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TRIBUTOS DE GUERRA EN EL NACIENTE MANIZALES




Por Alfredo Cardona Tobón
Ingeniero Mecánico. Historiador

RESUMEN

La población fronteriza de Manizales además de haber sido un polo de colonización, fue la avanzada militar de Antioquia durante los continuos enfrentamientos militares a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX.

Manizales aportó hombres y recursos durante una danza macabra cuyos efectos de desolación, miseria y muerte habrían devastado sin remedio a cualquier comunidad; pero pese a las levas, los destrozos, las confiscaciones y la intranquilidad, la aldea se convirtió en una de las principales ciudades colombianas

En este artículo se resumen las vicisitudes y las desgracias que bajo las banderas liberales y conservadoras afligieron la localidad en las últimas décadas del siglo XIX, durante un conflicto que bajo distintos aspectos se extendió desde 1860 hasta 1902 y enfrentó al Estado de Antioquia con los Estados vecinos.

Palabras clave: Manizales, Antioquia, enfrentamientos militares, liberalismo, conservatismo.


ABSTRACT

The frontier town of Manizales, apart from being one of the focal points in the colonization of the south portion of the State of Antioquia, was the main outpost of its Army in the numerous civil wars that took place in the second half of the 19th century.

Manizales and its people saw their men and resources being taken away for the sake of a macabre, deathly dance of war whose subsequent aftermath of misery, desolation and death would have undoubtedly driven any community to an irredeemable state of devastation. Nonetheless, even after all the impressment, all the wreckage, all the confiscation and all the unease and despair, this once frontier village eventually grew to become one of Colombia's main cities.

This article aims to summarize the series of hardships and adversities that fell upon the city during the second half of the 19th century, caused mostly by said war: the constant belligerence between the Conservative and Liberal parties that turned the State of Antioquia against its neighbor states between 1860 and 1902.

Key words: Manizales, Antioquia, belligerence, Conservative and Liberal parties.





 
Manizales Antigua en imágenes - YouTube.


TRIBUTOS DE GUERRA EN EL NACIENTE MANIZALES

Por su posición fronteriza la aldea de Manizales se convirtió desde los primeros años de su fundación en un fortín militar en continua guerra con las comunidades caucanas. Generalmente la población estuvo bajo el control de las fuerzas conservadoras, pero en dos ocasiones estuvo controlada por los liberales; así, pues, sus habitantes soportaron los atropellos de uno y otro partido y sostuvieron guerras que iniciaban los dirigentes de Antioquia o del Cauca y sufrían los manizaleños.

El daño económico causado por los conflictos militares fue enorme, pues impidió la creación de empresas, limitó la inversión y empobreció a los habitantes. En la provincia del sur, con capital en Manizales, no hubo grandes empresarios mineros como en otras regiones antioqueñas; en esta zona el poder lo dio la tierra junto con los colonos, los terrazgueros y peones, relacionados con las grandes propiedades sobre las cuales se sustentó el dominio de algunas familias entre las que figuraron los Arango, Gutiérrez, Mejía y Villegas.

La ganadería, la panela, el maíz, la arriería y el aguardiente fueron los reglones que ligados a la tierra sostuvieron las guerras y permitieron el sostenimiento de las tropas en esta región aislada, sin ríos navegables ni vías, lejos del mar y carente de industrias productivas.

La Iglesia Católica y los señores de la tierra impulsaron las guerras que ensangrentaron esta provincia; los argumentos fueron religiosos y las banderas enarboladas se relacionaban con la familia, el culto, la libertad de expresión y la separación de la iglesia y el Estado.

En la segunda mitad del siglo XIX el crecimiento de Manizales, como el del resto de Colombia fue muy lento. Cuando se habla del desarrollo manizaleño se compara con el de los caseríos vecinos y en tal caso, el poblado fronterizo sale bien librado; pero en realidad fue limitadísimo: el progreso se vio al cesar las guerras, cuando esas lomas se llenaron de cafetales, llegó el tren y se abrieron las carreteras; entonces Manizales floreció para convertirse en una activa y bella ciudad.

Sin los reclutamientos, sin las vidas perdidas y los tributos de guerra, el presente hubiera sido mejor: Las guerras no le hicieron ningún bien a la ciudad como afirman algunos; pues si la administración se desplazó de Abejorral a Salamina y por último a Manizales no fue por los conflictos, sino principalmente por el éxodo de la clase dirigente que encontró en el sur las mejores oportunidades.

