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SANTIAGO DE ARMA
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475 AÑOS DE
TRIBULACIONES
Por: Javier Sánchez Carmona
Lic. en Educación
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Cerca del Apocalipsis
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“.
. . Yo conozco tus sufrimientos y tu
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pobreza,
aunque en realidad eres rico. . .”
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(Apocalipsis
: II-9)
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El
retroceso de «La Muy Noble y Muy Leal Villa Serrana de Santiago de Arma» ha
obedecido a factores sociológicos, y telúricos.
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En
cuanto a los primeros, es necesario considerar la debilidad de las
instituciones, indudable origen de los casos de desviación social; a guisa de
ejemplo, las instituciones políticas corrompidas pues, en su esencia, ya no
puede faltarles el engaño, la falacia, el soborno y el robo.
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En
cuanto a los segundos, pueden considerarse los fenómenos naturales como los
sismos violentos y las inundaciones.
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En
este cuadro, está enmarcada la llegada de la villa de Arma a un estado de
necesidades en relación con las instituciones básicas y un pueblo sacrificado
para el progreso de otros.
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Este
artículo aclara el mito de la gran urbe, los traslados a Rionegro y a Pácora,
la persistencia de los armeños por permanecer en un sitio amenazado por los
movimientos telúricos, y la búsqueda del título de municipio.
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ANTEPRETÉRITO
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Cieza
de León escribió:
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Mariscal Jorge Robledo
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«Pasado
habían mil y cuatrocientos y noventa y dos años que la princesa de la vida,
gloriosa virgen María, Señora nuestra, parió al unigénito Hijo de Dios, cuando,
reinando en España los católicos reyes don Fernando y doña Isabel, de gloriosa
memoria, el memorable Cristóbal Colón salió de España con tres carabelas y
noventa españoles, que los dichos reyes le mandaron dar. Y navegando mil y
doscientas leguas... En cuya navegación y descubrimiento de tantas tierras, el
prudente lector podrá considerar cuántos trabajos, hambre y sed, temores,
peligros y muertes los españoles pasaron; cuánto derramamiento de sangre y
vidas suyas costó. Lo cual todo, así los Reyes Católicos, como la real majestad
del invictísimo César don Carlos, quinto emperador deste nombre, rey y señor
nuestro, han permitido y tenido por bien porque la doctrina de Jesucristo y la
predicación de su santo Evangelio por todas partes del mundo se extienda y la
santa fe nuestra sea ensalzada. Cuya voluntad, así a los ya dichos Reyes
Católicos como de su majestad, ha sido y es que gran cuidado se tuviese de la
conversión de las gentes de todas aquellas provincias y reinos, porque este era
su principal intento; y que los gobernadores, capitanes y descubridores, con
celo de cristiandad, les hiciesen el tratamiento que como a prójimos se debía;
y puesto que la voluntad de su majestad ésta es y fue, algunos de los
gobernadores y capitanes lo miraron siniestramente, haciendo a los indios
muchas vejaciones y males, y los indios, por defenderse, se ponían en armas y
mataron a muchos cristianos y algunos capitanes. Lo cual fue causa que estos
indios padecieron crueles tormentos, quemándolos y dándoles otras recias
muertes. No dejo yo de tener que, como los juicios de Dios sean muy justos,
permitió que estas gentes, estando tan apartadas de España, padeciesen de los
españoles tantos males; pudo ser que su dicha justicia lo permitiese por sus
pecados, y de sus pasados, que debían ser muchos, como aquellos que carecían de
fe. Ni tampoco afirmo que estos males que en los indios se hacían eran por
todos los cristianos; porque yo sé y vi muchas veces hacer a los indios buenos
tratamientos por hombres templados y temerosos de Dios; porque si algunos
enfermaban, los curaban y sangraban ellos mismos, y les hacían otras obras de
caridad; y la bondad y misericordia de Dios, que no permite mal alguno de que
no saque los bienes que tiene determinado, ha sacado destos males muchos y
señalados bienes, por haber venido tanto número de gentes al conoscimiento de
nuestra santa fe católica y estar en camino para poderse salvar. Pues sabiendo
su majestad de los daños que los indios recebían, siendo informado dello y de
lo que convenía al servicio de Dios y suyo y a la buena gobernación de aquestas
partes, ha tenido por bien poner visorreyes y audiencias, con presidentes y
oidores; con lo cual los indios parece han resucitado y cesado sus males. De
manera que ningún español, por muy alto que sea, les osa hacer agravio. Porque,
además de los obispos, religiosos, clérigos y frailes que con tino su majestad
provee, muy suficientes para enseñar a los indios la doctrina de la santa fe y
administración de los santos sacramentos, en estas audiencias hay varones
doctos y de gran cristiandad que castigana aquellos que a los indios hacen
fuerza y maltratamiento y demasía alguna... Y que el sacro Evangelio es
predicado y poderosamente va volando de levante en poniente y de septentrión al
mediodía, para que todas naciones y gentes reconozcan y alaben un solo Dios y
Señor.» (Cieza de
León, La crónica del Perú, pág. 68).
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Jorge
Robledo, en las huestes de Belalcázar, llegó a tierras de los Cocuyes. Así
escribió el cronista: Cuando los
descubrimos la primera vez que entramos en esta provincia con el capitán Jorge
Robledo, me acuerdo yo se vieron indios armados de oro de los pies a la cabeza,
y se quedó hasta hoy la parte donde los vimos por nombre La Loma de Los
Armados... (Op. Cit. pág. 60).
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Miguel Muñoz López
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Y
Robledo se alojó con su gente en espaciosos bohíos.
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Tiempo
después, Sebastián de Belalcázar, buscando la recuperación de las tierras de su
dominio envió a su pariente Miguel Muñoz López con la orden de fundar a Arma en
el sitio en que el río del mismo nombre entrega sus aguas al río Grande (Río
Cauca).
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Ante
los ojos puestos sobre las páginas de la historia se ha presentado la bella
intención de la corona del imperio, de trabajar por la evangelización. Sin
embargo, otra vertiente presenta hechos antitéticos, sombra de tan nobles
propósitos, pues, el voraz interés por la posesión del oro u otras utilidades
arrastró a los europeos a cometer tantos abusos, como para afirmar que el
inicio del proceso de cristianización se tiñó de sangre; conquista y exterminio
son vocablos inherentes para ese pretérito de insensibilidad y que no los
desenganchará jamás ningún lector de la posteridad.
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El río Arma entrega sus aguas al
Cauca. Seguramente fue aquí la
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Primera fundación de Santiago de
Arma.
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Seguramente
muchos de los sobrevivientes naturales de la villa de Santiago de Arma
empezaron a recibir la catequización, no movidos por necesidades espirituales,
sino arrastrados por el espanto del arrojo y armamento de los blancos
españoles, y las dentelladas de los perros acompañantes.
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Fue
este el periodo de llegada de Jorge Robledo, descubridor de la población,
objeto de nuestro estudio; y fue este el tiempo de llegada del sanguinario
Miguel Muñoz (1542) quien, en obediencia al gobernador Sebastián de Belalcázar,
trajo el encargo de fundar la villa en terrenos descubiertos por don Jorge.
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Si
Robledo tendía mano suave [¡...!] ofreciendo paz a los nativos, a Muñoz no le
temblaba el brazo para actuar con severidad, como lo hicieron tantos
despiadados españoles identificados con el atropello, el robo y el crimen, y la
causa del exterminio de millones de nativos, asunto en la Leyenda Negra contra
España. Así, quienes vinieron a predicar, debieron ejercer ante los mismos
españoles y ante los pocos supérstites nativos.
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Algunos
han afirmado que al descubridor de estas tierras, Jorge Robledo, no lo
caracterizaba un espíritu sanguinario; por el contrario, como lo afirma uno de
sus biógrafos(Emilio Robledo, Vida del
Mariscal Jorge Robledo, pág. 62),fue magnánimo y se preocupó demasiado por
brindar la paz a los naturales, aunque, a veces, variaba su conducta, como
cuando, engañado por un astuto indio, lo condenó a la hoguera.
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Otra
mancha para su buen nombre, no considerado en su época acto de crueldad, pues
ni de parte de los cristianos había reparos para condenar a la hoguera, nos
causa verdadero estupor en el tiempo actual: Robledo excitaba a los naturaleza
la obediencia y al conocimiento de Dios, pero si no lograba resultados, con
artimañas buscaba acercar a algunos al campamento; los mandaba encerrar y
ordenaba que los mutilaran, para así demostrar por toda la comarca, la venganza
que cobrarían a quienes negaran la amistad a los hombres nuevos.
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Y
aseguran los amigos de la barbarie española que el camino para ganar prosélitos
estaba lleno de escollos, y así lo narra para el futuro el gran amigo y
servidor de Robledo:
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«Hasta
agora en ninguna destas provincias están clérigos ni frailes, ni osan estar,
porque los indios son tan malos y carniceros que muchos han comido a los
señores que sobre ellos tenían encomienda; aunque cuando van a los pueblos de
los españoles los amonestan que dejen sus vanidades y costumbres gentílicas y
se alleguen a nuestra religión, recibiendo agua de baptismo; y permitiéndolo
Dios, algunos señores de las provincias desta gobernación se han tornado
cristianos, y aborrecen al diablo...” (Cieza de León, Op. cit. pág. 62).
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UNA
CIUDAD MUY GRANDE
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Muchos
de los actuales habitantes de Arma, parcialmente informados por la tradición
oral o quizá por algunas lecturas, dan
cuenta de que el pueblo ahora conocido era una urbe de considerable extensión y
llena de oro.
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No
cabe duda del desconocimiento del significado del vocablo ciudad. Antes, era
una “población de gentes congregadas a vivir en un lugar, sujetas a unas
leyes y a un gobierno, gozando de ciertos privilegios y exenciones que los
señores Reyes se han servido concederles”.
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Esta
palabra ha evolucionado desde el punto de vista semántico. Hoy significa “población
importante, no sólo en cuanto al número de habitantes (regularmente más de
100.000) sino por sus riquezas, comodidades y recursos culturales y técnicos”.
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Los
terrenos campeados por los Cocuyes propiamente dichos no eran de extensión
considerable, pues, muy cerca estaban las posesiones de los Paucuras, los
Pozos, los Pitos, los Mermitas, los Guacos, los Maitamáes, los Caramantas, los
Tarcaráes y otras agrupaciones.
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A
la llegada de los españoles, posiblemente era una aldea con crecido número de
habitantes, como para darle parcial crédito a la declaración de Cieza de León,
miembro de esa comitiva: “... Es muy grande y muy poblada y la más rica de
todas sus comarcas...”
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Pero,
sí es para dudar cuando escribe: “tiene más de veinte mil indios de guerra…,
tendrá en longitud diez leguas, y de latitud seis o siete, y en circuito
dieciocho leguas poco menos...” (Cieza de León, Op. cit. pág. 59).
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Para
Sierra Hernández (Orlando Sierra Hernández, Punto de Encuentro, pág.
5a.), es demasiada cantidad de ejército en seis batallones: “El Ayacucho, en
Manizales; el San Mateo, en Pereira; el Cisneros, en Armenia; Vencedores, en Cartago.
Además cuenta con el batallón Quimbaya de Contraguerrilla y el de servicios,
ambos en la capital quindiana. Son más de 3.500 efectivos...”.
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Así ilustró el caricaturista ARI en
La Patria, hace 25 años el Encuentro de dos culturas.
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Si
en nuestro tiempo esta cuenta parece exagerada, ¿no se le iría la mano a Cieza
de León en sus cálculos? ¿O incluiría en este número los guerreros de las
tribus vecinas? En cuanto al número de leguas de longitud y latitud, y según la
utilización de la forma del verbo Tener, «tendrá en longitud...»,
concluimos que tampoco hubo medición de terrenos; sólo fue un cálculo y, por
tanto, puede pensarse en una extensión geográfica no tan significativa.
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Volviendo
al número de guerreros, no puede olvidarse la tendencia de los españoles,
heredada por los pueblos de habla hispana, a la utilización del lenguaje
hiperbólico; reflexiónese en la oración común del padre cuando regaña al hijo: «Le he advertido MAS DE MIL veces...»,
cuando seguramente no lo ha hecho en más de tres ocasiones.
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No
se habla, pues, de un censo, sino del cálculo de Cieza de León; con el afán
para exagerar, característico de los cronistas hispanos, también servía como
argumento válido para justificar las acciones de los conquistadores. Arango
Mejía escribió: “Parece que
nunca la población llegó a ser más que un rancherío de paja, sin edificaciones
de piedra o ladrillo, a pesar del pomposo título de ciudad que ostentaba y los
vecinos notables que en ella hubo” (Gabriel
Arango Mejía, “La ciudad de Santiago de Arma de Rionegro”. pág. 149). Por lo
tanto, pensar en el concepto de urbe, es decir, en un conjunto numeroso de
calles y avenidas de muchas construcciones, ya debemos olvidarlo.
