El día 15 de agosto,
en la sede de la Secretaría de Cultura de Caldas, la Academia Caldense de
Historia, se presentaron los libros Pacho
Trukos… El rastro del mago, novela de Germán Ocampo Correa y Por tierras de España (Crónica de un viaje),
de Fabio Vélez Correa.
Por tierras de España (Crónica de un viaje)
Fabio Vélez Correa
FABIO VÉLEZ CORREA.
(Risaralda, 1947). Ensayista
cuentista, e historiador. Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad de
Caldas. Miembro de Número de la Academia Caldense de Historia y director de su
revista Impronta.
Obras: Monografía de Risaralda, con Ovidio Rincón Peláez (1976). El
Frenesí de la Paz (Cuentos, 1982; Segunda edición, 2007). Mitos,
Espantos y Leyendas de Caldas (1997; 2007). La Colina del Viento. De San Joaquín a Risaralda… (Edición de la
Academia Caldense de Historia y la Secretaría de Cultura de Caldas, 2009). Exaltación de la Palabra. En torno a Roberto
Vélez Correa (2013). Ecos del Ayer.
La Colina del Viento en Anécdotas (Coautor con Germán Ocampo Correa, 2013).
Y Diccionario de Autores Caldenses (2014).
El
viaje a tierras españolas que he realizado, fue programado a comienzos de
agosto, cuando Ángela y Fanner hicieron la Reserva 2XJU2T en la oficina de
Viajes Iberia, Avenida Zaragoza 44 de Tudela, Navarra, el 8 de agosto. Un viaje
que llevaba pensado realizar desde tres años atrás pero que por distintas
circunstancias no había podido llevar a un final feliz.
Lo siguiente fue solicitar ante la
embajada española mi visa de turismo, con base en la invitación formal que me
hizo Ángela, mediante Compromiso de Invitación Nº 1.278 expedido en Alfaro (La
Rioja) el 13 de junio del año en curso, ante el Notario del Ilustre Colegio de
Burgos, Gonzalo Mata Altolaguirre, sin la cual era prácticamente imposible
obtener el visado.
Los trámites los realicé en la
Agencia de Aviatur de Manizales, para lo cual además de la invitación, anexé la
documentación solicitada por la embajada (Consulado General de España en
Bogotá), a saber, extractos bancarios, certificados de pago de las mesadas
pensionales, número de las resoluciones mediante las cuales me fueron
concedidas las mismas y otros más.
Al cabo de unos veinte días tuve en
mis manos el pasaporte con el visado expedido el 2 de agosto del 2006, válido
para los Estados Schengen desde el 18 de agosto al 18 de noviembre del mismo
año. Ya con este documento al orden del día, lo demás fue esperar que se me
enviara el tiquete de viaje desde Tudela (Navarra), en España, el cual me llegó
unos cuatro días antes de iniciar mi viaje.
Ya con todo en regla sólo quedaba
organizar la maleta y preparar el viaje. Decidí no complicarme la vida con
demasiada ropa, para lo cual seleccioné lo más necesario, teniendo en cuenta
unas temperaturas más o menos como las de Colombia (entre 20 y 25 Cº), craso
error porque me iría a encontrar con calores de entre 30 y 40º C. Pero no
importa, el asunto no fue tan grave.
Además, como iba para Castejón, en
Navarra, al norte de España, las temperaturas eran más benévolas que en la
parte mediterránea y finalmente supe sortear lo del clima. Y menciono a Castejón,
porque esta población fue el centro de mi actividad turística, allí residí la
mayor parte del tiempo compartiendo con mis hijas y nietos, y con algunos
amigos españoles que hice. Y de allí partía para mis periplos por los pueblos y
ciudades de España, tomando como medio de transporte base el tren.
A continuación inicio ese recorrido
en este documento-libro, para interés de los pocos lectores que puedan leerlo.
Incluyo en él, los Apuntes de mi
Diario, en ellos iré a comentar mis puntos de vista sobre los sitios visitados,
experiencias vividas, conceptos sobre la cotidianidad y mis posiciones ante el
comportamiento de los españoles y los turistas que por el verano invaden los
caminos, carreteras, sitios turísticos, cascos urbanos antiguos de las ciudades
y las playas de clima ardiente, palmeras verdes mecidas por el viento y un sol
abrasador.
Y sin más, pasemos al encanto de mi
viaje por tierras españolas, adobado con mis impresiones y notas sueltas.
Fabio Vélez Correa
Pacho Trukos
Germán Ocampo Correa
OCAMPO CORREA, GERMÁN. (Risaralda, 1957). Licenciado
en Educación Básica Primaria. Especialista
en Informática y Telemática. Cuentista, ensayista y poeta. Miembro Correspondiente de la Academia
Caldense de Historia.