Al repasar el archivo municipal el ánimo queda sobrecogido de espanto al ver la danza macabra que afligió a Manizales; y hasta el más desprevenido se asombra de la colosal vitalidad y resistencia de los manizaleños que se sobrepusieron a tantas calamidades.


Para darnos una idea de lo sucedido resumamos algunas páginas dé ese archivo:

Empecemos el 28 de junio de 1860 con la invasión antioqueña a la provincia caucana del Quindío. Por ese entonces una fuerza dirigida por Mariano Orozco sale de Manizales con el ánimo de apoyar el levantamiento conservador que intenta derrocar a Mosquera, presidente del Cauca. La invasión es un fracaso y Mosquera con sus tropas, sus músicos y cañones avanza hasta la Aldea de María y se estrella contra las férreas defensas manizaleñas. Después de una esponsión o armisticio, el general caucano sigue a Bogotá por la vía del Tolima y toma el poder central; sin embargo, Antioquia continúa en pie de lucha contra los liberales caucanos y costeños que pretenden someterla.

En enero de 1861 la Tercera División antioqueña llega a Manizales y corresponde a la ciudad fronteriza completar los cuadros de combate, armar la tropa y abastecerla. Los militares ocupan las casas de los desafectos al régimen y el prefecto de la Provincia del Sur expropia lo que pueda realizarse a fin de arbitrar recursos para la guerra: a Cruz Restrepo le confiscan 257 arrobas de sal, a Ricardo Arango 78 arrobas y a modestos tenderos como Joaquín López le arrebatan la arroba de sal que vendía en su pequeña tienda.

Los agentes del gobierno conservador barren con todo: con el liencillo y el cáñamo de los almacenes, el cacao de los depósitos, la panela y hasta con los costales para empacar los bastimentos. A Eugenio Uribe le quitan 35 reses y a Sebastián Arias tres novillas gordas para racionar a los soldados; no se salvaron los bueyes ni los cueros de baqueta para fabricar correajes; recogieron la bayetilla y el papel. El 10 de abril de 1861 el alcalde de Manizales, siguiendo instrucciones de la Prefectura, prohibió a los particulares la venta de carne tanto de res como de marrano, hasta que se expendiera la que estaba en manos del gobierno.

La llegada de la Tercera División fue peor que una plaga de langosta: se recogió todo el tabaco de la plaza, también los marranos que deambulaban por las calles y se censaron los caballos y las mulas para disponer de ellos cuando se necesitara. Para fabricar balas y metralla se expropió el plomo y el estaño y se desbarataron los cuadros, las sillas y las camas de acero para fundirlos y convertirlos en perdigones.

En noviembre de 1861 se convocó a los individuos hábiles para el servicio de las armas; a quien no se presentara se le reputó como enemigo y se le cobraron multas entre $25 y $200 según las posibilidades económicas. Para apoyar la revolución comandada en el Cauca por Sergio Arboleda y hacer frente a una invasión ecuatoriana, el gobierno antioqueño desplazó 1.200 soldados de la Tercera División, armados y racionados por los manizaleños. Debe agregarse que este personal compuesto por toda laya de gente, fue más un estorbo que un apoyo para las operaciones del ejército de Arboleda por su indisciplina y su propensión al robo y al licor, a lo que se sumaron las estrategias equivocadas de su comandante Braulio Henao.

En febrero de 1862 el prefecto Villegas derramó una contribución de cien mil pesos que se cobraron en oro, en dinero, en ganado y en panela. Se aplicaron fuertes multas a los morosos y a quienes no cubrieron sus cuotas los reclutaron para enviarlos a combatir al Cauca. Los vecinos notables se encargaron de recoger los tributos y se les multó cuando no lograban completar las sumas asignadas.

 De derrota en derrota los antioqueños retrocedieron hasta que, exhaustos y arruinados por la guerra, se rindieron a las fuerzas liberales. El 16 de octubre de 1862 Mosquera entró triunfante a Manizales y tres días más tarde empezaron nuevas exacciones: Vicente Gil, el nuevo alcalde impuesto por los caucanos, exigió 31 reses para degüello anotando que si no se entregaban voluntariamente se expropiarían por la fuerza; el 22 de octubre se da la orden de alistar cien bueyes para la marcha del ejército caucano hacia el norte y se expropió la panela y la sal de la aldea junto con 30 caballos debidamente aperados.

