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PRESENTACIÓN DEL LIBRO

 ABC
Tinta en el tintero 
Historia de la educación - Filadelfia 1840-1950
El 31 de Mayo se presentó el libro ABC, Tinta en el Tintero. Historia de la Educación. Filadelfia 1840-1950, ceremonia realizada en la Secretaría de Cultura.



 
 



En este nuevo libro Luis Ernesto Henao aborda uno de los temas más apasionantes de la vida de nuestros municipios, como es el campo de la educación; con la vocación de educador que lo caracteriza, y apoyado en su formación académica, el autor  tuvo la paciencia de consultar los fondos del Archivo Municipal de Filadelfia, para rastrear numerosos aspectos de esta temática: actas de visitas de los inspectores, primeros maestros, construcción de escuelas, evolución de las instituciones educativas, deserción escolar, infraestructura, recursos didácticos, exámenes finales, dotación de los establecimientos, castigos, escasez  de maestros bien formados y experimentados y textos escolares. Con este acervo documental se pudo enfrentar a la tarea de escribir la presente obra.

Al mirar la historia de las localidades se observa que es la Junta Curadora la encargada de organizar lo que tenía que ver con la instrucción pública, después esta actividad fue responsabilidad del Cabildo; era una tarea difícil, pues al revisar las actas y memorias se evidencia la constante dificultad para encontrar maestros idóneos, que supieran “leer y escribir”, y padres de familia interesados en que sus hijos “superaran las primeras letras y las cuatro operaciones”.

Durante la segunda mitad del siglo XIX casi todos los maestros llegaban de Sonsón y Abejorral pero, después de 1880, Salamina empezó a formar una buena cantidad de jóvenes que lograban terminar la escuela primaria y se ubicaban como docentes en los municipios de Pácora, Aguadas, Aranzazu, Filadelfia, Neira y Manizales. En muchas de esta poblaciones los maestros que tenían vocación, echaban raíces y alcanzaban estatus social, porque los concejos de los municipios, o las autoridades de las veredas les entregaban vivienda gratis y los padres de familia enviaban con sus hijos artículos del mercado semanal, que comprendía plátanos, yuca, arracacha, frutas, huevos, panela y gallinas; de suerte que el sueldo les quedaba libre. 

A principios del siglo XX el Maestro de Escuela ocupa uno de los rangos superiores, al lado del sacerdote y de las autoridades municipales, porque conquista el título de Don; difícil de alcanzar en esa época:
Vuestro don
Señor hidalgo
Es el don del algodón
Que para tener el don
Necesita tener algo.

En esta dirección Luis Ernesto Henao rescata en esta obra algunos nombres de maestros que merecieron este título, como Don Juan Pablo Correa, Don Jesús María Marulanda González, Doña Benedita Marulanda Correa y Doña Eladia Mejía González. Pero también nos presenta un listado de los textos de estudio que utilizaban los estudiantes, lo que ayuda a comprender la ideología y la mentalidad: el catecismo del padre Gaspar Astete; los libros de lectura, el Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño y el Tratado de Ortografía de José Manuel Marroquín.

El Manual de Carreño formó varias generaciones de colombianos porque era un compendio ilustrado de urbanidad y buenas maneras, muy práctico; y en cuanto al texto de Marroquín, nuestros padres todavía recuerdan las reglas de ortografía, que se ponían en verso para memorizarlas con facilidad:
Llevan la jota
tejemaneje,
objeto, hereje,
dije, ejercer,
ejecutorias,
apoplejía,
jergón, bujía,
vejiga, ujier.

Además, varias generaciones de estos maestros se formaron bajo la influencia de la cultura antioqueña y transmitieron a sus estudiantes el legado de estos escritores: Efe Gómez, Tomás Carrasquilla, Jesús del Corral, Tulio González, Julio Posada, Benigno A. Gutiérrez y Antonio José Restrepo. Seguramente el más conocido fue el Maestro Carrasquilla, quien echó raíces en nuestros centros de educación por los regionalismos y cuadros de costumbres y por el sabor paisa de sus narraciones. Hasta buena parte del siglo pasado era común encontrar en las bibliotecas de escuelas y colegios, novelas y cuentos de Carrasquilla: La Marquesa de Yolombó, A la Diestra de Dios Padre, Simón el Mago, El Ánima Sola y Frutos de mi Tierra.

ABC. Tinta en el Tintero, es una monografía útil para los estudiosos que deseen investigar sobre la historia de la educación en Filadelfia; especialmente sobre las primeras décadas, cuando las familias están sumergidas en el terruño porque todavía no se ha levantado la finca familiar. En ese siglo XIX a duras penas se tenía conciencia de aldea y de municipio, porque las guerras civiles mantenían a las comunidades aisladas, sumergidas en el paisaje y encerradas en unas regiones muy separadas entre sí por barreras naturales y culturales.

Cuando entramos al siglo XX y se crea el departamento de Caldas, llegan algunos cambios en la educación pues se va rompiendo la dependencia cultural de Antioquia y los planteles educativos de la región están a cargo de la Dirección de Instrucción Pública de Manizales.

La cultura cafetera creó mercado interno y unió los municipios entre sí y con la capital; esta situación fue aprovechada por la clase dirigente que buscó el progreso de la región a través de la educación y, como consecuencia, hacia 1920, el departamento de Caldas marchaba a la cabeza, en el país, en cuanto a porcentaje de alumnos de primaria, con respecto a la población total[1].

El municipio de Filadelfia también resultó favorecido con la economía cafetera y, en 1930, tenía 973 fincas, con un total de 1.382.942 arbustos de café, que produjeron 75.443 arrobas de grano de trilla. Esto se reflejaba en la situación económica y social del municipio, así como en la educación, pues en ese año tenía una población total de 10.946 habitantes y 12 escuelas oficiales[2].

Por último, deseo hacer un reconocimiento a Luis Ernesto Henao, hijo de Filadelfia, por su dedicación constante al estudio de la historia local y regional y por la difusión de sus experiencias investigativas. Esta nueva obra es una invitación a consultar los valiosos documentos que reposan en los archivos de pueblos y ciudades, que han logrado salvarse de la acción del tiempo, de las plagas y de la desidia de los funcionarios. Pero, además, el libro es una demostración del profesionalismo del autor, de la búsqueda constante de filones de investigación, para entregar los resultados de sus pesquisas e indagaciones, a la patria chica, a sus alumnos, colegas y lectores.

ALBEIRO VALENCIA LLANO


[1] Gutiérrez, Ernesto. Manizales Centro Universitario. En: Manizales. Ciudad Universitaria. Imprenta Universidad de Caldas, 1990, p. 6.
[2] Arango Villegas, Rafael. Los municipios de Caldas en 1931. Imprenta Departamental, Manizales, 1932, p. 95.
 

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