Albeiro Valencia Llano
Publicado en: Revista Impronta Año 17, No. 17. Enero-Diciembre, 2019 (p. 21-43)
RESUMEN
En el artículo se describe la
formación de una región de frontera entre Antioquia y Valle del Cauca, a partir
de ciudades o villas coloniales y su incorporación al proceso de independencia.
Sus habitantes fueron influenciados por las Ciudades Confederadas del Valle del
Cauca y por la Junta de Gobierno de Antioquia, lo que motivó el Acta de
Independencia de la población de Supía, en 1813, y el crecimiento del
sentimiento de libertad e independencia en toda la región. En esta coyuntura
llegó a la región el sabio Francisco José de Caldas para construir varios
fuertes militares, en los pasos del río Cauca, y proteger la zona de un posible
ataque del ejército español.
Cuando soplaban los vientos de
guerra, por la reconquista, se multiplicaron las migraciones de campesinos
pobres que salían de Antioquia, huyendo del conflicto y de la miseria, y se
ubicaron al sur del pueblo de Arma, derribaron la selva y fundaron colonias
agrícolas. Después de la Independencia entró el capital inglés para explotar
las minas de oro de Marmato y de Supía, se crearon nuevas relaciones de mercado
y se desarrolló la región, donde años después se crearía el departamento de
Caldas.
Palabras clave: ciudades coloniales, Paso de Bufú, migraciones
campesinas, Independencia, Marmato, capital inglés.
Los españoles
controlaron con relativa facilidad los cacicazgos quimbayas ansermas, carrapas y
armas o maitamaes, y se desarrollaron las ciudades y villas de Cartago,
Anserma, Arma, Supía, Quiebralomo y Marmato; el oro y el comercio impulsaron la
economía colonial, pero cuando finalizaba el siglo XVII la región entró en
decadencia ¿Cómo evolucionó la región?
Cartago y Anserma
El desarrollo de Anserma estuvo
ligado a la evolución y prosperidad de Cartago y a la rica región minera de
Marmato, la Vega de Supía y Quiebralomo, pero la guerra que emprendieron los
españoles contra los pijaos, que se prolongó más de 100 años, así como la
emprendida contra los chocoes ayudó a desintegrar la población Quimbaya. Todos
estos acontecimientos sellaron la suerte de Cartago y el 18 de noviembre de
1681, obtiene licencia para trasladarse, lo cual se realiza el 21 de abril de
1691, al sitio que hoy ocupa en el Valle del Cauca. Su nueva ubicación a
orillas del río La Vieja y próxima a la ciudad de Toro, la resguarda mejor de
los ataques de los pijaos.
Al trasladarse Cartago quedó
aislada Anserma, pues ya no es paso obligado del comercio hacia Supía y
Quiebralomo, regiones mineras que desarrollan su propio mercado interno y se
vinculan con Mariquita en el comercio de artículos especializados. Así quedó
definida la suerte de Anserma la cual fue trasladada al Valle del Cauca en el
lapso comprendido entre 1700 y 1715. Su decadencia se precipitó
vertiginosamente pues en el año 1734 decía don Roque Rodríguez Luján, alcalde
ordinario de Anserma, al ser consultado sobre la posibilidad de poblar a los
indios del pueblo de La Sabana en Ansermaviejo que "si el sitio de Anserma
la Vieja, a donde quieren se pueblen estos indios, no fue al propósito para
mantenerse la ciudad y por ello se mudó para el sitio donde hoy está fundada,
menos lo será para que los indios se trasladen y puedan vivir con
comodidad"[1].
Sin embargo el cura de Opirama,
Pedro Rodríguez de León, quería obligar a los indios a que se fuesen a vivir a
Ansermaviejo, para lo cual había trasladado las campanas y "las alhajas
que pertenecen a la iglesia de la población de Opirama, las ventanas y puertas,
mesas y otros bienes de la casa que tenían fabricada para su párroco",
alegando ser el sitio de Ansermaviejo "muy sano y acomodado para vivir,
muy abundante de lomas, montes para ganados de toda especie, con muy buenos
potreros, fértil, pues en él se logra con poco trabajo toda verdura y fruta y
allí tienen la iglesia y todo lo necesario para la vida humana y vivir el cura
gustoso y no los desampararía como lo había hecho en Opirama"[2].
A pesar de su justificación se le
prohíbe al cura (por la Real Audiencia) trasladar a los indios a Ansermaviejo y
se le ordena restituir las campanas y los adornos de la iglesia al sitio de
Opirama y a los indios "que si el cura no recibe su curato no le paguen su
estipendio". En el año 1768 cuando se nombra juez para Guática, Quinchía y
Ansermaviejo, se presenta el siguiente informe por parte de los vecinos
En
nombre de los vecinos de Anserma La Vieja (decimos) que con reflexión a que
aquel sitio, se compone de un vecindario muy corto, y demasiadamente pobre, pues
el sujeto de mayor comodidad, alcanzan sus bienes al corto número de cinco o
seis reses, y que con este motivo están precisados a emplearse personalmente en
el cultivo de las tierras... (pedimos) se nos nombre por lo tanto juez
pedáneo...[3].
Del texto anterior se deduce que a
pesar de haber transcurrido aproximadamente 50 años del traslado de Anserma,
aún se sostenía la población, compuesta por vecinos dedicados a la producción
de artículos de subsistencia. De otro lado había quedado Ansermaviejo tan
aislado que dificultaba a sus habitantes las operaciones comerciales; en este
sentido varios testigos anotan (1770)
que: "el camino que hay de esta ciudad (Ansermanuevo) al sitio de la Vega
es de seis días y de ellos tres despoblados de que se sigue Ansermaviejo,
Guática, Sabana, Quinchía, Montaña, San Lorenzo, Cañamomo y el pueblo de Supía,
distantes unos de otros un día unos y otros medio, de caminos muy malos,
fragosos y ríos de peligro"[4].
Los pueblos de mayor actividad
eran la Vega de Supía y Quiebralomo, donde había desarrollo económico por la
minería, pero las poblaciones se encontraban desparramadas como ínsulas. En
cuanto a Ansermaviejo sólo se volverá a reanimar bajo el empuje de la
colonización Antioqueña, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se anima la
explotación minera en Marmato.
Arma
Al finalizar el siglo XVI la
población aborigen ya había perdido su importancia anterior debido a su enorme
disminución numérica en las regiones ocupadas por los españoles. Un ejemplo
concreto lo constituye la villa de Arma, cuya provincia al momento de la
conquista tenía una fuerte población indígena y se convirtió en la despensa de
miles de esclavos, sacados por los vecinos de la gobernación de Popayán; por lo
tanto, quedó reducida, al terminarse el siglo, a 10 encomenderos que se
repartían 500 indios. A pesar de esto continúan llegando al Consejo de Indias
solicitudes para que los indios sean encomendados a perpetuidad, con el
argumento de que con ello se salvaría el resto de la población y, además, se
lograría su conversión a la fe católica (Friede, 1975, T. VII: 15).
Por la custodia perpetua abogaba
el arzobispo Fray Luis Zapata y algunos vecinos con el argumento de la
holgazanería de los indígenas y la persistente idolatría. Los mineros
presionaban para que se les otorgase el empleo general de los indios en las
minas, repitiendo los argumentos de que
Se
trata de una ocupación acostumbrada por aquellos indios, que su trabajo produce
quintos reales y que sin los indios los españoles no podrían sustentarse. No
faltan cédulas reales que reglamentaban ese trabajo: que sea voluntario, que
sea 'moderado', que el salario fuera entregado a los propios indios mineros y
no a sus caciques, que éste fuera tasado por la justicia, que no se descuide su
adoctrinamiento, etc. (Friede, 1975, T. VII: 16).
La situación de Arma es comunicada
al Rey en carta enviada por los vecinos en 1576, donde le dicen que
Como
esta ciudad ha quedado en tan grande extremo de pobreza, que sólo habemos
quedado en ella 10 vecinos y todos casados con mujeres e hijos y con tan poco
remedio para el sustento de nosotros y de ellos, que en esta provincia toda no
han quedado sino 500 naturales de encomienda entre todos nosotros, y respecto a
la necesidad y pobreza de este pueblo no hay cura que quiera venir a residir en
esta santa iglesia, por no poderle favorecer nosotros con algunas ayudas de
costa (Friede, 1975, T. VII: 127).
La región de Arma, por lo próxima
a la Vega de Supía, fue invadida por algunos pocos vecinos de esta población y
de Quiebralomo, para la cría de ganado mayor y explotación de las salinas. Un
caso es el de Luis Blandón quien a mediados del siglo XVIII tiene algunas reses
adelantando en Arma; él mismo anota que "hallándome sin salinas para los ganados, encontré la conveniencia de
hallar un ojo de sal en el sitio del Totumal a orillas del Cauca en dicha
jurisdicción de Arma y aunque está sumamente remota y hay bastante dificultad
en el camino para que los ganados entrasen... empecé a explotar la sal..."[5].
