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(Artículos publicados en: Revista Papel de Oficio, Segunda Época No. 23. Manigraf Grupo Editorial, Noviembre, 2017)

EL CABLE AÉREO MANIZALES-MARIQUITA
Y SU INCIDENCIA EN EL DESARROLLO DEL ORIENTE CALDENSE

Por: Ángel María Ocampo


 
Cable Aéreo Manizales-Mariquita. Foto tomada de internet

El Cable Aéreo Manizales-Mariquita fue una extraordinaria obra de ingeniería construida para buscar la salida al transporte y a las comunicaciones del nuevo Departamento de Caldas, con la región del Magdalena, en procura de unificar el mercado nacional. De contera, permitió la integración de las poblaciones fundadas al finalizar el siglo XIX en el oriente caldense, con la capital del nuevo Departamento, matizando el ancestral sentido de pertenencia que dichas poblaciones poseían con la provincia de Mariquita, o lo que es lo mismo, con el Norte del Tolima. Tras la creación de la nueva entidad territorial, mediante la Ley 17 del 11 de abril de 1905, la última sección que se le incorporó fue precisamente la que correspondía al norte del Tolima y suroriente de Antioquia, razón por la cual, el proceso de la construcción de la nueva identidad caldense en esta área, no fue más lento, de no haber sido por el influjo del Cable Aéreo.

Los viajeros nacionales y extranjeros que recorrieron a Colombia en el siglo XIX, dejaron constancia en sus memorias, de lo farragoso e incómodo que fue transitar por cualquier lugar del territorio colombiano. El sistema de comunicaciones era el mismo que había existido durante el período de la Colonia Española. Los únicos medios de transporte para unir los territorios eran las recuas de mulas y las acémilas; y por el río Magdalena, las canoas, piraguas y champanes impulsados río arriba por indígenas llamados bogas o por esclavos de ascendencia africana. Colombia era uno de los países más incomunicados del continente[1]. Los brazos, las espaldas y las tarabitas, antiquísimos sistemas de transporte utilizados desde la época prehispánica, tuvieron vigencia en Colombia hasta el siglo XIX, y en la región del norte del Tolima (oriente caldense), aún se pudieron apreciar en las primeras décadas del siglo XX.

Desde la misma época de la fundación de Manizales, después de emprender el mejoramiento de los caminos del norte para comunicarse por Neira con Medellín y el camino del sudoeste hacia Cartago para la comunicación con el Quindío y el Valle del Cauca, las autoridades manizaleñas, siguiendo las rutas exploradas por los primeros colonos y los designios de los fundadores, se habían dado a la tarea de encontrar la salida al río Magdalena, construyendo el primer camino hacia el oriente, que pasaba por Termales, Peladeros, río Lagunilla, Líbano y llegaba a Ambalema, importante puerto fluvial, centro comercial y zona de monopolio para el cultivo del tabaco. Era el Camino del Ruiz, que años más tarde sería reemplazado por otros caminos más expeditos que les permitiría a los viajeros evadir el paso por las cercanías del nevado, donde las alturas exageradas causaban malestar[2].

Así surgieron los caminos de herradura del Aguacatal y del Perrillo (o La Moravia)[3]. El primero comunicaba a Honda con Falan, Casablanca, Herveo, Letras y Manizales. El segundo cubría la ruta de Mariquita a Fresno, pasaba por Guarumo (antiguo nombre de Padua), seguía a Mesones, El Brasil, Alto de la Elvira, Hacienda Termópilas y Manizales. Estos dos antiguos caminos correspondían a variantes del Camino de Herveo, que establecía el contacto entre la región occidental (Camino Real de Occidente) y el Río Magdalena, principal vía de acceso desde el mar Caribe al interior del país. La arriería de bueyes y de mulas que comunicaba a Manizales con Mariquita por estos dos caminos fue reemplazada por el Cable Aéreo, dos hilos metálicos y paralelos, que posteriormente, con la evolución de las condiciones económicas y sociales de la región, fueron sustituidos a su vez por el ferrocarril, las carreteras, los poliductos y los gasoductos.

Al iniciarse la vida administrativa del nuevo Departamento de Caldas, el comercio agrícola del Viejo Caldas se concentró en Manizales, mejorando la economía, pero no había una salida rápida a los puertos de Honda y La Dorada, y por ende a los puertos marítimos y al mundo. La concentración del comercio del café en Manizales en los primeros años del siglo XX coincidió con el auge de las haciendas cafeteras en el norte del Tolima (hoy oriente de Caldas), un proceso que se facilitó con la implantación del sistema de “Tenencia”, como un medio para promover la mano de obra. Mediante este sistema, los arrendatarios trabajaban en los cafetales bajo una supervisión directa durante aproximadamente quince días. A cambio se les asignaba una pequeña parcela de una o dos hectáreas, en las cuales se les permitía cultivar únicamente alimentos. Era un medio de pago que permitía retener mano de obra y que coadyuvó en los años iniciales del siglo XX a que el café tuviera altos niveles de productividad y una significativa reputación en el exterior.

 Terminando el siglo XIX, compañías mineras del lado de Caldas y del Norte del Tolima propusieron al gobierno colombiano construir una carretera entre La María (La Dorada) y Pereira, petición que fue negada, a cambio de lo cual se le concedió viabilidad a un cable aéreo.

