MARMATO. UN PUEBLO ANCLADO EN UNA MONTAÑA DE ORO
Por
Albeiro Valencia Llano
Doctor
en Historia
RESUMEN
Los antiguos pobladores
de Marmato pertenecían a la gran nación de los indios ansermas, de la provincia
de Umbra; eran buenos agricultores, pero también explotaban las minas de oro.
Los españoles invadieron la región desde 1539 y se fueron apoderando del
territorio, diezmaron la población aborigen y tuvieron que traer esclavos de
África. Después de la independencia entraron los ingleses quienes compraron
minas de oro y plata, trajeron maquinaria moderna y contribuyeron al
crecimiento económico de la región, especialmente de los municipios de Supía,
Riosucio y Marmato.
Pero el oro se fugaba
para Inglaterra y a los pobladores de Marmato solo les quedaba la escoria. Esta
misma historia se repitió durante todo el siglo XIX; salieron los ingleses,
pero quedaron los empresarios colombianos que se apropiaban de las ganancias, y
en Marmato dejaban la miseria. Hoy la situación es peor porque las multinacionales
quieren destruir el pueblo para sacar el oro: Intentan cambiar el paisaje,
borrar el patrimonio cultural y destruir el “Pesebre de Oro de Colombia”.
Palabras
clave: Marmato,
minas de oro, esclavos, Pueblo de Oro, empresas mineras.
MARMATO, A TOWN BUILT ON A GOLDEN
MOUNTAIN
SUMMARY
Marmato’s ancient
inhabitants belonged to the great Indian nation of the Ansermas, from the
province of Umbra; they were good farmers, but they also took advantage of the
gold mines. The Spanish started invading the region in 1539 and took over the
territory, they diminished the indigenous population, and brought over slaves
from Africa. After the independence, English businessmen bought gold and silver
mines, they brought over modern machinery and contributed to the region’s
economic growth, particularly the municipalities of Supía, Riosucio and
Marmato.
But the gold was going
away to England and Marmato’s population was left with the slag. History
repeated itself all throughout the 19th century; the Englishmen left, but then
Colombian businessmen took over the earnings leaving Marmato in misery. Today
the situation is even worse, multinationals want to destroy the town to take
the gold: they want to change the landscape, erase the cultural heritage, and
destroy “Colombia’s golden nativity”.
Key
words: Marmato,
gold mines, slaves, golden town, mining companies.
MARMATO. UN PUEBLO ANCLADO EN UNA
MONTAÑA DE ORO
Marmato, la población
minera (Foto de María Cristina Arango Mejía).
Esta población y toda
la zona minera pertenecía a la gran nación de los ansermas (provincia de
Umbra), cacicazgos confederados que por el norte se extendían hasta las tribus
de los caramantas y por el sur cobijaban el valle del río Risaralda. Los
primeros invasores españoles que llegaron a la región fueron las tropas de
Sebastián de Belalcázar y Jorge Robledo, en 1536, y posteriormente, el Oidor
Juan Vadillo, quien pasó por aquí, con un gran ejército, en 1538.
Después de la fundación
de Santa Ana o Anserma, el 15 de agosto de 1539, se inició el reconocimiento o
exploración del territorio con el fin de someter las comunidades indígenas y
arrebatarles los objetos de orfebrería. Se sabe que los soldados de Robledo,
Ruy Vanegas, Melchor Suer de Nava y Martín de Amoroto, salieron de Santa Ana a
explorar las tierras de los indios pirsas y sopías, y varios soldados se fueron
asentando en el llano de La Vega y le dieron el nombre de Real de Minas de La
Vega. Esta fue la base para fundar años después el pueblo de Nuestra Señora de
la Candelaria de la Vega de Sevilla, que no prosperó y se convirtió en un
caserío (Gärtner, 2006, pág. 26).
Desde la invasión o
conquista se fue reconociendo la zona entre Quiebralomo, Supía y Marmato, como
un importante distrito minero, desde que el conquistador Gómez Hernández
organizó una expedición hacia Caramanta, desde Anserma, y encontró numerosas
minas. Este conquistador fue muy cercano a Jorge Robledo quien le confió una
expedición al Chocó, pero le fue muy mal. El cronista Cieza de León lo
caracterizó de especialmente cruel porque dio muerte a los caciques Ocuzca y
Humbraza. Fue acusado de varias faltas y en las Instrucciones se lee que “El Capitán Gómez Hernández es tan carnicero
que ha muerto en la provincia de Ancerma mucha cantidad de indios e indias y
niños y ha hecho otros muchos malos tratamientos”; por estos hechos el
licenciado Briceño lo condenó a la pérdida de todos los indios de su encomienda
(Robledo, 1984, pág. 219).
El cerro de Marmato y
toda la región van tomando reconocimiento en la medida en que avanza el control
por parte de las autoridades españolas, lo que se deduce de la siguiente
Memoria, de D. Francisco Guillén Chaparro, firmada en Santa Fe, el 17 de
febrero de 1583.
A otro lado del cerro
de Quiebra-Lomo hay otro río que llaman Zupiasí, que esabajo de las minas
dichas; ansimesmo sacan oro. A dos leguas y media deste cerro hayotras minas
que llaman del Río Grande [el Cauca], tierra muy poblada de muchos cañaverales
e pásase un pedazo de montaña; es un cerro altísimo. El oro que aquí se saca es
oro el marmato, que llaman; tiene de ley nueve, diez y once quilates, que sale
destas leyes. E más abajo destas minas hay otras en que también se saca oro más
bajode ley y a un tiro de arcabuz deste cerro del Marmato hay otro cerro,
asimesmo muy alto, que se saca oro en él por socavones, que así los tenían
hechos los naturales cuando los españoles entraron; tiene de ley catorce
quilates y a diez y seis quilates.Asimesmo hay otro cerro a tres leguas de las
minas de Quiebra-Lomo que llaman el cerro de Picara, sácase oro en él; tiene
diez y siete e diez y ocho quilates. A dos leguas deste propio cerro hay otras
minas que llaman de Mapura; sácase muy buen oro de diez y ocho quilates; hay en
este cerro muy pocas aguas e como no llueva sácase pocooro. Una legua destas
dichas minas hay otras que se ha sacado y saca muy buen oro, que se llaman las
minas de Guacayca; tiene de ley veinte y dos quilates y medio y es oro granado.