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Antes del traslado a Rionegro
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Arma
llegó a ser Ciudad a raíz de la primera fundación “en el sitio demarcado por
la confluencia del río Coquí (río Arma) en el encrespado Bredundo (el Cauca)...”
(Gabriel Hurtado G., San Antonio de Arma, 1958), fundación de Miguel
Muñoz, en acatamiento a las órdenes de Sebastián de Belalcázar. Este acto
implica la toma de posesión y demarcación de un terreno supeditado a una
autoridad local, y ésta, a la vez, supeditada a otra mayor.
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¿Cómo
sería el rito? Los fundadores en la época de la conquista eran ceremoniosos;
cavaban un hoyo y, en él, levantaban un madero y así declaraban: “Pongo aquí este madero en señal de posesión
para que en este sitio sea fundada...”
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Por
eso era tan sencillo el traslado de una ciudad; cambiar de sitio el madero,
trasladar al cura con sus ornamentos y sus imágenes, al alcalde y al notario
con los documentos, y las arcas con los haberes.
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Esta
demarcación fue lo que hizo de Arma una ciudad grande; así están escritos en un
viejo y roído pergamino citado por Arango Mejía:“Desde el origen del río Chinchiná, por ésta abajo al río
Cauca, éste abajo hasta la boca de la quebrada Sabaletas; de ésta cortando
derecho hasta la quebrada que llaman de Amagá, y de las cabeceras de ella
siguiendo por derecha del Rionegro, por él abajo hasta el río que llaman
Pereira; por las cabeceras de éste, siguiendo derecho a buscar las cabeceras
del río Chinchiná”(Arango Mejía. Op.
Cit., pág. 150).
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La
jurisdicción, entonces, abarcaba vastas regiones localizadas hoy en el mapa del
oriente y del sur de Antioquia. A manera de ejemplo, los terrenos hoy ocupados
por el aeropuerto José María Córdoba, pertenecían a la jurisdicción de Arma.
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Arteaga
Valencia escribió, refiriéndose a Rionegro:“Lo que sí tenemos que
tomar como cierto es que nuestro territorio pertenecía a la jurisdicción de
Arma, tanto en lo civil como en lo religioso...”(Álvaro Arteaga Valencia, La
Parroquia de mi pueblo, pág.12).
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Con
esta consideración, afirmamos: Arma sí fue grande, no como urbe, sí en cuanto a
extensión.
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Después
de la fundación, se obtuvo, de la Corona Española, el título de «Ciudad muy
Noble y muy Leal». Por tanto, fue ciudad en cuanto a título y honores.
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La
historia de Antioquia da cuenta de que «La diminuta ciudad tenía asiento y planta en terrenos de propiedad
particular(en cercanías del actual corregimiento de Damasco); su situación
deplorable empujó a habitantes a pasarse como colonos al otro lado del río, y
así quedó dividida la ciudad en dos: Arma y Arma Viejo, única manera de
defender la propiedad común para todos, de los propósitos claros de las élites
de Rionegro.»(Roberto Luis Jaramillo, "La Colonización Antioqueña", 1987, pág. 140).
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El
historiador citado no tiene mucha claridad en cuanto a la ubicación de Arma
cuando se manifestaron los deseos de los rionegreros. En realidad, parte de la
población se pasó al otro lado del río, y se dispersaron por las riberas del
Arma y del Buey y por los terrenos hoy conocidos como El Oro y Potosí. Este
fenómeno ocurrió porque muchos de los pobladores buscaban otros lugares,
tratando de huirles a los ataques de los indígenas que ya empezaban a cobrarles
a los españoles el gran daño y los oprobios causados.
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Cardona
Tobón escribió: “En 1601 Arma fue atacada por los chocoes... La Villa
resistió el embate pero no se salvó del saqueo perpetrado por los indios Pozos
unos meses más tarde” (Alfredo Cardona Tobón, "Arma, una
Fundación que no quiso morir",
1985, pág. 3b). El clima malsano y otros factores obligaron a los pobladores a
buscar otro sitio que es el ocupado hoy por la población.
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Leamos
al doctor Gabriel Hurtado Gallego: “...el azote del trópico implacable, la
flecha envenenada, el ofidio venenoso, obligaron al traslado a un sitio que
fuera llano, distante una legua del río Cauca, precisamente el lugar que hoy
ocupa la población de Arma”(Hurtado G., Op. Cit.).
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Asimismo
se expresa Arango Mejía: “La cruel guerra de los indios contra los primeros
pobladores obligó a éstos, trasladar la población al valle de Payuco, dos
leguas más apegada al río grande del Cauca” (Arango Mejía. Op. Cit. pág. 148).
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El
doctor Gabriel Hurtado Gallego nos habla de un terreno llano. Arango Mejía se
refiere al valle de Payuco. Pues hoy, ni es tan valle, ni es tan llano. Del
municipio de La Pintada, a unos 20 kilómetros rio arriba vía hacia el municipio
de Supía, existe todavía el nombre “Payuco”. Si en este sitio pasamos el río y
tomamos camino arriba, al coronar la montaña, llegamos al poblado actual de
Arma. Pasamos por un terreno relativamente llano, que comprende fincas como
Payuco, La Yalita, y tomando la calle en otro tiempo llamada “Payuco” (inexplicablemente
hoy llamadaJorge Robledo), en dirección a la plaza del poblado, nos damos
cuenta de que hasta dos cuadras antes de llegar a la plaza, no es un terreno
muy quebrado; este valle llegaba seguramente hasta Naranjal. Muchos de los que
estudiamos en la vieja escuela “Ángel de la Guarda”, en la década del cuarenta
del siglo pasado, recordamos las viejas tapias, vestigios del templo
parroquial, al frente de nuestras aulas.
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En este sitio, frente a la actual
construcción de la escuela Ángel de la Guarda, el Visitador Mon y Velarde
encontró un templo de teja...
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¿Qué
pasó, entonces, con el Arma del Valle de Payuco?
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Nos
cuenta Hurtado Gallego “Los primeros años de la Villa revistieron un brillo
espléndido. Progresó como por encantamiento en el siglo XVI. Familias
nobilísimas venidas de ultramar la poblaron atraídas por la fama de sus ricas
minas de oro. Los apellidos ilustres llenaron de colorido la vida social de la
flamante villa. Por sus calles cruzaron los Álvarez y Castrillón; los Torres y
Olmedillas; los Ponce de León; los Bermúdez y Becerra; los Ruiz de la Parra;
los Blandones de Heredia; los Vásquez y Gualdamiros. Don Mateo Castrillón,
Gobernador de Antioquia, vio la luz primera en ilustre villa de Arma, y ya
mozuelo se trasladó a la Villa de Santa Fe de Antioquia en donde se casó y
fundó la nobilísima casa de los Álvarez, Vásquez de Castrillón, bajo cuyo alero
vino al mundo doña Ana de Castrillón, (ancestros del Cardenal, Monseñor
Darío Castrillón) la legendaria amazona, colonizadora del Valle de la
Candelaria de Medellín... Se alzó la imponente iglesia, y en sus afueras los
conventos de frailes Dominicos y de las monjas Clarisas...
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Pero
una noche la Villa señorial desapareció bajo la hecatombe siniestra. El airado
Plutón ruge por la boca empenachada de los volcanes y sus aullidos
apocalípticos sacuden la tierra, resquebrajada por la expansión del fuego,
soterrado bajo el pulmón de nieve de la gigantesca cordillera. Todo el Ande
está jalonado de monstruos... Cuando amaneció, el alba tenía las manos
tintas de sangre y el sagrado río Cauca, salido de madre, aullante, arrastraba
los despojos de un mundo mártir, hacia las rutas del infinito...” (Hurtado
G., Op. Cit.).
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La
historia da cuenta de la grandeza durante los primeros años, de la explotación por
parte de los españoles y del despojo causado por ciertas élites, pero no
figuran documentos cercanos en relación con los fenómenos telúricos,
indescartables, máxime si se tiene en cuenta que la población se asienta sobre
una falla geológica. Valdría la pena memorizar el versículo 12 del capítulo VI
del Apocalipsis: “Cuando el Cordero rompió el sexto sello, miré, y hubo un
gran terremoto...”
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Retrocediendo
un poco, puede suponerse que la
catástrofe del 12 de marzo de 1595, temblor volcánico del Ruiz, debe de haber
iniciado la destrucción de la primera villa de Santiago de Arma.
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Los
restos pudieron haber sido arriados por una horrorosa inundación en el camino
del río Cauca, ocasionada por un gigantesco represamiento de uno de sus
principales afluentes obstruido como consecuencia del terremoto sentido en todo el territorio colombiano el 10 de octubre de
1827.Hasta el libertador Simón Bolívar, en declaración traída por el
padre Ramírez 12, da cuenta de la violencia de ese sismo (Jesús Emilio Ramírez,
Historia de los terremotos en Colombia, 1969, pág. 113).
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Un
testigo, citado en la misma obra, afirma que, hallándose por terrenos de la
Vega de Supía, vio desplomarse su habitación, y agrega, además, que no sería
exagerado hablar de un movimiento telúrico prolongando su violencia destructora
por más de seis minutos.
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Este terremoto tal vez fue la causa de la
destrucción del Arma localizado en lo que se llamaba el valle de Payuco.Precisamente por este sitio pasa la
falla geológica ya conocida y las casas se fueron corriendo, después del sismo,
como ocurrió después en 1938 y en 1979. No es para creer en el hundimiento
catastrófico del que habla la tradición, pues no ha habido, por suerte, un
cataclismo; el hundimiento ha sido un proceso largo y continuo; de no haber
sido así, ¿de dónde iba a resultar tanta gente para trasladarse a Arma Nuevo
cinco años después? Las casas se fueron
corriendo, se cayeron y ocasionaron la ruina, causa del traslado en 1832, lo
que dio origen a la fundación del municipio de Pácora.
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En
cuanto a la riqueza, no es para dudarlo, si se piensa desde el punto de vista
áurico.
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Según
las descripciones de los terrenos, los armados tenían su asiento por las
sierras de las márgenes del Cauca y del Arma. Piénsese en lo que hoy es
Damasco, La Pintada, Bocas y, siguiendo río arriba hasta tierras de La María:
Recuérdense los grabados de las piedras en terrenos de El Dorado, más arriba de
La María.
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Muy
cerca de allí, por la margen contraria, se localiza una de las regiones más
auríferas de Colombia: Marmato. Quizá parte del oro de los Cocuyes venía de
estos terrenos; no del sitio actualmente ocupado por Arma. De aquí, nada de
metal había para llevar, salvo el que hubieran guardado los sobrevivientes de
la irrupción de los hispanos con hambre de oro; en consecuencia, los nuevos
pobladores fueron perdiendo el interés en esta tierra; emigraron al no tener
más a quien explotar.
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Por
la época de los rionegreros, los Cocuyes extinguidos ya no eran amenaza. El
problema ya radicaba en la pobreza y en el despojo causado por los de vocación
de terratenientes.
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Algunos
habitantes, merced a las intrigas de don Felipe Villegas, se dirigieron a
tierras de la actual Santa Bárbara. Otros echaron para el lado contrario, es
decir, para el Arma de hoy, localizado en el Valle de Payuco.
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A
raíz de este problema, el Oidor y visitador Mon y Velarde visitó la población
de Arma; luego, en su informe, se refirió al sitio anterior, es decir, al Arma
que estaba localizado por los ríos Buey y Arma. Por lo tanto, en el año 1786,
Arma ya estaba localizado en el terreno actual, y declara el Visitador, la
existencia de una iglesia de teja, y bien ornamentada.
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Volviendo
a la misma historia telúrica, en el año 1764 otro sismo debió de ser causa de
más ruinas materiales en Arma, que adicionadas a las ruinas económicas
reforzarían los argumentos para la patraña de voraces habilidosos para el
negocio fraudulento:
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Regresemos
a los antecedentes del lío con los vecinos de Rionegro.
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En
la década del sesenta del siglo XVIII, el español Felipe Villegas logró,
mediante procesos jurídicos manchados de todo vicio, le asignaran gran globo
ilímite de tierras, lo que hoy es Sonsón, Abejorral, Montebello, El Retiro y La
Unión. Este hombre prepotente, unido con otros de «la flor y nata» de la
floreciente población de Rionegro, principiaron lucha tenaz por despojar a
Arma, ciudad rectora de todos los bienes del Sureste de Antioquia. Empezaron por mover todas sus influencias y,
aunque en un principio sus pretensiones fueron fallidas, más tarde llegaron,
con falacias, al logro de los objetivos: Despojar a la Villa de Arma del título
de «Ciudad Noble y Leal» y conseguir la orden de traslado físico y jurídico de
sus habitantes al sitio de San Nicolás en donde se gestaba la ciudad de
Rionegro.