El sucesivo desarrollo de Arma se
orientó por el lado del comercio, como estación intermedia hacia Popayán,
distancia que se recorría en 25 jornadas. En cuanto a otras actividades
productivas, no hubo interés por parte de sus vecinos, debido a estar tan despoblada,
por lo que se le trató de mudar al valle de Arma o cerca de San Nicolás de
Rionegro. En este sentido hay una propuesta de don Manuel de Castillo, quien
fue gobernador de la ciudad y provincia de Antioquia, para que se agreguen a la
ciudad de San Nicolás de Rionegro las jurisdicciones de Arma y Marinilla (mayo
de 1756). Las presiones para su traslado
fueron más fuertes por parte del Maestre de Campo Felipe de Villegas y Córdoba,
a quien el 22 de marzo de 1763 la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, por
Real Provisión, le había adjudicado tierras que comprendían parte de lo que hoy
corresponde a La Ceja, Abejorral y Sonsón. Estas tierras estaban dentro de la
jurisdicción de Arma, aunque el hecho fue desconocido en la capitulación y le
fueron adjudicadas como realengas o baldías y cercenadas a Santiago de Arma
(Duque, 1974: 120).
Sin embargo, Arma fue trasladada
pues el 11 de abril 1783 el virrey Caballero y Góngora firmó el siguiente
decreto:
[...]
Justificada la necesidad y utilidad que han obligado a los vecinos de Rionegro
a solicitar la traslación de la ciudad de Santiago de Arma del sitio de aquel
nombre, en general beneficio de todos aquellos habitantes, he tenido a bien el
condescender, como desde luego condesciendo en ella, con el goce de todos sus
privilegios, armas, denominándose siempre la ciudad de Santiago de Arma de
Rionegro [...].[6]
Con base en este decreto el
gobernador de la provincia de Antioquia, Francisco Silvestre, dictó en Rionegro
el 13 de septiembre de 1783, el auto de traslado de la ciudad de Santiago de
Arma, con todas sus reales gracias y privilegios así:
Por
el presente traslado y transfiero el título de ciudad, armas y divisas,
privilegios, gracias y donaciones, términos de jurisdicción, ejidos, tierras,
arbitrios y rentas de propios que desde el tiempo de su fundación se halla
conferido a la de Santiago de Arma... Agregada a este sitio de San Nicolás de
Rionegro, jurisdicción de la misma ciudad y provincia de Antioquia; y mando que
desde hoy en adelante los use, posea y ejerza bien y debidamente y se llame y
denomine la ciudad de Santiago de Arma de Rionegro, a la cual señalo por
términos y para evitar competencias y recursos en lo futuro.... [7]
A pesar de estos decretos los
vecinos de Arma no quieren trasladarse; los habitantes de Rionegro,
posiblemente para presionarlos, se llevaron una imagen de la virgen del Rosario
que según el sentir popular había sido un obsequio hecho a la población por el
rey Felipe II. No se sabe que molestaba más a los armeños, si el traslado o la
usurpación por parte de los de Rionegro de la Virgen del Rosario, como una
forma de presión.
Armaviejo siguió sumida en el
abandono convertida en una "estación intermedia para arrieros, en el
camino que va hacia Marmato y Popayán" (Parsons, 1950: 71), y sólo
despertará de su letargo sacudida por el violento impacto de la colonización antioqueña.
La Vega de Supía y Quiebralomo
De las diferentes regiones que
integraban el territorio que se viene tratando, la única que tuvo continuidad
en el desarrollo económico es la Vega de Supía y Quiebralomo, por su riqueza
minera y por contar con la presencia de algunos pueblos de indios que
contribuyeron, especialmente con artículos de subsistencia, para el desarrollo
de la actividad minera.
La Vega de Supía fue el territorio
de los zopías, de acuerdo con la mención de Cieza de León quien habla de la
provincia de Zopía y anota que “por medio
de estos pueblos corre un río rico de minas de oro, donde hay algunas estancias que los
españoles han hecho”. Cuando los principales caciques fueron dominados por
Robledo se repartieron las encomiendas entre las que se señalan Supía la Alta y
Supía la Baja; pero hubo otras encomiendas en Marmato, Loaiza, Quiebralomo,
Picará y Mapura.
Lucas Fernández de Piedrahíta
señala como pueblos de esta provincia a los guáticas, quinchías, supías altos y
bajos y “otros muchos que van consumiendo el tiempo”. Agrega que son tierra de
minerales de oro corrido y de veta; son los mejores el de Tarria, los de
Mapura, Supía y Moraga (Fernández, 2007: 174). Debido a la riqueza minera los
españoles se preocuparon por hacer fundaciones después de 1541. Anota la
historiadora Purificación Calvo, que los primeros poblados de españoles fueron
en Cambía y en Pueblo Viejo, pero no se pudieron sostener por los ataques de
los indios vecinos. Luego construyeron un caserío con el nombre de Las Pilas, tuvo
capilla, cementerio y rancherío para los esclavos en el alto de Tumbabarreto,
en territorio del actual municipio de Riosucio. Esta población tampoco se pudo
sostener y fue trasladada al sitio de Quiebralomo, que años más tarde se
convirtió en Real de Minas (Calvo: 34).
Supía no fue fundada en el siglo
XVI, como se ha venido afirmando, sino que algunos encomenderos y mineros
españoles se fueron asentando a lo largo del río Supía y concretamente en la
Vega, desde 1541. En 1596 surgió, en la hoya del Supía, la población de Sevilla
que “pronto abandonaron sus moradores”; años más tarde Lesmes de Espinosa sentó
las bases de la villa de San Lesmes, en la Vega de Supía (Cuesta, 1982: 128).
Hacia 1597 surgió el Real de Minas de la Montaña, en el lugar conocido como
Santa Inés (Riosucio), “pero treinta años después ese territorio fue convertido
en resguardo del pueblo de indios de La Montaña” (Gärtner, 2006: 26).
La Vega de Supía y Quiebralomo
siguieron evolucionando a lo largo de los siglos XVII y XVIII, gracias a la
minería y a la presencia de pueblos de indios. La evolución de la región se
puede seguir en el censo de 1793[8]:
PUEBLO
|
ECLESIÁSTICOS
|
BLANCOS
|
INDIOS
|
LIBRES
|
ESCLAVOS
|
TOTAL
|
La
Vega
|
1
|
60
|
217
|
925
|
588
|
1.792
|
Quiebralomo
|
1
|
22
|
-
|
768
|
57
|
848
|
San
Lorenzo
|
-
|
-
|
182
|
-
|
-
|
182
|
Cañamomo
|
-
|
-
|
66
|
-
|
-
|
66
|
Ansermaviejo
|
1
|
-
|
56
|
330
|
27
|
414
|
Guática
|
-
|
-
|
348
|
-
|
-
|
348
|
Tachiguía
|
-
|
-
|
82
|
-
|
-
|
82
|
Quinchía
|
-
|
-
|
194
|
-
|
-
|
194
|
Montaña
|
1
|
-
|
640
|
-
|
-
|
641
|
Totales
|
4
|
82
|
1.785
|
2.023
|
672
|
4.506
|
NOTA: El censo no aclara si los
datos de indios corresponden a adultos o a población total; parece corresponder
a adultos.
Las cifras anteriores corroboran
que el pueblo que evolucionó más "armónicamente" es el de la Vega de
Supía, si se tiene en cuenta la distribución de la población entre blancos,
indios, libres y esclavos, lo que significa mejor desarrollo de las fuerzas
productivas; por lo tanto se convirtió en el corazón de la región. La Vega
tiene vías de comunicación con Quiebralomo y los pueblos de indios vecinos,
aunque por caminos malos[9]. Varios aspectos contribuyeron
a relacionar los pueblos entre sí, a unirlos como región y a conectarlos con
otras provincias y ciudades:
-
El
Paso Real de Bufú
Desde la colonia el camino más
importante para unir a Medellín con Popayán fue el llamado “Camino de Popayán”,
largo y difícil, que se recorría en 25 días, pero en verano. La ruta era la
siguiente: Medellín, Rionegro, Armaviejo; luego se cruzaba el río Cauca en el Paso
de Bufú para seguir a Anserma, Cartago, Cali y Popayán.
El llamado Paso de Bufú ponía en
comunicación la provincia de Antioquia y Cauca y por su cercanía con Arma, y
con la futura colonia de Aguadas, favoreció la colonización de la zona y la
fundación de colonias hacia el sur.
-
La
apertura del camino de Sonsón a Mariquita
En 1776 Felipe Villegas envió al
rey su proyecto para la construcción de un camino nuevo, por el valle de Sonsón,
para salir a Mariquita “y solicita por ello mayores concesiones a lo largo de
la parte oriental de la vía, para la construcción de tambos y también títulos de
todas las minas de oro que se encontrasen en conexión con la obra”. Pero la
corona recusó el título de Villegas argumentado “que las tierras no habían sido
desmontadas ni mejoradas” (Mesa, 1964: 121).
