ABC
Tinta en el tintero
Historia de la educación - Filadelfia 1840-1950

En este nuevo libro Luis Ernesto
Henao aborda uno de los temas más apasionantes de la vida de nuestros
municipios, como es el campo de la educación; con la vocación de educador que
lo caracteriza, y apoyado en su formación académica, el autor tuvo la paciencia de consultar los fondos del
Archivo Municipal de Filadelfia, para rastrear numerosos aspectos de esta
temática: actas de visitas de los inspectores, primeros maestros, construcción
de escuelas, evolución de las instituciones educativas, deserción escolar,
infraestructura, recursos didácticos, exámenes finales, dotación de los
establecimientos, castigos, escasez de
maestros bien formados y experimentados y textos escolares. Con este acervo
documental se pudo enfrentar a la tarea de escribir la presente obra.
Al mirar la historia de las
localidades se observa que es la Junta Curadora la encargada de organizar lo
que tenía que ver con la instrucción pública, después esta actividad fue
responsabilidad del Cabildo; era una tarea difícil, pues al revisar las actas y
memorias se evidencia la constante dificultad para encontrar maestros idóneos,
que supieran “leer y escribir”, y padres de familia interesados en que sus
hijos “superaran las primeras letras y las cuatro operaciones”.
Durante la segunda mitad del
siglo XIX casi todos los maestros llegaban de Sonsón y Abejorral pero, después
de 1880, Salamina empezó a formar una buena cantidad de jóvenes que lograban
terminar la escuela primaria y se ubicaban como docentes en los municipios de
Pácora, Aguadas, Aranzazu, Filadelfia, Neira y Manizales. En muchas de esta
poblaciones los maestros que tenían vocación, echaban raíces y alcanzaban
estatus social, porque los concejos de los municipios, o las autoridades de las
veredas les entregaban vivienda gratis y los padres de familia enviaban con sus
hijos artículos del mercado semanal, que comprendía plátanos, yuca, arracacha,
frutas, huevos, panela y gallinas; de suerte que el sueldo les quedaba libre.
A principios del siglo XX el
Maestro de Escuela ocupa uno de los rangos superiores, al lado del sacerdote y
de las autoridades municipales, porque conquista el título de Don; difícil de
alcanzar en esa época:
Vuestro don
Señor hidalgo
Es el don del
algodón
Que para tener el
don
Necesita tener
algo.
En esta dirección Luis Ernesto
Henao rescata en esta obra algunos nombres de maestros que merecieron este
título, como Don Juan Pablo Correa, Don Jesús María Marulanda González, Doña
Benedita Marulanda Correa y Doña Eladia Mejía González. Pero también nos presenta
un listado de los textos de estudio que utilizaban los estudiantes, lo que
ayuda a comprender la ideología y la mentalidad: el catecismo del padre Gaspar
Astete; los libros de lectura, el Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño
y el Tratado de Ortografía de José Manuel Marroquín.
El Manual de Carreño formó varias
generaciones de colombianos porque era un compendio ilustrado de urbanidad y
buenas maneras, muy práctico; y en cuanto al texto de Marroquín, nuestros
padres todavía recuerdan las reglas de ortografía, que se ponían en verso para
memorizarlas con facilidad:
Llevan la jota
tejemaneje,
objeto, hereje,
dije, ejercer,
ejecutorias,
apoplejía,
jergón, bujía,
vejiga, ujier.
Además, varias generaciones de
estos maestros se formaron bajo la influencia de la cultura antioqueña y
transmitieron a sus estudiantes el legado de estos escritores: Efe Gómez, Tomás
Carrasquilla, Jesús del Corral, Tulio González, Julio Posada, Benigno A.
Gutiérrez y Antonio José Restrepo. Seguramente el más conocido fue el Maestro
Carrasquilla, quien echó raíces en nuestros centros de educación por los
regionalismos y cuadros de costumbres y por el sabor paisa de sus narraciones.
Hasta buena parte del siglo pasado era común encontrar en las bibliotecas de
escuelas y colegios, novelas y cuentos de Carrasquilla: La Marquesa de Yolombó,
A la Diestra de Dios Padre, Simón el Mago, El Ánima Sola y Frutos de mi Tierra.
ABC. Tinta en el Tintero, es una monografía útil para los
estudiosos que deseen investigar sobre la historia de la educación en
Filadelfia; especialmente sobre las primeras décadas, cuando las familias están
sumergidas en el terruño porque todavía no se ha levantado la finca familiar.
En ese siglo XIX a duras penas se tenía conciencia de aldea y de municipio,
porque las guerras civiles mantenían a las comunidades aisladas, sumergidas en
el paisaje y encerradas en unas regiones muy separadas entre sí por barreras
naturales y culturales.
Cuando entramos al siglo XX y se
crea el departamento de Caldas, llegan algunos cambios en la educación pues se
va rompiendo la dependencia cultural de Antioquia y los planteles educativos de
la región están a cargo de la Dirección de Instrucción Pública de Manizales.
La cultura cafetera creó mercado
interno y unió los municipios entre sí y con la capital; esta situación fue
aprovechada por la clase dirigente que buscó el progreso de la región a través
de la educación y, como consecuencia, hacia 1920, el departamento de Caldas
marchaba a la cabeza, en el país, en cuanto a porcentaje de alumnos de
primaria, con respecto a la población total[1].
El municipio de Filadelfia
también resultó favorecido con la economía cafetera y, en 1930, tenía 973
fincas, con un total de 1.382.942 arbustos de café, que produjeron 75.443
arrobas de grano de trilla. Esto se reflejaba en la situación económica y
social del municipio, así como en la educación, pues en ese año tenía una
población total de 10.946 habitantes y 12 escuelas oficiales[2].
Por último, deseo hacer un
reconocimiento a Luis Ernesto Henao, hijo de Filadelfia, por su dedicación
constante al estudio de la historia local y regional y por la difusión de sus
experiencias investigativas. Esta nueva obra es una invitación a consultar los
valiosos documentos que reposan en los archivos de pueblos y ciudades, que han
logrado salvarse de la acción del tiempo, de las plagas y de la desidia de los
funcionarios. Pero, además, el libro es una demostración del profesionalismo
del autor, de la búsqueda constante de filones de investigación, para entregar
los resultados de sus pesquisas e indagaciones, a la patria chica, a sus
alumnos, colegas y lectores.
ALBEIRO VALENCIA LLANO