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TRASLADO
A RIONEGRO
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La
insistencia de la élite de Rionegro logró inclinar, en favor de ellos, la
voluntad de los gobernadores de Antioquia, Lorenzana y Silvestre. En puños de
éste último estuvo el mango para el machetazo definitivo. La historia del mundo
se llena con ejemplos de cómo las tesis expuestas por políticos de más pericia
en el manejo de las palabras priman sobre la verdad.
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Se
argumentó mala ubicación, clima malsano, ruina del lugar: «Con burla por la
penuria de sus habitantes, mirados como pobres mulatos, sin comercio, y
atormentados por fiebres tercianas y cuartonas. Por lo demás, padecían una
enfermedad muy parienta de las venéreas: El carate» (Jaramillo. Op. Cit.,
pág. 140).
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El señor Francisco Silvestre Sánchez, siendo
gobernador de Antioquia, decidió el traslado de la villa de Arma a la ciudad de
Rionegro, en el año 1783. Convencieron
los argumentos y, a decir verdad, ya eran válidos: Pobreza y ruina. ¡Obvio! Ya
los señores terratenientes habían logrado el privilegio colonial de asegurarse
para sí las tierras que no eran de ellos. La ciudad de Rionegro podrá
agradecer, pero nunca los habitantes de Arma, a los afortunados siguientes: Don
Felipe Villegas, ya mencionado; concesión en 1765. Don Ignacio Castañeda;
concesión en 1760. Don Sancho Londoño Zapata; concesión en 1762. Doctor Esteban
Leonín de Estrada; concesión en 1768 (Beatriz Patiño Milán, Colonización
Antioqueña, pág. 62).
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Con
el último nombre sospechamos de la actitud del entonces cura de Arma, padre
Leonín de Estrada, de quien se cree la aceptación del soborno para declarar en
contra de sus propios feligreses, con argumentos que el defensor de Arma,
Visitador Mon y Velarde, citado por el padre Duque Botero (Apuntes para la
Historia del Clero de Caldas, 1957, págs. 451-466), aprovechó para darles
giro de media esfera en favor de los despojados.
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Leamos
un poco del documento del propio padre Leonín:
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(...)
según dicho de dos sujetos verídicos que murieron porcho [sic] hace,de edad de
ciento y tantos años, gozaba esta ciudad por términos y jurisdicción desde el
río de Chinchiná (que linda por la de Cartago)por él abajo al de Cauca, y de
este para abajo hasta la boca de la quebrada que llaman Sabaleticas; y de esta,
cortando derecho a la quebrada que llaman Amagá, y de las cabeceras de ellas
siguiendo por derecera al Rionegro; por él abajo hasta el río que llaman
Pereira; de las cabeceras de éste, siguiendo derecho, a la cordillera del
Páramo que llaman de Herve, siguiendo derecho al río de Chinchiná, y según lo
que me comunicó don José de Mesa que gobernó esta ciudad de alcalde ordinario
muchos años, el que murió de más de
ciento, y Gabriel de Salazar que
murió de ciento treinta y dos años, aquien di eclesiástica sepultura al
año de cincuenta y dos e hice poner palma por la castidad que guardó toda su
vida y hombre muy verídico y de mucha entereza, así éste como el primero, de
quienes fui informado como de otros sujetos vecinos de ésta que murieron, unos de sesenta y otros de ochenta
años, más o menos, hombres verídicos...” (Antonio Estrada Álvarez, Estrada.
Genealogías. Manizales, 1996. pág. 171).
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El
padre Leonín, menciona a algunos señores de avanzada edad. El Visitador Mon y
Velarde expresó: Si Arma es tan malsano como afirma el padre Leonín de Estrada,
¿cómo pudieron estos señores llegar a tal edad? Por otro lado, la pobreza no
puede ser juicio válido, pues muchos otros sitios se han caracterizado por
igual fenómeno. En cuanto al carate, argumenta que, siendo problema
consecuencia de amoríos sin higiene, este comportamiento no es exclusivo para
la clase mulata de Arma.
·
El
pleito se entabló, pero pudo más el soborno, la mentira y la politiquería,
porque ese golpe fatal fue definitivo o irreversible para Santiago de Arma.
·
CAMBIO DE PATRONO
·
En
los designios de Dios no interfiere la voluntad del Rey.
·
Felipe
II señala al Apóstol Santiago el Mayor como Patrono de Arma y, por Patrona, La
Inmaculada Concepción.
·
Mas,
la Divina Providencia permitió el despojo de los honores, y con ellos se fue la
imagen de la Virgen del Rosario.
·
Entre
agonías y resurrecciones de la población de Arma, permaneció el santo de Padua
como compañero de infortunio de los armeños, y por tradición de muy largo
tiempo ha sido reconocido como el Patrono de la iglesia de la Villa Serrana de
Santiago de Arma.
·
EN
LA BÚSQUEDA DE LA HISTORIA
·
Parece
no existir ningún documento probatorio de la procedencia de las imágenes
llegadas a Arma; se supone, atendiendo criterios de los entendidos, son de
origen quiteño.
·
El
padre Duque Botero cita un documento del Cura Leonín de Estrada en donde
certifica que unos ancianos declararon: "Desde tiempo inmemorial se dio por merced de
Nuestro Soberano por Patrón de esta ciudad al S. Santiago el Mayor y por
Patrona a Nuestra Señora de la Concepción, que dijeron que había mandado, con
un ara de jaspe que está en el sagrario, el señor Felipe II, quien envió otras
imágenes para otros lugares y se trocó la que venía para ésta..." (Duque
Botero, Op. cit. pág. 452).
·
Teorizando
un poco y de acuerdo con lo anterior, puede anotarse que las imágenes de la
Virgen del Rosario y de San Antonio llegaron por error, o por trueque
voluntario de algún individuo con intereses particulares.
·
Basado
en la obra del padre Duque Botero (Ibid.,
pág. 451-465), el pleito en relación con la imagen de la Santa Virgen del
Rosario puede sintetizarse así:
·
Cuando
se dio la orden de traslado, los habitantes muy disgustados expresaron una
rotunda negativa: Desertarían de la ciudad y hasta del Rey Cristiano antes que
irse para Rionegro; además, reclamaron la imagen de la Virgen. El Oidor y
Visitador Mon y Velarde se inclinó en favor de los armeños.
·
Los
de Rionegro se posesionaron de la imagen y, liderados por el Cura doctor don
Joaquín González expusieron estos argumentos:
·
Arma
ha sido trasladado en muchas ocasiones; los restos sólo muestran pobreza y
carecen de iglesia digna para Nuestra Señora. Invitan a que el Oidor visite la
población para que se cerciore.
·
El
clima es malsano y por ello es difícil hallar Cura para la población; el actual
está aburrido.
·
Arma
está localizado muy lejos y ello es obstáculo para las visitas de los devotos a
María Reina.
·
Al
ser ordenado el traslado, la Patrona de la nueva población de Santiago de Arma
de Rionegro debe ser La Concepción. Por tanto, si los armeños quieren imagen,
deben conseguir una réplica.
·
Arma
no puede justificar la propiedad de la imagen.
·
La
posesión prima sobre la propiedad alegada por los armeños.
·
Finalmente
se refieren a las ventajas para Rionegro y para «Su Majestad» (El gobierno), si
la nueva ciudad conserva la imagen:
o
Los
vecinos benefician el erario.
o
Los
vecinos se esmeran por el honor de la República.
o
Los
vecinos edifican casas de teja, y de más estabilidad, para mayor decencia
pública.
o
Dios
les ha concedido muchos dones y ellos pueden pagarlos, en parte, con alhajas
para la Virgen.
·
La
refutación no se hizo esperar.
·
La
escasez de recursos no es argumento válido. Otros pueblos han soportado tan
extremada pobreza, que se ha llegado el caso de tener que nombrar al Sacristán
como Juez y, sin embargo, nunca se ha tratado de aniquilarlos. El gobernador
don Francisco Silvestre ha certificado la existencia de Iglesia de construcción
decente, de teja y bien ornamentada.
·
Mon
y Velarde también visitó más tarde el terreno; comprobó la existencia de la
iglesia de teja y concluyó:
·
Si
la Providencia quiere que este triste vecindario, por su pobreza no pueda ser
ciudad ni servir en cargos públicos, llévensela ciudad, los títulos y los
honores, pero no aflijan más alos habitantes; déjenles la imagen de la Soberana
Reina.
·
·
Nuestra Señora de la Concepción del
Rosario de Arma
·
Así
el Oidor y Visitador Mon y Velarde echaba por tierra el primero de los
argumentos rionegreros, firmados por el Cura González, y de esta manera
continuó: La dificultad para conseguir Cura para Armaviejo es cierta por la
escasez de sacerdotes; hace más de 20 años tratan de conseguir un Cura para
otra población de clima sano y tierra fértil, y tampoco lo han podido
encontrar. Si el actual Cura de Arma, el padre Pérez, está aburrido, no es por
el clima, sino debido a la solicitud de un tío suyo, para que le administre los
negocios de una mina. Si el clima fuera malsano, los testigos nombrados por el
padre Leonín de Estrada, en el documento citado, no hubieran llegado a tan
avanzadas edades.
·
La
lejanía del pueblo de Arma no es argumento válido. Muchos santuarios del mundo
cristiano localizados en sitios de calificación inaccesible no han dejado de
ser visitados cuando los devotos peregrinos realmente son gentes de viva fe; y
el santuario por excelencia, es decir, el escenario de la Redención, ha estado
en manos de los bárbaros y ello no ha sido obstáculo para la visita de los seguidores
de la santa doctrina.
·
La
orden de traslado de la imagen fue ilegal, pues se dio sin esperar el fallo.
Llegada esta sentencia, es aceptable el traslado del título de ciudad con sus
honores, pero no la imagen. Y si el traslado de los títulos implica la
consagración de la Parroquia de la nueva ciudad, a la Virgen de la Concepción,
mayor razón existirá para la devolución de la imagen, por no ser de la
Concepción, sino del Rosario.
·
Además,
parece extraño que la imagen del Apóstol Santiago no figure en el litigio.
·
En
verdad, los armeños carecen de documento probatorio de la propiedad de la
imagen; tan sólo la certificación del Cura Leonín. Los vecinos de Rionegro
menos podrán probar la propiedad, y si la posesión prima sobre la propiedad, la
imagen en litigio ha sido posesión de los habitantes de Arma durante más de 200
años.
·
Finalmente,
si las ventajas para el gobierno y para la nueva ciudad de Santiago de Arma de
Rionegro, debido a la posesión de la imagen, son ventajas de cristianos, más
actitud de cristianos será observar la justicia y devolver la imagen.
·
El
Obispo de Popayán también reconoció infructuoso el traslado de María Reina,
pues el Rey Felipe II no donó la imagen para las casas, sino para los
habitantes de Arma Viejo. Estos se quedan, luego, debe quedarse también la
imagen.
·
Estudiado
el pleito fueron especialmente analizadas estas consideraciones:
·
La
imagen fue donación del Rey Felipe II.
·
La
real existencia de iglesia de teja en Arma.
·
El
ofrecimiento de los vecinos de Rionegro, de costear otra imagen para Arma, y
devolver los adornos y las joyas de la antigua.
·
El
no traslado de ninguno de los vecinos de Arma.
·
El
no tener nada que ver la traslación de la ciudad y sus privilegios con lo
espiritual y lo eclesiástico.
·
La sentencia fue favorable para Armaviejoy, esencialmente, se impartieron
las siguientes órdenes:
·
La
devolución de la imagen con sus adornos y sus joyas.
·
Conducirla
procesionalmente hasta su anterior sede, es decir, hasta Armaviejo.
·
Al
paso por Santa Bárbara y Zabaletas, el Cura de esta jurisdicción y los
feligreses deberán salir al encuentro y rendir a la Reina Celestial los honores
merecidos.
·
Los
vecinos de Armaviejo deberán despachar seis individuos a la nueva ciudad, para
acompañar, con hachas encendidas, a la imagen de María durante todo el
recorrido de regreso a su primera sede.
·
El
Cabildo de la nueva ciudad de Santiago de Arma de Rionegro debe dar
cumplimiento con fidelidad y puntualidad a este decreto, y franquear el camino
por donde han de transitar con la sagrada imagen.
·
Los vecinos de Rionegro con su líder, el Cura doctor
don Joaquín González, reclamaron y, entre reclamo y reclamo se fue
entorpeciendo el cumplimiento del decreto, hasta quedar el pleito en el
eviterno sueño; la Virgen de Arma en Rionegro y... «colorín colorado, San
Antonio del Patronato posesionado».
