus huéspedes eran
personajes extraordinarios:
“Son científicos, pintores de flores y de
árboles, historiadores, antropólogos, arqueólogos, etnógrafos, cronistas de
fina percepción de lo que va aconteciendo, que se han dado cita para examinar
aspectos de la región del Amazonas. Y, en pocos minutos, está poblado el lobby,
el bar, el comedor. Hay discusiones acaloradas acerca de lo observado. Los
pintores vierten a nuevas versiones lo que traen en apuntes. El científico
vigila cada trazo. Se conversa animadamente de cada descubrimiento. Los
ornitólogos describen las aves canoras. Se traduce a los cronistas de la época
colonial y se rectifican sus observaciones, se contradicen sus afirmaciones. Se
repasan revistas de Europa y de Estados Unidos en las cuales aparecen estudios
sobre diversas materias. Es un verdadero enjambre de voces, de afirmaciones, de
tesis científicas que se transmiten. No hay un minuto de cesantía. Están
haciendo la descripción de un mundo que es alucinado para cada visitante” (Morales Benítez,
2000, pág. 288).
En el Congreso de Belem do Pará hubo varias ponencias
y mucha discusión en torno a la región del Amazonas. Hay tratados
internacionales que comprometen el manejo de esta región como de interés de la
humanidad. OMB dijo al respecto:
“Hablo de esta materia porque tengo
derecho y deber de hacerlo, como miembro de la sociedad internacional. Lo que
se haga en el Amazonas, me afecta; en segundo lugar, porque Colombia tiene
riberas en el Amazonas. Nosotros tenemos parte en el gran río, el río mágico,
el río de la humanidad. Son materias muy complejas. La ecología nos está
diciendo qué debemos hacer, cómo nos debemos proteger, hasta dónde son los
límites para la explotación. De suerte que el Derecho Agrario, no solamente se
relaciona con los problemas inmediatos de cada país, sino con los más
complejos, los relacionados directamente con el porvenir” (Morales Benítez,
2000, pág. 352).
Con
su gran amigo Belisario Betancurt.
La importancia del viaje por el Amazonas, radica en
poder denunciar varios aspectos trascendentales que planteó en el Congreso de
Derecho Agrario:
“Este no se relaciona sólo con la tierra.
Se refiere al medio ambiente, a la riqueza de los mares y de los ríos, pues hoy
se habla de la seguridad alimentaria de la humanidad. Además, el Derecho
Agrario tiene una gran connotación económica. Y el daño que se haga a cualquier
elemento de la naturaleza, atenta contra los derechos humanos. El Agrario se ha
concebido para que haya justicia en el campo y así consolidar la paz en cada
país.
Entonces, los
problemas que está suscitando el manejo del Amazonas –que interesan a la
humanidad– son parte de las inquietudes del Derecho Agrario. Morales Benítez
sostuvo varias tesis: lo del Amazonas es de proyección científica. La selva, la
riqueza de plantas, la multitud de árboles y la variedad de animales, es algo
insospechado. Los distintos grupos de pájaros, se clasifican por millares. No
hay estudios sobre la calidad de sus tierras. Se está haciendo demasiado daño.
Lo acuático en su
riqueza y variedad, tiene capitalísima importancia alimentaria. Es impresionante
su irradiación sobre la humanidad.
Las tribus
indígenas dejan muchas enseñanzas, pues no han hecho daño y, al contrario, han
conservado su contorno [...]
La “Declaración de
Manaus”, fue firmada por los países que tienen relación con el Amazonas: Brasil,
Colombia, Ecuador, Guayana, Suriman, Venezuela, Bolivia y manifiestan que uno
de los peligros es la “deuda” que autoriza a los países imperialistas a pedir
demasiadas prerrogativas, que atentan contra su supervivencia.
El Brasil cuenta
con el setenta por ciento de gente sin tierra. Las dictaduras militares de este
país, abrieron carreteras e hicieron propaganda para que invadieran y
celebraran contratos con multinacionales en el Amazonas” (Morales Benítez
O., Archivo Personal).