Además de lo anterior, el Prefecto declaró nulas las ventas de las bestias que los conservadores robaron en el Cauca en su campaña y ordenó entregarlas al gobierno liberal; se monopolizó el comercio del cacao y se establecieron carnicerías oficiales para vender la carne de res y de marrano mediante franquicias otorgadas al mejor postor, sin importar su filiación política.


Tomás Cipriano de Mosquera

 En noviembre de 1862 el general Mosquera ordenó un empréstito “voluntario” para cubrir los gastos de la guerra sostenida contra Antioquia: se fijó una suma de 1120 millones, de los cuales correspondieron la mayor parte a los vecinos de Manizales. Para evitar los compartos decretados por Mosquera, numerosos vecinos pudientes de Manizales escaparon a otros estados colombianos o se escondieron en zonas inaccesibles.

CAMBIO DE TERCIO

Ante los desafueros, la ciudadanía antioqueña se levantó en armas contra los liberales y sus aliados caucanos; la guerra estalla en el centro, el norte y el sur del Estado. El 4 de enero de 1864 perece en el combate de Cascajal el presidente liberal Pascual Bravo y el poder en Antioquia retorna a manos de los conservadores.

El 6 de enero de 1864 Francisco Jaramillo, comandante de los llamados “Restauradores” o militantes conservadores del nuevo orden establecido, atacó la aldea de María con el argumento de legítima defensa. Como no tenía víveres ni dinero para racionar su tropa le escribió al alcalde de Manizales: “Usted con el mayor sigilo, sin que nadie lo llegue a comprender, se conseguirá unas cuatro cargas de panela para las raciones, cuyo valor se cubrirá cuando haya fondos. Vuelvo a reiterar usted mucha reserva en el asunto”.

“Los Restauradores” emplearon todos los medios para conformar su fuerza armada: en Manizales reclutaron vagos y pordioseros, los mismos que atacaron a la Aldea de María y robaron colchones, gallinas y todo lo que encontraron a su paso.

Para sostener sus fuerzas militares recaban fondos mediante los conocidos “empréstitos” que afectan a los liberales y también a los indiferentes o tibios en sus manifestaciones a favor del nuevo orden. En Manizales gravan a numerosos ciudadanos, entre quienes figura Hilario Peña con $200, Antonio Ceballos con $ 200 y José María Correa con otros $200.Para escarmentar a quienes ocultaban sus bienes “Los Restauradores” ocuparon la casa de Eduardo Hoyos, expropiaron gran parte del surtido de su negocio, arrearon el ganado de su hacienda y lo redujeron a prisión hasta que cubrió el valor asignado.

Como los reclutas se quejaban del frio en las noches manizaleñas, el prefecto Villegas expropió todas las cobijas y las tiendas de campaña que encontró en la plaza.


SIGUE LA GUERRA Y LOS DESPOJOS

La actitud conciliadora del presidente Murillo Toro y la neutralidad de Antioquia permiten a los paisas vivir en paz hasta 1876 cuando el gobierno antioqueño apoya otra revolución conservadora en el Cauca y estalla la sangrienta guerra religiosa que envuelve a Manizales y desangra a Antioquia.

Tropas manizaleñas marchan al Valle del Cauca y al Tolima; se lucha en Los Chancos, en Garrapatas y en El Batero; y el 5 de abril de 1877, bajo el comando de Julián Trujillo, los caucanos atacan por varios frentes y se apoderan de Manizales.

Tras la derrota en Manizales, el Estado de Antioquia se compromete a saldar la deuda contraída con el Cauca a causa de los empréstitos, los suministros, las expropiaciones y los gastos de guerra. El nuevo prefecto impuesto por el vencedor exige a Manizales $50.800 de los $75.000 que el general Julián Trujillo fijó al Estado de Antioquia. A lo anterior se suman $2.000 mensuales cobrados por el alcalde Mario Arana a la ciudadanía manizaleña, para sostener la fuerza pública acantonada en la ciudad; esos $2.000 e se reparten de acuerdo con la capacidad económica y la importancia política de los vecinos.


General Julián Trujillo

DESPUÉS DEL 5 DE ABRIL DE 1877

Las semanas que siguieron al 5 de abril de 1877 fueron las peores del pasado manizaleño; en ese fatídico día las tropas caucanas irrumpieron en Manizales, pese a la tenaz resistencia de los defensores, y empezó el calvario para una comunidad en manos de la chusma armada.