El 10 de diciembre de 1910 se firmó el contrato entre el gobierno y una compañía mixta de empresarios ingleses y colombianos, denominada The Dorada Railway, que tendría otra compañía subsidiaria con sede en Londres llamada RopewayExtensionLimited o Compañía de Cable Aéreo. Adoptados los planos definitivos vino a dirigir la obra y comenzar los trabajos el ingeniero australiano James Lindsay, asistido por otro ingeniero, el inglés Frank Koppel. En Manizales otro ciudadano inglés Mr. Thomas Miller colocó y vendió acciones de la empresa del cable aéreo. Las exploraciones comenzaron en 1912. Deberían desafiar desde Mariquita la complicada maraña de montañas con sus desfiladeros, despeñaderos y pendientes, así como el paso de ríos y quebradas, alcanzando alturas hasta de 500 metros sobre los abismos que comúnmente se llamaban “vuelos”. Se utilizaron 375 torres con alturas entre 4 y 55 metros y se establecieron en toda la ruta 22 estaciones. También se hicieron construcciones menores llamadas “casillas”, para vigilancia permanente en aquellos puntos por donde el cable pasaba a menor altura. Fueron calculadas 2263 poleas que guiaban el cable, colgadas de los patines a lado y lado en lo más alto de las torres con mínimo 4 poleas en las torres más pequeñas.

La construcción del cable aéreo fue planeada para dos años, pero tardó once, pues no se contó con la difícil topografía del terreno, ni con el conflicto de la primera guerra mundial que estalló en 1914 y que obligó la interrupción de la obra por no existir manera de importar los materiales de la misma. A lo cual se debe sumar el escepticismo de algunos dirigentes caldenses y los conflictos de intereses que se reflejaron en las discusiones dadas en torno a la conveniencia o no de los cables, carreteras y ferrocarriles. Así, “en 1927 se organizó un ciclo de conferencias en el Teatro Manizales. Las opiniones fueron encontradas. Unos argumentaban a favor de los ferrocarriles y otros de los cables. Muy pocos defendieron las carreteras. Los ingenieros Bernardo Arango y José María Gómez, por ejemplo, estaban en desacuerdo con los cables por su limitada capacidad de transporte, el alto costo de los ensanches y la inseguridad en el transporte, y defendían los ferrocarriles”[4]. El debate fue largo. Todavía en proceso de construcción la magna obra de ingeniería, y aún más, estando en pleno funcionamiento, las discusiones iban y venían en la prensa regional. En la Voz de Caldas, de octubre 19 de 1929, Eudoro Galarza expresaba: “Es tiempo de que Caldas entre en un período de reposo, después del lapso agitadísimo que ha traído en materia de construcción de obras públicas. Es necesario que nos detengamos a hacer un balance de reposición[5].

Por estas y otras razones, el cable se vino a inaugurar finalmente el 22 de enero de 1922, cuando llegó la primera vagoneta a Manizales. Cada tres minutos entraba y salía una vagoneta en y desde Manizales a Mariquita, a una velocidad de dos metros por segundo. La obra que había generado tanta esperanza, tanta zozobra y tantos sinsabores, que había costado once años de trabajo y dos millones de dólares, ameritaba la mayor solemnidad en su inauguración. En el Hotel Internacional de Manizales se ofreció un banquete donde una mesa fue adornada con una réplica del cable cuyas vagonetas se movían transportando flores. El Concejo Municipal entregó al ingeniero constructor una tarjeta de oro con una leyenda alusiva a la obra por él ejecutada. Al acto inaugural siguieron divertidos carnavales presididos por su hija Miss Ruby, elegida como reina para la ocasión.

El cable hacía un recorrido de 72 kilómetros, acortando en 30 los caminos de herradura. Partía del valle de Mariquita a 350 m.s.n.m., trepaba al Alto de la Romelia a 3.800 m.s.n.m. en la cima de la cordillera central y descendía a 2.100 metros en la estación terminal de La Camelia, en Manizales. Fue calculado para transportar en diez horas de trabajo, diez toneladas de carga subiendo y diez toneladas bajando, o sea 200 toneladas diarias en ambos sentidos. Fue el cable aéreo más largo del mundo en su época. Doce bueyes con 125 kilos de carga cada animal y otra recua de 12 mulas con 100 kilos de carga cada una, gastaban cuatro días para subir a Manizales, descansando a los animales en las pesebreras y los arrieros en las posadas localizadas en todo el trayecto. Era un viaje de pesadilla por difíciles trochas.

La obra del cable despertó entusiasmo en toda la región del norte del Tolima y oriente de Caldas, por representar un novedoso medio de transporte. Si la primera guerra mundial le causó trastornos a la obra, y por tanto depresión económica a la región, la segunda guerra mundial entre los años de 1939 y 1945 le trajo prosperidad. El paso por el Canal de Panamá se había convertido en un riesgo para el comercio internacional y por ello, varios países suramericanos como Argentina, Chile, Bolivia, Perú y Ecuador prefirieron desviar las importaciones y exportaciones de mercancías y materias primas por el puerto de Barranquilla. De allí por el Río Magdalena a La Dorada y luego a Mariquita por el ferrocarril, para luego utilizar el cable aéreo hasta Manizales, donde nuevamente por ferrocarril, las mercancías llegaban a Pereira, Cartago, Cali y Buenaventura, hasta dar con el destino final.

En virtud de estas circunstancias, las poblaciones del norte del Tolima y el oriente de Caldas, recién fundadas, como Fresno, Herveo, Pensilvania, Samaná, Manzanares, Marquetalia y Victoria, le deben su desarrollo al cable, por el momento económico que les permitió sacar sus productos a otros mercados y aprovisionarse de artículos manufacturados e industrializados. A lo que se debe agregar la demanda de mano de obra para la construcción del cable que daría comienzo a un proceso de migración proveniente de distintas partes del país y del mundo, pero principalmente de los ascendientes que habían llegado de las poblaciones de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, y que por cuestiones de búsqueda de trabajo se habían asentado en el flanco occidental de la cordillera oriental, que da cara al valle del Magdalena. Eran familias enteras, asoladas por los estragos de la Guerra de los Mil Días, los conflictos en las plantaciones cafeteras, la hambruna y el sueño de un futuro mejor, que descendían con sus recuas de mulas hacia las llanuras de Mariquita y Honda, y llegaban hasta las pequeñas poblaciones recién fundadas en el oriente de Caldas. Así se explica la importante ola de migraciones de boyacenses y santandereanos que desde las primeras décadas del siglo XX se fueron estableciendo en Dorada, Victoria, Pensilvania, Samaná, Manzanares y Marquetalia, en el oriente caldense; así como en Herveo, Falan, Fresno, Líbano, Casabianca y demás poblaciones del norte del Tolima.