Terminado el Congreso de Agraristas en Belem do Pará,
viajaron hacia Olinda y Recife: Olympo iba a encontrarse con su novia, Telma
Álvarez Cabral. En Recife se recrearon contemplando la obra de la pintora
Creusa Mauricio y saboreando los poemas de Geraldino Brasil traducidos por el
nadaísta Jaime Jaramillo Escobar, X-504. Pero, además, se entrevistó con el
Arzobispo de Olinda y Recife, Helder Cámara llamado el Obispo Rojo, porque
insistía en que los católicos tenían obligación moral de participar en la
solución de los problemas sociales, por la vía pacífica. Lo perseguía la
dictadura militar. Su programa radial –que lo escuchaban nacionalmente– lo
pasaron para las 5:45 de la mañana. La reunión fue en su despacho y la acogida
demasiado cálida:
“Al abrir la puerta de su oficina, me tomó
mis dos manos y me dijo: ‘Me siento emocionado de tener en mis manos las de un
labrador que ha luchado tanto por el destino social de América Latina’.
Luego, presentó
excusas por recibirnos en un local donde tres mecanógrafas copiaban a
velocidades impresionantes, en máquinas de escribir comunes, sin ningún sistema
de silenciador. Nos dijo:
– Se ha
descubierto que es la única manera que los gobiernos no logran grabar las
conversaciones. De suerte, amigo, que así le garantizo que no será investigado” (Morales Benítez,
2000, pág. 322).
La reunión fue larga. Charlaron sobre Brasil y su
relación con el continente, les preocupaba la muerte de las ideologías que
permiten la imposición del neoliberalismo, que es la nueva racha capitalista. “Dom Helder preveía con lógica, lo que
acontecería”.
Después vendrían los diálogos estimulantes con los
escritores Gilberto Freyre y Darcy Ribeiro. Por último, en la Universidad de
Recife se le pidió que presentara una conferencia en su aula máxima. Al hacer
la presentación, el profesor Telga de Araujo recordó que Otto Morales Benítez
fue el creador de la primera asignatura de Derecho Agrario en Colombia y le
pidió que se refiriera al impacto que su aparición había propiciado en el campo
jurídico.
Al llegar a la ciudad de Bahía quedó asombrado. “Sus trescientas sesenta y cinco iglesias
–una para celebrar cada nuevo día en cada nuevo año–; sus mujeres con tan
rítmico desplazamiento, con ligero y sugestivo gesto sensual; la variedad y
picante riqueza de sus platos; la misma arbitraria integración de la ciudad,
con sus calles empinadas, otras siguiendo el curso del mar y algunas en las
alturas más singulares, le dan un encanto envolvente desde la llegada”
(Morales Benítez, 2000, pág. 360).
Al día siguiente de llegar a Bahía fue a visitar al
fabulista Jorge Amado, en su casa del barrio Río Vermelho:
“Cuando le indicamos la dirección al
taxista, nos dice a Olympo y a Telma que me acompañan:
– No sé quiénes
serán, pero deben ser personas valiosas para poder visitar al Maestro. Él es el
orgullo de la ciudad y aquí se le adora.
Nos recibe en la
puerta. Es hombre poderoso, con un cabello blanco, sobre un rostro moreno.
Tiene una bellísima guayabera carioca, que es como se viste en su casa para
escribir. El diálogo comienza rápido y chispeante. No hay ningún alarde de
pretensión. Es un ser humano cálido” (Morales Benítez, 2000, pág. 365).
Visitó a Sao Paulo, invitado por los profesores de
derecho agrario, J. Paulo Bittancourt y Fernando Pereira Sodero, para
participar en varios cursos en la Universidad. La experiencia académica fue
demasiado grata. Pero el gran momento fue la visita que hizo al “Memorial de
América Latina”. La portentosa obra arquitectónica de Oscar Niemeyer, quien
plasmó la idea de Darcy Ribeiro. Al llegar a la sala de historia quedó
vivamente impresionado por el mural de Cándido Portinari, el creador pictórico.
Sus impresiones están narradas en el siguiente texto:
“Lo que realmente me conmovió y me
compromete, es que uno de los episodios colectivos más importantes de nuestros
países, tiene similitudes completas; es el mismo episodio trascendental con
Túpac Amaru en el Perú, con Túpac Catari en Bolivia, y así podemos repetir
nombres populares de nuestro pasado de luchas, porque éstas de 1781, son un
gran antecedente de nuestras independencias. Recordamos, por ejemplo, que en el
caso colombiano, cuando José Antonio Galán, se firmaron unas capitulaciones con
el Arzobispo-Virrey, que tenía varios alcances: políticos, económicos y
sociales. En síntesis, lo que se peleaba y se buscaba era que pudieran gobernar
los mestizos, y en ello había similitudes en lo que predicaba el mural
Portinari y lo que había sucedido en Colombia [...]” (Morales Benítez,
2000, págs. 381-383).