Hay también en el cerro de Quiebra-Lomo minas de azogue. Abajo destas minas hay
algunas zabanas, donde se cría ganado vacuno e yeguas. En la dicha ciudad pasa
por un lado del cerro donde está poblada, un río que llaman de Zupinga; es río
muy pedregoso y va ahocinado; e por la otra banda va una quebrada. Bébese en el
pueblo de fuentes que hay a los lados del pueblo; hay las mismas frutas que en
el propio Cartago; el cielo de aquel
pueblo, es que hay muchos serenos y llueve mucho y caen muchos rayos y hay
grandes truenos e relámpagos y han muerto gentes(Guillén, 1983, pág. 314).
LA
MANO DE OBRA INDÍGENA
A la preocupación
inicial por el saqueo sucede la necesidad de disponer de mano de obra nativa,
lo que lleva a la institución de la encomienda, entendida como
Un favor real sobre
una porción de los nativos concentrados en colonias cercanas a los españoles,
con la obligación de instruirlos en la religión cristiana y en los rendimientos
de la vida civilizada, defenderlos en sus personas y propiedades, junto con el
derecho de solicitarles tributo o trabajo a cambio de estos privilegios(Charence H., 1966).
Algunos autores han
definido dos períodos en la encomienda. El primero es el de los “servicios
personales”, que establecía una relación español-indio, en la que el indígena
laboraba directamente en las empresas de su encomendero; esta forma de encomienda
se aplicó concretamente en la etapa de conquista. La segunda modalidad de la
encomienda era de tributos, que se convirtió en impuesto a la Corona; de allí
surgió la necesidad de reducir al indio en resguardos para intensificar la
producción. De este modo el tributo real podía ser cedido a los encomenderos
después de que las autoridades fijaran el monto del mismo, por lo tanto se
convirtieron en rentistas.
En la rica región
minera de Quiebralomo, Supía y Marmato, se establecieron las encomiendas, principalmente,
con el objeto de adquirir mano de obra para las minas y para obtener tributos
en oro; por ello las encomiendas eran más abundantes alrededor de los distritos
mineros.
Pero también se
institucionalizó la mita, otra forma de repartimiento o alquiler forzoso de
indios por parte de las comunidades (González, 1977, págs. 19-21). Es de origen
precolombino y significaba que un grupo de indios tenía el deber de trabajar
por turnos para un señor o cacique, pero sin remuneración. Cuando los españoles
institucionalizaron la mita le introdujeron el pago en dinero por el trabajo,
para que los aborígenes pudieran pagar los impuestos a la Corona española y
para el sustento diario. Hubo mita para el servicio doméstico, para el
pastoreo, para las labores agrícolas (concierto agrario) y, la más difundida,
que fue para el trabajo en la minería.
(Foto de María Cristina Arango Mejía).
(Foto de María Cristina Arango Mejía).
Hay que tener en cuenta
que los españoles que llegaron desconocían las técnicas mineras e incluso los
métodos más sencillos del lavado de oro y encontraron que la mayoría de los
campos mineros eran explotados por los indígenas que habían desarrollado
técnicas primitivas pero adecuadas; abrían socavones verticales o inclinados
utilizando como herramientas, macanas endurecidas al fuego y el mineral era
sacado en canastos y triturado en pilones de piedra, separando el oro por medio
del lavado en una batea de arcilla o de madera (West, 1972, pág. 51).
LOS
ESCLAVOS
Hacia el año 1600 había
disminuido bastante la población aborigen debido a las enfermedades, a la
encomienda, a la mita y a las migraciones hacia la región del Chocó, por lo
tanto a los españoles que explotaban minas no les quedó otra opción que comprar
esclavos traídos de África. En 1634 llegó el Capitán Jacinto de Arboleda,
alcalde de Anserma, para explotar las minas de Marmato, con una cuadrilla de 40
esclavos. Al analizar el atraso con que explotaban estas minas, decía Vicente
Restrepo(Restrepo, 1979, pág. 72):
La labor de dicho
cerro ha sido siempre y es desmontar las vetas-ramas y criaderos y echar la
tierra a la quebrada con pilas de agua, de cuyo beneficio y labor ha resultado
perderse la mayor parte de aquel oro, por ser volador y llévanselo las pilas de
agua: la causa principal porque se desampararon dichas minas y no se ha hallado
modo de coger dicho oro.
Con el fin de evitar la
pérdida de oro el Capitán hizo construir un ingenio, de lo cual resultó un
aumento a los quintos reales de más de 400 pesos al año. Para demostrar el
cuidado con que dirigió la explotación minera se anota que el fundidor y
ensayador de la Real Caja de Anserma, certificaba (1644) que en tres años don
Jacinto de Arboleda había llevado a fundir “más
de doce milpesos de oro que saca de sus minas, y sin esta cantidades más de
otra tanta laque diferentes personas han fundido del oro que saca dicho
capitán”(Restrepo, 1979, pág. 72).
Ante estos éxitos se le
concedieron otras minas en el cerro del Pantano a condición de hacer dos nuevos
ingenios; para enfrentar la nueva explotación compró otros 25 esclavos por
11.000 patacones. En 1659 poseía 53 esclavos –la mayor cuadrilla de la
provincia– y en 1671, según su testamento, tenía93. Como las explotaciones
mineras necesitaban el empleo masivo de mano de obra esclava, los dueños de
minas que se movían en diferentes sectores económicos tenían mejores
posibilidades de sostenerse y afianzarse.
La llegada de nuevos
mineros y el estímulo a los empresarios locales, produjo una expansión en los
niveles de explotación del oro, lo que llevó a registrar durante el período
1629-35, en la Caja Real de Cartago, cerca de 190.000pesos de oro, la mayor
parte del cual procedía de las minas de veta de Anserma(West, 1972, pág. 20).
La labor de los
Arboledas continuó; aún en 1706 eran ellos los que más minas explotaban en
Marmato, y en dicho año trasladaron algunas cuadrillas para explotar el mineral
en el Chocó.