Entre tanto, con el impulso dado a las políticas de inmigración, el suelo colombiano atraería grupos humanos venidos de Inglaterra, Alemania y Francia, así como de Japón, Siria y el imperio otomano. El cable aéreo y el ferrocarril de la Dorada, determinaron asentamientos de europeos en el oriente caldense, siendo significativos los de los árabes (llamados genéricamente “turcos”), ingleses, alemanes, suizos y holandeses en Marquetalia, Fresno, Líbano, Honda y Mariquita. Los ingleses invirtieron en fábricas, granjas agrícolas, ferrerías, empresas mineras, e introdujeron la tecnología de la electricidad, modernizando las prácticas laborales e industriales en la región. Los “turcos” se dedicaron al comercio, abriendo almacenes, tiendas de abarrotes y entronizando el sistema de compraventa a crédito entre los campesinos.

Finalmente, los caminos de la región vieron una inusitada ola de mejoramiento, especialmente en los tramos que interconectaban a las poblaciones entre sí, buscando las estaciones del cable aéreo y del ferrocarril de La Dorada. Tramos de caminos como el que comunicaba a Marquetalia con Fresno, Manzanares con Fresno, Pensilvania con Honda y Mariquita, y otros, se mejoraron ostensiblemente y vieron aparecer la construcción de puentes más modernos que sustituyeron a las antiguas tarabitas de la época pre moderna.

Terminamos este breve relato, con una curiosidad de interés histórico relacionada con el apogeo de inmigraciones extranjeras a la región del oriente caldense, motivada por la construcción del cable aéreo Manizales-Mariquita y el Ferrocarril de Caldas: En la ciudad de Mariquita terminó la vida del reconocido ingeniero inglés William Martin, el diseñador y constructor del templo de Salamina. Había nacido en Cornwall, Inglaterra, en 1827 y falleció a los 95 años de edad en Mariquita, el 14 de marzo de 1922, época para la cual se estaba inaugurando el Cable Aéreo. Su tumba escasamente ha sido reconocida al lado de otras no identificadas en un lote de terreno abandonado y que por muchos años fue un cementerio libre en la ciudad de Mariquita.

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[1]MORENO SANDOVAL, Armando, “De la Navegación a Vapor al Cable Aéreo”, en “Mariquita, 25 Siglos de Historia”, León Gráficas Ltda., 2016, pp. 201 y ss.
[2]PÉREZ ÁNGEL, Gustavo, "Colgados de las Nubes", Edit. Bancafé, 1997, pág.46.
[3]GIRALDO GUTIÉRREZ, Guillermo, El Cable Aéreo Mariquita-Manizales, un símbolo”, en MORENO SANDOVAL Armando, (Comp.), “Mariquita 25 siglos de Historia”, León Gráficas Ltda., 2016, pp. 201 y ss.
[4]CARDONA TOBÓN, Alfredo, “Los Caminos de Ruedas”, en Revista Impronta No. 12, Academia Caldense de Historia, noviembre de 2014, pp. 433 y ss.
[5]Ibídem, pág. 53


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CLAVES BIOGRÁFICAS EN ESCRITORES DEL OCCIDENTE DE CALDAS.

Jorge Eliécer Zapata Bonilla


      
Gilberto Garrido – Ovidio Rincón Peláez – Roberto Vélez Correa


La biografía de algunos escritores del Alto Occidente de Caldas presenta la singularidad de haber nacido en un municipio y haber crecido en uno de los pueblos vecinos por lo que aparecen nativos de los dos poblados y de formarse discusión por cual es la patria chica del hombre notable, pues cuando una persona comienza a sobresalir y se convierte en honra para sus paisanos o en punto de referencia intelectual, política o deportiva, se forman las discusiones y a veces se vuelve engorroso para el personaje sortear esa situación y de igual manera para los biógrafos. Seguramente esto acontece en todas las regiones del mundo y desde luego en nuestro país se da con mucha frecuencia. Sin embargo este estado de cosas ayuda a difundir el nombre y desde luego la obra del intelectual.

Nosotros queremos esta vez referirnos, como ya se dijo, a algunos escritores del occidente de nuestro departamento, a aquellos que por la cercanía de los municipios, por los mismos entronques familiares, por haberse educado en el municipio vecino, figuran entre los destacados personajes que enaltecen el nombre de un pueblo o región.

Para hacer más claro el ejercicio presentaré por municipios los nombres de aquellos de quienes pretendo hablar.

MARMATO
            El personaje literario más importante en la vida nacional nacido en esta tierra de oro y de leyendas es sin duda, Max Grillo (Marmato, 1868 – Villeta, 1949). Abogado, fundador con Alfonso Villegas de la revista Gris, epicentro de nuestro Modernismo literario, y de la revista Contemporánea con Baldomero Sanín Cano. Publicó los libros Emociones de la guerra, Raza vencida, Vida nueva (teatro), Espiral (poesía), Santander, el hombre civil. El guerrero, El hombre de las leyes, el mejor estudio crítico sobre el héroe nacional en la consecución de la independencia y en la formación de la república. Para los marmateños este eximio personaje ha tenido poca trascendencia. Como se dijo en la introducción, solo vivió en Marmato durante parte de su niñez.

Rómulo Cuesta (San Juan de Marmato, 1867 – Riosucio, 1947). Es autor de las obras Tomás y Mis dos vecinitas, novelas, además de otros libros inéditos. Su novela Tomás “enmarca las guerras civiles con los sucesos de la región” dice uno de sus estudiosos. Otto Morales Benítez anotaba que esta obra era la más estructurada sobre los levantamientos sociales en el occidente de Caldas. No obstante todo lo anterior, Rómulo Cuesta aparece como un autor riosuceño, pues en este municipio vivió casi siempre ejerciendo el oficio de comerciante. Aún existe la casona donde nació el personaje en San Juan de Marmato.