En México
Llegó a México y anotó que llegar por primera vez a
este país es un reencuentro. “Es como si
hubiéramos vivido aquí confundidos con su pueblo en sus batallas”. Aquí lo
recibieron sus amigos de la juventud, Rodrigo Arenas Betancourt y el poeta
Germán Pardo García, entre otros. Se recrea con la enseñanza que ha dado
México: “ser fiel a su tierra, despertar una conciencia en torno a la propia, a
lo auténtico, a lo que nace de su más hondo hontanar histórico, el levantar lo
indígena como su bandera, cuando nadie quería saber de nuestro propio origen,
porque una cultura –la hispana- nos había llevado al convencimiento de que lo
nuestro no tenía ni valores ni atributos” (Morales Benítez, 2000, págs. 365).
Se emociona con la pintura, la escultura y el grabado:
“Mirando el museo Antropológico, yendo a
Teotihuacán, deteniéndose en Uxmal, caminando por galerías, alamedas y rincones
de México, se va uno explicando el sentido monumental de la pintura y de la
escultura, y el alcance de sus grabados. ¡Qué profusión de colores, qué
dimensiones colosales, que concepciones totalizadoras! No hay nada que no deje
la impresión de lo majestuoso, que no nos ponga ante lo extraordinario y
prodigioso. Esto tiene el poder de despertar apetencias culturales, incitarlo a
empresas estéticas. Nuevamente lo identifica a uno con Indoamérica: con sus
problemas, con sus colores de papagayo, con sus dolencias históricas y
sociales, con su drama humano y colectivo.
No creo que la
pintura mural de México se pueda explicar como una natural consecuencia de la
revolución. Es un razonamiento muy simple. Realmente, aquella creó las
condiciones para que, en las expresiones espirituales, surgiera el auténtico
espíritu mexicano” (Morales
Benítez, 2000, pág. 583).
El maestro Rodrigo Arenas Betancourt sirvió de guía a
OMB y a su esposa Livia en el viaje a Guadalajara. Iban tras la obra de José
Clemente Orozco. Son mil doscientos metros cuadrados de frescos y el tema es el
origen y desarrollo de Indoamérica y del mundo. Luego se dirigieron al Palacio
de Gobierno y Arenas Betancourt les ayudó a auscultar el fondo del mensaje de
Orozco: símbolos políticos. “Hidalgo
tiene en las manos una antorcha, con ella incendia y prende las banderas, es la
patria en su delirio de libertad. El conjunto tiene tal fuerza, que no podemos
desasirnos del alcance de ese mural patriótico; es parte de la historia de
México como la concebía el artista en su afán de llevarla al pueblo, para que
no olvidara su lección de rebeldía” (Morales Benítez, 2000, pág. 602). En
la Universidad de Guadalajara los frescos se encuentran en el Salón de Actos.
La temática es el hombre.
Con la grata compañía de Rodrigo Arenas Betancourt y
del escritor Carlos Ariel Gutiérrez, reanudaron el viaje hacia la gran ciudad
de Teotihuacán para confrontar, “siquiera
en mínima parte, cómo es una civilización que principia a emerger de las
ruinas, y cómo éstas explicarán el remoto ancestro cultural de un pueblo”
(Morales Benítez, 2000, pág. 604). Después el viaje por la historia lo
realizaron al Castillo de Chapultepec, donde funciona el Museo Nacional de
Historia, primer museo de historia de la nación.