·
En
1958, el Papa Pío XII declaró a San Antonio como “Patrono principal de Arma
ante Dios”.
·
CONCESIÓN
ARANZAZU
·
Si
usted cuenta con apellido de buen rango es así de fácil: usted saca un catalejo
para mirar tierras; media vuelta sobre cualquiera de sus talones; luego otra
media vuelta para completar el giro de 360 grados; todo lo que abarque con su
anteojo de gran distancia es suyo. Después, con la malicia del polluelo
cuclillo, desaloja a los verdaderos dueños del nido, es decir, desconoce los
derechos justos de los propietarios tradicionales que, por ignorancia o por
inferioridad en instrucción, no habían registrado título de propiedad o
derecho.
·
Y
¿cómo lograr, después, el reconocimiento como legítimo dueño, y llamar
invasores a los primeros?
·
Así
de fácil: Forme filas en el partido del General Santander, el gran «Hombre de
las Leyes». Él defiende el derecho sagrado a la propiedad privada; él defiende
a los terratenientes.
·
No
sólo la obra de Duque Botero expone el tema de la Concesión Aranzazu. En
general, quienes han escrito crónicas relacionadas con Caldas en los siglos
XVIII y XIX, jamás han dejado al lado este tema; en su esencia así nos han
enseñado:
·
Las
tierras consideradas baldías en la América robada por los españoles, se
denominaban realengas, es decir, pertenecían al Rey de España. A quien las
solicitara, el Monarca, mediante contrato llamado Capitulación, las concedía
con la condición de poseerlas, cultivarlas y disfrutarlas.
·
Un
día, a mediados del año 1800, José María Aranzazu, rico comerciante, venía de
Rionegro, camino hacia Bogotá. Estaba interesado en una ruta que, pasando por
el Páramo de Herveo, llegara a Supía y, de aquí, a Rionegro; sería una vía
libre de todo control para el comercio ilícito.
·
A
su paso por terrenos de Arma, sacó su catalejo; en su mente retrató el mapa del
campo de su apetencia, cuyos límites fueron los que pudo abarcar su anteojo
para enormes distancias. Solicitó concesión de esas tierras, «baldías», según
él.
·
El
Rey, Carlos IV de España, sin previa comprobación de que los campos fueran
baldíos, o estuvieran labrados, otorgó al peticionario, por medio de Real
Cédula expedida por la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, las tierras
solicitadas.
·
En
la mencionada Cédula podía leerse cómo ordenaban a la Justicia y a los Jueces
darle a don José María posesión de esas tierras, asegurarle protección, lanzar
a los intrusos...
·
Quienes tenían su parcela y, por ignorancia no
habían legalizado, ya no contarían con ningún amparo por parte de la ley;
además, ni siquiera sabían que las tierras por ellos cultivadas durante varios
lustros ya estaban escrituradas a otro dueño. Y no sabían, porque el señor Aránzazu ni se preocupó
por cumplir las condiciones mínimas. «Otros
estaban haciendo el trabajo de labrarlas y cultivarlas». Después podría
volver a reclamarlas; viajó a Maracaibo y no regresó más; allá murió.
·
No
fue el único deseoso de posesión. En 1803, un tal Pablo Giraldo, argumentando
ser dueño de estancias de cacao entierras de Arma, solicitó la adjudicación de
algunos campos; esta vez los armeños se dieron cuenta a tiempo y, viendo que
iban a ser despojados, reclamaron y así lograron salvarse más de ciento
cincuenta cultivadores. Los vientos de la Corona soplaron en esta ocasión en
favor de los campesinos de Arma. Sin embargo, estos labriegos no pudieron gozar
mucho tiempo de su pacífica posesión.
·
Poco
más de veinte años después, la señora María Antonia González, viuda de José
María Aranzazu y el hijo, doctor Juan María Aranzazu, reclamaron las tierras
que por herencia les tocaba y, con «verdad a medias», podían comprobar que
estaban cultivadas.
·
Era
«pan coger». Mientras doña María seguramente bien maquillada y con lenguaje
encantador frente a las santanderistas élites rionegreras, el doctor Juan de
Dios Aranzazu cogía la sartén por el mango: Era representante antioqueño al
Congreso de1824, y así logró la refrendación de ese título.
¿Cómo fue tan fácil logro? Faltando
a la verdad. Así lo explica Jaramillo (Op.
Cit., pág. 143). Declarando que esas tierras sí estaban labradas y
cultivadas. Lo que sí callaron fue que estos terrenos, desde muchos lustros
atrás, venían siendo cultivados por los armeños mulatos y por los colonos de
Aguadas, mientras don José María andaba por Maracaibo.
Por tanto, el Congreso que ese año
había suprimido mayorazgos, en acto ilegal, revivió privilegios propios de la
colonia y despojó a los pobres labriegos de Santiago de Arma, para entregarlos
terrenos al Congresista.
Como «el chillido es libre» y «el
perro puede ladrar a la luna», trescientos colonos de Arma protestaron.
¡Consiguió más el perro!
«En río revuelto, ganancia de
pescadores», reza el adagio. Un rionegrero llamado Luis Gómez de Salazar,
aparente enemigo de los Villegas y de los Aranzazu, se ofreció para representar
a los desposeídos armeños, y se inició el litigio, pero como, «donde manda
capitán no manda marinero», el General Santander, el Gran Hombre de las Leyes,
el gran hombre de la justicia en favor de... los terratenientes y en contra de
los pobres colonos, concedió al doctor Juan de Dios Aranzazu, la autorización
para fundar a Salamina en terrenos en litigio; así fue la patraña del señor
Aranzazu, porque de esta manera, ya él podía reclamar, con justicia, igualdad
de derechos con los colonos.
Siguió su plan. Cedió tierras,
vendió otras y, con sus artimañas de congresista experimentado, compró nutrido
grupo de “adláteres”. Sin embargo, un vientecillo favorable volvió a soplar
para los armeños: La justicia ordenó la restitución de las tierras de los
habitantes de Santiago de Arma, sentencia que originó otro conflicto, pues los
armeños, al pretender anularlos repartos del Congresista, intentaron,
inclusive, derribar el templo en avanzado estado de construcción en la ciudad
de Salamina; este hecho le valió halón de orejas al padre José Martín de la
Cuesta, oriundo de Santiago de Arma, quien se opuso tenazmente a la fundación
de Salamina, y desde el púlpito mostró enardecido su inclinación en favor de
los despojados coterráneos; severamente
fue reprendido por el Vicario José Miguel de la Calle.
El doctor Juan de Dios, como
Congresista experimentado, sabía que «el poder es para poder» y arremetió más
fuerte; amenazó a los jueces y apeló ante la Corte de Cundinamarca, de mayoría
Santanderista. La respuesta es obvia para cualquier colombiano: En favor del
Congresista.
El apoderado de los armeños
recurrió a la Alta Corte de mayoría Bolivariana, y en donde se contaba con la
poderosa influencia del doctor José María Gómez de Salazar, antes protector de
Simón Bolívar, y ahora tío del guardián de los intereses de los armeños.
La sentencia volvió a ser favorable
para Arma y el apoderado quedó bien pagado con cantidad de tierras.
Mas, el resultado no pudo ser
satisfactorio, porque las tierras no les fueron devueltas, pues don Juan de
Dios y sus parientes habían tomado posesión de las más feraces y de las mejores
para la ganadería; muchas otras las habían vendido, y una cantidad la habían
cedido como contraprestación a quienes los habían apoyado en el pleito.
La conclusión de este lío histórico
es de carácter lacrimógeno: El inexplicable maridaje entre el protector de los
armeños, Luis Gómez de Salazar, y los antiguos enemigos, los Villegas y los
Aranzazu; así surgió la compañía «González Salazar». González, apellido de la
progenitora del doctor Juan de Dios Aranzazu; Salazar, por la belleza de
apoderado que, finalmente trabajó para que los armeños tuvieran donde caer
muertos... de inanición.
TRASLADO A PÁCORA
Regresando un poco y recordando las
consecuencias del traslado a Rionegro, la villa de Arma ya se caracterizaba por
la inmensa pobreza de sus habitantes. En1811
salieron algunos de ellos en busca de terrenos que les brindara la subsistencia
y, comandados por don José Narciso Estrada, fundaron la ciudad de Aguadas.
En 1827,
como ya se ha mencionado, ocurrió uno de los más violentos sismos de que se
tenga noticia en el país. La población de Arma, localizada como sobre unas
bolsas de agua, está condenada a sufrir grandes daños por causa de los
movimientos telúricos.
Sin embargo, Arma ha contado con
suerte porque, hasta ahora, la historia no ha dado noticia de una tragedia de
esta naturaleza que haya cobrado gran número de víctimas humanas.
Aunque nada escrito haya cerca, en
relación con las consecuencias de este sismo para Arma, la decisión de buscar
otro terreno lo hace suponer.
Arma continuó en notoria regresión
y, a tal punto llegó la pobreza, que ni el Cura podía sostenerse, argumento con
el cual la Prefectura o Intendencia de Cundinamarca, con aprobación del
gobierno decidió el traslado de los habitantes para la ciudad recién fundada, y se decretó, en febrero de 1830, la anexión
de la iglesia a la parroquial de Aguadas.
Los habitantes de Arma no aceptaron
el traslado y, comprometidos a pagar al Cura, otra vez obtuvieron el título de
Parroquia, en agosto del mismo año (1830).
El decreto penúltimo, es decir, el
de febrero de 1830, había hecho pensar a los salamineños que ese hecho era
irreversible y, por tanto, los armeños debían ocupar el sitio asignado y no
otro, y las tierras a las que habían tenido derecho los armeños, ya eran
propiedad definitiva de los colonos de Salamina.
Vale reconocer que, si el doctor
Juan de Dios Aranzazu no fue persona grata para los armeños, sí lo fue para la
historia de los otros pueblos del norte de Caldas; no obstante, con los
habitantes de la Villa Serrana, por conveniencia personal, en 1829 aceptó
concederles los terrenos comprendidos entre Arma y Pácora, y Pácora y San Lorenzo.
1.172 ciudadanos de Arma, agobiados
por la pobreza, en busca de mejor futuro finalmente aceptaron desplazarse a la
región de Paucura, para acatar la orden de la Cámara Provincial que ya había
decretado una nueva despoblación.
Ahora, fueron los salamineños los
descontentos por este traslado quienes, con el padre Ramón Marín encabezando la
lista, reclamaron porque creían ver mermados sus intereses y derechos
parroquiales.
El doctor
Juan de Dios Aranzazu, quien ocupaba el cargo de la gobernación de Antioquia,
puso punto final al conflicto de los salamineños por la fundación de Arma
Nuevo, al reconocer, con resolución del 12 de octubre de 1832, que dicha
fundación se hacía en cumplimiento de un Decreto expedido por la prefectura, el
6 de diciembre de 1831. Reconoció,
además, que en 1829, había concedido esas tierras a los vecinos de Arma y, por
tanto, estaban en todo su derecho.
Menos de 600 habitantes no
aceptaron este nuevo traslado; se quedaron cuidando de las imágenes del Cristo
de la Conquista y de San Antonio. Viceversa: Quedó el Cristo de la Conquista
acompañado del fiel San Antonio, cuidando menos de 600 almas pertinaces
apegadas al suelo de Arma Viejo.
EL SIGLO XX
Arma no ha exhalado los últimos
suspiros. El número de habitantes fue en aumento y, así, el de construcciones.
Otro
azote sísmico el 9 de febrero de 1878, a las dos y media de la tarde, con
fatales consecuencias para la ciudad de Manizales, debió haberse sentido fuerte
en Arma; los daños,
ocultos u olvidados para la historia de este pueblo, son de suponerse. Arma y
Manizales pertenecen al mismo cordón de Romeral, y la lista de los territorios
afectados por movimientos telúricos en esta línea, la encabeza Arma, no por ser
de la primera letra del abecedario, sino por la infortunada suerte de haberle
tocado este terreno, en el momento de serle asignado por el destino el sitio
para el último traslado.
Arma amaneció viva para el siglo
XX. El número de habitantes ameritó más frecuente atención espiritual. En1924
se abrieron los libros del archivo parroquial, y diez años después figura
nombrado un coadjutor para la Parroquia de la Inmaculada de Aguadas, con
residencia en Arma: El Presbítero Daniel Valencia Monsalve. Dos años más tarde,
Monseñor Luis Concha Córdoba reconoció el progreso de la población y otorgó la
bendición para que volviera a recuperar el título de Parroquia, perdido durante
un siglo.
