El 31 de julio a las 6 p.m., en el salón del Comercio del edificio Cámara de Comercio de Manizales, la Academia Caldense de Historia presentó la obra del Académico de Número Julián Chica Cardona.
PRÓLOGO
LA INEXORABLE
MUERTE
Por Leopoldo de
Quevedo y Monroy[1]
El título parece categórico, casi
pitagórico. Obligatorio como cuando la mamá quiere bañar al niño pequeño y está
haciendo frío. El título es de mi amigo Julián Chica, un pensador pereirano que
acabo de conocer por las venturas de la escritura. Me lo referenció hace años
el amigo escritor caldense Ángel Castaño que dirige la página literaria
"La Avenida".
Lo conocí personalmente en el
evento literario "Encuentro Internacional Poetas en el Equinoccio",
en Dosquebradas. Me parecía, por las referencias, que era una especie de
mecenas que convocaba el mes de marzo a ese municipio tan a la mano de Pereira,
ciudad comercial y centro de convergencia de todo el "eje cafetero".
No me imaginaba encontrar a un
patriarca tan joven con larga parentela de poetas en un municipio que se me
antojaba un lugar satélite de Pereira hasta ese momento. Desde que llegué al
hotel en donde nos alojamos y tomamos la alimentación, supe de la magnificencia
del anfitrión y medí la estatura del Evento a que había sido invitado.
Hoy que ya he leído el ensayo con
el título digno de una obra magna "De inexorabili morse" que he
trasegado por sus líneas, sé de la estatura de pensador de este escritor hoy
día tan cercano a mis terrenos. Cuando iba recorriendo los párrafos, me imaginaba
estar ante un Azorín o un ensayista cercano a los monstruos de la literatura
castellana.
Haber tomado un tema tan serio,
que fue abordado en un momento de la literatura clásica del idioma por tantos
autores que él cita, es empresa seria y comprometedora. Entrar por los meandros
en donde habita la muerte y mirar las paredes, los fosos, las compañías severas
lo convierten en un autor que no fue inferior a sus antecesores.
Lo ve uno cabalgar en temas
sublimes y se topa con un lenguaje a la misma altura de los clásicos. Él en
este texto anduvo de la mano de la muerte y la miró a la cara. No conozco otro
texto de este autor pero basta entrar a las primeras apreciaciones para darse
cuenta que está uno ante un escritor sólido y respetuoso de un tema que es menú
apetecido por los mejores.
Paradójico que un tema del que no
podrán criticar los nombrados ya fenecidos y que han probado la dulzura de la
muerte, no el aguijón, hablen los que están en fiesta y gozando de muy buena
salud. ¿Podrán, acaso, levantarse de su silla de piedra, quienes ya descansan
para siempre y no pueden gozar de este otro gozo que es la vida?
Cuando lo leía hablar - casi
poseído de ella -, recordaba al vital Julián y su gracejo tan sonriente en el
encuentro de poetas en un espacio del año en el que el astro rey estará más
encima de nuestra cabeza y la Luna recorre el firmamento de su mano por 24
horas. Paradójico, repito, saber que el 20 de este mes el sol estará en su
cenit.
[1]
Leopoldo de Quevedo y Monroy. Escritor colombiano. Ex-sacerdote residente en
Cali. Abogado de la Universidad Libre y Magíster en Docencia Universitaria de
la Universidad del Valle. Se especializó en la práctica pedagógica y
metodología de la investigación. Profesor en la Universidad Libre, Autónoma de Occidente,
Santiago de Cali, Antonio Nariño, y Cooperativa, donde se desempeñó como Jefe
del Centro de Investigaciones. Ha publicado: Confesiones de un cura casado
(1999), donde nana su ingreso, consagración y retiro posterior del ejercicio
sacerdotal. De su autoría son también los poemarios: Versos sacros y profanos
(2005), Cotidianidad en re-verso (2006) y Sobre los cuernos del tiempo (ensayos
cortos, 2008). Textos suyos han sido publicados en las revistas internacionales
Destiempos (Universidad Nacional Autónoma de México, Unam), Portal del
Humanismo (Instituto Cervantes, Madrid) y Remolinos (Lima, Perú). Exaltado como
biógrafo de poetas y ensayista por la Fundación Cultural Casa de Poesía Aurelio
Arturo (2009).