Acompañados por el médico Daniel de Brigard, embajador
de Colombia en México, recorrieron el Palacio Nacional, en una visita al
presidente Adolfo López Mateos. Se detuvieron asombrados ante el fresco del
maestro Diego Rivera “que es una gran
síntesis de la epopeya del pueblo mexicano”. El presidente López Mateos los
recibió en su despacho. Se habló mucho sobre la política del gobierno y sobre
la situación del país. Más tarde el Presidente explicó el proyecto del Museo
Nacional de Antropología. Luego les habló de la reconstrucción de las grandes
obras. Teotihuacán, Palenque, Bonampak, Tenochtitlán, Monte Negro, las ciudades
mayas y otras muchas. Después, al finalizar la entrevista, el Presidente
explicó que estamos en un gran momento de la vida de Indoamérica. “Que si logramos integrarnos vamos a
recobrar nuestro paso, como conglomerado político, ante los países
desarrollados” (Morales Benítez, 2000, pág. 616). Sobre este aspecto anotó
OMB que para que se cumpla la integración se necesita:
“PRIMERO: que la historia del continente
se enseñe interrelacionada de un país a otro, pues es la única manera de
entender el destino del continente y las concordancias que vienen desde la
época precolombina. SEGUNDO: que al mencionar lo referente al pasado se valore
cómo nuestro barroco es diferente al español –que fue el modelo que se nos
envió– pues se llevaron las figuras humanas, las flores y los animales nuestros
y se volvió ‘barroco indoamericano’. Fue la primera lucha de independencia en
el continente. TERCERO: hay que crear –en las universidades de la región–
cátedras de integración para que estadistas y políticos tengan conciencia de lo
que se va a negociar. O seguirán equivocándose los delegados. CUARTO: hay que
‘releer’ a los Cronistas de Indias –quienes eran escritores oficiales para
exaltar la conquista– y entresacar las pocas referencias positivas a lo de
nuestro continente”
(Morales Benítez O., Archivo Personal).
Estudio sobre el
Caribe
OMB plantea que el Caribe no es una zona aislada,
indiferente a la tradición cultural del Continente. Invita a estudiar la región
“sin el prejuicio de que allí lo que
predomina es la vaguedad y la confusión. Es complicada su historia, su
transcurso social y las incidencias de los países centrales en su discurrir. De
allí que éstos no han dejado que tome su rumbo. Cuando éste principia a
delinearse, entonces vienen hechos exteriores que lo desvían, lo tuercen o lo
devuelven a formas que no corresponden a su destino [...] Con Indoamérica debe
operar la integridad. Somos la misma cosa” (Morales Benítez O., 1995).
Como fruto de una profunda exploración de los aspectos
históricos y culturales de América Latina y El Caribe, presenta las siguientes
reflexiones:
ü El Caribe, como
parte de Indoamérica, demanda que sus problemas se examinen interrelacionados.
Hay una base de integralidad que no puede ocultarse.
ü El signo de
Indoamérica es la libertad y la democracia, que deben operar en la cuenca.
ü A los países
continentales que son parte de la región, les urge desarrollar más conciencia
de sus deberes. Se debe diseñar una política en cada uno de ellos para
influenciar, señalar y obrar en interrelación con el destino de la comarca. Que
las islas sientan la solidaridad.
ü Indoamérica, como
tal, no puede formular nuevas políticas sin tener en cuenta al Caribe. Es la
obligación de la totalidad de sus países, tengan o no cercanía a éste.
ü Hay un mestizaje
que nos une, nos da identidad y autenticidad y obedeciendo a esos signos,
debemos comportarnos. Es el signo que nos une. No puede desconocerse, porque es
como repudiar lo que somos. Da a nuestros países una síntesis –no sólo racial-
sino totalizadora, abarcando la universidad de sus elementos.
ü El Caribe seguirá
siendo zona donde confluirán muchos y diversos intereses internacionales. Pero,
para el futuro, se debe obedecer a lo que lo singulariza, en unión con
Indoamérica.
ü Hay una tendencia
a crear una división del continente entre lo español, lo brasilero, lo del
Caribe. No debe prevalecer más: somos parte de un mismo nacimiento histórico.
Nos atan las semejanzas.
ü Han querido
mantener la creencia de que la cultura tiene un solo valor: el de la élite.
Ésta, entonces, es de la clase dominante. La otra, sin importancia y relieve,
es la del pueblo. Ese es un resabio hispanista. La cultura es una sola (Morales
Benítez O., 1995).
Como corolario Morales Benítez recuerda el siguiente
texto, del apóstol José Martí sobre nuestro destino:
“En el fiel de América están las Antillas,
que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial
contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder [...]y
si libres [...] serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la
independencia para la América española aún amenazada, y la del honor para la
gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio... hallará más
segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la
pelea inhumana que con la posesión de ellos abriría contra las potencias del
orbe por el predominio del mundo [...] Es un mundo lo que estamos equilibrando
[...]”
(Morales Benítez O., 1995).