En el futuro el cerro
de Marmato se fue convirtiendo en el punto de referencia de toda la región
minera, lo que se deduce del siguiente informe (aunque se desconoce la fecha
exacta de la relación de los hechos):
El cerro de Marmato
es el más elevado, mirado desde aquel llano, como capitán de los otros cerros.
Es todo de oro, desde el copete hasta su cimiento. Éste lo posee don Agustín de
Castro, vecino y minero de aquel sitio; llámase dueño de él contra las reglas
que prescriben las Ordenanzas Reales de Minas, en tomo de a folio dedicado a
nuestro Católico Monarca, el Señor don Carlos III (que Dios guarde), donde se
le dan a los mineros de vetas, un frente de 60 varas o sean 100. Tiene de ancho
este cerro, por el lado del sitio, más de media legua; y por el lado de Cauca,
más de legua, y otro tanto de altura, porque por dicho lado de Cauca se va
extendiendo y haciendo sus ensilladas o placeres y se abre más de los costados.
Tiene aguas superiores con las que se han hecho muchos desmontes que llaman
allí pilas, recogiendo las aguas a manera de estanque y soltándolas de golpe,
con lo cual aquel ímpetu y descenso roza los arbolillos y superficie de la
tierra, dejando a manifiesto las vetas de oro para escoger la más hermosa, como
lo han hecho los mulatos de Quiebralomo muchas veces; pero el Don Agustín de
Castro, indigesto y avaro, luego que sabía que se había descubierto alguna veta
rica, lanzaba y perseguía a la gente, hasta que ha conseguido desterrar a
todos, cuando no se le perjudicaba en nada, por la dilatación del cerro y suma
distancia de labores, y como aquellos pobres no tienen razones ni medios para
quejarse de don Agustín de Castro, por verlo con 80 o más negros, alcalde
ordinario los más años, elegido por los de la ciudad de Anserma, por compadre
de unos y menesteroso de otros, se sale de allí con cuanto quiere, y siendo
notoria la multitud de oro que este hombre ha sacado, no se ve jamás libre de
crecidos empeños y pleitos que sostiene con vigor, para salirse con sus ideas (Archivo General de Indias, 1983,
pág. 473).
Pero el cerro de
Quiebralomo también era rico en oro a juzgar por la siguiente relación:
Quiebralomo está
enfrente del cerro de Marmato: se ven sus caras desde el llano y pueblo de
Supía, que está a la cabecera de dicho llano, como se ve con el mapa; llámase
Real de Quiebralomo, y tomó este nombre de un buey que subía de aquellas
honduras, cargado de oro (que para este ministerio lo tenían) y aconteció que a
dicho buey se le quebró el espinazo con las cargas que le ponían y dijeron: al
buey se quebró el lomo, y de aquí es que sea Quiebralomo; llámase real, por ser
no solo real de minas, más también por ser realengo. Aquí hay igual riqueza que
en el Marmato, tanto de oro de vetas como del corrido, y en las calles de esta
parroquia (muy numerosa de mulatos y mestizos y otras gentes libres), hay oro
en todo el pueblo. A un lado de esta parroquia están las minas del Morado, y se
llama así porque aquel oro sale negro como astillas de las que caen en una
fragua del hierro que trabajan los herreros. Al principio que se descubrieron
estas minas hallaban entre la tierra unas como escorias de fraguas y las
nombraban cabezas de negro, por ser a su similitud y encrespadas, y las
arrojaban por ver aquellos terrones negros y no sabían lo que era, y eran
terrones de oro a lo que llamaban cabeza de negro (Archivo General de Indias, 1983,
págs. 474-475).
Esta riqueza, más la
abundancia de minas en la Vega de Supía, estimularon la llegada de nuevos
empresarios con sus cuadrillas que eran llamados “Señores de minas y de
cuadrillas de esclavos”; pero en esta región por las facilidades para disponer
mano de obra indígena llevaron a un retardo en el desarrollo de las cuadrillas
de esclavos, sin embargo la diezma de la población aborigen y la riqueza minera
produjeron, desde principios del siglo XVII, la penetración de mineros y sus
cuadrillas, los cuales tenían una mentalidad más empresarial que los
encomenderos de la región.
Es propio de la zona
que los indígenas se dediquen a pagar sus tributos en especie para alimentar
las cuadrillas, fenómeno que se produce generalmente cuando el dueño de minas
es encomendero; en caso contrario,el señor organiza su entable adquiriendo junto
con las minas, tierras para hatos, caña dulce y trapiches, para las necesidades
de sus esclavos.
La evolución de las
cuadrillas es lenta; para1627 en la Vega de Supía, Marmato y Quiebralomo sólo
existían 29 cuadrillas de las cuales dos estaban compuestas por 29 y 36
esclavos, mientras que el resto eran integradas por menos de 10 cada una; el
total de esclavos era de 234, y aún trabajaban en las minas 100
indios(Colmenares, 1975, pág. 300). El número de mineros fue aumentando,
desaparecieron los pequeños yse formaron grandes cuadrillas de más de 50
esclavos cada una, hasta terminar el siglo XVII.
El desarrollo de
grandes cuadrillas se debió a la penetración de “señores de minas y
cuadrillas”, de Popayán, quienes poseían al mismo tiempo explotaciones en
Chocó, Anserma, Quiebralomo, La Vega y Marmato, lo que les permitía trasladar
constantemente las cuadrillas dependiendo del clima, los abastecimientos o la
productividad de las minas. Entre estos señores están el Capitán Agustín
Valencia, don Sebastián Moreno de la Cruz, Juan de Borja y el Maestre de Campo
Jacinto Palomino.
DUEÑOS
DE MINAS Y HACENDADOS
Casi todos tenían minas
en las regiones de Marmato, Vega de Supía y Quiebralomo; estos son los
principales señores para el año 16821:
•
Licenciado
Francisco Díaz, cura beneficiario del pueblo de La Montaña, dueño de minas y
esclavos.
•
El
Capitán Agustín Jiménez Fernández, teniente de gobernador y justicia mayor,
dueño de esclavos de minas.