Después de una de las batallas más sangrientas de nuestras guerras civiles llegaron los saqueos, los asesinatos, las violaciones y todo tipo de atropellos perpetrados por las fuerzas de ocupación. Algunos ciudadanos se pusieron a salvo en Neira, Salamina y Aguadas pero la gran mayoría solo pudo poner trancas en las puertas de las casas y encomendarse a la misericordia divina.

El general Julián Trujillo, comandante de las tropas caucanas, aseguró a los manizaleños en el momento de la capitulación que podían estar tranquilos en sus casas y negocios. El pueblo llano creyó en las promesas y hasta hubo ingenuos que pusieron toldos con alimentos y bebidas para venderlos a las tropas invasoras.

Al otro día, apenas despuntó el seis de abril, entró el grueso de ejército liberal y comenzó el saqueo: a los individuos que encontraron en las calles les robaron el sombrero, la ruana, el carriel y hasta los pantalones; saquearon las casas sin dejar cobijas ni ropa íntima; se llevaron las herramientas, los cerdos, las gallinas y a quienes se oponían los golpeaban o los mataban. Los caucanos entraron a las tiendas abiertas, pedían cuanto querían y al cobrarles decían al vendedor: “Coman religión, godos pícaros”, o “pasen la cuenta a los curas” y se llevaban todo sin pagar un centavo.

Ante el desborde criminal de los sureños, algunos ilusos se dirigieron al general Julián Trujillo pidiéndole que dictara alguna providencia que pusiese a la ciudadanía a cubierto de tantos atropellos, pero fue en vano; el insensible militar se excusó diciendo: “A esos negros no hay quién los contenga”. En realidad no tenía la intención de frenar el saqueo, pues era la oferta cuando enrolaron a los negros del Valle del Cauca en las fuerzas liberales.

El tres de mayo de1877 era oficial del día el coronel Valentín Deaza quien ocupó varias casas para alojar al batallón Junín comandado por el coronel Castañeda. Entre las viviendas tomadas se hallaba la de don Joaquín Arango, que estaba postrado en el lecho al igual que el coronel conservador Joaquín Carvajal. Eran como las cinco de la tarde de un día lluvioso. En tales circunstancias se dificultaba el traslado de los enfermos a otro sitio; en vista de ello la señorita Susana Arango se acercó al coronel Deaza y le suplicó que no ocupara la casa. El militar no oyó los ruegos; al contrario, trató indignamente a Susana y entró a la fuerza con su gente.

La vivienda de los Arango se asignó a la tropa del capitán Hipólito Isaza, quien al ver la situación de la familia, ordenó a sus hombres permanecer en los corredores y respetar la intimidad de los dueños e intervino para que el prefecto revocara la orden dada por Valentín Deaza.

Isaza se retiró con su gente y el coronel Deaza al sentirse desautorizado, desfogó su ira contra Ángel María Carvajal, un hijo del coronel enfermo. Al verse atacado Ángel María esquivó los golpes y se refugió en una alcoba donde se armó con un revólver; Deaza lo siguió y ante la eminencia de una tragedia el señor Juan Botero trató de calmarlo y lo que obtuvo fue una tremenda bofetada.

El energúmeno coronel derribó una ventana para abrirse paso y “matar a ese godo”. Entonces las señoritas María del Rosario, Susana y Mercedes Arango quisieron hacerlo desistir de su intento, pero Deaza en vez de atenderlas, como merecía su dignidad y condición de damas honorables, las llenó de insultos y les dio planadas con su espada.

La conducta de los caucanos y sus aliados fue execrable en Manizales; los vencedores no tuvieron contemplaciones con los vencidos; sin embargo, hubo excepciones como la anotada con el oficial Isaza y con el capitán Jesús Farfán, quien en una de las rondas sorprendió a varios soldados saqueando la casa de don Pablo Jaramillo:

–¿Quién es el dueño de la casa?– preguntó.

–Yo soy, contesto el señor Jaramillo, que lívido y despavorido estaba amarrado en un rincón a disposición de sus enemigos.

–¿Qué daño le han hecho estos negros?

–Véalo usted, no han dejado nada bueno.

El coronel Farfán rastrilló una fusta y dirigiéndose a los saqueadores les dijo:

–Entreguen lo que tienen empacado al señor. Nosotros no hemos venido a robar sino a restablecer el orden público.

Pistola en mano, desató a don Pablo y amenazó con desarmar a los ladrones y remitirlos presos al cuartel general; los abusivos devolvieron algunos objetos y con otros de valor se perdieron por el camino cercano.