En este largo recorrido por Indoamérica. OMB visitó
aldeas, pueblos y ciudades, interrogó al campesino, al obrero, al intelectual,
al dirigente y al jefe de estado. Se empapó de la vida económica, política,
religiosa, social y cultural de los pueblos. Todo esto le dio una visión
panorámica del continente y entendió que “América
tiene la responsabilidad histórica de existir integralmente”.
En uno de sus regresos a Colombia la prensa lo saludó
anotando que era el viajero “que había
hecho mayor agitación por la justicia social en nuestro continente”. Estos
periplos aportaron mucho en su formación y crecimiento personal, pues se metió
el continente en la cabeza. Para 1984 había recorrido a Indoamérica cuatro
veces. Viajaba para establecer cómo eran los problemas sociales en nuestros
países y para discutir teorías y puntos de vista con los pensadores indoamericanos,
con artistas y con estadistas. De este modo adquirió una amplia cultura. Se
había preparado para grandes designios.
Conclusiones
¿Por qué OMB adquirió dimensión latinoamericana y se
convirtió en un personaje que pensaba los problemas del continente? Afirmaba
que para tener conciencia de lo indoamericano, se debe luchar contra el
sentimiento de inferioridad que nos infundió España y recobrar el derecho a
manejar nuestra identidad y nuestros propios problemas. Ese complejo de
inferioridad es subyacente, aparece cuando uno menos lo imagina, en los
momentos menos oportunos, cuando se está trabajando, cuando se está pensando,
cuando se está proyectando alguna nueva iniciativa. Así desarrolló su tesis:
“Durante muchos años de vida republicana
hemos padecido una gran idolatría por el occidente. Pero, además, en los
últimos años, debido a la facilidad de las comunicaciones se ha ido creando
también una idolatría por la cultura de Estados Unidos. Hay que reconocer el
esfuerzo de este país por estar en contacto con todos los grandes problemas
científicos, tienen demasiados premios nobeles, pero el enfoque de los
norteamericanos no corresponde a lo nuestro, a nuestras realidades. Mientras
ellos son un país imperial, nosotros estamos en desarrollo y la aplicación de
sus teorías y tesis nos dañan, convierten a nuestro mundo espiritual y a
nuestro mundo político, en un galimatías sumamente grave. De suerte que no es
una lucha ni contra occidente, ni contra España, ni contra Estados Unidos desde
el punto de vista político, sino que se trata de tener conciencia de lo que nos
corresponde defender. Yo he dicho que eso podría llamarse como una especie de
nacionalismo americano, sin carácter racial y sin carácter político. Es un
nacionalismo cultural.
¿Cómo defender
nuestra posición con una visión propia, con una actitud propia? Muchos
científicos europeos y algunos filósofos crearon dudas sobre nosotros y no
hemos logrado liberarnos. Al contrario, aquí en Colombia hubo presidentes que
han repetido la tesis que en este medio tropical es imposible que se pueda
desarrollar alguna forma de cultura. A ellos se sumaron algunos viajeros que
venían representando intereses económicos de compañías internacionales y
necesitaban desacreditar el valor de nuestra tierra, desinformarnos sobre
nuestra propia cultura y conducir a que el hombre nuestro tuviera un complejo
de inferioridad, para subyugarlo y poderlo controlar económicamente.
Además, un
filósofo como Hegel nos desconoció toda capacidad intelectual. O sea, que
después del período de subyugación imperialista de España llegó la subyugación
de tipo cultural, a través del filósofo alemán. Y mucha gente en América Latina
no es capaz de librarse de esa influencia, por falta de formación” (Morales Benítez,
1998).
OMB detallaba este aspecto anotando que el Maestro
Germán Arciniegas insistía en que las tesis de Hegel acerca de América, son
negativas en cuanto a lo que éramos y qué representamos hacia el futuro.
Argumentaba que nuestra historia tiene tres períodos sumamente claros: las
sociedades prehispánicas, la conquista española y la historia nuestra, la que
nos pertenece, la que debemos defender y desarrollar que es la mestiza. Porque
la división clásica de la historia europea en Antigua, Media y Moderna no corresponde
a nuestros tiempos históricos y mientras no tengamos esto claro, tendremos
muchos complejos.