El año de
1936 marcó un hito para nuestra historia, con dos acontecimientos inolvidables
para Santiago de Arma: la Parroquia y la unión por carretera con Aguadas. Esta
vía, abierta a pico y pala, fue la primera en el Norte de Caldas.
Dos años
después, otro golpe natural sufrió la población.En 1938, un sismo de violenta
intensidad arrasó con la iglesia y
la casa cural. Ambas edificaciones estaban levantadas en la plaza, contra el
barranco, y dando el frente al Cerro de Cristo Rey. Fue otra tragedia de
funestas consecuencias económicas para las gentes de Arma.
Contra
el barranco del frente estaban edificados el templo y la Casa Cural destruidos
en el terremoto del 38.
La apertura de la carretera
Manizales - Arma fue un verdadero viento favorable. Los viajeros de Medellín
debían hacer escala en Arma y, de allí, en bestias de alquiler, iban a Estación
Cuba o Estación La María, a abordar el tren. Igual ocurría con los pasajeros
que regresaban de Antioquia: De la estación a Arma, acaballo y aquí debían
esperar el transporte vehicular para Aguadas u otras poblaciones del norte de
Caldas. Esta escala implicaba visitantes; muchos de ellos allí pernoctaban; en
consecuencia, había hoteles y restaurantes; lo menos que los pasajeros
compraban era la gaseosa, el pandequeso, los bizcochuelos y, cuántos más la
limosna para San Antonio, porque en esa época sí era cierta la devoción y eran
de todo corazón las plegarias elevadas al Cielo.
En los últimos años de la década
del treinta, durante un corto tiempo estuvo funcionando una carretera entre
Arma y La Pintada; esta vía debió ser abandonada por falta de mantenimiento;
mas, a finales de la década del cuarenta, volvió a abrirse y, aunque no fuera
buena, ya se podía viajar desde Aguadas hasta La Pintada; este hecho fue duro
revés para la economía de nuestro pueblo, pues, a quienes arrendaban los
caballos o vendían los “mecatos” y las gaseosas, se les fue al suelo la
economía; ya los pasajeros pasaban de largo y hasta San Antonio salió
perdiendo. Más tarde, cuando dieron al servicio la carretera variante La
Pintada Supía, bordeando el río Cauca, significó un avance para las
comunicaciones y progreso para muchos pueblos, pero no para Santiago de Arma;
mermaron los visitantes.
LIBERALES Y CONSERVADORES, TODOS
SOMOS HERMANOS
A finales de la década del 40 y
primeros años de la del 50, Arma también sufrió la amenaza por los parásitos de
la politiquería.
Una inmensa mayoría de los armeños
han sido de filiación liberal; reducidísimo número se matriculaban en el
partido conservador. Algún líder político del municipio de Aguadas,
tradicionalmente conservador, deseaba "limpiar” de liberales a Arma.
Como en muchas otras regiones del
país, no se hicieron esperar los grupitos conservadores sectarios que, al
amparo de la noche, aprehendían a algunos descuidados y soñolientos liberales,
y con peinillas o machetes daban fuertes planazos en las espaldas –lo que en
esa época se conocía como aplanchada– en castigo por su filiación
política.
Así empezó una época de insomnio
porque se regaron las amenazas de ataques fratricidas; la desconfianza cundió y
fue anidando en los corazones de un pueblo bueno cuyo mayor líder era el Santo
de Padua.
Según Sofócrates, un día llegó de
Aguadas una comisión de “aplanchadores” al estilo de las bandas de chulavitas
organizadas para los enclaves conservadores; llegaron seguramente por encargo
de algún líder de ese partido político de Aguadas, con la misión de castigar a
los liberales de Arma. Como primer episodio, entraron en la casa de don Ismael
Rivera [situada en una de las esquinas de la plaza central] y de allí sacaron
su galería de cuadros de dirigentes liberales: Dos retratos de cuerpo entero de
los expresidentes López Pumarejo y Olaya Herrera, y en otros marcos muy
especiales, las fotos de Eduardo Santos, Alberto Lleras Camargo. . . y en acto
vergonzoso, los “aplanchadores” les prendieron candela, en la plaza de Santiago
de Arma. Fue ese el castigo para don Ismael.
Otro castigado fue don Marcelino
Carmona Martínez. Registraron su casa, le robaron un 38 largo Smith & Weson
que conservaba como alhaja, y un nutria legítimo de Guarne, con algunos
billetes “carones” allí guardados.
Luego formaron en humillante fila a
algunos miembros del partido liberal, entre ellos a Vicente Patiño, Rodrigo
Villada, José Manuel Vargas, “Trifulco”, al sacristán Nelson Gaviria, y a Bernardo Valencia, más conocido como “El
Mocho” quien sufría problemas en los pies. Ordenaron a los de la fila marcha
abajo con dirección a la Estación Cuba. El “Mocho” Valencia se quejó: “Me
duelen los pies para caminar”; y respondió groseramente el ignorante
jefe de la cuadrilla: –“Pues liquidamos cuentas aquí con usted primero”.
Y jocosamente comenta Éucrates: “Parece que el Mocho Valencia olvidó sus
dolores, porque fue el primero en llegar a la Estación Cuba”.
Por estar ausente, escapó de la
“aplanchada” don Pastor López G., un verdadero patricio, a quien los conservadores
deseaban castigar con mayor vehemencia, porque alrededor de él se congregaban
los armeños que, sin saber la razón, figuraban como liberales.
Y sostiene Éucrates:
Ese día San Antonio interpuso sus recursos en el alto cielo; él siempre ha
escuchado a sus devotos y, además, en la fila marchaba el sacristán de la
parroquia. Ya a la orilla del Cauca y a punto de ser arrojados al agua,
llegaron los también conservadores don Alfredo Agudelo, don Gustavo Estrada y
don Julio Mejía, y se opusieron al acto vandálico de los ignorantes desalmados.
–Ustedes están cometiendo una gran
equivocación con estos señores; seguramente pertenecen al partido Liberal,
pero, la verdad, en Arma no sabemos de doctrinas liberales ni conservadoras;
sólo sabemos que en este pueblo !hemos vivido todos como hermanos!
También
nos contaba Sofócrates: los mismos salvadores visitaron al líder de su partido
en Aguadas a quien llamaban “Dotor Antoño” y, llenos de valor, le dijeron: “Vea,
doctor Antonio: No sabemos por qué somos liberales o conservadores; lo único
que sabemos es que todos en Arma vivimos, hemos vivido y seguiremos viviendo
¡como hermanos!
EL TERREMOTO DEL 79
Esta población continuó su curso
con mucha gente en silenciosa pobreza; sin embargo, en activa participación en
la vida religiosa y política, aunque, a veces, a punto de desfallecer debido al
pesimismo originado por las dificultades para quelas instituciones estatales
atiendan las necesidades sociales básicas, a pesar de haber contado con líderes
como los doctores Alberto Mendoza Hoyos, Víctor Renán Barco, Marino Gómez
Estrada, ex alcalde de Aguadas, doña Dilia Estrada de Gómez quien durante
muchos años fijó la atención en el sector educativo, salud y servicios
generales, y con la gran voluntad de Óscar González Grisales.
En el año 1979 regresó Plutón
inclemente a revolcar las entrañas de nuestra tierra; el piso de la placita
central quedó convertido en gradas; el templo parcialmente destruido; los
establecimientos educativos y muchas viviendas amenazando ruina.
¡Y alerta roja! Según los estudios,
entre una de las recomendaciones estaba la de esperar la orden para una total
evacuación. Y las gentes preguntaron:
–¿Y para dónde?
Para tratar tan delicado asunto, se
convocó a una reunión presidida por doña Dilia Estrada de Gómez, Gobernadora de
Caldas en aquel entonces. Esta reunión fue como una nueva versión de la
historia de la orden de traslado para Rionegro: Las gentes de Arma se negaron a
mudarse y respondieron que primero desertarían de la ciudad y hasta del Rey
Cristiano, antes que irse para Rionegro. En esta reunión de 1979 volvió a
hervir la sangre de los despojados armeños, e interpretando el sentir de la
comunidad –con excepción de los hacendados libres de apuros económicos– se
expresó en forma contundente doña Marta Mejía:
–A mí me
sacan de aquí, pero... ¡muerta!
No había más que tratar. La
Gobernadora, en forma muy franca explicó:
–“Hemos dedicado casi toda una
vida, luchando por conseguir siquiera lo de infraestructura –los servicios
básicos– y no podemos cantar muy en alto la victoria; ahora, ¿dónde hallaremos la varita mágica o el
conejo de la suerte para lograr los auxilios necesarios, siquiera para
conseguir y adaptar el terreno para el traslado de todo un pueblo?»
Y ella tenía la absoluta razón, pues,
para un caso como este, el Gobierno Central no meterá la mano al dril, sino
cuando, por evitar la mala imagen, sea menester el rescate de gran número de
cadáveres víctimas de un hundimiento, lo que sucedería si el Santo Papa viniera
a bendecir el terreno y a declararlo «Campo Santo». A la lista de adagios o
sentencias populares debería agregarse uno más:
“Para
nuestros gobiernos, vale más un cadáver que un hombre vivo reclamando auxilio”.
La conclusión de este encuentro fue
el disgusto de los tres o cuatro vecinos de pingües recursos económicos,
mientras quela inmensa mayoría proletaria esperaba la suerte determinada por la
santa voluntad de Dios.
Sólo un vecino definió su traslado.
Desempeñaba funciones de Síndico en el Centro de Salud.
Así sucedió: el ciudadano Álvaro
Isaza llegó al Centro de Saluda solicitar servicio de inyectología. Para
sorpresa suya, no había jeringas. Todo estaba empacado. No quedaba un paquete
de algodón ni para una emergencia.
El Síndico, con genes de mal
informante en su composición celular, como los mal informantes serviles que
dieron causa para la orden de traslado a Rionegro dos siglos antes, había
logrado otra orden de despojo: «Trasládese el Centro de Salud a...» ¡Qué estulticia! No sabían, ni el ordenador,
ni el síndico, que el Centro de Salud, liderado unos años atrás por el padre
Alejandro Restrepo Rodríguez, era un servicio de propiedad de Arma y para el
servicio de Arma.
Don Álvaro Isaza dio rápido aviso a
la Junta Cívica y, con la indignación de pueblo víctima de injusticia, se
dirigieron en desfile de protesta hacia el Centro; atravesaron carros a la
puerta de salida y, llevando la vocería la señora Marta Mejía, en tono enérgico
y masticando cada sílaba increpó al Síndico:
–¡Usted, señor cínico o síndico, o
como se llame, se va; el Centro de Salud se queda!
DEVOTOS DE SAN ANTONIO CONTRA EL
CURA
Tal vez
en Santiago de Arma no volvió a pensarse en el tesoro de Pipintá; para muchos,
no deja de ser un mito o una leyenda. Otro gran tesoro sí ha llenado el corazón
de los armeños de tal suerte que difícil es saber si veneran al santo, o
veneran la imagen.
La
estatua de San Antonio se convirtió en el principal tesoro de este pueblo;
muchos, quizá sin preparación académica, han llegado a pensar que es la imagen
la encargada de los milagros.
Más o menos por el año1910, la
Vice-parroquia de Arma estaba regentada por el presbítero Daniel Florencio
Sánchez. Fue un personaje valioso; dejó huellas por sus obras en Arma; proveyó
a la parroquia de ornamentos, vasos sagrados e imágenes; conociendo de la devoción al Santo, consideró
prudente conseguir otra imagen de mejor estructura, de pasta, bellamente
cincelada, libre de gorgojos o de comején; no sabía de los parroquianos de
Arma, la identificación con la tradicional imagen del Santo y, de muy buena fe,
trajo una de Barcelona; los devotos se opusieron al levita, regresaron al nicho
la tradicional imagen, y llevaron la nueva para un rincón de la sacristía y le
dejaron al pie de dicha imagen una boleta con esta leyenda: “Esta imagen no nos gusta porque el que hace
milagros es el chiquito!” (Delio Gómez García, Op. Cit., pág. 86). Frustrado el padre Sánchez debió salir de
Santiago de Arma, por haberse metido con la imagen de San Antonio.
En junio de 1963, la comunidad se
enfrentó otra vez al párroco. En esta ocasión fue el litigio con el padre
Guillermo López Benjumea. No le importó al presbítero el mito según el cual San
Antonio no se dejaba transportar, y organizó romería a Aguadas con la imagen
del Santo de Padua. Así empezó a caer a tierra esa creencia; muchos armeños
aplaudieron y agradecieron al Altísimo por el cambio del cura.
Imagen
de San Antonio de Arma, invadida de comején. Enero de 1994 (Foto: del Archivo
de la Parroquia)
Unos años después, el presbítero
Javier Correa Salazar llevó la imagen a Rionegro (Antioquia); como era de
esperarse, no faltó la oposición.