En 1785 apareció Francisco
Silvestre impulsando dicho camino, desde Marinilla a Mariquita, por Sonsón, y
anexó un plano de éste, donde se ilustra toda la región beneficiada:[10] El camino fue culminado,
al fin, gracias a los peones asalariados y al trabajo forzado de prisioneros
patriotas, durante la guerra de Independencia. Esta vía acercó la región al río
Magdalena y contribuyó a desarrollar el sur de Antioquia y el proceso de fundación
de colonias en el futuro departamento de Caldas.
-
Las migraciones campesinas
Desde 1780 los colonos se venían
internado lentamente en las montañas al sur de Armaviejo y al sur y occidente
de Sonsón. Por ello hay tantos memoriales de los colonos solicitando tierra. El
27 de agosto de 1789 los colonizadores de la “montaña de Sonsón”, que habían
cultivado parcelas sin pedir permiso a nadie, envían un memorial al gobernador
de la provincia reclamando “títulos valederos a aquella porción de terreno”,
inhabilitada y sin uso, de la concesión Villegas. Explican que “Hemos sido llevados a este movimiento por
nuestra extrema pobreza en bienes materiales y por la escasez de tierras, ya
para cultivarlas como propias o en las cuales construir habitaciones para
nosotros y para nuestra familia” (Parsons, 1959: 73). Los colonos exigen la
tierra inhabilitada y sin uso de la concesión Villegas, entre el río Aures y la
quebrada de Arma.
En 1790 hay un nuevo memorial de
los colonizadores, al gobernador, donde proponían comprar la tierra. Este hecho
contribuyó a que la Corona recusara el título de la Concesión Villegas, lo que
propició un ambiente adecuado para la penetración de nuevos grupos de colonos.
Otros hechos que estimularon las migraciones de campesinos pobres en las
tierras del sur fueron las fundaciones de Sonsón y de Abejorral, desde 1800.
También por estos años numerosas
familias se habían plantado a lo largo del camino que de Arma conducía al Paso
de Bufú y venían tumbando el bosque para organizar parcelas. Del mismo modo
otros grupos entraron por el camino de indios que conducía a la región de
Paucura y que luego, bajando al río Pozo, se eleva hasta la futura Sabanalarga.
Estos primeros colonizadores servirían de avanzada para las fundaciones de Arma
Nuevo (Pácora) y Salamina.
-
La
resurrección de Arma
La agónica población de Arma salió
de su letargo desde el año 1800 gracias a varios factores: el empuje
colonizador en Abejorral y Sonsón; el camino que se venía construyendo hacia
Mariquita y Honda; las avanzadas colonizadoras hacia Las Aguadas y Sabanalarga;
las incursiones de empresarios de la Vega de Supía, y el camino real, de
Medellín a Popayán, que pasaba por Arma para luego seguir al Paso de Bufú.
Todos estos factores se conjugaron
para que muchos colonos y empresarios convirtieran la vieja población de Arma,
en estación de paso y en sitio de aprovisionamiento, durante el avance de las
migraciones de campesinos pobres. Esta era la situación de la región en
vísperas del ambiente de independencia de 1810.
Los gritos
de independencia y la agitación política en los pueblos coloniales
Los notables del Cantón de Supía
conocían la crisis de la monarquía española que se había desatado, desde 1808,
por problemas entre la familia real. Napoleón invadió a España, aprovechando el
desprestigio de Carlos IV y su incapacidad para gobernar, hizo abdicar a
Fernando VII y sentó en el trono a su hermano José Bonaparte. Como consecuencia
se inició el movimiento revolucionario alimentado por el nacionalismo y el
sentimiento religioso.
El vacío de poder en España repercutió
en las colonias hispanoamericanas donde se formaron numerosas juntas, algunas
partidarias de Fernando VII y otras de la independencia total. De este modo se
gestaron los movimientos libertarios que se iniciaron con el levantamiento de
Quito, en agosto de 1809.
En este caldeado ambiente el Cabildo
de Cali desconoció la autoridad de la Junta Suprema de Regencia, el 3 de julio
de 1810, y debido a las contradicciones que tenía con el gobernador de Popayán,
Miguel Tacón, inició una campaña ideológica con las ciudades amigas para
organizar su propia junta. Cuando se produjo el famoso Grito de Independencia,
el 20 de julio de 1810 en Santa Fe, el Cabildo de Cali reconoció a la Junta
Suprema, con esta enfática motivación:
En todos tiempos,
es conveniente la unión y confraternidad entre los cuerpos políticos, y muchos
más en los presentes, en que se trata de cimentar un nuevo gobierno benéfico,
sabio, y capaz de hacer florecer estas provincias que habían yacido sumergidas
por la opresión en la ignorancia y la barbarie. Por eso, este ilustre Cabildo
se anticipa a manifestar sus ideas, no por la ridícula vanidad de creer que las
adopten los ilustres cuerpos municipales, sino porque instruidos de sus pensamientos,
le comuniquen los suyos con la misma generosidad y con el interesante designio
de ver si pueden uniformarse sus operaciones[11].
Copia de esta acta se entregó a las
demás ciudades confederadas y fue comisionado don Joaquín de Cayzedo y Cuero
para visitar los demás cabildos, con la siguiente instrucción:
Las peligrosas
circunstancias del día y el alejarnos de toda mira individual que no tenga por
único objeto el bien de la patria, y la organización de un nuevo gobierno
sabio, prudente y moderado, exigen que de día en día estrechen más y más los
cuerpos municipales y los vínculos de unión y fraternidad. Si nos dividimos, si
son encontradas nuestras ideas, si nuestras deliberaciones no se dirigen
únicamente al bien general, nosotros mismos nos destruiremos y no podremos
levantar el magnífico edificio que trazamos. Con este motivo acordó este
ilustre Ayuntamiento diputar al señor teniente de Gobernador doctor Joaquín de
Cayzedo y Cuero, con todas las facultades necesarias y bajo las
correspondientes instrucciones para que personalmente exponga a ese muy ilustre
cuerpo los puntos de su comisión se examinen y resuelvan con la imparcialidad, desinterés
y unión fraternal que tanto importa para la feliz expedición de grandes
asuntos.
Sírvase V.S.
atender las insinuaciones de este cuerpo por medio de su diputado, que no lleva
otro objeto que el bien de la patria, y el establecimiento de un gobierno que
haga felices estas provincias, conservando en ellas la pureza de nuestra
religión santa y los derechos del desgraciado Fernando VII…
Dios guarde a
V.S. muchos años. Sala Capitular de Cali. Diciembre 10 de 1810[12].
La intensa actividad de Cayzedo y
Cuero logró despertar el entusiasmo por doquier; mientras tanto el Cabildo de
Cali resolvió organizar tropas y preparar un ejército, cuando se enteró de la
actitud hostil del gobernador de Popayán, el español Miguel Tacón, quien
amenazaba desde el sur.
El 22 de octubre de 1810 el Cabildo de
Cali, con representantes de Caloto, Buga, Cartago, Anserma y Toro, aprobó pedir
a la Junta Suprema de Santa Fe la “formación de una nueva provincia, dividiendo
la integridad de la actual, cuyo territorio sea el de las seis ciudades que se
han declarado por este pensamiento y que están conformes en todas las ideas, y
en el sistema de gobierno que se han propuesto”[13].
De este modo, y a partir de las Ciudades Confederadas, se estaba planteando lo
que sería el futuro departamento del Valle del Cauca.
Ante la inminente posibilidad de ser
atacados por el gobernador de Popayán, el Cabildo de Cali pidió a la Junta de
Santa Fe un auxilio de 100 soldados, 200 fusiles y la munición necesaria, más
un oficial para instruir la tropa. Mientras tanto el Cabildo de Cali y las
Ciudades Amigas procedieron a organizar la base de lo que sería el ejército. La
Junta Suprema de Santa Fe atendió la solicitud de Cali y el 15 de noviembre
salió el destacamento militar dirigido por el coronel Antonio Baraya; a finales
de diciembre llegó la tropa a Cali.
El 1 de febrero de 1811 se instaló en
Cali “la Junta Suprema de Gobierno de las seis ciudades amigas del Valle del
Cauca “y en la misma fecha se expidió el acta constitutiva en forma de
Confederación, con el objeto de consultar a su defensa y seguridad territorial”[14].
Los representantes de los cabildos aprobaron, el 1 de febrero de 1811
Formalizar un
cuerpo, que con el título de Junta Provisional de Gobierno de las Ciudades
Amigas del Valle del Cauca concentrase en un punto la autoridad, y pudiese
obrar legalmente en todos los pueblos, con la energía y seguridad que demandan
las circunstancias […][15]
De este
modo se declaró la guerra entre las Ciudades Amigas, o Ciudades Confederadas, y
el gobernador de Popayán. Aunque todo este movimiento político e ideológico era
seguido por los sectores dirigentes de Supía, Quiebralomo, Ansermaviejo y Arma,
sólo desde agosto de 1810 se “alteró el orden público” por las alarmantes
noticias sobre los Gritos de Independencia. Los rumores e informes llegaron a
Rionegro a mediados de agosto y rápidamente retumbaron en la población de Arma
y, desde aquí, por el Paso de Bufú, se divulgaron en Supía y pueblos vecinos;
también llegaron noticias por la ruta de Cartago-Supía.
