Por: Albeiro Valencia Llano
El período 1960-1970 se
caracteriza por una aguda lucha social y política: coletazos de la violencia
agraria, desplazamiento de los campesinos, urbanización del país, cinturones de
miseria en las principales ciudades, surgimiento del socialismo en Cuba,
agudización de la Guerra Fría y de las contradicciones en el campo socialista,
crisis en la Iglesia Católica y enorme protagonismo del sacerdote rebelde
Camilo Torres; el sector agrario se agita porque los campesinos sin tierra y
los jornaleros, invaden centenares de latifundios.
En este caldo de cultivo surgen
nuevos partidos y movimientos políticos: el Movimiento Revolucionario Liberal
(MRL), con los excluidos del Frente Nacional; las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), la Asociación Nacional Popular (ANAPO), el
Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) y la Asociación Nacional
de Usuarios Campesinos (ANUC); además de la organización Indígena, del
movimiento estudiantil y de otros grupos de izquierda.
En este caldeado ambiente los
estudiantes protagonizaron numerosas manifestaciones, desde 1966; hubo varios
detonantes: el sentimiento antinorteamericano, la muerte en combate del
sacerdote Camilo Torres, el clima creado por la literatura cubana y francesa,
las protestas campesinas, la crisis económica, la acelerada urbanización, las
nuevas capas medias. El teatro vive su cuarto de hora; aparecen osados
directores como Enrique Buenaventura y Santiago García. La literatura
colombiana disfruta de un excelente momento: en 1967 Gabriel García Márquez
publica Cien años de Soledad.
En octubre de 1966 algunos
estudiantes protagonizaron una pequeña escaramuza contra el presidente Carlos
Lleras, quien acompañaba a John Rockefeller III, cuando estaban inaugurando
nuevas instalaciones en la Universidad Nacional. El Ejército ocupó la
Institución y detuvo a los responsables. Como consecuencia se sacó el
movimiento estudiantil de los predios universitarios y se vinculó a las luchas
populares. En el nuevo clima se desarrolló la idea del “papel dirigente de la
vanguardia intelectual en la revolución proletaria”. Se pensaba, también, en la
revolución agraria dirigida por las masas campesinas. Mientras tanto una
profunda división atormentaba a los sectores de izquierda y al movimiento
sindical.
El histórico golpe de la ANAPO
En esta intensa lucha social y política se
realizaron las elecciones presidenciales de 1970, para suceder a Carlos Lleras
Restrepo. La maquinaria liberal-conservadora, a nombre del Frente Nacional,
había señalado como candidato a Misael Pastrana Borrero; su triunfo estaba
asegurado, porque era el representante del Gobierno. Pero aparecieron otros aspirantes para aguar la fiesta: Gustavo
Rojas Pinilla, por la ANAPO; Belisario Betancur, por una coalición de liberales
y conservadores disidentes y Evaristo Sourdis, por algunos sectores del
conservatismo.
Pero la ANAPO hizo una muy buena
campaña política; sus dirigentes lograron despertar el fervor, el entusiasmo, la pasión y el
frenesí, entre los sectores populares de aldeas, pueblos y ciudades. Los
pequeños campesinos, jornaleros y estudiantes, agitaron las consignas del
movimiento anapista.
En el fragor populista los dirigentes preguntaban:
“¿Cuánto costaba una libra de carne cuando Rojas era Presidente?” Y el pueblo
respondía “Dos pesos”. Sus
contradictores, tremendamente asustados, atacaron la “dialéctica de la yuca”;
veían con horror la posibilidad de un triunfo del pueblo. El mismo presidente
Lleras dijo: “El General recorre el país
en compañía de truhanes con lenguaje de alcantarilla”.
La campaña política estaba
parcializada. No sólo el Presidente participaba abiertamente, empujando a su
candidato, sino que los principales medios de comunicación le apostaban al
aspirante del Gobierno. El 19 de abril, día de las elecciones, se veía llegar
el triunfo de Rojas Pinilla. En horas de la tarde, cuando empezaron los escrutinios,
Rojas ganaba por más de cien mil votos. El pánico se apoderó de las huestes del
Frente Nacional.
El ministro de Gobierno, Carlos
Augusto Noriega, ordenó que se suspendiera la transmisión de datos por radio.
En ese momento de la censura el pueblo entendió que estaba en curso una
conspiración. Antes de la media noche el ministro Noriega ingresó a las
oficinas de El Tiempo; algo se estaba cocinando. Y los colombianos se acostaron
pensando que había ganado Rojas y se despertaron con la victoria de Misael
Pastrana.
Juan Gossaín, reportero de El Espectador, recuerda ese dramático
momento: “Luis Ignacio Vives Echavarría, ‘Nacho Vives’, sostenía en medio de la
discusión con la gente de la ANAPO que si Rojas se ponía su viejo uniforme de
Presidente o el de gala de Teniente
General del Ejército, la multitud lo iba a asumir como el nuevo Presidente que
iba a tumbar al gobierno”. Pero cuando ingresaron a las habitaciones del General,
doña Carola, su esposa, les dijo: “Gustavo no sale de acá porque tiene gripa y
está haciendo mucho frío” (Araújo Vélez, Fernando: El Espectador, 18 de abril
de 2010).
Representantes de la clase
dirigente le dijeron a Rojas que aceptara los resultados “porque la legalidad
está detrás de los cañones y el gobierno está dispuesto a dispararlos”. El
lánguido triunfo de Pastrana Borrero originó violentos disturbios en todo el
país. Al día siguiente el presidente Lleras Restrepo impuso el toque de queda,
a partir de las 8 de la noche.
La fuerza armada de la ANAPO
Después del 19 de abril de 1970,
Rojas Pinilla empezó a lamentarse de no haber tenido los líderes suficientes
para “hacerse reconocer”. No pudo desarrollar una estrategia porque sólo el día
de las elecciones se dio cuenta del poderío de la ANAPO. Como consecuencia
impulsó la creación de una fuerza, “capaz de hacerse respetar con las armas en
la mano”.
De este modo fueron apareciendo
los creadores del Movimiento 19 de Abril: Álvaro Fayad, Carlos Pizarro, Jaime
Bateman, Iván Marino Ospina, Lucho Otero, Gustavo Arias Londoño, Carlos Toledo
Plata e Israel Santamaría, entre otros. El nacimiento estuvo precedido de una
ingeniosa campaña publicitaria: “Contra las plagas y los parásitos M-19”. El
día 17 de enero de 1974 un comando asaltó la Quinta de Bolívar, en Bogotá, y se
llevó una de las espadas del Libertador. Explicaron que “serviría como símbolo
en la nueva lucha por la libertad que hemos emprendido”. Ese día había salido
el último aviso: “Hoy llega M-19”.
Ni el general Rojas, ni su hija
María Eugenia, entendieron la dimensión que podía tomar el M-19.