•
Juan
de Borja, dueño de esclavos de minas.
•
Maestre
de Campo Diego Manzano, dueño de haciendas y de esclavos de minas.
•
Lorenzo
Benítez de la Serna, dueño de cuadrilla de esclavos.
•
Capitán
Nicolás de Guevara, dueño de minas y esclavos.
•
Cuadrilla
de Miguel Pérez de los Ríos (difunto).
•
Francisco
Martínez, dueño de esclavos de minas.
•
Juan
de Tamayo, dueño de cuadrilla de esclavos y minas.
•
El
Alférez Domingo de Beytia y Gamboa, dueño de esclavos.
•
Francisco
Jacinto Roque de Espinosa, dueño de esclavos.
•
Cuadrilla
del Capitán Simón Luis Moreno (difunto).
•
Maestre
de Campo Juan Jacinto Palomino, dueño de minas y esclavos.
•
Maestre
de Campo George López García, dueño de minas y esclavos.
•
El
Capitán Agustín Valencia Ramírez, dueño de minas y cuadrillas de esclavos.
•
Inés
Izquierdo, viuda de Alonso Pérez, dueña de esclavos y minas.
Es importante aclarar
que casi todos estos señores de minas y cuadrillas son grandes poseedores de
tierra por su condición de descendientes de encomenderos, y que con frecuencia
no se menciona la tierra sino cuando es hacienda de cultivo o hato de ganado.
Una excepción en este tipo de señores es don Marco Díaz de la Serna, rico
hacendado y ganadero, vecino de la ciudad de Toro y natural de Anserma quien
murió en 1666, no estaba vinculado a la explotación de oro, pero realizaba
grandes operaciones de ganado, abasteciendo de carne a los dueños de cuadrillas
de esclavos de los distritos mineros de la región. Por su testamento, su
fortuna evolucionó del siguiente modo2:
Cuando se casó tenía de
capital 200 reses,20 caballos, 15 yeguas y una yunta de bueyes y su esposa doña
María de Alencastro, no tuvo dote alguna. Al casarse su hija le dio por dote
200 cabezas de ganado vacuno, un macho, cuatro caballos, cuatro yeguas y a su
hijo Marco Díaz le asignó por herencia100 vacas, 14 yeguas y dos mulas, pero
como lo demandó tuvo que darle otras14 yeguas de burro, dos mulas y unos
títulos de “algunas tierras”.
Se casó de nuevo con
doña Andrea Jaramillo, del sitio de Marmato, la cual aportó por dote 200 pesos
de oro. Su fortuna ascendía para la fecha a 2.000 cabezas de ganado vacuno, 150
yeguas, dos burros hechores y 40 caballos de vaquería.
De este matrimonio tuvo
tres hijas: María, Ana y Gregoria. Casó a su hija María con Pedro Martín y le
dio en dote 100 cabezas de ganado vacuno, ocho bestias mulares, cuatro
caballos, cuatro yeguas y un pedazo de tierra avaluado en 50 pesos de oro.
Su hija Ana casó con
Damián Izquierdo y recibió en bienes de dote 80 vacas mansas, ocho bestias
mulares, 10 caballos, un macho de silla y un pedazo de tierra.
A su hija Gregoria, que
casó con Diego López, le dio 50 vacas de leche con sus crías, cuatro caballos y
cuatro yeguas.
Casó por tercera vez con
Juana de Alcalá, viuda del Capitán Francisco Redondo, la cual aportó al
matrimonio 60 yeguas, “algún ganado
vacuno y las tierras, más dos esclavos, cuatro o cinco yeguas, un caballo y 200
vacas de vientre”.
Al morir don Marco Díaz
sus bienes fueron avaluados del siguiente modo:
•
Las
casas y el hato de estancia, "por
ser de paja y cercado de cañas”, lo dejan sin avaluar para el servicio de
dicha estancia.
•
2
machetes y una lanza: 1 - ½pesos.
•
1
tenaza y 1 martillo de herrar: 1 - ½pesos.
•
5
hachas nuevas: 10 pesos.
•
2
hachas pequeñas: 2 pesos.
•
1
barretón: 1 peso.
•
1
escopeta: 5 pesos.
•
14
caballos mansos de vaquería, a 5 pesos cada uno.
•
1
caballo: 5 pesos.
•
59
yeguas de vientre: a 2 pesos cada una.
•
6
mulas pequeñas: 5 pesos cada una.
•
12
potros a 2 - 1 / 2 pesos cada uno.
•
50
potricos y potrancas a 1 - 1 / 2 pesos cada uno.
•
8
potros grandes a 2 pesos cada uno.
•
1
burro viejo: 4 pesos.
•
2
mulas mansas, a 12 pesos cada una.
•
1.197
cabezas de ganado a 1 peso cada una.
•
5
bueyes de tiro a 1 - ½ pesos cada uno.
•
4
capados grandes, a 2 pesos cada uno.
•
El
ganado de cerca que apareciese en la dehesa, a½ peso cabeza.
•
Fueron
avaluadas las tierras y estancias que hay “desde la quebrada de Jiménez hasta
la quebrada que llaman de Toto, en 600 pesos“.
•
Avaluaron
3 esclavos en 700 pesos.
Todos los bienes
sumaron 2.705 pesos.
(Foto
de María Cristina Arango Mejía).
Es interesante observar
el bajo valor que tiene la tierra, pues lotes que se supone miden cientos de
hectáreas se describen como “algunas
tierras”, o un “pedazo de tierra”,
y en cuanto a las casas "por ser de
pajas cercadas de cañas” se dejan sin avaluar; se valoran bien las
herramientas, como hachas, barretones y machetes, debido a la escasez de hierro
y acero.
Además se resalta en el
presente caso, que se trata de un empresario exclusivamente ganadero, lo que
era raro en la región por las facilidades que existían para explotar minas de
oro en los distritos de Marmato, La Vega y Quiebralomo.