Como consecuencia se reunieron los
miembros de la élite en cada población: los dueños de minas, comerciantes y
hacendados. La conmoción los sacó de la monotonía y siguieron, con mucha
atención, el movimiento que se estaba gestando en las Ciudades Confederadas del
Valle del Cauca: Cali, Caloto, Buga, Toro, Cartago y Anserma Nuevo.
Aquí hay que tener en cuenta que
Ansermaviejo y todo el distrito minero hacían parte de la provincia de Popayán
y que las relaciones comerciales eran muy estrechas, especialmente con Cartago;
y por donde se mueve el comercio circulan las noticias.
El ambiente independentista
Como era
de esperarse los sectores dirigentes de la región minera (Marmato, Supía,
Quiebralomo y Ansermaviejo) “estaban obligados” a involucrarse en el proceso de
independencia que se estaba gestando en la gobernación de Popayán. Sobre este
asunto el siguiente documento arroja claridad al respecto:
En la ciudad de
Santa Ana de Anserma a 13 de enero de 1811, ante mi Vicente Judas Tadeo de la
Penilla, Alcalde ordinario de Primer Voto… con los testigos actuantes pareció
el señor don José Félix Piñeiro, Síndico Procurador General, como representante
de los legítimos derechos de esta República, y a quien doy fe que conozco:
otorga, queda y confiere todo su poder cuan amplio y bastante cuanto por
derecho se requiere, y sea necesario, para valer en juicio y fuera, al señor
Doctor JPHF María de Cuero y Cayzedo, vecino de la ciudad de Cali, y Diputado
nombrado por este ilustre Cabildo, y noble vecindario para que a nombre del poderdante,
como que representa la verdadera República, pueda presentarse en la Junta
Provincial que ha de instalar en la ilustre ciudad de Cali, con anuencia de los
señores Diputados que han de representar las demás ciudades deste Valle, para
la formación de la respetable Junta en cuyo tribunal tendrá por principal
objeto la conservación y el fervor de Nuestra Sagrada Religión, Rey y Patria […][16]
El
documento recoge el fidelismo a la monarquía y al Rey, pero también las
gestiones hechas por el Cabildo de Cali buscando el apoyo de las Ciudades
Amigas, o Confederadas. En ese momento el principal embajador del cabildo era
Don Joaquín de Cayzedo y Cuero. Luego, cuando se produjo la Declaración de las
Ciudades Confederas del Valle del Cauca (1 de febrero de 1811), toda la región
minera (Marmato, Vega de Supía, Quiebralomo y Ansermaviejo) quedó involucrada
en la declaración de independencia de dichas ciudades.
Cuando se
estudian documentos de este período es complicado hacer la diferencia clara
entre las dos Ansermas, porque ambas utilizan el nombre completo de Santa Ana
de los Caballeros o Anserma. Pero de acuerdo con el historiador Alfonso
Zawadsky sólo en 1816 “hemos leído por vez primera la denominación
Ansermanuevo”. Agrega que “todos los documentos relativos a la confederación se
firman siempre en la sala capitular de Anserma y en muchos papeles siempre se
hace la remembranza del antiguo nombre, Santa Ana de los Caballeros de Anserma”[17]
El acta de
juramento de fidelidad de Anserma a la confederación tiene fecha del 3 de marzo
de 1811 y el siguiente encabezado: “En la muy noble y leal ciudad de Señora
Santa Ana de los Caballeros de Anserma”. Está firmada por Vicente Judas Tadeo
González de la Penilla, José Antonio Canabal, José Félix Piñeyro, doctor José
Joaquín González de la Penilla, José Antonio Luján y por 20 ciudadanos más[18].
El lugar corresponde a Ansermanuevo en el Valle del Cauca.
Desde
Quiebralomo se dirigieron a la Junta de Cali (12 de marzo de 1811), el alcalde
partidario Miguel Lozano y el recaudador real de rentas, Manuel José Lozano,
quienes le reconocen “que procura libertarnos de las opresiones que nos
amenazan”[19].
Y para
demostrar que la zona minera dependía de Ansermanuevo hay una comunicación del
cabildo de Cali (21 de marzo de 1811) donde se anota que “se recibieron de la
real caja de Quiebralomo, de esta jurisdicción, dos mil trescientos veintisiete
patacones de oro colorado de Marmato y plata en piña”[20].
Posteriormente,
el 5 de junio de 1811, lo capitulares de Santa Ana de los Caballeros de Anserma
ante don Vicente Judas Tadeo González, alcalde de esta ciudad, otorgaron poder
al doctor Antonio Camacho, vecino de Cali y residente en Popayán, para que los
representara en la Junta de las seis Ciudades Confederadas[21].
Mientras
tanto Antioquia estableció su primera junta de gobierno en septiembre de 1810 y
el 27 de junio de 1811 la Junta aprobó la Constitución provisional que tiene la
virtud de haber señalado que por la abdicación de Fernando VII, los pueblos “y
entre ellos el de Antioquia”, habían reasumido la soberanía[22].
Todos estos hechos eran conocidos en Arma y en la recién fundada colonia de
Aguadas y dicha información la transmitían los campesinos en su incansable
marcha hacia el sur.
La
situación se agravó en 1813 por los avances de Juan Sámano, quien entró
victorioso a Popayán en el mes de julio, ocupó casi sin resistencia la ciudad y
luego avanzó hacia Cali y Buga. Se esperaba la reconquista y para enfrentarla
se nombró, como dictador de Antioquia, a Juan del Corral. Éste envió, al Valle
del Cauca, una expedición militar dirigida por José María Gutiérrez de
Caviedes, “El Fogoso”, al mando de 200 hombres, con el propósito de ayudar a los
patriotas. Gutiérrez era no sólo militar sino experimentado político, y había
participado en la proclamación de la Independencia de Mompox, en 1810. Cuando
llegó a la Vega de Supía se reunió con lo más granado de los sectores
dirigentes y los motivó para proclamar su independencia.
Acta
de la Independencia de Supía
En la Parroquia
de la Vega de Supía a veinte y ocho de noviembre de mil ochocientos trece,
convocados y reunidos en la casa del Señor Cura y Vicario de ella los Señores
Alcaldes y Vecinos, oída la exposición
del Señor comandante en jefe de la expedición auxiliar del Sur que por parte de
la República les hizo sobre los objetos de ésta e intenciones generosas de
aquel Supremo Gobierno, invitándolos a que se incorporen con los demás pueblos
en esta República durante la orfandad en que han quedado por la usurpación del
enemigo que ha penetrado en la capital y principales Departamentos de la
Provincia de Popayán; respondieron todos acordemente que se incorporaban en
aquella república y reconocían aquel Gobierno, y al Señor comandante de la
expedición como Jefe Político, y para simplificar este acto espontáneo y libre
diputaban a los ciudadanos Francisco Gervacio de Lemos, Administrador de
correos, y a Pedro José García, Notario Eclesiástico, para que a su nombre
prestasen el juramento de fidelidad y obediencia a la mencionada república de
Antioquia, y firmasen este acuerdo como en efecto lo hicieron ante dicho Señor
comandante de la expedición, firmando al efecto por ante el ayudante de ella
como secretario.- José María Gutiérrez. – Francisco Gervacio de Lemos- Pedro
José García- Liborio Mejía, Secretario[23].
Del
acta anterior llama la atención el juramento de fidelidad y obediencia a Antioquia,
pues desde el siglo XVIII numerosos empresarios de la Vega de Supía buscaron la
tutela de la provincia de Antioquia. Así, en marzo de 1759, los vecinos de la
Vega solicitaron al Virrey Joseph de Solís la agregación del territorio y del
vecindario al gobierno de Antioquia. La justificación la presentó Agustín
Blanco, Procurador de la Real Audiencia, quien anotó lo siguiente:
El
sitio de la Vega de Supía está a una distancia de Popayán de 12 y 15 días de
caminos ásperos y abundancia de ríos y malos pasos que imposibilitan el común
tráfico, aún a los chasquis y peones que lo trafican[24].
La respuesta se produce en Santa
Fe el 29 de octubre de 1759, agregando la Vega de Supía al gobierno y provincia
de Antioquia, y se exige para ello un teniente de gobernador y alcalde mayor de
minas. Además “se fijan los linderos de la jurisdicción hasta la ciudad de Arma,
por un lado, órganos y caminos de Velásquez, y por el otro hasta la de Anserma
la Vieja y bocas del Sopinga donde entra al Cauca y toda la jurisdicción de
Arma con el sitio de la Vega”. (El documento lo firma José Solís Folch de
Cardona, el 3 de noviembre de 1759). Es encargado del deslinde el empresario
minero Simón Pablo Moreno de la Cruz quien, además, toma posesión de los
territorios segregados de Popayán.