Anotaba que nos han vendido la idea que nuestro mundo
nació con la llegada de los europeos. “La
convicción de que el año de 1492 no es la iniciación de nuestra historia,
apenas comienzan nuestros estudiosos a aceptarla así. Por lo tanto, cambiará el
enfoque del pasado, más aún, en el futuro. Estamos en un comienzo de ventanas
abiertas. Es demasiado amplio el mundo que nos corresponde observar, examinar,
estudiar y ordenar. Es como que, ahora sí comenzáramos nuestro descubrimiento
real. El anterior, es de los otros: es la visión eurocentrista, que no es la
nuestra, como es elemental” (Morales Benítez O., 2000, págs. 97-98).
También insistió en que se realicen investigaciones sobre lo precolombino. “Para que valoremos, con criterios propios,
lo que es ese pasado ocultado –no descubierto por los españoles– como lo han
dicho, con eruditas precisiones, los maestros Germán Arciniegas y Leopoldo
Zea”. Anotaba que:
“Las ciencias humanas y sociales, apenas
tienen, en el continente, cincuenta años de existencia académica. En Colombia,
se ordenaron sus estudios en el gobierno de Eduardo Santos, cuando éste rescató
de las furias nazistas la vida del sabio Paul Rivet. La Arqueología en cada
aurora señala nuevos hallazgos. Ella ya permite discutir si tenemos existencia
desde hace cincuenta mil años, mientras otros afirman que sólo son veintidós
mil antes de Cristo. Recientemente, en Chile, han descubierto en la Antártida un
fósil de más de treinta mil años. Esto nos aclara el juicio en cuanto que 1492
no es el comienzo de nuestra historia. La Antropología cuando penetra en
nuestro pasado, admirable y deslumbrante, va revelando formas sociales y
culturales que dan un vigor a ese mundo aún muy desconocido. La Sociología
aclara formas de asociación, que eran poderosas y que la arremetida española no
logró ‘encubrir’ ni desaparecer. Son múltiples maneras de comportamiento. La
economía era humana, pues obedecía a explícitos y eternos principios de
solidaridad”
(Morales Benítez O., 2000, pág. 27).
Esta preocupación sobre el continente lo llevó a tener
una dimensión de lo nuestro. Se convirtió en un pensador de los problemas del
continente, pero no fue fácil rectificar teorías y plantar hipótesis. Fue un
recorrido de muchos años y de abundantes lecturas. Sus primeras preocupaciones
y su visión del continente los planteó con mucha vehemencia:
“Hace muchos años, por los cincuenta, tuve
urgencia de escribir un texto para acceder al cargo de Correspondiente de la
Academia de Historia de mi patria. Llegaba a ella, después de hacer un largo
recorrido por los estudios del Derecho y un peregrinaje devoto por la
literatura. Pero ésta la había conducido hacia un afán popular, dedicado a
examinar desvelos colectivos, sumergida en pasiones comunitarias. De esa
manera, desde las primeras inquietudes, estuve en el torbellino de los grandes
relatos creadores.
El pueblo espigaba
entre héroes, personalidades, mujeres que acompañan a los conquistadores y a
los emancipadores, y cuando los clarines resonaban en la imaginación, aquél, se
levantaba y dictaminaba. Había, igualmente, otro mandato: el que me nacía de
contemplar, en los mapas diluidos en imprecisiones de la escuela de mi pueblo,
el de nuestro continente. Me quedaba frente a ellos con devotas miradas; me
detenía en sus penínsulas; me alelaba ante la majestuosidad liquida del
amazonas y el Orinoco; me sumergía en el asombro al contemplar la inmensidad
del territorio del Brasil; me embrujaba viendo el Yucatán misterioso; me
encogía de pavor intuyendo las zonas australes; se me volvía alegría y canto el
repasar los nombres del Caribe. Así se fue integrando la visión de este
continente. Y perdonadme por todas estas referencias personales.
En la medida que
investigaba para anunciar algunas preocupaciones, el problema de nuestra
identidad se volvió obsesión, insistencia en el razonamiento, persecución y
acomodo de mi palabra. Me fueron creciendo varias tesis, que cada vez me
parecen más claras. Para llegar a ellas, naturalmente, tuve que apoyarme en el
conocimiento de otros hombres que, por diferentes caminos, habían explorado las
metas.