Otro rico empresario
fue don Sebastián Moreno de la Cruz quien llegó a principios del siglo XVIII
(1717) atraído por el auge minero de la Vega de Supía. Don Sebastián trasladó
su cuadrilla de esclavos del Chocó y denunció las minas de aluvión del llano de
Supía. A mediados del siglo XVIII fueron descubiertas las minas de plata de Quiebralomo,
en la Vega de Supía, la de Chachafruto o Sachafruto por D. Gregorio Moreno de
la Cruz, la de Echandía por D. Domingo Echandía (Restrepo, 1979, pág. 73).
Por la misma época don
Simón Pablo Moreno de la Cruz, Teniente General de Gobernador y Justicia Mayor,
compró a doña Josefa de Borja y Franco, viuda del Maestre de Campo don Nicolás
Becerra, un derecho de mina en la Vega de Supía, que comprende “desde el pueblo de Supía hasta el Salado
que llaman, más 25 piezas de esclavos chicos y grandes, un platanar en Tierras
propias, con su casa, herramientas y demás aperos de dicha mina, en la cantidad
de 6.612 patacones de 8 reales”3.
Uno de los empresarios
más ricos fue don Agustín de Castro (alcalde ordinario de Anserma) y doña
Gertrudis de Castro, su esposa, cuyos bienes están inventariados así (junio de
1761)4:
A. Las minas de Marmato
con todas sus aguas y vertientes al río de Cauca, avaluadas en 6.000 patacones.
•
Un
ingenio de agua, único para beneficiar los metales de dicha mina, en 4.000
patacones.
•
La
casa, con puertas, ventanas y cocina, en 300 patacones.
•
18
casas que es la ranchería donde habitan los negros, con sus platanares, en
1.000 patacones.
•
Una
capilla en donde se celebra el Santo Oficio, con sus objetos sagrados, en 225
patacones.
•
88
esclavos chicos y grandes, machos y hembras en 26.410patacones.
•
10
barras en 150 patacones, 4 almocafres en 10 patacones, 20 bateasen 30
patacones, 3 barretones y 3 azadones en 15 patacones, 6 hachasen 18 patacones,
6 machetes en 18 patacones.
•
40
marcos de plata labrada, en 360 patacones.
•
Dos
libras de oro labrado, en 450 patacones.
•
Cinco
pares de manillas de perlas, en 1.500 patacones.
•
Vestidos
de hombre y mujer en 1.500 patacones.
•
Utensilios
(sillas, cuadros, etc.) en 700 patacones.
•
60
reses vacunas de cría, en 800 patacones.
•
25
mulas aparejadas en 750 patacones.
•
Ocho
caballos en 160 patacones.
•
Útiles
de oficina (cofres, sillones, etc.), en 76 patacones.
B. La casa de la Vega
con sus enseres en 1.200 patacones.
•
Dos
espadines y una espada con hebilla de oro, en 80 patacones.
C. Las tierras de las
salinas de Pirsa, con su casa y ramada, en 1.000patacones
•
Nueve
fondos con peso de 100 libras, en 1.350 patacones.
•
Ocho
esclavos chicos y grandes, en 2.000 patacones.
•
En
dicho sitio, una casa de trapiche de bestia, para moler caña dulce, con seis
almudes de sembradura, un fondo con peso de 100 libras, dos pailas de martillo
con 60 libras, machetes, azadones y hachas, todo en 1.000 patacones.
•
Un
platanar, en 20 patacones.
•
Seis
esclavos, en 2.000 patacones.
Todo suma 54.265
patacones, los cuales están gravados en 25.000 patacones, de los cuales sólo
deben 8.000 a favor de varios capellanes, pagando el 5% anual.
En este tipo de
fortunas, hay que distinguir los bienes productivos de aquellos que sólo
servían para reforzar el prestigio y la posición social, aunque en este caso y
para los patrimonios de la zona, no se ve el despilfarro y los consumos
suntuarios que se evidencian por ejemplo en Popayán y Cali, donde los bienes
improductivos podían abarcar hasta un tercio de la fortuna.
Para el año 1769 la
cuadrilla y real de minas de Marmato, así como todos los bienes pasan a ser
administrados por su hijo, el doctor Manuel de Castro, y su hermano el
presbítero don Francisco de Castro y Guevara y luego por doña Ana María, don
Esteban y doña Josefa de Castro.
En 1798 se constituye
en Popayán la “Real Compañía de Minas” la cual autoriza al Capitán Antonio
García para que pase a los reales de minas del territorio de Quiebralomo, la
Vega de Supía y demás, que comprenda la jurisdicción de la ciudad de Anserma y “registre, catee y compre minas de oro
corrido y de veta y también de plata, sacando los títulos y amparos
correspondientes”.
Siguiendo esta
orientación, el apoderado de la compañía adquirió la mina de veta llamada
Aguacatal, que don Esteban de Castro poseyó en vida y después su heredera, doña
Josefa de Castro.
La compañía se obliga a
dar a los herederos de doña Josefa de Castro, 300patacones cada año, por los
tres primeros que han de correr desde el 26 de enero de 1805, y 500 patacones
por cada uno de los siete restantes, ya que han pactado hacer el arrendamiento
por 10 años5.
En cuanto a los bienes
pertenecientes a doña Ana María de Castro consistentes en casas, esclavos,
sementeras, herramientas y derechos de minas en Marmato, fueron expropiados por
la república, conforme a las leyes contra los españoles o los enemigos de la
independencia que después de vencidos emigraron del país.
Algunos años después,
su nieto, José María Vélez demandó a la nación y obtuvo, en 1862, que el
gobierno le reconociera “la suma de $
22.476, 80 por valor de las dichas propiedades y además la suma de $ 56.416 en
deuda flotante al 3 por 100, en pago de los productos de las dichas propiedades
ya que las minas habían sido arrendadas por el Estado a la empresa Goldschmidt
y Cía. de Londres”6.
La inmensa fortuna de
don Simón Pablo Moreno de la Cruz, representada en minas y haciendas, así como
negros en Guamal, pasa a sus hijos Ana Josefa, Joseph Sebastián y Gregorio, los
cuales realizan el mayor número de transacciones de esclavos hacia1800 y poseen
las mejores minas de la Vega de Supía.