Poco antes de lanzarse a las caudalosas aguas del río Cauca, atado
de pies y manos dentro de una caneca de kerosene, emulando a su ídolo Houdini,
cuyo verdadero nombre fue Erich Weiss, Francisco Eladio Ortiz recordó los
instantes previos vividos esa agitada mañana, atareado en la singular actividad
de preparar el acto de consagración definitivo como mago y escapista. Sabía que
la empresa no era fácil y la intentaba por primera vez, al menos esta vez en
serio. El cinco de agosto del año pasado lo había intentado ya, pero tuvo que
desistir debido a que ninguno de los muchos espectadores que se habían agolpado
en el puente de Arauca, al que llamaron pomposamente después de su nueva
construcción en reemplazo de uno de madera que con el paso de los años se había
convertido en la más azarosa de las aventura para quienes intentaban cruzarlo.
El nuevo fue terminado en 1957 con el nombre de Aquilino Villegas siendo sus
constructores Fried Krupp y Pablo de Narváez. En esa ocasión, recordó
fugazmente, ninguno de los presentes se atrevió a empujar el bidón de kerosene
por miedo a ser cómplices de un homicidio o, al menos verse vinculados de
alguna forma en el suicidio de un hombre, al que todos conocían y hasta temían,
pero dudaban de su cordura.
No había dormido
en toda la noche preparando su prodigioso escape. Otra vez midiendo la caída desde
los siete metros entre el puente hasta y las turbulentas aguas, había calculado
la posición de su cuerpo dentro del recipiente, la manera como él mismo, debía
cerrar la tapa de la caneca, porque nadie lo iba a hacer. Había tomado la idea,
después de mucho pensarlo, de una vieja película que había visto en su
juventud, “Viaje al fondo del mar”, se trataba de una simple escotilla que
cerraba por dentro, convirtiéndose en una prisión inmensa del submarino llamado
“Seaview”, a los intrépidos navegantes. Se dio sus mañas para convencer al
herrero del pueblo Toño Loaiza, un hombre alto y enjuto, de tez morena y caracterizado
por hablar muy poco, sólo lo necesario y en la mayoría de los casos utilizaba
desesperantes monosílabos. Le pareció extraño el pedido de Pacho y más
conociendo sus antecedentes de truhan y mago se atrevió a decirle:
–… Y por qué no
la construye usted. He oído decir que los magos pueden hacerlo todo.
Después de varios
días volvió a insistirle y esta vez puso delante de sus ojos varios billetes de
la más alta denominación. Las cejas escasas de Toño Loaiza se enmarcaron por la
sorpresa, porque nunca imaginó que una persona como la que le había pedido tan
inusual favor, tuviese tanto dinero disponible.
–Está bien.
Explique qué es lo que quiere…
Fue así como la
escotilla de su prisión quedó hecha, la tapa de la caneca de kerosene tenía una
rosca para asegurarla, en la parte interior se le agregaría un sencillo
mecanismo que permitiría cerrarla y abrirla desde dentro. El viejo Toño, se dio
sus mañas para demorar el trabajo, aduciendo que tenía varios encargos para
construir tres romanas que necesitaban algunos comerciantes. Pacho aumentó su
oferta y fue así como convinieron un precio.
–Debe adelantarme
la mitad, quiero antes, tener esos billetes varios días en mi poder para así
asegurarme que no sean de esos que después de varias horas se convierten en
papel o desaparecen.
Le dijo el viejo,
sin que en sus labios se asomara la más mínima sonrisa. Es más, lo dijo en tono
amenazante.
Después de
construido el artificio, Pacho lo ensayó muchas veces, aceitó las ranuras
cuidadosamente y se aseguró que efectivamente, pudiese ser abierta desde dentro
con facilidad, le iba la vida en ello, pensó.
Acerca de las ataduras en sus pies y
manos, eso no representaba ningún problema, porque con el trasegar de los años
se había vuelto experto en hacer y desatar nudos, incluso practicó algunos,
complicados de varias vueltas en sus manos para lo cual se ayudaba con sus
dientes, en los pies no había problema, los desataba con gran facilidad usando
sus manos. La situación era que para darle más espectacularidad al acto, que
nadie pagaba y que era totalmente costeado de su propio peculio, una persona
del público, ojalá un personaje representativo del pueblo, se cercioraría que
las ataduras en pies y manos no podrían desatarse con facilidad, de esta forma
encerrado en el interior de un tonel metálico, con una gruesa tapa de cerradura
y atados sus miembros, las posibilidades de escapar eran muy pocas… pero era el
truco que había soñado siempre y la noticia se había extendido como reguero de
pólvora en el pequeño pueblo y el puente estaba atestado de curiosos.
Germán Ocampo Correa