SUPÍA
            De este municipio es el poeta Gilberto Garrido (Supía, 1887 – Cali, 1978) analizado por la crítica como una de las voces mayores de le poesía mística colombiana al lado de Antonio Llanos y Mario Carvajal. Fue diplomático y congresista. Sus libros de poesía son Lumbre, Ansiedad, Romancero o Poemas de mi solar y de mi gente, Ilusión y Ánima expuesta.

Gilberto nació en el paraje rural llamado Arcón, centro de minería y vivió su primera juventud en Anserma y por eso esta ciudad figura como cuna del poeta. En 1938 con motivo de la celebración de los 400 años de fundación de Anserma al año siguiente, Edgardo Salazar Santacoloma, el Humanista, incluyó en su obra sobre el cuarto centenario de Anserma el libro Romancero, ya citado.

Simeón Santacoloma (Supía, 1866 – Manizales, 1946). En su vida publicó el libro Ensayos poéticos en la imprenta de El Espectador en 1892 cuando este periódico se editaba en Medellín. Durante toda su vida ejerció el magisterio, pues era egresado de la Normal de Popayán, aunque antes había sido jefe político en Riosucio. Simeón vivió largos años en la población citada, y es el autor de la letra del himno del conocido al Carnaval. Ha sido este texto suficiente razón para que los habitantes de la Perla del Ingrumá lo consideren poeta de ese municipio.

Carlos E. Gil (Supía, 1910 – Cali, 2007) Cegil, como lo llamaron los riosuceños fue maestro y desde luego educador de varias generaciones; fue un activista del Carnaval. Publicó el libro Había una vez un pueblo… que recoge textos elaborados para la fiesta riosuceña. De no ser por la pequeña biografía que publicó en las primeras páginas de la obra citada, jamás hubiéramos sabido que su cuna fue el municipio de Supía.

RIOSUCIO
            Como el caso que se presenta en los municipios anteriores, desde luego en Riosucio se vive. El caso se da con Andrés Mercado (Riosucio, 1886 – Anserma, 1954) a quien han denominado “el Poeta de Anserma” y “el Pedagogo incomparable”. De su obra se ha dicho que “Antes que un romántico Mercado fue un poeta naturalista, un amante del paisaje y de la sencillez de las cosas del campo”. Además de su poesía reconocida en concursos nacionales e internacionales, su novela Matilde es su obra más citada. Fue colaborador de periódicos en Bogotá, Barranquilla, Medellín, Bucaramanga y Caracas.

ANSERMA
            Con este municipio se presentan dos casos: el de Ovidio Rincón Peláez (Anserma, 1915 – Bogotá, 1996) y el de Mario Vásquez Posada (Anserma, 1927 – Medellín, 2008). Ambos nacieron en Anserma, pero a ambos se los reconoce de Risaralda, pues desde niños estuvieron vinculados a La Colina del Viento. Ovidio Rincón fue un periodista de todas las horas. Directivo de La Patria y El Colombiano entre otros medios. Su obra más mencionada es El metal de la noche, libro de poemas publicado en 1940. Luego aparecieron, Risaralda Monografía, en compañía de Fabio Vélez Correa, Municipios Colombianos y Antología del Arte en el Viejo Caldas, ambas obras ordenadas por el Senado de la República.

El caso de Mario Vásquez es similar. Abogado egresado de la Universidad de Caldas con especializaciones en París. Como Ovidio Rincón, traductor. Su obra está contenida principalmente en el libro A las 6 a.m. comienza la noche. Fue profesor universitario y periodista además de activista político.

Ambos poetas, Ovidio Rincón y Mario Vásquez, fueron autores de un solo libro en este género, lo que hace un poco distante o desconocida su obra.

RISARALDA
            Para redondear lo que sucede en estos municipios del occidente de Caldas es bueno mencionar el caso de Risaralda, pues figura el novelista y ensayista Roberto Vélez Correa (Manizales, 1952 – 2005) como de allí cuando en verdad nació y publicó su obra en Manizales. Filósofo de profesión con especialización en Literatura Latinoamericana en Estados Unidos y en Literatura Hispanoamericana en España. Sus novelas fueron Fantasmas del mediodía y La pasión de las gárgolas y en el ensayo destacamos Luces de Mackenna y Bernardo Arias Trujillo, entre muchas obras más. Su alto reconocimiento en el municipio de Risaralda se debe a que varios de sus hermanos, artistas como él, nacieron allí y en ese mismo municipio Roberto pasó su infancia y primera juventud.

COLOFÓN
            Como lo anotamos al inicio de este artículo, la dualidad de patrias chicas es un fenómeno que se da universalmente y que si en algunos despierta celos, para el autor que se menciona es de suma importancia, pues se logra que el público de dos municipios se interese por su obra y a lo mejor, ayude a difundir su trabajo creativo.



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PERIODISMO EN LA COLINA DEL VIENTO

Por Fabio Vélez Correa


INTRODUCCIÓN

Todos los pueblos han tenido, tienen y tendrán sus amanuenses que están pendientes de sus acontecimientos, de mayor o menor trascendencia, para fijarlos por escrito en documentos, notas o crónicas que quedan como recuerdo permanente de los mismos.

Con los tiempos, se creó la necesidad de darlos a conocer en forma oral, por escrito o por medio de manifiestos, naciendo así una de las actividades más importantes y que más han servido para forjar el mundo, el periodismo.

Y qué mejor material informativo para escribir la historia de los pueblos, que recurrir a la huella histórica escrita dejada por los periodistas con sus noticias de los pequeños acontecimientos locales, que en más de las veces, hacen parte del engranaje noticioso nacional.

Y si bien, en ocasiones las noticias pueden ser escritas de forma sesgada, según los intereses ideológicos o de cualquier otro orden, de los periodistas, no por ello dejan de ser importantes. Aquí es donde el historiador con su juicio crítico y analítico, separa de las noticias la verdad histórica y deja de lado la morralla de la manipulación periodística.