La llegada del padre Julio César
Quintero Grisales sí marcó un hito en la historia de nuestro pueblo; fue el 7
de enero de 1994; cuando revisaba el inventario de la Parroquia, fue a conocer
la imagen; gran susto se llevó al ver un gusano con alas que salí por la nariz
del santo; monseñor José de Jesús Pimiento, Arzobispo de Manizales, conoció la
imagen en ese estado lamentable; por estos mismos días arribó a Arma, en visita
de turismo, el padre Cesáreo Santiago Díaz, superior de la comunidad Hermanos
Hospitalarios de San Juan de Dios. Fue
el padre Cesáreo, conocedor y apreciador
de las obras de arte, quien más influyó para emprender la restauración.
El Arzobispo Pimiento dio el visto bueno, decisión anunciada por el párroco
Quintero Grisales en el púlpito; así, con la colaboración del padre Cesáreo,
fue a dar la imagen a la Clínica Psiquiátrica de Manizales, mientras el mismo
levita personalmente la llevaba hasta Bogotá, en donde restauraron la imagen.
Nadie puede medir la ira de muchos
parroquianos cuando se dieron cuenta de que la imagen había sido sacada de
Santiago de Arma. –"¡Pero qué pecado
hemos cometido los armeños para que nos castiguen enviándonos curas de esta
clase!"– decían algunos parroquianos iracundos.
Nunca antes, confiesa el padre
Julio César, había recibido tantos insultos y desprecios.
En honor a la verdad, extraña que
nuestros parroquianos no hayan tenido ojos para ver el lamentable estado de la
imagen.
Así como la foto muestra la
estatua, fue empacada con sumo cuidado y se transportó a la Clínica
Psiquiátrica de San Juan de Dios en Manizales, en donde estuvo al cuidado del
padre Cesáreo, encargado de llevarla luego al taller del Museo Religioso de
Santafé de Bogotá. Queda también muy clara la razón por la que San Antonio, muy
accidentalmente, estuvo recluido en la clínica de reposo.
RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN
Fue realizada en el taller del
Museo de arte Colonial de Santafé de Bogotá, por los señores Rodolfo Vallín
Magaña (mejicano) y Wolfang Gezteira Larza.
“Según el estudio realizado, esta imagen es
del siglo XVIII; las dimensiones son 90
x 32 x 31 cm.
La
madera presenta un deterioro inherente a su composición. Unido a esto, se encuentra
atacada por insectos xilófagos (gorgojos). El ataque se evidencia por la
presencia de huevos, excrementos y algunos insectos vivos. Han perforado la
madera dejando grandes faltantes de soporte a tal grado, que han debilitado
toda la estructura desde el interior.
Presenta
resanes inadecuados: de yeso, sobresalen de la superficie y se encuentran
agrietadas. En cuanto a la capa pictórica, se halla totalmente repintado: El
hábito con un tono café, la encarnación en rostro, manos y pies. El libro y el
Niño también se encuentran intervenidos: El vestido de El Niño, cabello negro y
el libro es rojizo y blancas sus páginas.
Se
realizó la inmunización de la madera en la cámara de desinfección durante un
mes. Se retiraron del interior de la escultura los insectos, huevos y
excrementos.
Se
desinfectó la madera para prevenir un posterior ataque de insectos. Se
rellenaron los faltantes de soporte con madera y un consolidante para recuperar
la estructura perdida. Se eliminaron las intervenciones anteriores de la capa
pictórica y de base de preparación. Se restituyeron los faltantes de la base de
preparación.
Se
realizó la reintegración cromática. Se aplicó el barniz final que protege la
capa pictórica del medio ambiente y da el acabado final” (Informe de los restauradores.
Archivo Parroquial de Santiago de Arma).
REGRESO TRÁGICO
El domingo 8 de enero de 1995, en
la primera página, La Patria de
Manizales así anunció su llegada: “En Arma, municipio al norte del
departamento de Caldas, se realizará una misa campal como recibimiento solemne
a la imagen del santo insignia de la población, San Antonio de Arma”.
Vía aérea regresó San Antonio hasta
Manizales y, de allí hasta el municipio de La Pintada, en un guacal y muy
protegido con material de Icopor. En esta población armaron una carroza para
iniciar desde allí la procesión de entrada solemne de San Antonio a sus
dominios religiosos en Santiago de Arma.
Todos los habitantes católicos de
Arma y unos cuantos devotos de los pueblos vecinos esperábamos con mucha ansiedad
la entrada triunfal, ese domingo al mediodía. Pero el reloj marcó las doce y
siguieron corriendo los minutos y el cuarto de hora y la media, mientras el
padre Sol quemaba a los parroquianos, como concierta venganza porque ya nadie
lo adoraba desde hacía más de 450 años. Los voladores escaseaban y el polvorero
inició el racionamiento para la pirotecnia de la misa. Y el reloj impertérrito
marcó la una de la tarde y cuando se entraba la hora segunda, llegó la triste
razón de que, con la vibración de la carroza la imagen de San Antonio había
sufrido daño. La cabeza se desprendió del tronco y la mano también sufrió
fractura.
En una de las haciendas
consiguieron un pegante como primeros auxilios y, disimulando la pega con unas
cintas, con San Antonio herido, siempre se logró celebrar el oficio religioso;
muchos de los parroquianos no se percataron del triste acontecimiento. A tres
millones de pesos que había costado la restauración, fue necesario otro millón
para reparar el último daño (Si quiere calcularse el costo al precio de hoy, el
salario mínimo de 1994 era de $98.700,oo).
IMAGEN DE SAN ANTONIO
La tradición oral ha sido fuente
inagotable para la historia; cuando se
escriben algunos datos transferidos de boca en boca, la mayoría de las
veces se convierten en verdades con tinta sagrada y con omisión cómplice del
juicio serio necesario para los cambios sucedidos durante el tiempo de la
transmisión de los mensajes orales por canal popular.
La historia parroquial de Santiago
de Arma no ha estado libre de este pecadillo; se han tejido anécdotas y se han
alimentado tradiciones de más interés para la mitología folclórica y para la
literatura, que para la Iglesia de Cristo. El sano propósito en este punto es
la exposición objetiva de lo conocido en relación con la valiosísima imagen del
San Antonio de Arma, tratando de diferenciar el valor artístico del valor
religioso y, muy especialmente, los hechos extraordinarios o sobrenaturales de
autoría divina, de las creencias populares sin fundamentos válidos.
APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE LA
IMAGEN
Según el padre Leonín de Estrada,
la imagen de Nuestra Señora de la Concepción fue enviada por el señor Felipe
II. También Éucrates aseguraba que la estatua de San Antonio había sido un
presente del personaje de la realeza; y según la tradición, fue traída,
probablemente de la ciudad de Quito, por el mariscal don Jorge Robledo; unos
pocos la atribuyen a una donación de doña María de Carvajal, esposa del
conquistador, como también se cree que el Cristo de la Conquista perteneció a
esta dignísima matrona.
¿Podrán las declaraciones
anteriores opacar las manifestaciones de los entendidos en el arte de la
imaginería? Por no existir acreditadas constancias de la fecha de llegada de
estas imágenes, sí puede ubicarse en área dubitativa el regalo de Felipe II; en
esa época, los ojos de las imágenes eran pintados; los ojos de vidrio apenas
empezaron a ser trabajados por un artesano quiteño en 1750; tanto la Virgen de
Arma de Rionegro como el San Antonio de Arma tienen ojos de vidrio, y en el año
1750, ¡Felipe II llevaba más de 150 años de muerto! Doña María Carvajal nunca
estuvo en esta jurisdicción y don Jorge Robledo era más devoto del oro que del
santo de Padua.
Por no existir estudio serio en
relación con el Cristo mencionado, y para no echar por tierra las creencias de
los armeños, seguirá siendo por muchos años más el Cristo de la conquista, así
como en Rionegro conservan la creencia de la antigüedad de la imagen de la
Virgen de Arma, a pesar de tener ojos de vidrio, pues aún la registra el
inventario como si fuera del siglo XVI o XVII (Gustavo Vives Mejía, Colecciones
publicadas de Rionegro. Inventario del patrimonio cultural de Antioquia,
1996. v. III. pág. 162).Pero sí puede descartarse de una vez por todas, que la
familia Robledo o el Rey de España hubieran tenido algo que ver con nuestro
“Negrito San Antonio”.
Llegada, entonces, ha sido la hora
de darles mayor valor a los estudios de los entendidos en la materia; Felipe
II, el mariscal Robledo y su devotísima esposa pertenecieron al siglo XVI; la
imagen de San Antonio es del siglo XVIII. Así lo leemos en el proyecto de
restauración, presentado por los señores Rodolfo Vallín Magaña (mejicano) y
Wolfang Gezteira Larza del taller del Museo de Arte Colonial de Santafé de Bogotá.
*
La fecha de llegada del Santo de
Padua a Arma entra en el campo de la opacidad. En el litigio histórico con los
habitantes de Rionegro, nada aparece escrito en relación con las imágenes del
apóstol Santiago y la de San Antonio de Padua. De la imagen del apóstol
Santiago es posible su pérdida entre las ruinas del pretérito; de la de San
Antonio sólo se conserva la creencia del encuentro de la imagen por una humilde
lavandera; sí se sabe que después del traslado a Rionegro, San Antonio se apoderó
del “patronato” de Arma Viejo.
Según una de las creencias
arraigadas desde épocas pasadas, en el traslado a Rionegro, San Antonio no se
dejó llevar; se hizo el pesado para atravesar el río Arma; sin embargo, por no
aparecer documento serio para esta afirmación, sigue la inquietud: ¿Fue esta
imagen compañera de la de Nuestra Señora de la Concepción en la llegada a
Santiago de Arma? Si ambas llegaron en la misma época, como muchos han creído,
¿por qué en el litigio con los rionegreros no se menciona, si allá existía en
ese entonces la devoción a San Antonio, como lo prueba la historia de San
Antonio de Pereira de Rionegro?
Con seguridad, de la imagen
conservada en este importante barrio de la ciudad de Rionegro, tampoco se
conoce el origen.
San
Antonio de Pereira de Rionegro
En verdad, sorprende la similitud
de las narraciones populares relacionadas con los “hallazgos milagrosos” de las
imágenes, en cañadas o riachuelos en Santiago de Arma, en Buga y en Rionegro;
qué coincidencias proponen, a veces, las gentes aprovechadas de la ingenuidad
de nuestros pueblos; encuentros de unas humildes lavanderas. Así se lee en la
obra de Castaño:
“Entre algunos oriundos más longevos del lugar, es común denominador la
tradicional leyenda oral de que una nativa, mientras lavaba ropa en el
riachuelo Pereira, rescató del torrente una estatuilla que se deslizaba aguas
abajo, cuyas facciones a primera vista fueron interpretadas como las de la
imagen de San Antonio...” (José Joaquín Castaño, Aproximaciones a
verídica historia cronológica de San Antonio de Pereira de Rionegro, 1965,
pág. 35)
Si el San Antonio de Pereira de
Rionegro perteneció inicialmente a la parroquia de Santiago de Arma, no puede
descartarse que, durante el litigio, algunos habitantes del oriente antioqueño,
o los favorecidos en la repartición de tierras por los lados de La Cruz y de la
Florida, para calmar los ánimos de los quejosos que reclamaban las pertenencias
religiosas, obsequiaron otra imagen de San Antonio, obra de arte quiteño, o
tallada por algún artista payanés con la escuela de Quito, porque, a no
dudarlo, en el Museo de Arte Religioso de la ciudad de Popayán, se exhiben
estatuas con la misma técnica.
De la historia del siglo XIX de
nuestro “Negrito San Antonio de Arma” poco hay escrito; si del traslado se
salvó, se dice que, con el Cristo de la Conquista, varios ornamentos y,
seguramente la famosa matraca *,
fueron escondidos y, de cabaña en cabaña, fueron pasando hasta la época del
traslado a Pácora, cuando cerca de600 armeños se negaron al “coroteo”, y con
ellos escaparon El Cristo de la Conquista y la imagen de San Antonio, pero no
los ornamentos ni la matraca, hoy símbolo de los pacoreños.
El violento sismo de 1827 motivó la
orden de anexión de la parroquia a la de Aguadas; los feligreses no aceptaron
y, en 1830, lograron una vez más el título de Parroquia; si la iglesia fue
destruida en el terremoto, ya en 1832 existía otra capilla de la que se
posesionó San Antonio como patrón.