La fortuna de doña Ana
Josefa, que comprendía las minas más importantes del distrito, pasó a su
sobrino don Francisco de Lemos, administrador del correo en Guamal. Don
Francisco enviaba el oro a la Casa de Moneda de Popayán, pero sólo una parte de
él, pues trataba de disimular su riqueza después de la independencia, cuando el
gobierno republicano gravaba a los mineros con altos impuestos (Boussingault
J., 1985, pág. 36).
La
región en la República
Recordemos que la ayuda
de Inglaterra a la independencia estaba orientada a establecer relaciones
económicas y políticas con las antiguas provincias españolas; varias casas
financieras adelantaron préstamos para comprar armas, provisiones y uniformes
para nuestro ejército, pero cuando llegó la República pasaron la cuenta de
cobro.
Con base en esta
política de empréstitos la casa Goldschmidt tomó en arrendamiento (1825) minas
de plata y oro en Marmato y Supía; la Western Andes Mining Company Ltd.
adquirió las continuaciones de Echandía y Loaiza en Marmato; The Colombian
Mining & Exploration Company Ltd., ejerció un cerrado monopolio de 20 años
sobre las exploraciones nacionales de Marmato y sobre la antigua provincia de
Riosucio (García, 1978, pág. 123). Otros banqueros, Powells Illing Worth y Co.
enviaron al ingeniero Eduardo Walker a comprar minas en la región de Supía, y
en efecto adquirió las mejores en Marmato, Supía y Quiebralomo.
Un hecho positivo de la
penetración del capital inglés en las regiones mineras fue la llegada de
numerosos ingenieros de minas, entre ellos: Dehenhardt, Boussingault, Walker,
Nisser, Paschke, de Greiff y Johnson, quienes llegaron a Marmato y a las zonas
vecinas y después se distribuyeron por diferentes regiones de Antioquia. Los
aportes de estos ingenieros fueron en mineralogía, geología, hidráulica,
mecánica, teoría del calor, química inorgánica y geofísica; trajeron el
sismógrafo, desarrollaron la construcción de vías, utilizaron la pólvora, los
reactivos químicos y la rueda hidráulica y, en general, dieron gran vigor a la
minería.
(Foto
de María Cristina Arango Mejía).
El ingeniero que jugó
más decisivo papel en el desarrollo de la minería en la región fue Juan
Bautista Boussingault, francés, contactado por Zea en Europa, quien le ofreció
una remuneración de 7.000 francos para que se dedicara a diferentes actividades
científicas en Colombia. Boussingault aceptó el empleo y se embarcó para el
país el 22 de septiembre de 1822; se dedicó a diferentes labores como el
estudio de las minas de sal de Zipaquirá, Nemocón y Chita, los yacimientos
esmeraldíferos de Muzo y el curso del río Meta; y llevó por primera vez a
Marmato (1828) el uso de la amalgamación que mejoró la extracción del oro
(Poveda, 1981, pág. 52). En 1825 fue nombrado mediador entre el gobierno y la
compañía inglesa Colombian Mining Company para estudiar las minas de la Vega de
Supía y visitó a Riosucio, Supía y Marmato, donde jugó importante papel en el
desarrollo minero de la región.
Afirma Boussingault que
el grupo de las minas de Marmato es tan importante por el número de
yacimientos, como interesante bajo el aspecto geológico, pues allí la sienita
porfídica es más metalífera; anota además, que los trabajos subterráneos de
Marmato son los más extensos del distrito de la Vega de Supía, y describe la
zona del siguiente modo.
El sitio de Marmato
(pues ni siquiera podía llamarse aldea) consistía en una serie de tristes
cabañas, clavadas a diversas alturas. Habría sido imposible hallar terreno
plano para construir dos o tres habitaciones. Tan pendiente así es la falda de
la montaña.
Me alojé en la casa inhabitada del difunto
marido de la señora Moreno, la que había sido seducida por el acróbata. No
tenía más que una puerta; no tenía un solo mueble, nada, absolutamente nada...
El piso era la roca porfídica. Espectáculo curioso es en verdad el del Cerro de
Marmato, con su población negra como suspendida a la entrada de cada excavación
y ocupada en la molienda y en el lavado de la pirita. El oro extraído es de un
tinte pálido porque contiene una proporción notable de plata (Boussingault J. , 1985, pág. 46).
Con base en sus
recomendaciones, se adquirieron minas por las cuales pagó la compañía inglesa
las siguientes cantidades, en1825 (Boussingault J., 1985, págs. 49-50):
•
A
varios propietarios, por minas en Quiebralomo: $9.357.
•
A
los herederos de la señora Moreno: $51.352, por las minas de oro del Salto,
Candado, el Llano, Muelas y las minas de plata.
La compañía inglesa no
empleó dinero para la compra de esclavos, si no que se reservó el derecho de
alquilarlos a sus amos, sin que esta cláusula fuese especificada en el
contrato. Trajeron de Inglaterra 100 obreros para trabajar el aluvión aurífero
del llano de Supía, pero no pudieron enfrentar semejante labor pues según
Boussingault:
Cuando veía los
negros que pasaban la mayor parte del día con las piernas hundidas en las aguas
frías del Supía y con la cabeza expuesta a los rayos de un sol ardiente,
conceptué que los europeos no soportarían jamás semejante régimen, y más tarde
sucedió tal como yo lo había previsto. En pocos días los trabajadores de
Cornualles atraparon las fiebres y muchos sucumbieron. Fue preciso recurrir a
los negros.
Desde finales del
período colonial, se formó en la zona una abundante población de negros libres
que habían comprado su libertad. Por ejemplo, de un total de 19 transacciones
de esclavos realizadas en la vega de Supía y San Sebastián de Quiebralomo (año
1810), 10 correspondieron a negros que se rescataron a precios de oferta y
demanda7.