Desde que me inicié en la tarea de historiar los acontecimientos de la Colina del Viento, en la década de los 70 del siglo pasado, adquirí la costumbre de leer la prensa regional, recopilar las anotaciones noticiosas sobre Risaralda e ir haciendo una especie de archivo sobre las mismas.

Ello y mi descubrimiento del archivo municipal, caótico, polvoriento y descuidado, me llevaron a iniciar mis primeros pinitos en el afán de historiar el acaecer del pueblo a lo largo de los años, lo que me convirtió en el "historiador" (entre comillas) del mismo.

Los libros Monografía de Risaralda, con Ovidio Rincón Peláez (1976). Génesis de un pueblo… Risaralda (Gustavo Puerta Vásquez, edición mimeografiada). Risaralda, la Aldea y su Historia (1988). La Colina del Viento. De San Joaquín a Risaralda… (Edición de la Academia Caldense de Historia y la Secretaría de Cultura de Caldas, Manigraf, 2009). Ecos del Ayer. La Colina del Viento en Anécdotas (Con Germán Ocampo Correa, 2013). Y "San Joaquín – Risaralda... 100 años de vida educativa", en Desde la atalaya aldeana. Risaralda 100 años de Creación Municipal (2016), son una prueba palpable de lo dicho.

EL PERIODISMO EN RISARALDA

Ahora, en este corto texto espero fijar por escrito y en forma ordenada, apuntes sobre la información periodística que ha hablado de la realidad histórica de Risaralda, a lo largo de los años y en distintos medios, contando los pequeños acontecimientos administrativos que dicen del desarrollo del municipio; las pequeñas causas cívicas de sus ciudadanos, que engrandecen la vida colectiva; la "agitada" vida social con sus nacimientos, graduaciones, matrimonios, empleos y defunciones que cuentan la vida cotidiana; y, el acontecer cultural, artístico y literario, que refleja la grandeza del espíritu local y que ha generado unos nombres y unas obras de trascendencia.

Toda esa información ha sido el trabajo de investigación y análisis de la vida local, llevado a cabo por los numerosos periodistas que lo han realizado. Periodistas, las más de las veces empíricos, pero bien intencionados y amantes de su oficio, algunos con posiciones sesgadas del acontecer cotidiano por cuestiones políticas o religiosas, pero no obstante, fijados en su interés por dar a conocer los entuertos locales en busca de una solución a los mismos.

De todas maneras, estas posiciones personalistas son de gran importancia, porque ellas ayudan a denunciar y decantar las actuaciones administrativas y sirven de medio de fiscalización de algunas de las mismas "non sanctas", de autoridades venales que suelen ocupar puestos oficiales con fines de enriquecimiento ilícito.   

Los nombres de esos periodistas y, con ellos, su filosofía, estilo literario y manera de manejar la información, algunos con más reconocimiento de las gentes, por su labor como corresponsales del diario La Patria, y los otros con apariciones esporádicas en el diario regional, El Tiempo, El Espectador, El Colombiano y algunas revistas de circulación departamental, son: Fabriciano Rincón, Ovidio Rincón Peláez (quien llegó a ser Subdirector de La Patria), Jorge Orozco Valencia, Bernardo Restrepo Calle, Guillermo Gómez Ramírez, Belisario Ramírez González, Hildebrando Rendón Puerta (“Renpuerta”), Fabio López Muñoz, Carlos Santa Quiceno, José Fernando Escobar Giraldo (hoy en día haciendo periodismo desde Miami, Estados Unidos), Roberto Vélez Correa, Óscar Iván Gómez Jaramillo, Bernardo Acevedo Franco, Germán Ocampo Correa y Jorge Gaviria Montoya.

APUNTES HISTÓRICOS

CAMPANADAS
            En los años Veinte y Treinta (del siglo XX), fue el timbre sonoro y batallador de Campanadas, con la pluma aguerrida y combativa de don Fabriciano Rincón, gran luchador político e inquebrantable defensor de su ideología, quien con la colaboración de José J. Henao, cuestionó la marcha incipiente del naciente poblado.

Sobre Campanadas escribió el hijo de Fabriciano, Ovidio Rincón, en la Monografía de Risaralda, que publicamos en 1976, lo siguiente:

“Risaralda disfrutó, a los pocos años de su conversión en municipio, de uno de los factores más importantes en la vida de los pueblos, tuvo un semanario denominado Campanadas, bajo la dirección de Fabriciano Rincón.

Debemos recordar las dificultades tipográficas de aquel tiempo, en una aldea que no tenía implementos de tal género. Campanadas, que en muchas ocasiones no alcanzaba a cubrir en fecha determinada esa cronología, se editaba en Anserma, Riosucio y Manizales, en donde existían modernos talleres, los cuales desaparecieron en las dos primeras ciudades y con ellos, la publicación regular de semanarios. Ese fue uno de los grandes sacrificios impuestos al desarrollo de los municipios, que han perdido, en el caso de los escasos recursos, las formas de expresión y de conocimiento de sus problemas.

Campanadas tuvo una dilatada y precaria existencia. Llegó hasta el número 186, que vendrían a ser más de tres años, si se hubiera realizado como semanario. La existencia de la publicación fue de unos diez años, más o menos; desgraciadamente, no se conservó ninguna colección del semanario.

La índole de su Director y la modalidad general de aquellos tiempos, hicieron de Campanadas una publicación de fuerte orientación conservadora. Sin avisos, ya que por aquellos tiempos no existían los sistemas publicitarios del presente y mucho menos para una publicación de aldea, apenas unida con dilatados caminos al resto de la geografía caldense. La existencia del periódico fue tan difícil como fragoroso su empeño.