Pero
algunos años más tarde la región se agregó, de nuevo, a la provincia de
Popayán. A pesar de lo anterior muchos empresarios (comerciantes y mineros) de
la Vega de Supía continuaron vinculados a la población de Arma y se hicieron
presentes en la colonización y fundación de Aguadas, a principios del siglo
XIX. Sin embargo, la Vega de Supía estrechará relaciones con el Cauca, a partir
del nuevo clima creado por las guerras de independencia.
Otro
hecho a destacar es la firma de Francisco Gervacio de Lemos, Administrador de
correos, en el acta de independencia de Supía. Este personaje era el
propietario de las minas más importantes del distrito y de gran cantidad de
esclavos, fortuna que había heredado de su tía Ana Josefa Moreno de la Cruz.
Era muy tacaño; enviaba el oro a la Casa de Moneda de Popayán, pero “solamente
una parte del oro, pues consideraba prudente disimular su riqueza, en una época
en que el gobierno levantaba fuertes impuestos a los ricos”[25].
Cuando se firmó el acta de
independencia de Supía ya había fervor independentista, porque el clima lo
habían creado las Ciudades Confederadas. De todos modos el ambiente favoreció
el surgimiento de grupos de “chisperos” que agitaron la posibilidad de la independencia,
en las diferentes poblaciones. La ubicación geográfica estimulaba la agitación
de las ideas porque la región era paso obligado de comerciantes y de los
ejércitos que se movían entre Antioquia y Popayán.
Las localidades mineras de la
región se caracterizaban por la presencia de esclavos afrodescendientes en
Marmato y Supía, donde había poderosos dueños de minas y de haciendas. En los
demás pueblos hacía presencia una abundante población en los resguardos
indígenas, así como numerosos grupos de mestizos vinculados, como trabajadores
independientes, a minas y haciendas.
Los habitantes de la Vega de Supía
y Riosucio se fueron alineando en dos grupos políticos y sociales: patriotas y
realistas. El primer grupo recibió la influencia del sacerdote José Bonifacio
Bonafont, quien llegó del Socorro, desterrado por su militancia a favor de la
independencia. Los realistas, una pequeña población de blancos dueños de minas,
residentes en el antiguo Real de Minas de Quiebralomo, recibían el alimento
ideológico del sacerdote José Ramón Bueno. Casi todos los habitantes de
Quiebralomo participaron decididamente en la lucha por la independencia. Su
alcalde, Miguel Lozano, adhirió a la Junta de Cali en marzo de 1811, y
contribuyó con dinero. Un año después se envió el primer contingente de
soldados a la ciudad de Popayán.
Independencia y migraciones
campesinas
Pero en 1813
llegaron noticias preocupantes, por los avances de Juan Sámano, quien entró
victorioso a Popayán en el mes de julio, ocupó la ciudad casi sin resistencia y
luego siguió a Cali y Buga; como consecuencia se produjo la emigración de
muchos personajes reconocidos que buscaron protegerse en territorio antioqueño,
como fue el caso de Francisco José de Caldas. En Antioquia se desató el pánico
general, pues casi no había ejército. Ante el temor de la reconquista española
suspendieron el régimen constitucional y eligieron como dictador al comerciante
y hacendado Juan del Corral, para que preparara la resistencia. Las medidas se
tomaron desde el 31 de julio de 1813; con el apoyo del secretario José Manuel
Restrepo se reprimió a los realistas antioqueños, los desterraron y expropiaron
sus bienes. Luego el 11 de agosto, se declara la Independencia absoluta de
Antioquia:
El
Estado de Antioquia desconoce por su rey a Fernando VII y a toda otra autoridad
que no dimane directamente del pueblo o sus representantes; rompiendo
enteramente la unión política de dependencia con la metrópoli y quedando
separado para siempre de la corona y gobierno de España (Sierra García, 1988, pág. 94).
Los dirigentes antioqueños sabían que era prioritario
organizar la defensa del territorio y estaban seguros de que el ejército español entraría por el sur
siguiendo la ruta del Camino Real de Occidente, que comunicaba a Popayán con
Medellín. De Ansermanuevo el camino seguía a Cartago, Belén de Umbría,
Quinchía, Supía, Marmato, cruzaba el río Cauca en el Paso de Bufú, y continuaba
a Armaviejo, Rionegro y Medellín.
Archivo General de la Nación, Bogotá
En esta coyuntura la llegada del Sabio Caldas como
refugiado se consideró providencial, porque Juan del Corral diseñó una
estrategia para crear el ejército profesional. A Caldas se le reconoció el
grado de Coronel que le había otorgado el Congreso de las Provincias Unidas,
que presidía Camilo Torres, y fue nombrado Ingeniero General del Estado,
Director de Fábricas y de la Escuela de Ingenieros Militares. Su primera misión
fue fortificar los pasos de Bufú, Arquía, La Cana y Velásquez, sobre el río
Cauca. El más importante era el de Bufú, punto clave en el camino Real de
Occidente para pasar de la Provincia de Popayán hacia Antioquia. En este lugar
había una enorme balsa, manejada con bogas, y amarrada a un cable de acero
tendido de una orilla a la otra; a ambos lados del río había ranchos de paja
para que los viajeros y las cargas se protegieran de la lluvia y del sol, y
había que pagar por el paso de las personas, cabalgaduras, vacunos y cerdos.
Esto da una idea del tamaño de la barqueta[26].
Ahora veamos por qué se fortificaron los otros pasos
sobre el río Cauca, para entender la lógica de Caldas y de las autoridades de
Antioquia. Hay que tener en cuenta que había otra importante vía que se
comunicaba con el Camino Real de Occidente en Marmato, seguía hacia el sur y
cruzaba el río Cauca en el Paso de Moná, pasaba por el punto de Sabanalarga,
primera fundación de Salamina, traspasaba los Valles Altos de San Félix,
remontaba el Páramo de Herveo y llegaba a Mariquita y Honda, buscando el río
Magdalena. Se llamaba “Camino de Herveo” y se pensaba que por esta ruta podía
entrar también el ejército español; por eso Caldas fortificó varios pasos sobre
el río Cauca.
Juan del Corral era también el inspector general de
las fuerzas armadas y nombró a Caldas director de los Cuerpos Facultativos,
para que le ayudara en esta tarea; Caldas asumió esta responsabilidad con mucho
rigor, diseñó los planos y dirigió la construcción de los fuertes para proteger
los pasos de Arquía, Bufú, La Cana y Velásquez, y de este modo detener los
ejércitos que llegaran desde el sur, o desde el río Magdalena.
El 28 de septiembre de 1813 envió los planos a del
Corral para que diera su concepto, pues el gobernador de Antioquia era
ilustrado y conocía la geografía de la Provincia, por su oficio de comerciante
y hacendado. El siguiente es el texto que acompaña los planos:
Dirijo
a Vuestra Excelencia el plano del fuerte de Bufú, bajo el número 1°, el de la
batería alta del mismo, bajo el número 2. Van también los planos de La Cana
número 3, del fuerte del Telégrafo número 4, y el del 2° de Retirada número 5.
He omitido el 1° de Retirada por ser lo mismo que el 2°. Todos están trazados
por una misma escala, y por ella puede Vuestra Excelencia comenzar a juzgar de
los trabajos militares que he emprendido por orden y bajo la protección de
Vuestra Excelencia. No van estos planos con solo el carácter de parte que da un
ingeniero al Jefe de la República; van también en consulta como a un
inteligente y profesor. Yo exhorto a Vuestra Excelencia a que los medite y le
ruego por la patria que hoy tiene en sus manos, a que me diga con la franqueza
de un ciudadano libre los defectos que note, sin ninguna otra consideración que
la seguridad del Estado. Me desnudo enteramente de todas las ilusiones del amor
propio, y solo quiero ver en estos trabajos la seguridad de esta patria querida
(Suárez Lozano, 2013, pág. 52).
Plano del fuerte de Bufú. Archivo Histórico Restrepo,
Fondo XII, volumen 2 (Tomado de: Suárez Lozano, Iván Felipe, 2010).
Plano del
fuerte de La Cana 1813. Archivo Histórico Restrepo, fondo XII, Volumen 2.
(Tomado de: Suárez Lozano, Iván Felipe, 2010)
Para estos
trabajos de fortificación de los pasos contó con la colaboración del antioqueño
Liborio Mejía; pero hay que tener en cuenta que también recibió apoyo de las
autoridades y de los empresarios de la región minera, que comprendía las
poblaciones de Supía, Marmato y Quiebralomo, situadas al norte de la provincia
de Popayán, en la frontera sur de Antioquia.