Refiriéndose a las
manumisiones, Boussingault anotaba la enorme trascendencia que tenía el hecho
de gozar el esclavo de dos días de libertad absoluta a la semana, que
aprovechaba a su modo, lavando arenas auríferas; y agregaba que “en realidad, en Supía un negro o una negra
al llegar a la edad de 25 ó 30 años poseía una suma suficiente, en oro, para
rescatarse conforme se lo permitía la ley muy humanitaria sobre la manumisión”(Boussingault
J. , 1985, pág. 36).
Este fenómeno hizo
posible que los ingleses dispusieran de mano de obra calificada para el laboreo
de las minas; sin embargo, fue necesario traer obreros de Antioquia, los cuales
llegaban provistos de víveres para quince días y luego regresaban a sus casas
para volver enseguida. Con el fin de retenerlos en la zona minera, se puso una
gran plantación en la hacienda de Cucurusape en las orillas del Cauca, “se hicieron desmontes para sembrar maíz,
yucas y leguminosas. El comercio de Antioquia introdujo pronto harina de trigo,
cacao y café”. De este modo la garantía de los abastecimientos de artículos
de subsistencia estabilizó la fuerza de trabajo.
A pesar de estos
intentos para desarrollar la producción agrícola era necesario un mayor
desarrollo de las fuerzas productivas en concordancia con el auge que estaba
tomando la minería, por lo cual se pensó de nuevo en las tierras de los
resguardos.
Sobre esta base se
modernizó la producción de oro en la región; la compañía trajo de Europa la
maquinaria y utensilios necesarios para la empresa, material despachado de
Honda a Marmato por la montaña de Samaná. Fue difícil construir sobre la
pendiente del cerro de Marmato barracas para alojarlos trabajadores, además
debían hacerse terraplenes para colocar los molinos y talleres de construcción
para fabricar las ruedas acanaladas de gran diámetro.
Dentro de esta
organización se edificaron residencias y talleres en Riosucio(cerca de las
minas de Quiebralomo), la Vega de Supía y Marmato; además se construyeron en la
hacienda del Rodeo y en Marmato, laboratorios, para estudios sobre el oro y
plata, así como una fundición (en Marmato) para convertir el oro en polvo a
lingotes.
Los trabajos implicaban
la tala de árboles y el establecimiento de aserraderos; sin embargo, a pesar de
estar rodeados de monte, las maderas tenían un precio alto a causa de las
dificultades para el transporte y el elevado costo de la mano de obra, debido a
que la población prefería el mazamorreo del oro como actividad independiente.
Al quedar terminada la
titánica obra de modernización, decía Boussingault que “en una abrupta pendiente en donde sólo se veían algunas chozas de
esclavos, se vio surgir una fábrica que en 1832 producía mensualmente 32 libras
de oro en lingotes" y sobre Quiebralomo anotaba que, “produjeron grandes cantidades de oro. La
opinión que yo había emitido en mis informes sobre la importancia de estas
minas fue completamente justificada” (Boussingault J., 1985, pág. 97).
En otro informe anotaba
que,
Cuando por la primera
vez visité estas minas, Marmato no era otra cosa que la reunión de unas cabañas
miserables habitadas por negros esclavos. En 1830, época en que salí de
aquellos lugares, Marmato presentaba el aspecto más animado, se veían grandes
talleres, fundición de oro, máquinas para triturar y amalgamar el mineral. Más
de tres mil habitantes, todos libres, vivían en el declive de la montaña.
Fueron muy importantes
los trabajos emprendidos por Boussingault como superintendente de la Asociación
Colombiana de Minas, en especial sus ensayos buscando el procedimiento más
barato y productivo para beneficiar la pirita en Marmato. Había observado que
al tratar los minerales en molinos de pisones, concentrando las arenas en
albercas y lavando en la batea, se perdía el 80% del oro, por lo que mejoró el
sistema empleando mesas de concentración y arrastre, para remoler las arenas y
amalgamarlas, y logró así reducir la pérdida al 25%.
La
invasión de los resguardos indígenas
Cuando empezaba la
República y en el auge económico producto de la explotación minera en Marmato,
Supía y Quiebralomo, llegó una nueva y masiva migración de colonos antioqueños,
de campesinos pobres, de aventureros y de empresarios, atraídos por el
deslumbre del oro; en esta época la tierra adquirió mayor valor y, por lo
tanto, muchas familias campesinas se ubicaron en los resguardos indígenas
donde, de acuerdo con el dicho popular, “había
poco indios y mucha tierra”.
A partir de 1850 la
presencia de inmigrantes en los resguardos indígenas se hace estruendosa. En 1865 los colonos habían penetrado la selva
occidental del resguardo indígena de La Montaña. “Por aquel año Gregorio Naranjo y Serapio Navarro, oriundos del Carmen
de Viboral, fundaron la vereda de El Oro (perteneciente al municipio de
Riosucio)”(Bueno, 1977, pág. 59). Además gran parte de la zona rural de El
Jardín, municipio de Antioquia, colindante con Riosucio, tiene su origen en la
penetración de colonos al resguardo de La Montaña(Patiño, 1979, pág. 115). La
masiva penetración de antioqueños en este período, produce serios cambios
demográficos en la región. Según el
censo de 1843 la población de los principales pueblos era la siguiente(Pérez,
1883, pág. 116):
Cantón de Cartago:
Anserma Viejo 1.347 habitantes
Cantón de Supía: Supía (cabecera) 2.200 "
La Montaña 1.042 "
Quiebralomo 2.183 "
San Juan de Marmato 1.057 "
Estas cifras serían
multiplicadas por el fuerte empuje colonizador que se hace evidente a partir de
la refundación, en 1872, de la antigua ciudad colonial de Anserma. Por la misma
época colonos procedentes de Salamina, Sonsón y Manizales, empezaron a penetrar
la población de Quiebralomo y se mezclaron con las comunidades indígenas, entre
ellas la de Quinchía y la de Mocatán (Parsons, 1950, pág. 90).