Risaralda ha sido a través de todos los tiempos, uno de los bastiones del liberalismo de Caldas. Campanadas se enfrentaba, justa e injustamente, a los planteamientos de la política local, ganándose numerosas animadversiones. Su interés por los problemas municipales, no siempre hacía justa la propensión política de su Director, el cual era, al mismo tiempo el más destacado de la minoría conservadora.

Fuera del constante sacrificio que establecía la publicación, en el orden económico y mental, tan cuantioso que no ha podido repetirse, numerosos sucesos de la vida municipal tuvieron como centro la publicación en mención. Gracias a su ardentía, logró que Bernardo Restrepo Calle, animara la publicación de un semanario liberal, del cual aparecieron sólo dos números. Y  aun se conserva entre las viejas memorias del pueblo, lo acerbo de la batalla empeñada entre Campanadas y el entonces cura párroco, Padre Venancio Osorio.

Se quejó el periodista del escaso avance de las obras parroquiales, sobre todo en lo relacionado con la construcción del templo y ello bastó para encender la lucha entre el poder político y el poder sacerdotal. El Director de Campanadas, fue objeto de una maldición escalofriante, respaldada por el poder que entonces se daba a los conceptos religiosos y a la abierta y poderosa influencia de la clerecía. No sabemos cómo terminó el problema y al parecer, hubo un acuerdo no pactado para la suspensión del combate.

Campanadas pasó por numerosos escollos. Realmente, nunca representó un ingreso para su Director, ni bienes distintos a los que nacieran de su condición decisoria en muchos de los problemas políticos. De diversos formatos, de acuerdo con las capacidades de las diversas prensas en que fuera impreso, desapareció cuando los recursos de su Director no alcanzaron a sostener la aventura romántica.

En la historia de Risaralda, la acción del viejo semanario, es uno de los hechos más destacados. Pocos municipios de Caldas contaron por tanto tiempo con una publicación de tal género”, concluye Ovidio Rincón, en su bien elaborado recuento de lo que fue y representó Campanadas para el periodismo de Risaralda.

Otro periódico, de corta duración, fue El Faro que circuló en 1927, un periódico de la juventud católica que buscó la formación moral y el desarrollo dinámico de la ciudadanía.        
PERIODISMO DE LOS SETENTA

Por la década de los Setenta afloraron varios intentos periodísticos de alguna importancia. Uno de ellos, Risaralda Educativo, surgió en el seno de la comunidad educativa de las escuelas “La Salle” y “Magdalena Ortega”, con una proyección importantísima, pues su finalidad era la de extender la semilla del conocimiento fuera de las aulas, hacia la población adulta carente de una fuente de informaciones locales ágiles y adecuadas.

Le siguió el primer intento periodístico del Colegio “María Inmaculada”, El Vocero, polémico, informativo y gestor de varias vocaciones periodísticas, fue su director Álvaro Zuleta Cortés, estudiante del grado sexto (once hoy en día). Su duración breve se vio compensada con el surgimiento de Ideas, sin lugar a dudas uno de los intentos periodísticos más afortunados y de mayor acogida y aceptación por parte de las gentes de Risaralda. Ideas marcó una época por su espíritu dinámico, ágil, literario y, lo más importante, por su afán de enseñar a las gentes los errores administrativos y las fallas gubernamentales de las autoridades municipales, con miras a una corrección de las mismas.

Lo que inicialmente fue un periódico informativo y cultural, posteriormente se convirtió en las “Ediciones Ideas”, una institución sin par en la historia municipal caldense. Un reducido, pero dinámico número de jóvenes, apoyados en la funcionalidad de un mimeógrafo eléctrico, forjó casi una auténtica empresa editorial (guardadas las proporciones), absorbiendo durante el año de 1977, lo mejor de la inspiración, la crítica constructiva, el humor y la creación literaria locales, consignados en las obras a continuación detalladas y que tuvieron amplia acogida dentro del público risaraldita y departamental:

Periódico Ideas. Publicación quincenal de ocho páginas, que llegó hasta el Número 24, de carácter informativo, crítico y literario. Apareció el 7 de abril de 1976  y finalizó su publicación el 22 de mayo de 1978.

Serie “Ideas”. Trece folletos con un promedio de 36 páginas cada uno, que trataron los siguientes temas: “Una carta a García, “Reflexiones sobre la Democracia”, “El Estudio”, “El Hombre”, “Grandes Religiones”, “El Saber”, “Civismo”, “La Familia”, “Amor y Amistad”, “El Trabajo”, “Las Vacaciones”, “Destilados Intelectuales”, y “La Navidad”.

Libros Publicados:
·         Plantas medicinales de Risaralda – Caldas, de 100 páginas, compendio de una clasificación científica llevada a cabo por el Club de Ciencias “Francisco José de Caldas”.
·         Génesis de un pueblo… Risaralda, escrito por Fabio Vélez Correa y Gustavo Puerta Vásquez, de 135 páginas y que, como su título lo indica, es un estudio de la evolución antropológica y cultural del municipio.
·         Albores de la ciencia futura, de 110 páginas, obra que recoge los trabajos del Club de Ciencias “Francisco José de Caldas”: “Hipertrofia vegetal”; “Horno Solar”; “El duplo del cubo”; y “Etapas del proceso evolutivo del pollo”, presentados en la X Feria de la Ciencia.
·         Contacto étnico chocoano, escrito por Gabriel Vélez Correa y Gustavo Reyes Duque, con ilustraciones de Javier Guevara, de 120 páginas, producto de una excursión científica realizada por el Club de Ciencias “Francisco José de Caldas”, a la región del Chocó, en 1979.

Los jóvenes que por esa época emprendieron esta ardua y quijotesca labor periodística, fueron: Fabio Vélez C., director y diagramador; Gustavo Puerta V., subdirector e impresor; Roberto Vélez C., jefe de redacción; Iván Tamayo G., asesor; y Javier Guevara, el popular “Hur Delfín”, caricaturista e ilustrador. Con su traslado a la ciudad de Manizales y su ingreso a la Universidad de Caldas, debieron suspender esta valiosa empresa del intelecto, que propendió siempre por el desarrollo espiritual del municipio.