A finales de
1813 se terminó la construcción de los fuertes y Caldas viajó a Rionegro para
apoyar a del Corral en el “Plan y nuevo arreglo general de la fuerza armada
permanente para la República de Antioquia”, que creaba el Cuerpo de Ingenieros
Militares y la Maestranza de Artillería; Caldas fue nombrado Ingeniero General
del Estado (Riaño, 1994, pág. 150). La Maestranza se
dedicó a fabricar el armamento para el ejército y a construir las máquinas de
acuñación para la Casa de la Moneda, que se abrió en Medellín. Bajo la
dirección de Caldas se organizó la fábrica de pólvora y él mismo diseñó un
taladro para la fabricación de fusiles. También colaboró con la creación de la
Academia de Ingenieros Militares en Rionegro; se inauguró en septiembre de
1814, en Medellín y allí pudo pronunciar el discurso preliminar:
Vosotros estáis destinados,
jóvenes ilustres, a ocupar los primeros puestos en los ejércitos; vosotros
sois los elegidos para llevar el terror y el espanto al corazón feroz y
sanguinario del español, que quiere subyugarnos; vuestras manos van a levantar trincheras
inexpugnables, y vuestro genio va a tener el honor de trazar los planes que deben
dar seguridad y vida a vuestra Patria ¿Qué destino, ni más glorioso ni más
grande, podríais inventar vosotros mismos para satisfacer vuestra imaginación
ardiente, ni vuestro corazón ansioso de gloria y virtud? (Suárez Lozano, 2013, pág. 57).
Uno de los primeros alumnos de esta escuela fue el
joven cadete José María Córdoba.
La reconquista llegó con
rapidez. En febrero de 1816 el joven oficial español Francisco Warleta, salió
de Mompox hacia Antioquia con un ejército de 500 hombres; en su fugaz campaña
aplastó toda resistencia. Triunfó en Remedios, siguió hacia Cancán (Ceja Alta)
donde derrotó al capitán Andrés Linares, quien tenía un destacamento de 800
hombres. El 5 de abril entró triunfante a Medellín, que había sido abandonada
por autoridades y dirigentes prestantes.
Los patriotas esperaban una invasión a sangre y fuego
con las consiguientes medidas represivas, pero no hubo régimen del terror. Muy
pocos patriotas se escondieron o huyeron; la provincia permaneció tranquila
durante los tres años de ocupación[27]. Pero sí se produjo la
estampida de campesinos; cuando se inició la reconquista centenares de familias
se sumaron a la colonización que avanzaba hacia el territorio del futuro
departamento de Caldas. Se filtraron por Abejorral y Sonsón, con dirección a
Arma, Aguadas, Arma Nuevo (Pácora) y hacia la futura Salamina. Parece que la
situación política y el caos que se presentó en la región fueron aprovechados
por varios grupos sociales: campesinos sin tierra de Antioquia, que se
convirtieron en colonos, derribaron la selva en la “Tierra de nadie”; pero
otros simplemente invadieron terrenos de los resguardos indígenas.
Hay otro fenómeno de suma importancia que hace
referencia a la sublevación de los esclavos. El tema lo recoge Alfonso
Zawadzky, con algún entusiasmo:
Hemos tenido abierto, durante
largas horas, un documento muy interesante de agosto de 1811, firmado por los
mismos del juramento de fidelidad. En ese viejo papel se habla de la rebelión
de los negros. Y de cada jurisdicción de Anserma se les envían informaciones
acerca de lo que en verdad ha sucedido. Desde Quiebralomo, dice Manuel José
Lozano, que impuso del contenido de la comunicación de la Junta a todos los
mineros de este territorio para su debido y puntual cumplimiento.
Desde el cerro mineral de Loaiza
comunica lo mismo Bernardo Álvarez Ramírez.
En igual sentido comunica don
Nicolás Colina y Jiménez desde el Cerro Mineral de Marmato.
El comisionado hizo saber las
providencias de la Junta de Gobierno en el sitio de Mochilón, a doña Ana María
de Castro, dueña de cuadrillas de negros esclavos del Mineral de Marmato, según
reza el documento.
Y a continuación, en el mismo
pliego, aparecen los signatarios de las notificaciones hechas en el Real de
Minas del Guamal y en el Real de Quiebralomo[28].
Es una lástima que Alfonso Zawadsky no haya precisado
sobre la “rebelión de los negros”, su alcance y consecuencias, pues de acuerdo
con el texto quedó involucrada toda la zona minera. Se conocen datos de
esclavos que huían hacia la región de Cerrito y cabecera del río Otún[29].
Para tener una idea del estado de esta región de
frontera en el período de la reconquista española puede servir la narración de
José Manuel Restrepo, en su huida de Antioquia hacia Popayán en abril de 1816
El miércoles 2 partimos por la
mañana ya con más tranquilidad, pues no había riesgo de enemigos. Pasamos las
célebres minas de Marmato, que se hallan situadas en un cerro elevado, y a las
tres arribamos a la Vega de Supía. El juez de allí nos dio una casa de las
mejores aunque bien mala, pues aquel es un lugar miserable en que todo es caro
y nada se encuentra… A las 4:30 llegamos
al pueblo miserable de Quinchía, en donde por lo menos hallamos una buena casa
en que dormir… Mas en ninguna parte se hallaba que comer y sólo había hambre y
miseria, debido principalmente a la langosta que en el año quince desoló toda
la vegetación… Ansermaviejo es un pequeño lugar de paja, puesto sobre una
eminencia a poca distancia del Cauca,
que se halla al oriente […] Nos alojamos en la casa del cura que estaba
sola[30].
La situación en la zona de frontera era bastante
complicada, porque los españoles se movían por todos lados y controlaban puntos
estratégicos. Por ejemplo en Arma permanecía un grupo de 25 soldados dirigidos
por el capitán F. Melián, natural de Venezuela. Desde este punto ejercía
vigilancia sobre los pasos que había en el río Cauca. Y cuando se movían las
columnas de patriotas hacia la provincia de Popayán debían hacer una difícil
travesía
Encontramos a varios oficiales y
soldados que seguían de la Vega para Popayán. Iban en la mayor miseria, y nos
contaron que habían tenido que mantenerse con palmas y otros vegetales en la
montaña de Caramanta. Por Santa Bárbara pasaron el Cauca y tomaron aquel
camino, temiendo que ya los hubieran cortado los españoles en Bufú[31].
Estado
del camino de Sonsón a Mariquita
Esta vía conectaba con Honda y el río Magdalena,
desembotellaba a Antioquia por el valle de Sonsón, e impulsaba la colonización
y el comercio en esta inmensa región. El ejército español le dio un impulso
porque necesitaba facilitar la invasión del territorio y controlar el río
Magdalena.
En 1816 Francisco Warleta tomó numerosos patriotas
como prisioneros y los obligó a trabajar en dicho camino. Cuando José Manuel
Restrepo pasó por allí encontró a 150 peones trabajando bajo la dirección de Manuel
Antonio Jaramillo y Salvador de Isaza, prestantes vecinos de la recién fundada
colonia de Aguadas. Al regresar José Manuel Restrepo a Medellín, después de su
fallida fuga a Popayán, recibió la orden de don Pascual de Enrile, jefe del
estado mayor del ejército, para dirigir los trabajos en dicho camino. Sobre el
tema escribió Restrepo
El 22 de agosto partí para aquel
destino un poco tranquilizado, creyendo que los generales españoles se habrían
hecho el cargo de castigarme manteniéndome en aquel desierto. Yo conseguí con
más de mil hombres romper el camino en 21 de septiembre, en que se unió con el
de Honda y Mariquita[32]
El camino estaba metido en la selva y atravesaba una
región difícil; por esta razón numerosos trabajadores, enganchados para abrir
la trocha, lograron escapar y desde aquí se enrutaban hacia el sur de Aguadas. Estos
acontecimientos lanzaron nuevas corrientes de colonos, quienes se internaban en
las espesas y difíciles selvas abriendo parcelas. Todos se orientaban por el
“camino de indios” para colonizar entre Aguadas y Sabanalarga (Salamina). Esta
era la mejor ruta para escapar del ejército invasor.
Mientras tanto en la Vega
de Supía crecía la incertidumbre ante un posible ataque del ejército español,
desde Popayán. Y las autoridades se fueron preparando para una invasión. El 3
de enero de 1816 los pueblos de la jurisdicción de Anserma, por medio de sus
representantes Vicente Luxán y Agustín Ortiz, por Ansermanuevo; José Joaquín
Canabal, por la parroquia de la Vega; José Antonio Luxán, por la de
Quiebralomo; Judas Tadeo González de La Penilla, por la de la Montaña y Manuel
Ortiz, por Ansermaviejo, dieron poder a Fray José Joaquín Escobar, de la ciudad
de Cali y al doctor Manuel José de Escobar, vecino de la misma ciudad,
nombrados por el departamento para el Colegio Constitucional de la Provincia,
para que los represente en todos los asuntos que deban tratarse, “especialmente
el que agita sobre el reglamento constitucional y provisorio para el gobierno
económico e interior de la Provincia de Popayán”[33].
Pero el impacto de la
conquista no llegó de Popayán sino de Antioquia, debido a las operaciones
realizadas por los españoles, en esta región, desde finales de 1815. Las
acciones de Francisco Warleta, desde 1816, y el control que ejerció en
Antioquia, entre los ríos Cauca y Magdalena afectó las poblaciones de El Retiro,
La Ceja, Abejorral, Sonsón, Arma y Aguadas y, como consecuencia, produjo el
desplazamiento acelerado de familias pobres hacia el sur de Aguadas.