Muchos comentarios de la gente, y
quizá con pábulo de algunos curas, siguieron enriqueciendo la tradición del
pueblo, en relación con la imagen de San Antonio; como hubiera sido, fueron
muchas las creencias sembradas en la gente: Es un santo que suda; otras veces
aparece su hábito lleno de cadillo, como si hubiera estado de visita por los
campos; también lo han visto llorando por los pecados de los hombres; tampoco
han faltado los fieles devotos asegurando haber sido premiados con una sonrisa
del Santo. La más sorprendente y cultivada creencia es que, en junio de 1871,
un sacerdote de Aguadas organizó un homenaje para San Antonio; en la Ciudad de
las Brumas, los devotos del Santo Paduano salieron desde temprano a esperarlo,
pero pasaron las horas y la espera fue infructuosa; cuando se aproximaba la
noche, apareció un muchacho con la noticia: “Imposible trasladar al Santo; se rebeló en Goteras, se hizo el pesado y
fue imposible trasladarlo”.
La
matraca
Sorprende la similitud con las
historias de leyenda en otros sitios; por ejemplo, la imagen de San Antonio de
Pereira, según Éucrates, también se ha vuelto tan pesada cuando quieren
llevarlo a Rionegro, que ha sido imposible cargarlo. Durante la realización del
inventario del patrimonio cultural de Antioquia, al encargado de la fotografía
de esta imagen se le cayó la cámara y no fue necesario esperar la explicación
del sacristán de la parroquia: “Es que al
santo no le gusta que lo fotografíen” Gustavo Vives Mejía, Op. Cit.,
pág.103).
“¿Y podrá descartarse que la imagen original
llegada a Arma, sea la venerada en la parroquia de San Antonio de Pereira, y la
de Arma sea una réplica?”
(Entrevista con Álvaro Arteaga, Director del Museo Religioso de Rionegro, 21 de
septiembre, 1998).
En realidad se pensaba que la
réplica fue una donación de los favorecidos con el traslado, buscando
apaciguarlos ánimos de los armeños empecinados en reclamar los haberes
religiosos trasladados al oriente antioqueño. Sin embargo, este parecer no
puede cobrar validez, pues, para la vista de cualquier lego en el arte de la
imaginería, nuestro San Antonio de Arma sí presenta factura de mejor técnica,
mientras que el de Rionegro, como lo describe la obra de Vives Mejía ( pág.
102), carece de artificios técnicos; tal vez sea obra antioqueña.
Retomando el hilo de la historia,
es bueno afirmar que los traslados ocurridos, ya habían echado por tierra la
infundada creencia de que la histórica reliquia no se dejaba sacar de Santiago
de Arma.
Volviendo al último retoque de la
imagen, recordemos la declaración de los artistas encargados del trabajo; se
refirieron a “la existencia de cinco
capas de pintura sobre la original, prueba contundente de los intentos por
conservar la reliquia”.
Quienes éramos niños “noveleros” en
una fecha cercana al año 1950, miramos por el retrovisor al señor Mateo García
(fallecido en 1997),un imaginero que estuvo en Arma restaurando santos; escapa
del recuerdo si fue en el curato del padre Moisés Londoño, o en el del padre
Ananías González; pero sí recordamos a don Mateo en la tarea del rescate de
esta preciosa obra, patrimonio religioso de Santiago de Arma.
Aproximadamente en el año 1958, si
la memoria del padre Lázaro Blandón Carmona le era fiel cuando nos proporcionó
esta declaración, el padre Javier Ramírez Cardona metió al humilde San Antonio
en una caneca llena de petróleo, buscando así exterminar el comején enemigo del
santo.
En 1983, el padre Efrén Osorio
Duque llegó de párroco a Santiago de Arma, y una de sus principales
preocupaciones fue la restauración del Santo Patrono, y estas son sus
declaraciones: Al consultar la biografía del Santo Antonio, dedujo que la
imagen no debía ser de color moreno. Se asesoró de un especialista en la
materia y, en trabajos nocturnos, un poco a escondidas de la gente de Arma,
siempre celosa con el Santo, se inició un riguroso examen de su decoración; muy
delicadamente, con algodones se empezó a hacer limpieza desde el principio de
la frente hasta la punta de la barbilla, y en últimas, desde “la frente hasta el pecho y desde el hombro
izquierdo hasta el derecho”; luego, se llevaron los algodones utilizados a
un laboratorio, y se llegó a simpática conclusión: “El color obscuro de la imagen
obedecía al humo y al hollín del alumbrado que nunca le ha faltado al Patrono,
por tan crecido número de visitantes devotos, unos para pedirle favores, otros
para agradecerle, con piedad, los ya recibidos”.
Un asunto aún más delicado, era
tratar de cambiar la decoración de San Antonio. De un lado, los armeños no lo
llaman de Padua, sino de Arma y, por lo tanto debe ser del fenotipo
predominante en la tierra de los Cocuyes. Por otro lado, si genotípicamente era
blanco, cuatrocientos cincuenta años pueden ser suficientes para “morenear” a
cualquier rubio.
Sin embargo, el padre Efrén, en
trabajos nocturnos para hacer la tarea a escondidas de los devotos y
ateniéndose a conceptos valederos, trató de darle a la imagen un color
coincidente con el real, según la procedencia, no de la imagen, sino del
religioso. El artista contratado, hombre neurótico, repelente, enemigo de
observaciones, debió aceptar la permanente guardia del padre Osorio; viceversa,
el Cura hubo de soportar pacientemente el mal genio del restaurador; buscaron
por uno y otro tono, hasta que un día se acercó el artista con una foto del
padre Efrén Osorio en la mano:
–“Ya creo haber dado con el color
de la cara para San Antonio; creo que lo que usted desea es que... ¡el Santo se
parezca a usted!”.
El comején no había interrumpido su
“santofagia”. Cuando llegó el padre Samuel Estrada Álvarez, notó la acción
devoradora del insecto y contrató con el artista aguadeño Arnulfo Gil, una
réplica de la imagen, obra que se saca para las procesiones y se exhibe en todo
tiempo en la iglesia. También contrató un nuevo retoque que parecía ser, como
dicen los antioqueños, “patadas de ahogado”.
Y ahora, cuando celebramos de
Santiago de Arma los 475 años, ¿podremos cantar nuestra victoria contra el
comején?
ARMA SEPARATISTA
Arma quiere ser municipio.
Quienes conocimos un poco del Gran
Caldas en la segunda mitad del siglo pasado, recordamos las dificultades de la
comunicación a principios de la década del 60; la violencia cruda se había
ensañado en nuestro Departamento, así como en territorios vecinos. Con excepción de la comunicación vía férrea
por algunos pueblos y veredas, las otras posibilidades estaban en el campo de
los sueños. Muchos recordamos como una carta enviada desde un lugar al sur del
Departamento, podía demorarse 20 días o más para llegar a su destino si era de
una población situada al norte del mismo.
Imposible negar el abandono por
parte de Manizales, de los pueblos del sur de Caldas; no hay otra explicación
para la segregación del Departamento. Se fue el Quindío y se fue Risaralda. Hoy, cuando se habla del área metropolitana,
el municipio de Chinchiná escucha con atención los requiebros de su vecina
Pereira; pero Manizales no les coquetea a sus municipios; llevamos muchos años
soñando con vías de comunicación que nos integren.
Santiago de Arma sí que lleva
muchos años buscando el merecido reconocimiento no sólo del municipio de
Aguadas, sino del Departamento. La idea hirvió hace algunos años y empezó a
reventar en la década del noventa; el pueblo solicitó de la administración municipal
mayor atención en el renglón de los servicios públicos y de las vías de
comunicación. La opinión de la gente fue dividiéndose; unos en favor del
ejecutivo; para otros, el alcalde del municipio había descuidado a Arma.
En las manifestaciones de descontento
no faltó la firma del párroco. Las quejas presentadas por la comunidad las
consignó uno de los parroquianos en un solo pliego:
“Alfonso
López Ramírez considera que la administración tiene olvidado el corregimiento
de Arma. ‘No tenemos respaldo, la administraciones mala, y porque el párroco ha
mostrado su capacidad de trabajo y entrega por la comunidad, viene siendo
objeto de persecución; el padre trabaja sin proselitismo para ayudarle al
pueblo’... ‘No tenemos vías de comunicación, son caminos de herradura, y aunque
pagamos cumplidamente los impuestos, la inversión no se ve’... A Arma no le
entran recursos a pesar de que produce un alto porcentaje por concepto de
impuesto predial... Por otra parte, el presidente de la acción comunal José
Narciso Herrera denunció a la anterior junta porque no les han entregado los
bienes muebles y enseres y otros elementos que le pertenecen a la comunidad.
Otra de las quejas se relaciona con el acueducto Arma - Salineros - el Guamo,
que se construye entre el municipio, los habitantes de Arma, la empresa de
obras sanitarias (Empocaldas) y con el apoyo del Fondo de Desarrollo Rural
Integrado (DRI). ‘La comunidad tenía que aportar con trabajo para tener derecho
al agua, a cada hogar le exigieron 27 jornadas, pero lo más curioso es que
muchos cumplieron con la cuota y no tienen el servicio, y en cambio a otros que
no trabajaron fueron los primeros en tener agua’, dijo el vocero de la
comunidad.
‘Como
si fuera poco –agregó–
nos cobran tarifas por alcantarillado sin que todavía lo hubieran hecho’. En
el puesto de salud ‘cobran tarifas altas a los pacientes pobres, alrededor de
seis milpesos, más caro que cuando uno va donde un médico particular',
expresaron. También denunciaron que hay desigualdad para los beneficiarios de los
programas de la salud. ‘Cómo es posible que gente con recursos económicos
tengan carné del Sisben’, anotaron.
Consideran
que a Arma no le dan tratamiento de corregimiento, sino de vereda. Por eso
están convocando a los ciudadanos a unirse a la campaña para que forme parte
del departamento de Antioquia. 'Para de esta manera salir del atraso a que nos
tienen sometidos en la cabecera municipal’, dice un volante que han hecho
circular entre la población...”
El
Alcalde se defiende: “Todo se debe a un movimiento separatista que se gesta
en Arma, en cabeza del padre que es el organizador. El padre está metido en
política, y está en el comité de revocatoria del mandato... El párroco debe
estar en la parroquia, no politiqueando’. En cuanto a las obras manifestó:
‘Aquí es donde más proyectos hay. Además tenemos dos parlamentarios que sí han
hecho inversiones’. Atribuyó el movimiento a gente foránea que recoge firmas
bajo el pretexto de hacer peticiones a la Alcaldía. ‘Hacen firmar a la gente
diciendo que es para pedir obras, y mentiras que es para otra cosa. Ya hay
varios ciudadanos que denunciaron el hecho y han pedido retirar las firmas...”
También el párroco, Julio César
Quintero Grisales, “denunció que viene siendo objeto de insultos, amenazas y
llamadas anónimas, vía telefónica. Todo porque según dice, firmó el memorial de
apoyo de la revocatoria del mandato del alcalde. ‘Esta administración es
ineficiente, corrupta. Aquí tapan la corrupción, inclusive me llegó la factura
por el servicio de agua de la casa cura altísima, todo porque he hecho los
reclamos, y lo que recibo son insultos’... ‘Considero que la gente de Arma es
muy querida. Nos tiene azotados la politiquería, y la administración que es
inepta ciento por ciento. Y me duele el clamor de la comunidad” (LA PATRIA,
Manizales, 16-02-1997. pág. 1d).
En honor a la verdad, las
relaciones del señor Alcalde con el padre Julio César Quintero no fueron muy
buenas. La administración anterior había cedido, en comodato, una destartalada
ambulancia para el servicio de la parroquia. A la llegada del nuevo alcalde,
declara el presbítero, le quitaron a la parroquia la ambulancia y la llevaron a
los patios del cuartel del Cuerpo de Bomberos de Aguadas, en donde quedó al sol
y al agua, y en manos de la inclemente acción del tiempo.
Reinaba el descontento en un grueso
número de habitantes del pueblo bueno. Éucrates manifestaba: “Más o menos el 68% de la suma de dinero que
entra al municipio por cuenta del Impuesto Predial, lo paga Arma; pero la
inversión de Aguadas en Arma, no compensa”.
El descontento iba en aumento y
hasta se sostuvieron conversaciones con parlamentarios antioqueños quienes
consideraron la posibilidad de anexar a Arma al municipio de Abejorral, con
miras a convertirlo, luego, a municipio, con Pantanillo como corregimiento, se
repartieron volantes como éste:
¡ATENCIÓN!
CIUDADANOS DE ARMA
Unámonos a la Campaña para que nuestro corregimiento
forme parte del Departamento de Antioquia para de esta manera salir del atraso
a que nos tienen sometidos en la cabecera municipal.
LA JUNTA
No faltaron propuestas del
municipio de Pácora, quienes se mostraron dispuestos, con los brazos abiertos,
a recibir como corregimiento a Arma, pueblo que, por historia, es “patria
chica” de los pacoreños.