UNA DÉCADA TRÁGICA

Ahora bien, las noticias divulgadas eran las normales de cualquier pueblo en proceso de evolución urbanística, con deseos de salir del subdesarrollo y de brindarle una vida cómoda y agradable a sus habitantes... Aún no se habían caldeado las buenas conciencias y se vivía una paz envidiable. Los campos producían el café, riqueza propia de la región; los niños y jóvenes contaban con su escuela y colegio donde, con la estrechez económica de los tiempos, pero con el entusiasmo y el afán pedagógico de sus maestros, recibían la educación que les permitiría convertirse, con los años, en los nuevos líderes, dirigentes, comerciantes y ciudadanos del común.

Y llegó la década de los 80, década trágica, pero a la vez positiva para Risaralda. Trágica porque prohijó los años de la violencia que desangró a la clase dirigente y generó infinidad de viudas y huérfanos, producto del fanatismo político, de la incomprensión ciudadana, de la intolerancia y de la irracionalidad. Y que convirtió a Risaralda en un pueblo vejado por la prensa escrita y radial que, en vez de atemperar las malas conciencias y buscar senderos adecuados de paz, utilizó las crueles noticias para "informar" y a la vez, acrecentar sus ganancias mercantiles.

Pero, por otra parte, mientras en los campos y callejones oscuros retumbaban los balazos infames segando la vida temprana de numerosos líderes políticos, prósperos comerciantes, campesinos trabajadores y generadores de progreso, había una pléyade de personas jóvenes y adultas, quienes se integraron en asociaciones cívicas, culturales y literarias, buscando con entusiasmo y amor cívico, un mejor estar en medio de la tristeza y el dolor... No podían permitirse el lujo de dejarse dominar por la violencia y la malquerencia de algunos de sus ciudadanos. Había una nueva generación que bien merecía tener un mejor futuro, aún a pesar de los tristes recuerdos.

El Colegio “María Inmaculada”, el Círculo Cultural “Bernardo Arias Trujillo”, el Club de Ciencias “Francisco José de Caldas”, el Grupo de Teatro “García Lorca”, la Junta Central de Acción Comunal, la Defensa Civil, la Junta de Deportes y los equipos deportivos, con sus acciones, sus justas y sus productos urbanísticos, brindaron una imagen diferente de la nefasta promocionada y difundida por periodistas foráneos quienes, en aras de vender unos ejemplares más de su producto diario, daban en incrementar la mala imagen de la Aldea.

Por ello, al hacer el balance de lo ocurrido entre los años 1979 – 1991, los ciudadanos de Risaralda, lectores e investigadores de las noticias publicadas, van a encontrar que mientras la muerte rondaba por los canalones veredales, los sectores oscuros del pueblo y sitios de otras poblaciones, la vida seguía su curso con entusiasmo dinamismo y afán de de buscarle una salida positiva y pronta a la tragedia que se vivía.

Y con el paso de los años, Risaralda, nuestra Colina del Viento, logró salir avante de la tragedia, con el dolor de las vidas perdidas, disfrutando de nuevo la paz. Esa paz que hoy degustamos con la alegría de haber renacido del holocausto como el ave Fénix y que nos lleva a ser uno de los municipios de Caldas que buscan con más pujanza su futuro de desarrollo y fraternidad ciudadana.

LOS NUEVOS TIEMPOS

Pero siguiendo la ruta y los propósitos originales de Ideas, el Círculo Cultural Bernardo Arias Trujillo concibió la gaceta Ecos, dirigida por Fabio Vélez Correa, fundador de la saga periodística Ideas–Ecos. En esta gaceta colaboraron habitualmente valores literarios caldenses como: Óscar Jurado, Jorge Eliécer Zapata Bonilla, Roberto Vélez Correa, Adalberto Agudelo Duque, Germán Ocampo Correa y otros.

Después de Ideas, hubo un nuevo intento por revivir el periodismo en el colegio local, con la publicación de Ventana Cultural, en 1984, con otros colaboradores, en su mayoría profesores y alumnos del colegio y que tuvo poca duración.

Entre los años 1991 – 2003, el periodismo va a ser el de los grandes medios y nos enfrenta con el conocimiento histórico de un Risaralda nuevo, fresco, cívico y progresista, cobijado en la filosofía ciudadana de la fraternidad y el civismo y que le permitió salir avante luego de los años nefastos de la violencia política.

Coincide lo anterior con la evolución de la reforma constitucional del 91, año en que se inicia el proceso de nombramiento de alcaldes por elección popular, permitiendo la elección de verdaderos líderes y un mejor manejo de los presupuestos y desarrollo de los planes de gobierno planteados por los candidatos en el proceso electoral. 

Los alcaldes elegidos por el voto popular durante este período: José Fernando Rendón Martínez, Humberto Rendón Escobar, Javier Salazar Ospina, Gabriel Vélez Correa y Jorge Eliécer Raigosa Ledesma, generaron el desarrollo que hoy vive la población, en mayor o menor medida, con la creación de la oficina de Planeación Municipal, las Umatas, las secretarías técnicas (Planeación, Obras Públicas, Educación, Salud y demás), que permitieron un mejor manejo de los fondos municipales, en aras del desarrollo urbanístico y agrario del municipio.




 A comienzos de 1991, bajo la dirección del docente Germán Ocampo Correa, surgió en el Colegio Integrado María Inmaculada la Gaceta Cultural Perfiles, un nuevo periódico informativo de la actividad estudiantil, educativa y cultural de la institución, en edición sencilla.