En este momento las
poblaciones caucanas de la Vega de Supía, Quiebralomo y Ansermaviejo, empezaron
a padecer días de profundo pánico por la llegada de Warleta a Supía (abril de
1816), en su excursión hacia Cartago.
En el período 1816-1820
los patriotas organizaron varias guerrillas y se internaron en los escabrosos
montes de la región. Fueron famosas la que dirigió José Hilario Mora y la de
Custodio Gutiérrez, ambos operaban en la inmensa zona de la Vega de Supía. Este
último venció la guerrilla realista comandada por el patiano Simón Muñoz, quien
buscó esconderse en Anserma, mientras se dirigía al refugio seguro del Chocó.
Además, Custodio atacó las tropas realistas que habían penetrado la región, al
mando de Hermenegildo Mendiguren y lo venció en Riosucio[34].
Todavía en octubre de 1819 hacían presencia los
españoles; sobre este tema escribió José Manuel Restrepo que “En la Vega existen 60 fusileros del Rey que
vinieron derrotados del Valle del Cauca y que los cogeremos muy pronto”. Y
un mes después escribió “una partida
enemiga que estaba en Riosucio, cerca de Supía, habría sido batida a la fecha”[35].
Con mucha satisfacción el
capitán Custodio Gutiérrez informó al vicepresidente Francisco de Paula
Santander (5 de diciembre de 1819) sobre la liberación de los pueblos de
Riosucio y de la Vega de Supía, “dejando arregladas las postas y correos y
completamente abierta la comunicación de este valle para con Antioquia[36]. Pero la independencia
definitiva hubo de esperar hasta 1920, pues todavía, en marzo de ese año, merodeaban
grupos de soldados españoles en la región. José Manuel Restrepo manifestaba su
preocupación a su amigo Francisco Montoya
Parece que hay en Riosucio,
inmediato a Supía, 200 hombres enemigos; puede ser la vanguardia de una
expedición contra la Provincia, pero no nos da cuidado. Hay guarnición en Bufú
y tú conoces esta parte de la provincia que está llena de puntos militares[37].
Durante los años de la reconquista española numerosas
familias pobres de la Vega de Supía, Quiebralomo, Ansermaviejo, Riosucio y
Montaña, aprovecharon el caos y el desorden administrativo para situarse como
colonizadores en los pueblos de indios de San Lorenzo, Cañamomo, Guática,
Tachiguía y Quinchía. Otros habitantes “blancos y libres”, cruzaron el río
Cauca y se dirigieron a las montañas de Aguadas, Armanuevo (Pácora) y Salamina,
para establecerse como colonos[38].
La
Independencia y las relaciones con Inglaterra
Tan pronto comenzó la
guerra de Independencia fueron enviados representantes a Inglaterra en busca de
apoyo económico y político, pero por premuras de tiempo e inexperiencia en este
tipo de negocios, los empréstitos logrados se obtuvieron en condiciones
precarias y usureras. La primera misión venezolana fue a Londres en 1810,
integrada por Bolívar y Andrés Bello; en 1820 viajó Francisco Antonio Zea en
representación de la República de Colombia; como político y negociante sagaz,
Zea planteaba la necesidad de abrir la minería a la inversión extranjera, para
atraer capital e interés diplomático hacia la joven república; en este sentido
había escrito al Congreso de Angostura (1819):
Nuestras puertas se abren
a todas las naciones. ¿Qué le importa al Estado que el propietario de una
plantación, de una mina de oro, sea ciudadano de París, de Londres, de Viena,
de Petersburgo? Lo que importa es el buen cultivo, el beneficio bien entendido,
la explotación acertada, la multiplicación de toda clase de productos; lo que
le importa es el movimiento activo de la minería y la agricultura (Poveda,
1981: 50).
Cuando llegó Zea a Londres
aceptó una cuenta indiscriminada de 500.000 libras en reconocimiento de “obligaciones
no muy claras” e inespecificadas de los enviados anteriores. Enseguida obtuvo
un empréstito de la casa Herring, Graham and Powels, con el objeto de pagar los
intereses del primer crédito; con esta misma compañía logró, en 1822, un
empréstito por dos millones de libras esterlinas con un descuento del 20%, o
sea que por cada 100 unidades se deducían 20 de entrada. Este empréstito fue
garantizado con los derechos de importación y exportación y con las rentas de
las minas de oro, plata, sal y tabaco (Tirado, 1976: 92).
Fueron tan ruinosas las
negociaciones de Zea que hicieron exclamar a Bolívar: “parece que los ingleses están decididos a encontrar legal el robo de
$10.000.000 de Zea. La deuda nacional nos va a oprimir. El señor Zea es la
mayor calamidad de Colombia”; y el general Santander, al enterarse de su
muerte exclamó con mucha vehemencia: “Zea
ha muerto en Londres y su muerte en estas circunstancias es el menor mal que
puede sufrir la República” (Tirado, 1976: 93) y comisionó a los señores
Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya para que gestionaran un nuevo
empréstito que se obtuvo con la firma Goldschmidt and Co. por 4.750.000 libras
esterlinas ($30.000.000) con la condición de cubrir las obligaciones anteriores
de Zea, por $10.000.000 (Tirado, 1976: 95), pero la transacción también fue
nefasta y terriblemente ruinosa para Colombia.
Con base en esta política
de empréstitos, la casa Goldschmidt tomó en arrendamiento (1825) minas de plata
y oro en Marmato y Supía; la Western Andes Mining Company Ltd. adquirió las
continuaciones de Echandía y Loaiza en Marmato; The Colombian Mining &
Exploration Company Ltd., ejerció un cerrado monopolio de 20 años sobre las
exploraciones nacionales de Marmato y sobre la antigua provincia de Riosucio
(García, 1978: 123). Otros banqueros, Powells Illing Worth y Co. enviaron al
ingeniero Eduardo Walker a comprar minas en la región de Supía, y en efecto
adquirió las mejores en Marmato, Supía y Quiebralomo.
Un hecho positivo de la
penetración del capital inglés en las regiones mineras fue la llegada de
numerosos ingenieros de minas, entre ellos: Dehenhardt, Boussingault, Walker,
Nisser, Paschke, de Greiff y Johnson, quienes llegaron a Marmato y a las zonas
vecinas y después se distribuyeron por diferentes regiones de Antioquia. Los aportes
de estos ingenieros fueron en: mineralogía, geología, hidráulica, mecánica,
teoría del calor, química inorgánica y geofísica; trajeron el sismógrafo,
desarrollaron la construcción de vías, utilizaron la pólvora, los reactivos
químicos y la rueda hidráulica y, en general, dieron gran vigor a la minería.
El ingeniero que jugó más
decisivo papel en el desarrollo de la minería en la región fue Juan Bautista
Boussingault, francés, contactado por Zea en Europa, quien le ofreció una
remuneración de 7.000 francos para que se dedicara a diferentes actividades
científicas en Colombia. Boussingault aceptó el empleo y se embarcó para el
país el 22 de septiembre de 1822; se dedicó a diferentes labores como el
estudio de las minas de sal de Zipaquirá, Nemocón y Chita, los yacimientos
esmeraldíferos de Muzo y el curso del río Meta; y llevó por primera vez a
Marmato (1828) el uso de la amalgamación que mejoró la extracción del oro
(Poveda, 1981: 53). En 1825 fue nombrado mediador entre el gobierno y la
compañía inglesa Colombian Mining Company para estudiar las minas de la Vega de
Supía y visitó a Riosucio, Supía y Marmato donde jugó importante papel en el
desarrollo minero de la región.
Alrededor de las minas de
Marmato, Supía y Riosucio se situó la colonia europea más grande de Colombia,
en el siglo XIX. Se tienen datos de ocho países, pero el grueso de mineros e
ingenieros llegó de Inglaterra, Alemania, España, Italia y Francia. Estos
extranjeros se vincularon, especialmente, con las siguientes compañías
inglesas: B.A. Goldschmidt, The Colombian Mining Asociation, The Mariquita and
New Grenada Mining Company, The Western Andes Mining Company, Compañía Minera
de Riosucio, The C.W. Sindycate Limited y The Colombian Mining Exploration
Company Limited. Se destacaron los siguientes personajes: Jean Baptiste
Boussingault, William Cock, Wilhelm Dehengard, Ángel Díaz, Thomas Eastman,
Georg Heinrich Frederick Gärtner, Charles Goldsworthy, Karl Greiffenstein,
James Tyrrel Moore, Henry Pears (o Pearce), Francis Desirée Roulin y Edward
Walker (Gärtner, 2005).
Sobre
esta base se modernizó la producción de oro en la región; la Compañía trajo de
Europa la maquinaria y utensilios necesarios para la empresa, material
despachado de Honda a Marmato por la montaña de Samaná. Fue difícil construir
sobre la pendiente del cerro de Marmato barracas para alojar los trabajadores,
además debían hacerse terraplenes para colocar los molinos y talleres de
construcción para fabricar las ruedas acanaladas de gran diámetro.
