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LA GRAN DUDA: EL 19 DE ABRIL DE 1970



Por: Albeiro Valencia Llano

El período 1960-1970 se caracteriza por una aguda lucha social y política: coletazos de la violencia agraria, desplazamiento de los campesinos, urbanización del país, cinturones de miseria en las principales ciudades, surgimiento del socialismo en Cuba, agudización de la Guerra Fría y de las contradicciones en el campo socialista, crisis en la Iglesia Católica y enorme protagonismo del sacerdote rebelde Camilo Torres; el sector agrario se agita porque los campesinos sin tierra y los jornaleros, invaden centenares de latifundios.

En este caldo de cultivo surgen nuevos partidos y movimientos políticos: el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), con los excluidos del Frente Nacional; las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la Asociación Nacional Popular (ANAPO), el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) y la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC); además de la organización Indígena, del movimiento estudiantil y de otros grupos de izquierda.

En este caldeado ambiente los estudiantes protagonizaron numerosas manifestaciones, desde 1966; hubo varios detonantes: el sentimiento antinorteamericano, la muerte en combate del sacerdote Camilo Torres, el clima creado por la literatura cubana y francesa, las protestas campesinas, la crisis económica, la acelerada urbanización, las nuevas capas medias. El teatro vive su cuarto de hora; aparecen osados directores como Enrique Buenaventura y Santiago García. La literatura colombiana disfruta de un excelente momento: en 1967 Gabriel García Márquez publica Cien años de Soledad.

En octubre de 1966 algunos estudiantes protagonizaron una pequeña escaramuza contra el presidente Carlos Lleras, quien acompañaba a John Rockefeller III, cuando estaban inaugurando nuevas instalaciones en la Universidad Nacional. El Ejército ocupó la Institución y detuvo a los responsables. Como consecuencia se sacó el movimiento estudiantil de los predios universitarios y se vinculó a las luchas populares. En el nuevo clima se desarrolló la idea del “papel dirigente de la vanguardia intelectual en la revolución proletaria”. Se pensaba, también, en la revolución agraria dirigida por las masas campesinas. Mientras tanto una profunda división atormentaba a los sectores de izquierda y al movimiento sindical.

El histórico golpe de la ANAPO

En  esta intensa lucha social y política se realizaron las elecciones presidenciales de 1970, para suceder a Carlos Lleras Restrepo. La maquinaria liberal-conservadora, a nombre del Frente Nacional, había señalado como candidato a Misael Pastrana Borrero; su triunfo estaba asegurado, porque era el representante del Gobierno. Pero aparecieron  otros aspirantes para aguar la fiesta: Gustavo Rojas Pinilla, por la ANAPO; Belisario Betancur, por una coalición de liberales y conservadores disidentes y Evaristo Sourdis, por algunos sectores del conservatismo.

Pero la ANAPO hizo una muy buena campaña política; sus dirigentes lograron despertar  el fervor, el entusiasmo, la pasión y el frenesí, entre los sectores populares de aldeas, pueblos y ciudades. Los pequeños campesinos, jornaleros y estudiantes, agitaron las consignas del movimiento anapista.
En el fragor  populista los dirigentes preguntaban: “¿Cuánto costaba una libra de carne cuando Rojas era Presidente?” Y el pueblo respondía  “Dos pesos”. Sus contradictores, tremendamente asustados, atacaron la “dialéctica de la yuca”; veían con horror la posibilidad de un triunfo del pueblo. El mismo presidente Lleras dijo: “El  General recorre el país en compañía de truhanes con lenguaje de alcantarilla”.

La campaña política estaba parcializada. No sólo el Presidente participaba abiertamente, empujando a su candidato, sino que los principales medios de comunicación le apostaban al aspirante del Gobierno. El 19 de abril, día de las elecciones, se veía llegar el triunfo de Rojas Pinilla. En horas de la tarde, cuando empezaron los escrutinios, Rojas ganaba por más de cien mil votos. El pánico se apoderó de las huestes del Frente Nacional.

El ministro de Gobierno, Carlos Augusto Noriega, ordenó que se suspendiera la transmisión de datos por radio. En ese momento de la censura el pueblo entendió que estaba en curso una conspiración. Antes de la media noche el ministro Noriega ingresó a las oficinas de El Tiempo; algo se estaba cocinando. Y los colombianos se acostaron pensando que había ganado Rojas y se despertaron con la victoria de Misael Pastrana.

Juan Gossaín, reportero de El Espectador, recuerda ese dramático momento: “Luis Ignacio Vives Echavarría, ‘Nacho Vives’, sostenía en medio de la discusión con la gente de la ANAPO que si Rojas se ponía su viejo uniforme de Presidente  o el de gala de Teniente General del Ejército, la multitud lo iba a asumir como el nuevo Presidente que iba a tumbar al gobierno”. Pero cuando ingresaron a las habitaciones del General, doña Carola, su esposa, les dijo: “Gustavo no sale de acá porque tiene gripa y está haciendo mucho frío” (Araújo Vélez, Fernando: El Espectador, 18 de abril de 2010).

Representantes de la clase dirigente le dijeron a Rojas que aceptara los resultados “porque la legalidad está detrás de los cañones y el gobierno está dispuesto a dispararlos”. El lánguido triunfo de Pastrana Borrero originó violentos disturbios en todo el país. Al día siguiente el presidente Lleras Restrepo impuso el toque de queda, a partir de las 8 de la noche.

La fuerza armada de la ANAPO

Después del 19 de abril de 1970, Rojas Pinilla empezó a lamentarse de no haber tenido los líderes suficientes para “hacerse reconocer”. No pudo desarrollar una estrategia porque sólo el día de las elecciones se dio cuenta del poderío de la ANAPO. Como consecuencia impulsó la creación de una fuerza, “capaz de hacerse respetar con las armas en la mano”.

De este modo fueron apareciendo los creadores del Movimiento 19 de Abril: Álvaro Fayad, Carlos Pizarro, Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Lucho Otero, Gustavo Arias Londoño, Carlos Toledo Plata e Israel Santamaría, entre otros. El nacimiento estuvo precedido de una ingeniosa campaña publicitaria: “Contra las plagas y los parásitos M-19”. El día 17 de enero de 1974 un comando asaltó la Quinta de Bolívar, en Bogotá, y se llevó una de las espadas del Libertador. Explicaron que “serviría como símbolo en la nueva lucha por la libertad que hemos emprendido”. Ese día había salido el último aviso: “Hoy llega M-19”.

Ni el general Rojas, ni su hija María Eugenia, entendieron la dimensión que podía tomar el M-19.

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