En junio de 1993 aparece en Risaralda El Aldeano, "Un periódico con criterio amplio al servicio de la Aldea", con proyección también al corregimiento de San José. Su Consejo Directivo estaba integrado por: Mauricio Giraldo Quiceno, Director; Gabriel Vélez Correa, Secretario; Jairo Herrera Arias, Tesorero; Jorge Cardona Garcés y Elkin Franco Giraldo, Jefes de Secciones; Bernardo Acevedo Franco, Jefe de Corresponsales; Javier Sánchez, Fenelón Gallego y Sonia Patricia González, Mercadeo; y Antonio Mejía Gutiérrez, Carlos Arboleda González, Roberto Vélez Correa y Fabio Vélez Correa, Columnistas.

El Aldeano, según Mauricio Giraldo Quiceno, su Director, pretendía "recuperar lo positivo de un ayer y un hoy que no termina, revivamos la historia tradicional, somos los responsables de lograr un canal abierto a la comunidad, con la parafernalia histórica y cultural de nuestra querida Risaralda".

Con El Aldeano se cierra el ciclo periodístico de nuestra comarca, con un periodismo que si bien ha sido modesto y de impresión sencilla, no por ello deja de reflejar el espíritu culto e intelectual manifestado en las inquietudes juveniles de Risaralda.

Por otra parte, las noticias seguían circulando en las páginas de La Patria y muy esporádicamente, de El Tiempo, y nos acostumbramos a leer los informes de los periodistas locales Bernardo Acevedo Sánchez, Germán Ocampo Correa, Roberto Vélez Correa y Jorge Gaviria Montoya, entre otros, donde contaban del nuevo suceso político, del último muerto, de la cosecha de café, de la construcción de una nueva carretera, del interés del Cura por arreglar el cementerio local, de los éxitos del Club de Ciencias “Francisco José de Caldas” en la Feria de la Ciencia, del quehacer pictórico y musical, del nuevo libro de poesía, novela o la nueva historia del pueblo a publicar. Y sentíamos que, en medio de la tempestad, brillaba un halo de tranquilidad que atemperaba los espíritus.

Y fueron noticias valiosas la renovación del alcantarillado en Risaralda, la entrega de la nueva infraestructura del Hospital San Rafael; la conservación de La Gruta (monumento religioso de 75 años); los trabajos de mantenimiento de la Institución Educativa María Inmaculada y demás centros educativos; la colaboración con el Comité Ecológico de Risaralda "Ceres", en la organización y sostenimiento del Jardín Botánico; la construcción del Coliseo Cubierto y del Centro Cultural y Educativo Angaska –La Casa Grande–, obras ejecutadas en este período temporal y que le han brindado a la población una nueva imagen de progreso y desarrollo.

También es bueno anotar un hecho que fue traumático en su momento, pero que hoy en día se mira como una de las ejecuciones del juego político, tanto regional como nacional... la segregación del corregimiento de San José, gracias a los oficios electorales de la coalición Yepo-Barquista de los años 90 que logró, mediante la Ordenanza 233 del 4 de diciembre de 1997 y sancionada en enero de 1988, la creación del nuevo municipio que fue refrendada el 1 de abril por sus habitantes. A partir de 1999 Risaralda ya no contó ni con el caudal electoral, ni con los dineros nacionales, departamentales y municipales que llegaban para el sostenimiento del Corregimiento. Y esa eterna rivalidad que subsistió a lo largo de los años entre los dos entes territoriales, pasó a ser historia.

La historia menuda de esos años, la que aún persiste en los archivos de la prensa regional y de algunos periódicos locales (Perfiles, Ecos, El Aldeano, entre otros), fue escrita por periodistas sin formación profesional pero bien intencionados, quienes querían informar a los conciudadanos de por fuera sobre los acaeceres locales, grandes, pequeños o intrascendentes, pero dignos de aparecer en letra de imprenta... Por ejemplo: Hablar sobre todo lo divino y humano de la localidad. Los dimes y diretes de la administración, con las pequeñas realizaciones y las obras de gran aporte local; las peticiones y las protestas de los ciudadanos por las realizaciones o no de las mismas; los reinados y actividades cívicas donde la belleza era la constante y el interés económico dirigido a las instituciones que recibían los productos; la actividad comunal, artística, cultural y deportiva, generadora de buenas costumbres y de amor por el pueblo; y la vida social (nacimientos, matrimonios, primeras comuniones, condecoraciones, grados académicos y fallecimientos).

Esas noticias (las del siglo XXI), en su gran mayoría escritas por Bernardo Acevedo Sánchez, Jorge Gaviria Montoya y Germán Ocampo, y uno que otro periodista aficionado, tienen en algunos casos fotografías que las acompañan y que para esa época ya eran publicadas con mayor difusión en La Patria, gracias a su nuevo sistema de impresión rotativo. Y como dice el dicho: "Una imagen dice más que miles de palabras", en nuestro caso nos llevan a avivar el recuerdo ante la contemplación de los personajes y los hechos fijados en las fotos.

Por lo anterior podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la información periodística sobre la Colina del Viento, a lo largo de los años, se constituye en un caudal invaluable de material escrito para los investigadores que estén interesados en conocer los orígenes, desarrollo y devenir de Risaralda, un pueblo pequeño, progresista y de empuje histórico que siempre ha contado con personas inquietas interesadas en rescatar su historia para evitar que se borre de las mentes.

Podemos concluir, entonces, que en la información de los periódicos está la Risaralda que nos conmueve, la poética Colina del Viento que tan buenos comentarios genera en los tiempo actuales y que bien merece hacer lo que sea posible por llevarla avante ante el panorama departamental y nacional. Hay amigos, hermanos y conocidos en el extranjero que nos siguen la pista por internet, por las redes sociales y por las esporádicas apariciones en las páginas de los periódicos, las redes hertzianas o las imágenes audiovisuales de la televisión.

Todo ello y mucho más, ha sido el espíritu generador de esta investigación que encierra en sus páginas escritas y en sus fotografía añejas, el pasado de realizaciones y de vida ciudadana de nuestra Aldea, con sus pequeños éxitos y sus falencias normales, pero que siempre ha propugnado por buscar un buen futuro y renombre regional. Y a fe mía que lo estamos logrando.


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