A raíz de la Ley 44 del
17 de octubre de 1873 se procedió a dividir los terrenos de los resguardos con
el fin de entregar a cada familia un lote y legalizar la propiedad de dichas
tierras. De acuerdo con los legisladores la delimitación era obligatoria debido
a que la invasión de los terrenos venía produciendo serios litigios entre
indígenas y colonos. Así, el 8 de octubre de 1874 se produce la desintegración
formal del resguardo de Cañamomo y Lomaprieta repartido entre los distritos de
Supía, Marmato y las minas más importantes de la región. Según escritura pública, los señores Juan
Gregorio Trejos, administrador de la parcialidad de indígenas, Ricardo Sáenz,
procurador del distrito de Supía y Fausto Zapata, procurador del distrito de
San Juan de Marmato, convinieron en:
Del terreno que forma
el resguardo de dicha comunidad se venderán por el administrador a los
establecimientos de 'Taborda', 'Alarcón' y 'Viringo' (minas de oro A.V.) ciento
cincuenta hectáreas... El terreno restante del resguardo se distribuirá en tres
partes iguales en esta forma: una para la comunidad de indígenas, otra para el
distrito de Supía, y la otra para el distrito de San Juan de Marmato. (Además
se debe) respetar los arrendamientos de bosques celebrados por la corporación
municipal de Supía con la compañía minera de Marmato [...]8.
En esta forma de
transacción "legal" se observa cómo se utiliza el resguardo para
favorecer la explotación minera, además los distritos de Supía y Marmato
acaparan tierra que luego será vendida a los colonos, comerciantes y dueños de
minas. Este es el fenómeno que ya se
venía presentando desde la segunda mitad del siglo XIX, pero a partir de 1874
se evidencia una brusca penetración de la colonización antioqueña, a los
municipios de Riosucio, Supía, Quinchía y Marmato, constituyendo un modelo sui
generis en lo que a descomposición de comunidades indígenas se refiere.
Las
minas nacionales
La Nación tomó posesión
de las minas de Supía y Marmato bajo la figura de minas abandonadas por
personas particulares, que la poseían y trabajaban antes de 1825. En este
ambiente la Ley IX de 1823 autoriza al Gobierno Nacional para arrendar las
minas que le pertenecen; sobre esta base entró el capital inglés a la región.
Pasaron los años y la Ley 38 de 1887 prohibió el denuncio total o parcial de
las minas explotadas por cuenta de la Nación, en Marmato y Supía. Luego, en
1892, la Gobernación del Cauca expidió títulos de la mina “Cien Pesos” a G.
Chaves y a Western Andes Mining Company Ltd., de las continuaciones de Echandía
y Loaiza. Después, en 1905, se dictó el Decreto 48, ratificado por la Ley VI
que facultó a la Junta Nacional de Amortización para arrendar las minas a su
cargo, sin necesidad de licitación. Entonces el presidente Rafael Reyes arrendó
las minas nacionales al General Alfredo Vásquez Cobo y éste hizo un
espectacular negocio porque traspasó el contrato de arrendamiento a la sociedad
inglesa Colombian Mining and Exploration Company Ltd., en 1907(García, 1978,
págs. 138-139).
Pero durante todos
estos años los marmateños seguían trabajando las minas como asalariados o en
calidad de mazamorreros independientes, o en sus propios socavones, con la
misma tecnología de la época colonial. Y el pueblo seguía allí, enclavado en la
montaña de oro, mientras que en la antigua Provincia de Riosucio el crecimiento
económico era evidente, en las poblaciones de Supía y Riosucio, por el
desarrollo del mercado interno.
CONCLUSIONES
El departamento de
Caldas evolucionó como región estimulado, en buena parte, por la cultura del
café que creó mercado interno y lo relacionó con el país y con el mundo. Sin
embargo Marmato permaneció suspendido en el tiempo. El pueblo se divide en dos:
de la iglesia y la plaza hacia el copete del cerro de oro, o del Burro, es la
Zona Alta y la otra es la Zona Baja. En el año 1946 el presidente Mariano
Ospina Pérez firmó la Ley 66 que reservó la Zona Alta para la pequeña y mediana
minería. En 1954, por Decreto legislativo 2223, se mantuvo la Zona Alta para
los pequeños y medianos, pero la Zona Baja se reservó para la minería
empresarial. Pero en 1970 la zona de arriba empezó a ser administrada por la
Empresa Colombiana de Minas (Ecominas), que después se transformó en Minerales
de Colombia S.A. (Mineralco), y luego fue reemplazada por la Empresa Nacional
Minera Ltda. (Minercol).
En 1990, Mineralco
abandonó las plantas y los molinos Cien Pesos, Santa Cruz y El Colombiano,
ubicados en la Zona Alta y Mineros de Caldas S.A. adquirió 87 minas, que
clausuró algún tiempo después y “dejó sin empleo a más de 800 obreros”. En esa
parte del cerro había 150 “minas de subsistencia” explotadas por trabajadores
conocidos como “Guacheros”. Mineros de Caldas vendió sus derechos a la
Colombian Goldfields y ésta los negoció con la Medoro Resources, empresa
canadiense, una de las más grandes compañías auríferas del mundo(Molano B.,
2011).
Esta empresa estima
extraer 7,49 millones de onzas de oro, en el cerro de Marmato. Al respecto
afirmó el presidente de Medoro en Colombia que “Buscamos probar reservas para
hacer explotación a gran escala, y para eso necesitamos el pueblo”. Como el oro
es un magnífico negocio se fusionaron las empresas Gran Colombia Gold Corp. y
Medoro Resources, bajo el nombre de Gran Colombia Gold para potenciar la
producción y expansión de minas en Marmato y demás proyectos que impulsan en el
territorio nacional. En el nuevo “espejismo del oro” llegó la compañía minera
Anglo Gold Ashanti (la tercera empresa más grande del mundo), que se suma a la
megaminería, para realizar la exploración y explotación minera en el “Cinturón
de Oro de la Cordillera Central”, integrado por el suroeste antioqueño, el
Antiguo Caldas y Tolima.
Esto significa
explotación a cielo abierto y acabar con Marmato. Y los mineros independientes,
los llamados “Guacheros”, ven con preocupación el traslado del pueblo a la parte
de El Llano, porque así no hay futuro. La explotación a cielo abierto facilita
la extracción del oro, pero destruirá las casitas, las construcciones
coloniales y los caminos empedrados: cambiará el paisaje y se borrará la
cultura ¡El oro huye y se queda la escoria!
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INSTRUMENTOS PÚBLICOS. (1837-1888) Riosucio, libro 1 de Supía, f.29-31.