La primera era lo
que distinguía y conformaba étnicamente nuestro transcurso vital como
continente; el mestizaje. Desconocerlo implicaba, tanto, como negarnos. Y al
adoptar el vocablo, me olvidé de todas las otras designaciones: criollos,
cuarterones, pardocracia, etc. Quise poner en la entrada de mi discernimiento
una palabra que yo esperaba se ampliaría en significados múltiples, en
concordancias científicas, en predisposición de claridad acerca de nuestro
porvenir. El hecho es que hoy, por fortuna, esa ambición –que coincidía con la
de muchos- se ha ido cumpliendo. Nos une un vocablo al cual cada uno le va
dando nuevos significados, elasticidad desconocida, auxilios de magia y de
leyenda. Cada cual lo nutre de la propia virtud de su razonar. Y así vamos
estando concordes”
(Morales Benítez O., 1984, págs. 31-32).
El tema de la identidad fue otra de las preocupaciones
culturales de Morales Benítez. Lo trabajó continuamente. Hay demasiados ensayos
suyos en los cuales se refiere a materia tan esencial para saber qué es
Indoamérica. Él comienza –para acentuar la identidad– destacando los estudios
que se han adelantado acerca de la filosofía Inka y Náhuatl, hasta desembocar
en lo que está integrando y caracterizando una filosofía indoamericana
precolombina, que nos va dando los perfiles de la identidad cultural. “La existencia de las ciencias sociales y
humanas en la región, tienen apenas cincuenta años. Entonces, tenemos ya más
instrumentos científicos para diseñar más apropiadamente los elementos
característicos de la identidad y presentarlos con orgullo. Es destacar los
perfiles de lo que nos afianza la personalidad continental” y en este
aspecto OMB ha sido constante en su prédica de precursor.
Pero es que él tenía un pensamiento acerca de cómo se
debe integrar Indoamérica en sus diferentes aspectos. El económico –que es al
que se le ha dado más impulso– es sólo uno de sus matices. Morales Benítez
consideraba que las literaturas española y brasilera no son capítulos, ni
apéndices de la española y de la portuguesa. Juzga que no se puede excluir ni
lo español ni lo brasilero en el examen de cualquier materia del continente.
Las literaturas –española y brasilera– tienen aquí su propia personalidad. Son
autónomas y así se las reconoce ya internacionalmente. Por lo tanto,
necesitamos relievar su importancia y ponernos a buscar sus temas capitales
para darnos cuenta que en el idioma, en la realidad que se describe, en los
sueños, hay un mundo peculiar. El que nos da carácter propio en la literatura.
De suerte que, lentamente, descubrimos que OMB tiene tesis sobre los diferentes
aspectos de nuestro continente, que nos dan una calidad de suficiente jerarquía
en el mundo (Morales Benítez O., Archivo Personal).
En esta visión de largo alcance tuvo que apoyarse en
muchos autores que venían planteando los mismos problemas. Reconoce la
influencia de pensadores tan valiosos como José Carlos Mariátegui, José Martí,
Barba Jacob, Víctor Raúl Haya de la Torre, Pablo Neruda, José Vasconcelos,
Rubén Darío, Paul Rivet, César Vallejo, Romain Rolland, Juan Montalvo, Pedro
Henríquez Ureña, William Faulkner, Jorge Amado, Baldomero Sanín Cano, Leopoldo
Zea, Germán Arciniegas y otros muchos. No sigue a Mariátegui en la concepción
marxista y en su aplicación en el continente. “Más bien se inclina por la orientación democrática-nacionalista de
Haya de la Torre. Porque es a partir de esta ideología americana del
combatiente del aprismo peruano que Morales Benítez hereda estas enseñanzas: la
política sustentada en una severa doctrina ideológica, rechazo del colonialismo
mental y análisis propio de nuestros problemas inmediatos”(Carbonell Parra,
1997, pág. 154).