Don Pablo junto con su familia abandonó la casa y se refugió en otra vecina. Más tarde regresó haciéndose pasar como soldado del Batallón 14 de Villamaría a ver qué podía salvar de lo poco que había quedado.

Los invasores ocuparon las propiedades sin pedir consentimiento a los dueños; cuando no encontraban las llaves destruían las cerraduras o derribaban las puertas; se robaron los muebles y los que no se llevaron los utilizaron como leña para preparar los alimentos.

En el campo el saqueo fue dramático, de la hacienda de Joaquín Arango sacaron 170 reses y 17 bestias y de la hacienda de Pablo Jaramillo se robaron más de cien animales. No dejaron rejos, enjalmas e instrumentos de labranza. Los invasores dejaron vacías las alacenas, los escándalos de las juanas estremecieron la ciudad, que en vilo, guardó en los zarzos a los heridos y en las piezas más recónditas a sus doncellas.

LOS COMPARTOS DE 1879

Numerosas disposiciones oficiales afectan a la Iglesia Católica y a sus fieles, pues los liberales radicales limitan la acción pastoral, apresan sacerdotes y persiguen a los fieles. Ante estos atropellos, el pueblo católico de Antioquia se levanta en armas contra los opresores y estalla en Manizales la revolución de 1879 que se extiende por todo el Estado.

El gobierno sofoca la rebelión clerical inspirada por los obispos antioqueños y de nuevo los vencidos cargan con impuestos y más expropiaciones. Las autoridades liberales fijan contribuciones en forma arbitraria y totalmente desconsiderada: los afectados debían responder por sus cuotas en un plazo perentorio de pocos días y a veces de horas. Si no se contaba con dinero en efectivo se remataban las propiedades.


Combatientes. De la revista Credencial Historia.

En numerosas ocasiones bienes valiosos quedaron en manos de los rematadores por sumas ridículas, como ocurrió con los bienes de Silverio Arango, expresidente antioqueño, cuyas extensas fincas en Playa Rica y el Zarzo pasaron a manos de Liborio Gutiérrez; y otras situadas en la cordillera quedaron en poder de otros Gutiérrez.

El primero de febrero de 1879 el gobierno liberal crea una junta compuesta por Jesús María Hoyos, Félix María Palacio, Mariano Mejía Federico Ángel. La Junta grava a numerosos vecinos y remata numerosas propiedades que quedan en manos de amigos de la administración del momento. Uno de los tantos casos se dio el13 de marzo de 1879  cuando el gobierno ocupó y adjudicó una casa perteneciente a Ricardo Escobar, gravado con la suma de $ 1.000; la casa se avaluó en $2.200 y se entregó al gobierno del Estado por la mitad de su valor, quedando a Ricardo Escobar un saldo en contra por $ 200.

Para reducir la insurrección clerical, el gobierno, entre varias medidas militares, expidió la siguiente disposición:

Decreto No. 103
Marzo 21 de 1879
Por el cual se determina qué individuos deben reputarse como rebeldes en el Departamento del Sur.
El Prefecto del Depto. del Sur en uso de sus facultades decreta:

Artículo 1- Declárense rebeldes:
1.       A los que hayan tomado armas contra el gobierno.
2.       A los indiferentes o egoísta que miran consumarse el crimen de rebelión sin condolerse de los males que causa la guerra.
3.       A los que no prestan espontáneamente su apoyo moral y material a las autoridades cuando estas tienen necesidad de defender o hacer respetar el orden constitucional instituido.
4.       A los que sea cual fuere el color político a que pertenezcan, favorezcan los intereses y personas de los comprometidos.
5.       A los que de cualquier manera hayan simpatizado o simpaticen, hayan auxiliado o auxilien la rebelión que estallo el 25 de enero último.

Artículo 2- Todos ellos serán gravados con los empréstitos forzosos decretados, que se decreten en lo sucesivo y serán perseguidos y castigados conforme a lo dispuesto por las leyes.
Marzo 21 de 1879
Víctor Cordovez.

Otro de los casos que ilustran los abusos contra los ciudadanos manizaleños de todas las tendencias durante las guerras fratricidas, sucede el 25 de enero de 1879: se gravó a José María Gutiérrez con $200, y como no pagó inmediatamente se le cobraron intereses de recargo a razón del 10% diario, lo que a los 32días de retraso subió el gravamen a $640. Al no poder cubrir tal suma se remató su casa avaluada en $3.700 y dos lotes valorados en $2.000. El gobierno tomó la casa en$516 y los lotes se entregaron por una suma irrisoria.