La Patria, el periódico de
Manizales, fijó su posición al respecto en una de sus editoriales de esos días:
ARMA,
MÁS QUE HISTORIA
“El malestar de importantes voceros del corregimiento
de Arma con la administración municipal de Aguadas es preocupante, pues va más
allá de las críticas normales que los corregimientos siempre hacen a la
metrópoli; lo de Arma supera la tensión natural. Qué bueno que el Concejo de
Aguadas y el propio Gobernador del departamento mediaran para restablecer la
armonía entre las partes en conflicto. No podemos dejar que un movimiento
separatista tome fuerza, pues son muchas las heridas que deja.
(...)Desde hace ya varios años se
han oído quejas de los habitantes de Arma, especialmente por el descuido y
trato discriminatorio. Problemas con el acueducto, vías, centro de salud,
colegio y otros, han sido reincidentes, no son nuevos; pero la fuerza que han
tomado en los últimos meses, demuestra que se han agudizado y que la población
no está dormida frente a su suerte. Así, lo primero que hay que resaltar es que
la ciudadanía se organice para luchar por sus intereses, qué bueno que en
tantas poblaciones olvidadas del departamento surgieran líderes como los que
hoy están levantando la bandera de Arma; seguramente otra suerte bien diferente
correrían.
La actitud asumida por el párroco,
padre Julio César Quintero Grisales es digna de aplaudir. Pues como los mismos
organizadores de la protesta lo sostienen, su posición ha sido la de ayudar a
toda la comunidad y no la de intervenir en política. La misión de los sacerdotes,
la que el alcalde de Aguadas, Hernán Estrada Gutiérrez, quiere reducir a la
sacristía, es mucho más amplia. Sí, los sacerdotes no sólo están en una
comunidad para limpiar el polvo de los santos, sino para impulsarlas a ser
mejores, a luchar contra la injusticia. . .
Los documentos del Concilio
Vaticano II son claros al respecto, por ello, venir a descalificar el papel del
padre Quintero en Arma es sencillamente una muestra de ignorancia del papel al
que está llamada la Iglesia en nuestro tiempo.
Creemos que el movimiento
separatista que está incubándose en Arma no beneficia a Caldas. Por ello
hacemos un llamado al Gobernador, al alcalde de Aguadas y al Concejo de este
municipio a que busquen un acercamiento que permita trabajar todos unidos por Arma.
Aguadas debe jugarle limpio a Arma, por ello sería bueno conocer cuál ha sido
la inversión histórica en el corregimiento. (Luis Felipe Gómez Restrepo, Director \ LA PATRIA, Manizales, 21-02-1997. pág. 4a.).
Los representantes a la Cámara, no
se hicieron esperar con la respuesta al señor director de La Patria.
“En nuestra condición de dirigentes del Municipio de
Aguadas, sentimos la obligación de hacer algunas precisiones en lo que hace
relación al editorial sobre el Movimiento Separatista del Corregimiento de Arma
por considerarlo injusto y falto de objetividad en lo que hace relación al
abandono en que Aguadas ha tenido a dicha entidad territorial a través de su
historia.
Arma, para su información y la de
los lectores, posee agua potable derivada del acueducto de ‘Tarcará’ en
Aguadas, cuya conducción tuvo un costo de $250 millones, hace poco tiempo
cambiaron las redes eléctricas en un convenio entre el municipio de Aguadas y
laChec cuyo costo fue de $19 millones; y se instalaron luminarias de sodio en
el casco urbano, programa que se continuará en proporción a los recursos
disponibles para este fin.
Posee escuela primaria y colegio de
bachillerato con modalidad Agropecuaria y muy buenas instalaciones locativas.
Tiene puesto de salud, con ambulancia,
médico permanente y un eficiente servicio paramédico. Hace poco se le instaló
planta de teléfonos automáticos. Se construyó un moderno edificio de comunicaciones.
Para el presente año se tiene
previsto el mejoramiento del pavimento de sus calles y continuación de la
reparación de sus redes de Acueducto y Alcantarillado. En cuanto al sector
rural, la totalidad de las veredas aledañas tienen escuela, carretera, luz,
agua y alcantarillado.
Durante el presente año se ha
iniciado un plan de recuperación de sus vías rurales con inversiones cercanas a
los $100 millones. Y como si lo anterior fuera poco, se han iniciado planes de
recuperación y reparación de vivienda, tanto en el sector urbano como rural.
Actualmente se adelantan obras de
pavimentación de la carretera Aguadas - Arma con una inversión de $2.000
millones que hemos gestionado con el gobierno Nacional siendo nuestro empeño la
consecución de otros $2.000 millones que permitan concluir la pavimentación
Arma - La Pintada.
La actual administración ha puesto
en funcionamiento ‘Hogares Día para atención y suministro diario de alimentos a
los ancianos indigentes.
De los recursos municipales se
destinan partidas muy significativas para el pago de personal docente de apoyo
educativo, personal paramédico y de promoción deportiva.
Si bien es cierto que los
ciudadanos de Arma gozan de todos los servicios básicos también es menester
considerar que Aguadas tiene alrededor de 80 veredas; una población superior a
40.000 habitantes de los cuales 4.000 viven en Arma. Por lo tanto la
administración tiene que hacer una distribución equitativa de sus recursos.
Lo expresado aquí, puede ser
constatado por cualquiera de sus periodistas y constituye el más fiel
testimonio de que las autoridades del municipio de Aguadas y sus dirigentes no
hemos sido inferiores a la suerte del Corregimiento de Arma parte vital del
municipio de Aguadas cuya integridad estamos dispuestos a defender a toda
costa.
Es importante destacar que nuestra
última acción parlamentaria en beneficio de la zona ha sido la de garantizar
los recursos para pavimentarla vía Aguadas - Arma - La Pintada en búsqueda de
una mayor integración y bienestar de los habitantes de la cabecera municipal y
de su corregimiento.
Igualmente se logró que en el
presupuesto general de la actual vigencia se incluyera una partida de $300
millones para la construcción de un moderno centro de salud, que mejorará
ostensiblemente la calidad de vida de sus habitantes.
Tenemos la convicción de que el
movimiento separatista no sólo tendrá el rechazo mayoritario de todos los
Aguadeños, sino también de muchas personas pertenecientes al corregimiento de
Arma. Aspiramos a que los medios de comunicación colaboren en la tarea de
mantener la integración territorial de Caldas.
Quedan, es cierto, muchas cosas por
realizar no solamente en Arma, sino en Aguadas como es común en todos los
pueblos de Colombia, que carecen de los recursos suficientes para atender todas
las demandas de los habitantes.
Entendemos que este es un año
electoral del cual giran muchos intereses, pero nos gustaría ver este tema
desprovisto de cualquier interés partidista o grupista. Arma lo sentimos como
parte vital del municipio y su integridad para nosotros es cuestión de honor (Dilia Estrada de Gómez Rep. a la Cámara. Óscar
González G. Rep. a la Cámara, LA
PATRIA. Manizales, 1-03-1997. pág. 4a.).
Estaba bien caliente el movimiento
y le preguntaron al señor Gobernador de Caldas: “¿Piensa usted que es en
serio el movimiento separatista de Arma?” El doctor Ricardo Zapata Arias
respondió: “Considero que es una manifestación propia de una democracia
participativa, actividades que hemos procurado atender” (LA PATRIA, Manizales, 11-04-1997.
pág. 4c.).
Merced al movimiento, los
dirigentes de Aguadas debieron mirar a Arma y, como lo expresaron los
congresistas en su carta al director de La Patria, lograron incluir en el
presupuesto un renglón para atender algunas de las necesidades del
corregimiento.
Este logro de los congresistas nos
hace volver con dolor al pretérito. Santiago de Arma figuraba como
“corregimiento especial”; por tanto, contaba con buen presupuesto; aquí había
corregidor nombrado por el Gobernador del Departamento; había tesorería, en
donde se recaudaban los impuestos del predial y otros más según las normas de
la época; si tenemos presente la extensión del corregimiento, el dinero aquí
manejado era una suma considerable, tanto así que las autoridades de Aguadas no
descansaron hasta quitarnos la categoría especial; lo convirtieron en un
corregimiento municipal y así ya no contábamos con nuestra tesorería; luego nos
quitaron la categoría de corregimiento municipal y nos convirtieron en vereda;
ahora, ya ni somos vereda; sólo somos un “caserío especial”; algunos dolientes
del pueblecito continúan indagando a quién o a quiénes les debemos este favor
para grabar sus nombres en nuestras almas y, de pronto hasta para rogar por
ellos para que no se los lleve el Diablo.
Como corregimiento especial no era
tan dura la lucha para lograr una obra; a manera de ejemplo, recordamos la
creación del Colegio.
Acababa de llegar como párroco el
padre Raimundo Ortega; por coincidencia, en esa misma época llegó un político
en su habitual gira proselitista; como este señor les había incumplido a los de
un pueblo del oriente de Caldas en donde el padre Ortega era el párroco, el
saludo de estos personajes en nuestro pueblo Arma debió ser muy simpático:
–Y aquí, ¿qué nos va a prometer?
–le preguntó el señor Cura.
Como el doctor en gira no podía
perder su viaje, muy arrepentido por algunos de sus pecados, públicamente hizo
propósito de la enmienda y se comprometió con las gestiones para iniciar el
funcionamiento del Colegio; se abrieron matrículas y ya hemos llegado al primer
cincuentenario de labores. Con la Junta
de Fomento, además, se adelantaron los trabajos del acueducto y alcantarillado;
en Arma había tesorería.
Terminaron con la categoría de
Corregimiento especial y, ahora, aunque sabemos que más del 60% del presupuesto
del municipio de Aguadas se mueve gracias a los aportes de Santiago de Arma,
deben ser muchos los ruegos para que las autoridades municipales dirijan su
mirada a este “caserío especial”.
No puede negarse la presencia de
algunas administraciones pasadas; pero el denominador común sí ha sido la
indiferencia por este pueblo de San Antonio.
A
MODO DE CONCLUSIÓN
Sofócrates concluye repasando el
Apocalipsis (VI,4):“Y salió otro caballo. Era de color rojo, y el que lo
montaba recibió poder para quitar la paz del mundo y para hacer que los hombres
se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada”.
Llegaron los hombres a caballo con
autorización para aniquilar; y así fueron desapareciendo los Cocuyes.
Y fundaron la primera población en
cercanías de Damasco, en donde seguramente fue el primer sitio para la Piedra
de Ara.
Luego los habitantes se dispersaron
por las riberas de los ríos Arma y Buey, sitios conocidos como El Oro y Potosí;
luego, en busca de mejor clima, se ubicaron en el Valle de Payuco en donde se
levantó –es de suponerse– el tercer templo. Posteriormente el templo que daba
el frente al Cerro de Cristo Rey y que la historia lo relaciona como destruido
en el terremoto de 1938. La piedra de Ara se trasladó al sitio en donde
funcionaba la escuela femenina; de aquí a Pantanillo y, el séptimo sitio, el
templo actual ya restaurado.
Son siete iglesias como para
recordar el número de las iglesias del Apocalipsis de San Juan.
Pero lo más importante es que, como
en el texto bíblico citado cuyo mensaje es para todas las épocas, en Santiago
de Arma no ha menguado la esperanza ni el aliento; si los malos tiempos han
prevalecido por periodos prolongados, Jesucristo sigue reinando y el Patrono
San Antonio continúa frente al pueblo en donde todavía parece hervir la sangre
de Cocuyes, y que, entre agonías y resurrecciones los vecinos yerguen las
cabezas para luchar, no por los papeles del pretérito, sino por la conservación
del título de ciudad muy noble y muy leal; lo ha sido durante 475 años.
REFERENCIAS
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V.III. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, Dirección de
Extensión Cultural.
* * *
ENTREVISTAS:
ÉUCRATES Y SOFÓCRATES (Autoridad
buena y sabia) Es la información conseguida con el pueblo sabio, la más autorizada
fuente de datos para la historia.
*Este
proyecto proporcionado por el párroco Julio César Quintero Grisales, reposa en
el Archivo Parroquial de la Iglesia de Santiago de Arma.
*Instrumento
de madera regularmente compuesto de un tablero y, a cada lado, como
semicírculos de hierro con sus respectivos goznes y que, al girarlo con alguna
fuerza de un lado a otro produce un sonido o ruido no muy agradable al oído. En
nuestra época de la niñez, la liturgia no permitía el sonido de las campanas de
la iglesia desde el jueves santo a la hora de la ceremonia nocturna conocida
como “el Prendimiento”, hasta el sábado santo cuando a la media noche se cantaba “el Gloria” para
anunciar la Resurrección de Cristo.