OMB encontró un importante faro que iluminó su vida
intelectual en la revista Cuadernos
Americanos, impulsada por un grupo de pensadores latinoamericanos: Alfonso
Reyes, Juan Larrea, León Felipe, Eugenio Imaz y Bernardo Ortiz de Montellano,
bajo la dirección del maestro Jesús Silva Herzog. El primer número empezó a
circular el 29 de diciembre de 1941, en medio de la angustia colectiva de la
guerra. Alfonso Reyes señaló los rumbos: “no
es una empresa literaria más, sino que ha sido determinada por un sentimiento
de deber continental y humano”. Y Jesús Silva Herzog, su director, anotó:
“Dentro de sus propósitos más destacados
está el de ser faro que guía la urgencia de integración de los países del
continente. Se ha puesto especial énfasis en nuestras concordancias con el
Brasil. En la cultura y en la política coincidimos en múltiples propósitos. Lo
mismo que con el Caribe. No pueden existir regiones lejanas ni, acerca de su
desenvolvimiento, puede primar la indiferencia. Porque ellas hacen parte del
interés colectivo. No están en contravía de nuestras ambiciones y han ayudado a
consolidar y fortalecer los derroteros comunes del área. Sus mensajes hacen
parte de las voces de la comarca. Hablamos el mismo idioma y participamos de
idénticos intereses. Los ascendientes son recíprocos y cada vez más activos. En
cuanto penetramos al análisis de la música amerindia o caribeña o en la
pintura, la escultura y la arquitectura precolombinas, o nos vinculamos a su
teatro, al cine, y repasamos su prensa y su producción intelectual, hallamos
las concomitancias. Somos una corriente común de mestizaje. Pero este hecho de
centrar el desvelo en Indoamérica no hace exclusiones de los otros continentes.
La solidaridad emerge ampliamente de sus páginas. El afán totalizador de la
humanidad es tesis que guía. No hay margen para la indiferencia” (Morales Benítez O.,
1995, pág. 227).
Escribió OMB que uno de los asuntos que más agitó la
revista, fue el de establecer nuestra identidad como continente. “Para ello ha mantenido encendida la visión
histórica, sin resabios chauvinistas, sin desvíos críticos, sino como una
necesidad de centrar nuestro pasado auténtico, sin pretender equivocadamente
regresar a él. Pero destacando, sin desafío, los aportes originales en el
pensamiento, en el arte, en la filosofía, en las formas políticas, en los
sincretismos religiosos, en los desvelos comunitarios” (Morales Benítez O.,
1995, pág. 230).
Estar en contacto con Cuadernos Americanos significaba relacionarse con sus
colaboradores, escritores y pensadores, del mundo. Todos ellos lanzaban ideas
que fueron asimiladas por OMB:
“Más de mil hombres; eminentes escritores
del mundo entero colaborando en ‘Cuadernos Americanos’, Alfredo L. Palacios,
Francisco Romero, de Argentina; Sara Ibáñez, de Uruguay; el ensayista literario
Hugo Rodríguez Alcalá, de Paraguay; el poeta y novelista Fernando Díez de
Medina, de Bolivia; Víctor Raúl Haya de la Torre y Luis Alberto Sánchez, del
Perú; Rómulo Gallegos y Mariano Picón Salas, de Venezuela; Germán Arciniegas,
de Colombia; Benjamín Carrión y Alfredo Pareja Díez Canseco, del Ecuador;
Fernando Ortiz, Raúl Roa y José Antonio Portuondo, de Cuba, y un buen número de
grandes intelectuales mexicanos (entre los que se debe contar Luis Cardozo y
Aragón –aunque sea guatemalteco–, Alfonso Reyes, Alfonso Caso, Sandoval
Vallarta, González Pedrero y, entre los más jóvenes, Jaime García Terrés y
Francisco Arellano Belloc); así como los escritores españoles Manuel Villegas
López, Álvaro Fernández Suárez, y los españoles que viven en México: León
Felipe, Juan Larrea, Pedro Bosch Gimpera y quien sabe cuántos más” (Morales Benítez
O., 1995, pág. 235).
Pero en el continente existía conmoción intelectual. “Se debatían orientaciones ideológicas con
las cuales se han estimulado partidos, movimientos, investigaciones sociales”.
En este clima de agitación se publicaban otras revistas que fueron guía para la
acción mental y contribuyeron a la formación intelectual de OMB. Repertorio Americano, de Joaquín García
Monge, desde Costa Rica, “recogía
multitud de voces dispares del continente. En Colombia, la Revista de
América, orientada por Eduardo Santos,
Germán Arciniegas, Gabriel García Peña y Jaime Posada, dirigían la doctrina
antidictatorial y orientaban tesis que daban aliento social a la acción
política. La Revista de Indias
dirigida, entre otros, por León de Greiff, Jorge Zalamea y Germán Arciniegas
quería introducir una revolución literaria. Sur, de Victoria Ocampo, congregaba
voces del continente y acercaba a quienes, en Estados Unidos y en Europa, se
apasionaban por las doctrinas contemporáneas” (Morales Benítez O., Colombia
y el continente, 1995).
BIBLIOGRAFÍA
CARBONELL PARRA, J. (1997). “El ensayo como salida del
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