EN LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS

Manizales fue el centro operativo contra las guerrillas liberales del norte del Cauca en la guerra de los Mil Días. Las escuelas se cerraron para convertirlas en cuarteles y en Manizales y Salamina se conformaron batallones con la flor y nata de su juventud que quedó tronchada en suelo extraño víctima de las balas, el machete, los bichos y las enfermedades.

El siguiente despacho del general Víctor M Salazar ilustra esa desafortunada situación:

Zambrano 19 de marzo de 1902
General Juan Pablo Gómez
Medellín.
Despacho hoy a borde del vapor Colombia 200 hombres con dirección a ese Departamento. Hacen parte de los batallones Salamina y Manizales, restos de la gloriosa columna antioqueña. Son los héroes de Capitanejo, Palonegro, San Juan Nepomuceno, Lebrija y Marialabaja.

Las penalidades y fatigas de una campaña de 17 meses las han reducido a cifra insignificante y a deplorable situación de salud.

Imploro para ellos encarecidamente la munificencia del gobierno de Antioquia y vuestros sentimientos amplios y generosos.

Mientras los batallones del Departamento del Sur operaban en  Santander, la Costa y Panamá, tropas combinadas de Salamina, Manizales y Cartago luchaban contra las guerrillas de Manuel Ospina y Ceferino Murillo en la banda izquierda del rio Cauca y con las guerrillas de Ibáñez, del Negro Marín y Tulio Varón en territorio tolimense.

Al igual que en situaciones anteriores las tropas oficiales se sostuvieron con “empréstitos” que generalmente no se pagaron y con los ganados, las cosechas y los bienes de la población civil que fue expoliada por los combatientes de ambos bandos.

Por su parte los guerrilleros y las bandas criminales entraban a las poblaciones, las saqueaban, robaban las cosechas y los ganados y al igual que los gobiernistas reclutaban a los jóvenes campesinos, que a la fuerza tenían que empuñar las armas, a veces contra sus mismos copartidarios.

Entre las operaciones prioritarias del gobierno figuró la conservación de las líneas telegráficas, que en ese tiempo eran la forma más eficaz de comunicación con el mundo externo.  Veamos el decreto municipal No. 1 del ocho de enero de 1900 expedido por las autoridades de Salamina. En Manizales y en el resto de los municipios del Departamento del Sur hubo decretos similares, donde se obligaba a los vecinos liberales a sostener ese         medio:

“El alcalde de Salamina en cumplimiento de órdenes expresas y considerando:
1-      Que el telégrafo es el mejor elemento con que cuenta el gobierno para el sostenimiento de la guerra y el pronto restablecimiento de la paz y
2-      Que los enemigos del reposo público causan daños considerables en las líneas telegráficas con grave perjuicio para los intereses públicos.

Decreta:
Artículo 1- Impóngase a los liberales vecinos del municipio la obligación de sostener las líneas telegráficas en buen estado indicándoles el trayecto que deben sostener.
-Parágrafo- Se incluyen entre los vecinos a los que aunque no lo sean estén radicados en el municipio.

Artículo 2- Hágase por grupos la distribución lo más equilibradamente posible y notifíquese imponiendo a cada individuo del grupo un multa solidaria de $50 por cada hora que permanezca interrumpida la comunicación a causa de un daño que reciba la línea.
-Parágrafo- La multa se hará efectiva militarmente sin contemplaciones de ninguna clase.

Pocas ciudades han sufrido la guerra como Manizales y pocas comunidades han aportado tantos recursos y vidas en las luchas fratricidas; sin embargo su gente siguió adelante y levantó una ciudad que conquista el cariño y hace indelebles sus recuerdos.

Este corto ensayo sobre “Los tributos de guerra en Manizales” y las investigaciones consignadas en el libro “Los Caudillos del desastre” pretenden mostrar la garra de un pueblo y dar pie para estudiar las relaciones de clase, el cambio de poder, las familias, la política y demás temas que ayudarían a entender y conocer a Manizales, que como un cóndor se aferra al resalto de  la cordillera.


FUENTES DE CONSULTA

Archivo de Salamina

Archivo Histórico de Manizales.

CARDONA TOBÓN, Alfredo. Los Caudillos del Desastre. Universidad Autónoma deManizales.

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