Al
quedar terminada la titánica obra de modernización, decía Boussingault que “en una abrupta pendiente en donde sólo se
veían algunas chozas de esclavos, se vio surgir una fábrica que en 1832
producía mensualmente 32 libras de oro en lingotes" y sobre
Quiebralomo anotaba que, “produjeron
grandes cantidades de oro. La opinión que yo había emitido en mis informes
sobre la importancia de estas minas fue completamente justificada” (Boussingault
J., 1985, pág. 97).
En
otro informe anotaba que,
Cuando
por la primera vez visité estas minas, Marmato no era otra cosa que la reunión
de unas cabañas miserables habitadas por negros esclavos. En 1830, época en que
salí de aquellos lugares, Marmato presentaba el aspecto más animado, se veían
grandes talleres, fundición de oro, máquinas para triturar y amalgamar el
mineral. Más de tres mil habitantes, todos libres, vivían en el declive de la
montaña.
A mediados del siglo XIX la situación cambió
drásticamente para los mineros, y los descendientes de los esclavos decían que
la Independencia no les había traído nada. Esto se puede comprobar con la
novela La Bruja de las Minas, de
Gregorio Sánchez Gómez; aquí el autor rescata la vida cotidiana en Marmato y en
la región minera, donde se mezclan las costumbres de indios, esclavos,
mestizos, antioqueños y europeos.
Conclusiones
El proceso de independencia en la zona de frontera entre Antioquia
y Cauca involucró a todos los grupos sociales. La élite criolla siguió con
mucho cuidado los gritos de Independencia que se estaban dando en las otras
provincias y logró vincularse al movimiento de las ciudades confederadas del
Valle del Cauca. Además se preocupó por involucrar a otros grupos sociales,
como a la población libre y a los indígenas.
Por su parte las comunidades supieron aprovechar el caos en su
propio beneficio. Los campesinos pobres (antioqueños y caucanos) se
convirtieron en colonos y avanzaron hacia las tierras del sur para organizar
parcelas, y fundar colonias, pero también invadieron resguardos indígenas.
Numerosos esclavos escaparon de sus amos y de la región y se
escondieron en la “tierra de nadie” (Chocó, Sopinga y Cañaveral del Carmen).
Los indígenas fueron utilizados como guías y como cargueros, por las tropas
españolas y patriotas. Pero casi todos los pueblos de indios conservaron
neutralidad durante el proceso de independencia.
Con la llegada del capital inglés a la zona minera de Marmato,
Supía y Riosucio, se fueron demoliendo las viejas relaciones de producción y,
como consecuencia, la región se integró más a las provincias de Antioquia,
Cauca y Tolima. El país todavía estaba desarticulado.
Pero la Independencia no se cristalizó ni con la Batalla de
Boyacá, ni con el Congreso de Cúcuta de 1821; era necesario que se consolidaran
las ideas políticas y hacer la integración social. El país seguía desarticulado
y por eso se produjo la Guerra de Los Supremos. Este conflicto se inició por la
decisión del Congreso, en 1839, de suprimir los conventos menores de Pasto. El
pueblo interpretó la medida como un golpe a la religión y una intromisión en
los asuntos internos de la ciudad.
Hay que tener en cuenta otro factor: el clero del sur era
“esencialmente ecuatoriano”, estaba bajo el control de la jerarquía
eclesiástica de ese país y dependencia y quería depender del obispo de Quito.
Los pastusos se rebelaron y fueron derrotados, pero recibieron el
apoyo de José María Obando y el movimiento tomó nuevos bríos. Obando era un
caudillo en la región y, aunque era liberal y no estaba casado con el clero, apoyó
a sus seguidores por motivos personales. Había sido acusado de la muerte del
Mariscal Sucre y estaba resentido porque no lo habían nombrado Jefe de
Ejército, para aplastar la sublevación de Pasto. Es el mismo caso de Córdoba,
el Supremo de Antioquia, quien estaba resentido porque el gobierno le había
negado el ascenso en el escalafón militar.
La
guerra se extendió por todo el país y los caudillos militares, “los Supremos”, prepararon
sus ejércitos y se involucraron en la contienda, motivados por intereses
personales y por el ansia de poder.
En
esta contienda se destacó la heroína María Martínez, casada con el sueco Pedro
Nisser. Sobre este asunto y acerca de su vinculación al ejército de Salamina,
está la obra Diario de los sucesos de la
Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840 y 1841, de
María Martínez de Nisser, publicada en Bogotá en 1843.
Después
siguió la llamada Revolución de Medio Siglo y varias guerras civiles, porque
faltaba que se integraran las regiones. Era necesario “inventar e imaginar” la
nación y avanzar hacia la República.
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Caballeros o Anserma. En: Boletín Histórico del Valle. Órgano del Centro
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[2] Ibid.,
163R, 164R
[3] Ibid., Libro Capitular de Anserma, 1768, f.
142R. (Pedáneo: se aplica al juez o alcalde de las aldeas o lugares pequeños
que tienen limitada la jurisdicción. Alcalde Pedáneo, es el de una aldea o
lugar pequeño que está sujeto a la jurisdicción de la villa o ciudad en cuyo
distrito esté situado).
[4]
A.N.T. Libro Capitular de Anserma, 1770, tomo II f. 95R
[5]
Archivo
Histórico de Antioquia (A.H.A.). Colonia, sección salinas, tomo 374, documento
No. 6.960.
[6]
Repertorio
Histórico No. 3. Órgano de la Academia Antioqueña de Historia, Medellín, 1924.
[7]
Ibid.
[8]
Archivo General de la Nación (A.G.N.) Poblaciones del Cauca, tomo
II, f. 153, 166.
[9]Ibid.
[10] Archivo
Histórico de Antioquia (A.H.A). Sección caminos, tomo 3252, documento No. 5
[11]
Citado por Camacho Perea, Miguel, Contribución del Valle del Cauca a la epopeya
de la Independencia. En: Santiago de Cali. 450 años de historia. Alcaldía de
Cali, Cali, 1981, p. 44 y 46.
[12]
Ibid., p. 46.
[13]
Ibid., p. 47.
[14]
García Vásquez, Demetrio. Revaluaciones Históricas para la ciudad de Santiago
de Cali. Tomo III, Cali, 1960, p. 19.
[15]
Valencia Llano, Alonso; Zuluaga, Francisco. Historia Regional del Valle del
Cauca. Universidad del Valle, Santiago de Cali, 1992, p. 129.
[16]
Piedrahíta Diógenes. Los Cabildos de las Ciudades de Nuestra Señora de la
Consolación de Toro y Santa Ana de los Caballeros de Anserma. Imprenta
Departamental, Cali, 1962, p. 165-166
[17]
Zawadsky C., Alfonso. Santa Ana de los Caballeros o Anserma. En: Boletín
Histórico del Valle. Órgano del Centro Vallecaucano de Historia y Antigüedades.
Cali, 1938, p. 234.
[18]
Ibid.
[19]
Ibid.
[20]
Ibid.
[21]
Piedrahíta, Diógenes. Op. Cit., p. 166.
[22]
Sierra García, Jaime. Independencia. En: Historia de Antioquia. Director: Melo,
Jorge Orlando. Medellín, 1988, p. 93
[23]
Archivo Historial. Centro de Estudios Históricos de Manizales, No. 18 y 19,
1920, Manizales, p. 241.
[24]
Archivo Histórico de Antioquia. Época Colonia, tomo 375, documento 70029.
[25]
Boussingault, J.B. Memorias. Tomo IV, Banco de La República, Bogotá, 1985, p.
36.
[26]
A.H.A, Despacho Superior, tomo 17, Documento 560, año 1808.
[27]
Sierra García, Jaime. Op. Cit., p. 95
[28]
Zawadsky, Alfonso. Op. Cit., p. 235.
[29]
A.N.T. Protocolos de Anserma, libros 1805-1819.
[30]
Restrepo, José Manuel. Op. Cit., p. 147 y siguientes.
[31]
Ibid., p. 148.
[32]
Ibid., p. 151.
[33]
Piedrahíta, Diógenes. Op.cit.,
p.168.
[34] Restrepo, José Manuel. Historia de
la Revolución de la República de Colombia, tomo V. Imprenta Nacional, Bogotá,
1945, p. 159.
[35]
Restrepo, José Manuel. Archivo Historial, vol. 1, 1919, Manizales, p. 457.
[36]
González Escobar, Luis Fernando. Ocupación, poblamiento y territorialidades en
la Vega de Supía, 1810-1950. Ministerio de Cultura, Bogotá, 2002, p. 42.
[37] Cartas inéditas de don José Manuel Restrepo.
En: Archivo Historial. Vol. 1,
1919, p. 462.
[38]
Archivo del Resguardo Indígena de Cañamomo y Lomaprieta. Apuntes de Gabriel
Campeón, Gobernador en 1977.